Regina y Emma estaban discutiendo, lo usual, en la tienda de Gold cuando empezaron a solucionar el problema con algo de acción física. Swan cayó sobre un aparato de extraña apariencia, del cual empezó a salir humo apenas lo tocó.

"¡¿Emma?! ¡¿Qué demonios hiciste?!" Alcanzó a gritar Regina mientras ambas eran rodeadas por un extraño humo negro.

El humo penetró en sus pulmones e invadió sus mentes, ambas cayeron la piso entre toses y quedaron inconscientes.

Despertaron horas después en una zona desconocida. Estaban rodeadas por altos árboles con las hojas rojas cayendo de sus ramas, otoño, que eran lo único que se veía a todos los metros a la redonda. No había nada que indicase dónde estaban peor definitivamente no era storybrooke.

"Estás contenta? Ahora estamos en Marte por todo lo que sabemos!"

Regina se llevó las manos a la cabeza sintiendo la desesperación invadirla. ¿Dónde demonios habían acabado? Un lugar salido de la tienda de Gold no podía ser bueno.

"Eh…no, estoy bastante segura de que estamos en el planeta tierra. Solo no en Storybrooke."

Emma trató de aligerar la tensión pero solo logró que Regina rodase los ojos y la fulminase con la mirada. Por un segundo se alegró de que fuera del pueblo no hubiese magia.

"Sí, eso es muy útil, Miss Swan."

Ahora fue a Emma a quien le tocó rodar los ojos.

"Estamos de vuelta con Miss Swan? Regina, por favor, no fue mi culpa."

Mentira. Lo había sido y ambas lo sabían.

"¿Quién tocó el aparato? Tú. ¿Quién nos trajo aquí? tú"

Emma se llevó una mano a la sien y se acomodó su casaca de cuero roja, la cual había caído al piso mientras trataba de idear una respuesta. No encontró ninguna y soltó un suspiro de resignación.

Regina se acomodó el cabello, reconociendo que Emma se hallaba en la misma situación que ella y respiró profundo. "Lo siento, solo estoy preocupada por Henry."

Emma asintió con la cabeza. "Lo sé, yo lamento haberme molestado. Fue algo tan infantil y estúpido que…"

"Emma, detente, si te fueses a disculpar por cada cosa infantil que haces no terminarías nunca!"

"Ja ja muy graciosa, mira como me río. No ves que intento disculparme?"

Regina alzó los brazos en modo de disculpa. "Lo siento, se me sale el sarcasmo cuando estoy nerviosa."

"Gina, tu respiras sarcasmo."

Ambas se rieron un rato, cómodas de caer de vuelta en su costumbre de discutir, hasta que recordaron dónde estaban y su risa murió.

"Tenemos que hallar la forma de regresar. Hemos dejado a Henry solo en la casa."

"No está solo, Snow y Charming están con él."

Regina frunció el ceño. "Ellos no cuentan y lo sabes."

Emma iba a rebatir cuando recordó a Charming dándole el carro a Henry. "Tienes razón, tenemos que regresar."

"Ves algún letrero que indique dónde estamos?"

Emma negó con la cabeza, no había ninguna señalización.

"Quizá si seguimos la carretera…"

Regina cogió a Emma del brazo sin dejarla terminar y ambas empezaron a caminar por la carretera.

Estaban pasando por un cruce cuando un carro negro clásico pasó a toda velocidad, con rock a todo volumen y estuvo a punto de arroyarlas, lo habría hecho de no ser porque Emma jaló a Regina justo a tiempo.

"Eh, mira por dónde manejas idiota!" Le gritó Regina a la imagen del carro avanzando.

"Gina, espera esto es inútil. Llevamos caminando horas, bien podríamos haberles pedido direcciones o algo."

Regina la fulminó con la mirada y Emma calló. "Solo decía."

En eso Regina cayó en cuenta. "¿Espera, y nuestra magia? ¿Seguirá funcionando acá?"

Emma negó con la cabeza. "Se supone que no, pero no perdemos nada con intentar."

Regina probó crear una bola de fuego y estuvo sorprendida cuando esta apareció, aunque muy tenue y solo por unos segundos.

"Qué demonios…"

Emma probó hacer aparecer una dona y logró hacer aparecer la mitad de esta. Se la ofreció a su novia, quien le dedicó una mirada desaprobadora y negó con la cabeza. "¿Quién sabe de dónde habrá salido?"

"Algo es algo." Replicó Emma mientras se la metía a la boca. "Está rica."

Regina soltó una carcajada y blanqueó los ojos. Increíble. Una perdida en un lugar desconocido y déjenselo a Emma para pensar en comida.

"Ya. ¿Pero será suficiente para volver a casa?"

Para eso ninguna de las dos tenía respuesta.

Sam y Dean manejaban a toda velocidad, tenían un caso urgente de vampiros en un área cercana y ya llevaban varias horas de retraso. La noche caería pronto y debían llegar antes de que hubiese más víctimas.

Pasaron a toda velocidad cerca de dos mujeres que iban a pie y no las chocaron de milagro.

"¡Hey hey hey! ¡Más cuidado Sam! Como le pase algo a mi baby." Gritó Dean dejando la amenaza a medias.

"Cálmate Dean, el impala está bien, no tiene ni un rasguño." Respondió Sam volteando a ver a las chicas que casi había atropellado.

"Ojos al volante." Replicó Dean, evidentemente aun disgustado. "No tenemos tiempo de pararnos a recoger a esas bellezas Sammy, primero el caso y luego la diversión."

"Tú solo quieres ir a cortar cabezas."

"Culpable" Dean sonrió y miró el paisaje pasar a toda velocidad por la ventana. Sus ojos se desviaron a la marca en su brazo y se la tapó con la manga de la camisa antes de que Sam se diese cuenta. Las ansias de matar se hacían más fuertes cada día y no quería a Sammy preocupado por él. Tenían otros asuntos de los cuales ocuparse.

Alargó el brazo y subió el volumen a la música, tratando de ignorar esa voz interior que le decía lo divertido que sería cortar cabezas de una buena vez.

"Back in black" invadió el impala y Sam reprimió una mueca, no por la música sino por el intento de Dean de distraerlo de lo que ocurría. No dijo nada, sabiendo cómo se pondría su hermano si siquiera mencionase la marca. En su lugar se concentró en la carretera y presionó a fondo el acelerador.

Sabía que Dean le había dicho explícitamente que no hiciera nada pero de todas maneras ya iba ideando un plan, ni soñando dejaría que la marca consumiese a Dean. Tenían el libro de los condenados y encontrar una respuesta parecía más posible que antes. Soltó un suspiro, si tan solo pudiesen leerlo todo sería más fácil. Afortunadamente, o quizá desgraciadamente para él, conocía a una persona que sería capaz de leerlo. Convencer a dicha persona de ayudarle por otro lado, ese sería el trabajo complicado.

En un hotel excesivamente caro al otro lado de la ciudad dicha persona se tomaba un merecido relajo.

En el almuerzo había tenido que asesinar al doble de la cantidad de mozos que había planteado originalmente puesto que uno se había puesto pesado y había empezado a sospechar; luego había ido de compras para encontrar que su tienda favorita había quebrado debido a una sorprendente cantidad de vestidos que desaparecían misteriosamente, no es que ella tuviese algo que ver, en lo absoluto, y había tenido que arreglar su entrada dejando otro reguero de cadáveres.

"¡Los humanos son tan terriblemente susceptibles! No aguantan nada." Dijo exasperada arrugando la nariz y moviendo con magia el último cadáver del día, el chico que había subido a cobrarle la cuenta.

Lo subió hasta el techo donde lo dejó colgado junto al anterior y esta vez se aseguró de dejar un hechizo que retuviese la sangre de caer. Odiaría que otro buen libro se arruinase por una gotera, como había ocurrido la otra vez.

La madre del rey del infierno sonrió satisfecha y se dirigió hacia el baño, nada que un buen baño de burbujas y una taza de no pudiesen solucionar.

Dejó su teléfono sobre la mesita de noche, por lo cual no prestó atención a las llamadas dejadas por cierto alce gigante desesperado y no fue hasta la noche cuando leyó los mensajes de texto dejados.

"Winchester" dijo para sí leyendo los mensajes recostada en la cama "Ya me estaba preguntando cuando oiría de ustedes."