-Toda en ella tenía ese sabor agridulce.
Su piel, su cuello, sus labios, sus manos que tantas veces acariciaba y besaba suavemente... Incluso en su comportamiento; su sonrisa, la forma de mirarlo, de abrazarlo...
Dulce por el hecho de estar juntos, solo por el hecho de poder acariciarse. Agrio y amargo por que nunca sabia que beso podía ser el último.
Cada momento de calma, cada soplo de paz que respiraban juntos parecía ser la antesala de una nueva despedida forzada.
-Todo en el tenía ese sabor salado.
Sus finos labios, los lóbulos de sus oídos, incluso ese punto entre la nuez de Adán y y la oreja; donde tenia esas terribles cosquillas cada vez que ella lo besaba. Era muy divertido, casi pueril ver como se retorcía muerto de risa. Pero siempre le pedía que lo volviera a hacer.
Pero su comportamiento no era agridulce, el siempre parecía despreocupado y tranquilo, le sonreía y conseguía que ella se relajara y frenara durante un rato, solo para disfrutar del aroma de estar juntos.
Lo que ella no sabía era que el sufría casi mas solo de imaginar que ella pudiera desvanecerse de nuevo.
