Bella POV

Ya sabía que iba a morir cuando Laurent apareció en el claro aquel día. Todo en mi cuerpo y en mi atontada mente gritaba "estás en problemas, amiga". No pensé que fuera importar, claro. Desde que Edward se había ido hacía cinco meses nada importaba.

Ni la escuela, ni los chicos con los que compartía; no importaba comer, o salir o distraerme, no importaba mi look, como me veía, como me vestía; no importaba aparentar estar bien o mal, porque, para ser sinceros, nunca fui tan buena actriz.

Estaba en mi infierno personal. Los día pasaban, uno tras de otro, con la natural lentitud de lo que uno ya está harto de presenciar. Era curioso lo mucho que quería morir y a la vez el miedo que me causaba solo pensar en dejar de respirar.

Charlie era mi principal miedo. No quería dejarlo solo, estaba siempre tan preocupado por mí, porque no fuera a derrumbarme con cada día que pasaba. Siempre solía mirarme al espejo y ponerme la máscara con Charlie, así sólo fuera para darle paz mientras llegaba a su trabajo y ocupaba su mente con escenas de crímenes o crucigramas y café. Sin embargo el sabía, la gente lo comentaba, mis profesores, los padres de Jessica Stanley y Mike Newton. Todos sabían que me habían dejado como a un trapo viejo y que lo único que me reconfortaba era estar sola… e ir al claro.

Ese día no fue diferente. Tomé mi Ipod, el libro de Jane Austen de turno y llegué a despejar mi mente, sentada en aquella parte del bosque donde todavía sentía que estaba él. Lloré un poco como todos los días, pensando en lo patética que debía ser mi reflejo a los ojos de todo el mundo.

La triste Bella que no supera a un chico que era, muy obviamente, demasiado bueno para estar con ella. La pobre y sufrida chica que no hacía más que llorar su pérdida. Que no salía ni tenía amigos.

Aquellos pensamientos usualmente me llenaban de odio, y me daban ganas de cambiar, de demostrar que yo era más que aquello. Pero entonces recordaba todo lo que había sucedido y volvía a darme lástima a mí misma.

"Basta ya, Swan, deja de lamentarte o tendrás que patearte el trasero todo tu camino a casa" pensé.

Entonces llegó Laurent a tratar de intimidarme con su cabello en rasta y su complejo de gran vampiro malvado. Gran cosa. ¡Como si cualquier cosa que el hiciese pudiese asustarme! Era obvio que no me conocía.

-Con que aquí esta Isabella Swan… ¿Dónde está tu novio vampiro?

-Ya no es mi novio, no me parecía correcto estar con alguien más bonito que yo- dije sarcástica, sacando fuerzas y valor de donde no lo había.

-¿Qué quieres?- pregunté altiva, no quería que notase tan pronto que no me importaba si me mataba. No quería morir pensando que me había suicidado.

-¡Ja! ¿Qué quiero?... ¿Qué crees que quiero?

-¿Intimidarme con tu peinado?- bromeé. Ni siquiera sabía que todavía podía ser graciosa.

-¿Te parece divertido, Isabella, molestar a un vampiro?-preguntó con su aire de superioridad.- Es cierto que hueles delicioso, no hay duda de por qué James te quería para él sólo…

Allí venía de nuevo, James. ¿Es que no se podía simplemente morir? No, el tenía que dejar un séquito de vampiros psicópatas detrás de mí. Maravilloso, universo, tu ganas.

De un momento a otro, a velocidad vampírica, como si alguien hubiese dado "adelantar" a la cinta, Laurent llegó hasta donde yo estaba y tomó mi cuello entre sus dedos, apretando un poco pero no lo suficiente para no dejarme respirar. Simplemente estaba tocándome.

-Que suave y cálida eres- dijo, acariciándome. Aquello estaba tan mal. No me gustaba el contacto con sus manos frías. Me recordaba a él.

-¿Podrías matarme rápido? Si no lo haces tengo que volver a mi casa a preparar la cena- dije de nuevo, agarrando el poco valor que me quedaba.

Laurent sonrió y acercó su cara a mi cuello. Pensé que seguía intimidándome, pensé que en realidad no me mordería, que alguien llegaría a mi rescate. Que tonta fui, debo admitir.

Sus diente abrieron mi yugular con una precisión exacta, sentí la sangre fluir directamente desde mi cuello a su boca y después, solo un poco después, sentí el dolor.

Describirlo no tenía suficientes adjetivos. Era como clavar mil agujas dentro de tu cuerpo y dejar que bailaran hip hop con tus órganos. Era fuego, calor, sentir que se derretía todo debajo de mi piel. Era lo más terrible que hubiese imaginado, incluso más que cuando James había mordido. Esto era peor, esta era la muerte, pura y dura golpeándome con un martillo. Era mi vida yéndose de mi cuerpo a través de mi cuello.

Casi no podía respirar. Quería gritar, pero no tenía fuerzas. Quería estar inconsciente o simplemente morir.

Entonces, de la nada, apareció la pelirroja. No recordaba su nombre, el dolor no me dejaba pensar.

-Laurent, ¿Se puede saber qué diablos estás haciendo con mi humana?- dijo, mirándome de frente, mientras me retorcía, recostada en el pasto. Vaya forma de morir, amiga, al lado de dos psicópatas teniendo todo el cuerpo gritando de dolor pensé de nuevo.

-No sabía que estabas por estos alrededores y la encontré, sola… su clan de vampiros ya no está para protegerla, pensé que esta sería la oportunidad perfecta- comentó Laurent sin ofuscarse.

-¿Qué parte de "la chica es mía" no comprendiste?- gritó Victoria, exaltada. Volvió sus ojos rojos hacia mi y gruñó. Con su pierna, me daba patadas en el vientre para asegurarse de que estaba viva.

-¿Todavía estas ahí, querida? Qué bien, porque esto va a doler mucho- y así no más, me dio un puntapié, que pudo haberme molestado mucho más de no haber estado ya en el máximo umbral del dolor soportable para un humano consciente. Sentí sin embargo, que algo se había roto cuando aterricé unos cuantos metros más allá de donde había estado. Quizá fueron mis costillas, quizá mi columna. No sabía cuánto dolor era capaz de soportar hasta que entendí que no me quería desmayar, si aquella iba a ser mi muerte, la aceptaría con gracia hasta el fin.

-Algo huele mal, Victoria- dijo Laurent. Ella no hizo señal de escuchar lo que él dijo, estaba concentrada en recogerme del suelo y cargarme en sus brazos.

-Me la llevo, no he terminado con ella- señaló, sin darse cuenta que, a sus espaldas no había nadie. Laurent se había ido.

Cuando giró su cabeza entendió y echó a correr, conmigo en sus brazos. Todo estaba anaranjado, el bosque, los árboles, el cielo. No comprendía hasta que lo sentí. Había un incendio forestal. Victoria corrió entrando al bosque cada vez más, pero las llamas salían de todos lados, nos rodeaban. Aquella era su debilidad y no había donde esconderse, estábamos atrapadas.

Se sentó a mi lado, cansada y derrotada, sabiendo que aquel también sería su fin.

-¿No es irónico? Al final lograste acabar conmigo también- dijo, sonriendo. Quise decir algo para aligerar el ambiente, contar algún chiste del pollo que cruzaba la calle, pero estaba concentrada en el sufrimiento en el que me encontraba. Victoria no lo había entendido bien, ella también había ganado. Aquel estado en el que me encontraba, en el que cada segundo parecía un siglo, era la peor tortura imaginable.

De repente mis pensamientos fueron taponados por el sonido de sus gritos. Se estaba quemando, derritiendo, casi. Me dio fuerzas para gritar, y por primera vez, yo también grité. Olfatee el olor de carne chamuscada y entendí que el fuego también me estaba quemando. Comencé a toser y pensé que debía tener los pulmones llenos de humo, ahora sí moriría en serio.

Junté mis manos y pedí perdón por mis pecado a un Dios al que había abandonado hacía mucho, rogando porque, de existir en realidad, me escuchara y me dejara entrar al cielo.

Un mes después, Alice POV

-¡Aro, no lo hagas!- grité sin control, desesperada. No podía permitir que aquel fuera el fin de mi hermano y de la vida como la conocía.

-Mi pequeña Alice, Edward ha sellado su destino ya- dijo Felix, con su sonrisa burlona. Junto a él, Jane, el monstruo. Pensé rápido, podía comprarle tiempo, pero ¿qué podía yo dar a cambio? No querían dinero, eso era seguro. No lo necesitaban. Ya eran lo más alto de la cadena, eran los Volturi, los reyes de nuestra raza. No había nada que yo pudiese tener que ellos quisieran… ¿O si?

-Me uniré a la guardia- dije, casi a gritos, mientras Edward miraba con los ojos clavados en el piso, la mirada vacía, inexpresiva, como cuando no se tiene nada por lo cual vivir.

Aro me miró anonadado. Quien sabe cuánto había esperado que yo dijese aquellas palabras. Felix ahora no parecía tan complacido.

-Veamos, Alice, me dices que, de permitir que tu hermano viva, ¿te quedarás con nosotros?

-Es exactamente lo que digo.- asentí

-Muy bien, querida, debo decir que me impresiona mucho el aprecio que sientes hacia Edward y que admiro mucho los gestos como este, pero hay algo que debes entender, y es que este acto que acaba de suceder no puede, y repito, no puede pasar de nuevo…- miró a Felix, que sostenía a Edward- Hay que colocar un ejemplo, para futuras ocasiones…

-¿entonces no aceptas mi oferta?- pregunté, sintiendo un ardor en mi garganta, parecido a la sed.

-No he dicho eso. Creo que puedo arreglar algo para que los dos…- hizo una pausa y volvió sobre sus palabras- digo los tres, salgamos beneficiados. Como te digo, no puedo permitir que se rieguen los rumores de que nos estamos ablandando. Las reglas que tenemos para que nuestro mundo siga en co-existencia con los humanos son claras. No revelar nuestra identidad es la más importante y la que, por lo tanto, debe ser castigada con mayor fuerza.

-¿Qué tienes en mente?- pregunté aburrida que no hablara claro. Eso de ser viejo en realidad nos afectaba a todos, incluso a los Volturi.

-Creo que podemos castigarlo lo suficiente para hacer creer al mundo que está muerto- dijo mirándome fijamente- le cortaremos la cabeza y la dejaremos desconectada del cuerpo por alrededor de unos veinte años. Estará en una celda de los calabozos y podrás visitarlo cuando gustes. Tu, por supuesto, te quedarás con nosotros a partir de hoy.

-Pero…- estuve dispuesta a decir que necesitaba volver a mi casa, a recoger mis cosas, a despedirme de mi familia, a hablarlo con Jasper, sin embargo ya había visto mi propio futuro y vi que no tenía sentido. Aro diría sus palabras y yo aceptaría. Llamaría a Jasper dentro de unas horas, discutiríamos y sabía que sería la última vez que lo vería en mucho, mucho tiempo. Los papeles de divorcio no serían necesarios, en unos cuanto años la familia Cullen estaría muerta. Emmet Y Rose se irían de viaje y Jasper regresaría con sus amigos de la guerra Charlotte y Pete. Carlisle Y Esme se instalaría como una pareja de solteros en Alaska, con los Delani. Todos nos alejaríamos.

Aro, comprendió que estaba teniendo una visión y ni siquiera abrió la boca.

Una vez terminé de ver mi futuro y los de mi familia volví a la penosa realidad que me esperaba y decidí que era hora de enfrentar la decisión que había tomado. Fue por amor, Alice recuérdalo.

-Muy bien, enséñame mi habitación, tengo que cambiarme.

Y con esas palabras sellé el destino de todos.