Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Hunan Television y Yōko Kamio.
Nota de autora: Este fic está dedicado a todos los fans CaiSi de MG2018 que nos enamoramos de la serie y que no podemos olvidar a los personajes tan preciosos. También está dedicado a los fans DyShen que disfrutamos de la inmensa química que existe entre estos dos actores, a quienes les deseamos con entusiasmo que triunfen en sus carreras. PD: Esta historia es mía, es un mundo alterno parecido al mundo de MG, aunque aquí tocaré temas más fuertes que en la serie. Trataré de acoplar a los personajes ajustados a sus personalidades del trama original, aunque claro, las situaciones que vivirán serán diferentes, y por ello, habrá resultados distintos a lo que conocemos. Para los que gustan del cliché del chico malo/chica inocente, pareciera que este es uno, pero no creo que vaya tanto por ahí, porque, aunque la personalidad de Ah Si es de un reverendo cabrón, Shancai es una chica sensata y centrada que jamás actuaría una actitud sumisa para embonar con un cavernícola macho/alfa. Tal como la actriz ShenYue dijo en una entrevista: "Me gustan los hombres amables", y eso coincide con esta Shancai. Espero leer que les está pareciendo esta historia, y que me den sus ánimos para continuarla.
Besos, los dejo disfrutar la lectura.
Dulce y feroz
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Cuando vi a Daoming Si por primera vez, mi corazón latió con fuerza. Fue una clase de flechazo instantáneo que me eclipsó, y no pude dejar de verlo. Era tan atractivo, y parecía ser una buena persona. Estaba sentado en un sillón de la cafetería, mirando su celular. Parecía aburrido, sólo deslizaba el dedo en la pantalla tratando de distraerse, y luego bostezó. Levantó la cabeza hacia arriba, y noté su curioso cabello peinado en forma de una anana. Era un estilo gracioso, por eso sonreí. Entonces giró a mi dirección, y nuestros ojos se encontraron. Mi corazón latió aún con más ímpetu, y sentí mi cara tibia, seguramente estaba roja. Entonces él sostuvo su mirada, y lo que vi entonces fue algo que me sorprendió. En su mirada había dibujada una clase de arrogancia desbordante, parecía molesto porque lo miraba, torció los labios y casi hace una mueca de asco. Yo quedé petrificada.
Segundos después me ignoró. El mesero del café lo atendió y vi su actitud déspota al hablar con él, cuando el amable mesero sólo intentaba llevarse la taza vacía que reposaba en la mesa. Noté entonces cómo se comportaba, con un aire altivo, prepotente, agresivo. Dos minutos después, sus amigos entraron al café para reunirse con él. Fue tan diferente a lo que creí en un inicio...
Sentí una decepción apabullante. Ese flechazo instantáneo se había roto. Era como si esa única mirada correspondida y esa escena con el joven del servicio, me hubiera arrancado el sentimiento de interés de un manotazo violento. Me sentí tonta por un momento, pues no estaba acostumbrada a fijarme en chicos, y ahora que saboreaba este momento agrio, me daba cuenta que tenía razón, no estoy lista para interesarme en los hombres, ni siquiera sabía fijarme en chicos decentes.
Me levanté de mi asiento, metí los libros en mi mochila y me fui de ahí sin siquiera devolverle la mirada una última vez. Quise no pensar más en él, porque me traía un sentimiento de desilusión, y luego me volvía a sentir algo estúpida, porque nunca antes había tenido un flechazo en mi vida, y este había salido tan mal que hasta pena me daba. Así que me concentré en mis asuntos personales; la universidad, el trabajo y dormir.
Tres semanas después de aquello, las cosas parecían olvidadas. El desencanto era total que hasta llegué a comportarme maduramente al pensar que no debía juzgarlo, que no lo conocía y que no debería importarme, porque malo o bueno, no volvería a verlo en mi vida. Me dediqué a mi trabajo, en el restaurante donde era mesera.
Todo marchaba bien, hasta que volví a verlo siendo uno de mis clientes. Estaba sentado en una de las mesas exclusivas del lugar. Odie la idea de tener que atenderlo, porque estaba sentado justo en mi área. Pensé en volver a la cocina y pedirle a Xiouyou que se hiciera cargo de la mesa pero… pensé que era ridículo. Era un desconocido, sólo un tipo, sólo un cliente, y yo estaba trabajando, y no debería disturbarme su presencia.
Me acerqué con el menú, le di la bienvenida a él y su acompañante —una muchacha guapa que parecía modelo—, y cuando les di mi nombre, él levantó la vista para verme sólo por un segundo, pero como que su cerebro pareció encontrar similitud con un recuerdo guardado, entonces volvió a mirarme de nuevo. Noté que quería reconocerme, y me pareció extraño que aún guardará un recuerdo de mi cara en su almacén mental. Traté de actuar natural, con una sonrisa, diciendo que volvería en un minuto para tomar su orden.
—Espera, espera… —me detuve tensamente al escucharlo y volví el cuerpo para encararlo de nuevo—. Sé lo que voy a pedir… Shancai —repitió mi nombre con un tono raro—. Dame el bistec exclusivo del restaurante, y una botella de vino, Cros Parantous —asentí anotando la orden, y cuando iba a abrir la boca para pedir la orden de ella, él me interrumpió—. Para ella el mismo platillo.
Cuando le alejé de ahí, estaba anonadada. Me pareció el hombre más egoísta del mundo, ni siquiera dejó que su acompañante eligiera su propio platillo, él lo decidió sin siquiera consultarla. Me retracté cuando dije que no quería ser prejuiciosa, ese hombre era un bruto. No quería ponerme de mal humor, sólo quería atenderlo y que se fuera y ya. Les llevé su comida, les serví su vino, y en todo momento sentí su mirada buscándome la cara. No podía creer su descaro, su acompañante estaba ahí y eso no lo detenía. Me di la media vuelta para retirarme sin siquiera corresponder a una de sus miradas.
—Shancai —pronunció, por lo que tuve que devolverme, y a pesar de mis nulas ganas, tuve que mirarlo a los ojos—. ¿Y el agua?
Miré a la mesa, notando que en efecto, había olvidado servir la jarra de agua, cosa que según el protocolo del restaurante, se sirve en cuando el cliente se sienta en la mesa. Me di cuenta de mi pequeño error, y me sonrojé, disculpándome con él, diciendo que enseguida traería la jarra. Él no dijo nada, pero su mirada exclamaba a gritos que era una molestia. Eso lo hizo más difícil aún, pues su presencia me había hecho confundirme y olvidar hacer bien mi trabajo.
Después de llevarle la jarra, me di otra vuelta a su mesa para checar que estuvieran satisfechos. Lo encontré riendo con su acompañante mientras disfrutaban del vino. Ella dijo que le gustaría pedir un postre, y él simplemente dijo que no quería quedarse más tiempo ahí, así que ignoró los deseos de la chica y pidió la cuenta. Me molestó su forma de actuar, sentí que sería una mala mesera si no hacía algo al respecto.
—Señorita, si lo desea, puede pedir el postre para llevar —dije dándole la cartilla de postres, ella me dedicó una sonrisa y me agradeció, pero enseguida él le arrebató la cartilla y me la devolvió.
—Que no vamos a pedir postre.
—¡Ah Si, no seas malo! —dijo en ella en un puchero.
—Trae la cuenta de una vez, ¿lo entiendes, Shancai?
Al entrar a la cocina, Xiouyou notó mi semblante irritado, echando chispas. Me preguntó que pasaba pero no le conté la causa de mi furia. Volví con la cuenta, tomé su teléfono y registré su código, le devolví su celular y sonreí para desearle buenas noches. En cuanto sentí que se habían perdido de mi foco visual, rodé los ojos y limpié la mesa.
Dejé que la molestia se fuera rápido, me dediqué a mi trabajo y no volví a cometer otro error. No era la primera vez que atendía a un cliente quisquilloso ni a un tipo prepotente, pero sí era la primera vez que me tomaba esa actitud de modo personal. Seguía pensando que algo debía involucrar lo que pasó en la cafetería, mi desilusión, como si él me hubiera fallado, y era tonto verlo así, Ah Si era un desconocido y no me debía nada, ni yo a él, así que me reprendí por ser tan absurda y prometí olvidarme de esta noche y todo lo relacionado con él.
La siguiente tarde, saliendo de la universidad, fui al trabajo. Entré a la cocina por el acceso de empleados y saludé a todos mis compañeros de buen humor, como siempre. Xiouyou ya había llegado antes y ya tenía el uniforme; iba a saludarla, cuando me agarró fuerte de un brazo y me jaló hacia una esquina.
—¿Qué pasa?
—Eso quiero que me digas tú, ¿qué pasó ayer? Y no me digas que nada, porque sé que algo malo ocurrió.
—¿Ayer? —pensé de mala gana en ese tal Ah Si y rodé los ojos—. Nada importante, sólo atendí a un cliente pedante, pero no pasó nada malo.
—Ay, Shancai —me miró preocupada—. Parece que el cliente se quejó con el jefe. Hace unos minutos vino aquí preguntando por ti, parecía molesto. El supervisor preguntó si había un problema, y el jefe dijo que necesitaba aclarar algo que pasó la jornada anterior con un cliente. El supervisor dijo que llegarías más tarde y el jefe pidió que te mandara con él.
Ella estaba anonadada, sorprendida y claramente molesta por saber que seguramente se trataba de ese idiota. No podía creer que se hubiera atrevido a quejarse por el asunto de la jarra. Apreté los dientes y me sentí nerviosa. ¿Estaba en problemas por ese engreído? Iba a contarle en ese momento a Xiouyou sobre mi experiencia con ese cliente, pero entonces el supervisor apareció y me llamó. No se veía molesto pero sí serio.
—Shancai, acompáñame… —dijo el supervisor. Le pregunté si podía ir a vestirme primero pero negó con la cabeza, seriamente. Sentí una punzada en el pecho, ahora pensaba que esto era grave. Tragué saliva y fui con el supervisor, quien me condujo hasta la oficina del restaurante, en el piso superior.
—¿Qué pasa, supervisor? ¿Hice algo malo? —mi voz sonó preocupada, y lo estaba.
—No lo sé en realidad, pero el jefe necesita hacerte unas preguntas —dijo y trató de tranquilizarme con una sonrisa—. No debe ser nada malo, pero por cualquier cosa, me quedaré contigo para explicarle al jefe cualquier malentendido. Eres nuestra mejor empleada, quizá solo quiere hacerte algún comentario. Calma —asentí no muy convencida.
Llegamos a la oficina, y al entrar, sentí que el cuerpo se me congeló y que mis movimientos dejaron de funcionar. Frente a mí estaba ese tipo, Ah Si, el cliente engreído, acompañado del jefe del restaurante. Él me miró fijamente, serio. Estaba sentado en la silla principal del escritorio, y el jefe a su lado de pie. La habitación iluminada mostró mi obstrucción al no entrar por completo a la oficina, caso que obligó a mi supervisor a tomarme de un brazo para continuar. Desvié la vista de él, cayendo en la expresión sombría del jefe.
—¿Dong Shancai? —preguntó el jefe.
—Así es, señor, ella es mi empleada, Shancai, la mesera más profesional que tenemos en el restaurante —dijo mi supervisor enseguida.
—Wei Jia, puedes retirarte —el rostro de mi supervisor quedó pasmado y me miró intranquilo, pero obedeció y salió de la oficina. Yo apreté los labios cuando la puerta se cerró detrás de mí. No podía negar que estaba nerviosa.
—Shancai —dijo el jefe—. El día de ayer usted atendió la mesa del señor Daoming Si, ¿es cierto?
Cuando dijo su nombre completo, extendí los ojos sorprendida, y lo miré a él de nuevo, ahí sentado como un rey, con ese ridículo peinado de piña. Su nombre quería decir una cosa, y eso fue lo que me dejó tiesa. El apellido de los dueños de esa cadena de lujosos restaurantes era la familia Daoming. No podía ser posible… Ah Si solo me observaba con lo que parecía ser una sonrisa escondida entre la línea de sus labios. Tragué saliva.
—Sí, yo lo atendí.
—¿Usted sabe que el señor Daoming Si, hijo de la empresaria Daoming Feng, vino aquí por casualidad a visitar las instalaciones de su restaurante, y por grave consecuencia, se percató que tenemos un servicio deficiente al descubrir que usted incumple con los protocolos al servir la mesa? Usted omitió servir la jarra del agua en una de las mesas exclusivas, ¿Cuántas veces ha omitido usted esto? —preguntó, pero no le importó esperar mi respuesta—. ¿Es así como da el servicio diario? ¿Qué pasaría si en lugar de que fuera el señor Daoming Si quien se hubiera percatado de esta falta, hubiera sido un inspector de calidad? ¿Entiende lo grave que es para el restaurante perder la calidad que lo condecora como un restaurante de cinco estrellas?
—Jefe —habló él, casi interrumpiendolo—. Podría dejarme hablar con la empleada a solas. Gracias por su apoyo.
—Por supuesto, señor. Permítale recordarle que usted tiene la amplia facultad para prescindir de los servicios de la empleada si es lo que considera más justo.
En mi garganta había un nudo que no podía deshacer. Escuchar al jefe hablar de ese modo sobre mi futuro en el restaurante con tanta ligereza me pareció terrible. Tuve que ser muy fuerte para no demostrar todo lo que me habían afectado sus palabras. Hice lo que pude para que los ojos no se me llenaran de agua, porque sinceramente, sus palabras me habían parecido muy duras. Sin embargo, no cedí, continué erguida, con la cabeza alta, pero la mirada por los suelos, tratando de no ver a ninguno de los dos. El jefe pasó de mí y salió por la puerta, cerrándola. Entonces hubo silencio, y eso casi me hizo temblar, pero seguí siendo fuerte. Él no habló de inmediato, creí que lo hacía para demostrarme más su poder sobre la situación.
—Dong Shancai, ¿la mejor empleada del restaurante? —preguntó, pero creí que era retórico, así que no intenté responder ni lo miré—. Eso me deja mucho qué desear, ¿sabes? La mejor empleada es la que comete un error como éste. ¿En qué se basan para considerarte la mejor empleada? ¿Cómo están los demás? ¿Acaso sirven los platillos sobre la cabeza del cliente? —Lo escuché reírse, y yo desvié la vista a la pared. Hubo más silencio, podía sentir su mirada sobre mí—. ¿No vas a decir nada? —Tragué saliva.
—Es la primera vez que cometo este error. Lo siento, no volverá a pasar —me sorprendió oír mi voz en un tono tan frío.
—¿No volverá a pasar? Quieres decir que, ¿estás renunciando?
¿Me estaba sugiriendo que renunciara? Levanté el rostro y lo encaré. Parecía divertido en su posición. Noté cómo se regodeaba con la idea de tenerme en sus manos. ¿Y por qué? ¿Por un minúsculo error que corregí enseguida? No entendía cuál era su problema, y por qué lo estaba haciendo tan grande. Sentí un enorme deseo de decirle que era un idiota. ¿Pero estaba buscando darle más armas para someterme de este modo? No quería perder mi empleo pero tampoco quería verlo como rey creyendo que podía hacer de mi futuro en su empresa lo que le diera la gana.
—Cometí un error, lo resolví y ahora ofrezco una disculpa. Si usted considera que debe tomar medidas disciplinarias, hágamelo saber. ¿Puedo retirarme para comenzar mi jornada?
—No —dijo al instante y con tono duro. Lo vi ponerse serio, estoico—. Yo diré cuándo puedes irte.
Reprimí cualquier mueca o gesto que demostrara lo frustrada que me hacía sentir su actitud. En cambio, mostré un rostro nulo de expresión, y desvié la mirada. No iba conseguir amedrentarme, ni tampoco sacarme de mis cabales. Iba a resistir su estúpida actuación de jefe autoritario. Algo lo hizo ponerse más prepotente, pues se puso de pie y caminó hacia mí. No, no iba a mirarlo, aunque de soslayo veía su cercanía. Se paró frente a mí, recargándose en la orilla de su escritorio.
—Parece que no necesitas tanto este empleo —decidió.
—Se equivoca. Aprecio mi trabajo y deseo conservarlo.
—¿Y qué harás si decido despedirte? —sonrió maliciosamente.
—Buscaré un nuevo empleo —esto lo dije mirándolo al rostro. ¡Rayos! Creo que no debí sonar tan segura, pues sólo causé que tensara más el rostro. Era obvio que no disfrutó de mi respuesta. Ahora entendía su juego, quería verme suplicar para que no me echara. Pobre tonto, jamás lo lograría. Nos quedamos callados. Sentí el ambiente denso, pero ninguno decía nada. Estaba lista para escucharlo decir que me echaba, pero creí que podía soportarlo.
—Vuelve al restaurante… —dijo repentinamente—. Cuando haya tomado una decisión, se lo haré saber a tu supervisor.
No necesitó decirlo dos veces, giré el cuerpo y salí de la oficina. En ese momento creí que las piernas se me habían vuelto de plastilina, porque sentí que podía caer en el pasillo en cualquier momento. Respiré hondo y traté de controlar el latido de mi corazón. Mentía si decía que la situación con esa estúpida cabeza de piña no me había afectado. Pero me dije a mí misma que lo había hecho bien. Ahora solo rezaba para que dejara pasar esto y no volviera a meterse con mi trabajo. Claro, no volvería a darle a nadie la oportuidad de quejarse de mí. Sería la empleada ejemplar que cualquier jefe desearía tener o dejaría de llamarme Dong Shancai.
