El bosque estaba lleno de flores, y Lyanna iba cogiendo todas las que podía de cada flor que había. 'Son preciosas, aunque no tan preciosas como las rosas de invierno', Lya pensó. Había margaritas, violetas, jazmines, jacintos, geranios, claveles… Pero no había ni rastro de ninguna rosa azul. 'Estoy en Harrenhal, lejos del Norte, de casa. Pues claro que no iba a haber rosas azules'.

A Lyanna no le gustaba ir a coger flores, pero su septa decía que era propio de una doncella recogerlas. Le parecía ridículo, como si fuera una doncella que sueña con su príncipe perfecto, y ella no era ninguna joven enamorada de canciones e historias. 'Yo sueño con espadas, no con flores, sueño con luchas, no con amores prometidos, sueño con participar en una justa, no mirarla'. Le parecía estúpido que las mujeres no pudiesen luchar. 'Las batallas de las mujeres son las del parto' dijo una vez su padre, 'Las batallas con espadas son para hombres'. Las mujeres son iguales que los hombres, y Lyanna podría demostrarlo; ella podría ganar una guerra.

Lyanna sabía que tenía que volver pronto, se fue cuando el día empezaba, y tenía que volver sobre el mediodía; el torneo de Harrenhal se iba a celebrar.

Se montó en su caballo y se fue del bosque. Era un bosque bonito; los arbustos, las hierbas y las hojas de los árboles eran de un color verde alegre acompañado de los diferentes colores de las flores y el cielo, de un azul claro sin nubes. Era un paisaje hermoso y colorido, en contraste con Harrenhal. Aunque los Whent eran los señores de ahí y ya estaba habitado, Harrenhal no dejaba de ser sombrío; había un aire melancólico en ese castillo, una vida muerta, hace muchos años que fue el castillo más grande de todos los tiempos, ahora es un castillo roto y negro por las llamas de los dragones que había hace un tiempo en Poniente.

Era un día de primavera, lleno de flores y colores. Después del invierno duro que tuvieron, la primavera era bienvenida en todos lados; en los campos se empezaron a cultivar, los bosques florecían, los campesinos estaban aliviados de cultivar, los animales se ponían en celo y las personas de alta cuna salían a montar a caballo, visitar, cazar… Era una estación agradable para todos.

Cuando llegó al castillo, era todo una revuelta de personas; los escuderos iban buscando los escudos de sus señores, los criados buscaban y traían comida, los mozos preparaban a los caballos para las justas; era un caos. Por poco un escudero se lleva a Lyanna por delante y se agarró a su caballo para no caerse.

Cuando Lya iba atravesando el campo para ir a sus aposentos y reunirse con sus hermanos, vio que en una esquina había tres chicos, que parecía que estuviesen pegando a alguien; daban puñetazos y patadas, pegaban con palos hasta partirse. Pero Lya se dio cuenta que la víctima no gritaba ni sollozaba.

Lya también se dio cuenta de los blasones que había en el pecho de los chicos; eran dos torres y los otros lo conocía vagamente de las clases del maestre. 'Frey, Blount y Haigh'. Luego se fijo en el chico a quien pegaban; no era muy grande, tenía el pelo castaño y ojos verdes, e iba con unas ropas verdes, y el escudo cosido en la coraza de bronce había pintado un lagarto-león en un campo verde. 'Reed'. Era uno de los abanderados de su padre, un lacustre del Cuello. Lya sabía que los Frey y los Reed nunca se llevaron bien respecto a los enfrentamientos que tenían; los Frey querían más del Cuello y los Reed mataban a todos quienes venían a conquistar sus tierras. 'Tengo que hacer algo'. ¿Pero cómo? A pesar de Lyanna Stark, hija de lord Rickard Stark de Invernalia, era una mujer, y los hombres ignoraban a las mujeres cuando peleaban.

'Aun así no lo voy a dejar que lo aticen hasta la muerte'. Desesperada, fue corriendo a los establos y cogió una espada de torneo; quería defender al lacustre pero sin hacer daños a los otros, por lo menos no daños fuertes.

Cuando apareció de nuevo los chicos seguían pegando al lacustre. Lyanna observó que los chicos no tendrían más años que ella, aunque eran más grandes y fuertes. El lacustre estaba peor que antes; tenía heridas y moratones, y empezaba a salir demasiada sangre para que sólo sea por golpes.

No podía llamar la atención de ellos con la cortesía y la voz de una dama, la ignorarían. Tenía que parecer fuerte, un lobo, o mejor, una loba huargo, como el estandarte de su casa. Puso la espada apuntando hacia ellos con dos manos, respiró profundamente y dijo con una voz profunda y temible; una voz de loba.

-Ese es el hombre de mi padre a quien estáis pegando -dijo Lya con su voz de loba.

Con mirada seca y fría, Lya asustó a los chicos; ahora Lya vio que en realidad tendrían no más 13 años y miraron con desagrado a Lyanna.

-¿Y quién es vuestro padre, moza? -dijo Blount.

-A mí me da igual quien es su padre, pero yo la quiero en mi cama -dijo Haigh.

-A mí no, porque ella es la hija del lobo; una Stark -dijo Frey, precavido.

-¿Y a mí que más me da? -dijo Haigh.

-¿Pero ha visto a su hermano mayor, Brandon? -dijo Blount.

-Y está comprometida con Robert Baratheon -añadió Frey.

-¿Su hermano es el gran lobo y su futuro marido Robert? -dijo Haigh, asustado-. Perdón, mi señora, no sabía quién era vos, porque me quedé tan impregnado por su belleza…-empezaba a sudar-. Bueno, nosotros nos vamos que tenemos que irnos a… al…. a preparar la justa para nuestros señores -salieron todos corriendo-.

'Solo los he asustado por los hombres que están cerca mía, no por mi rugido' pensó Lya tristemente. Ella no sería nadie sin su compromiso ni familia.

El lacustre intentaba decir algo, pero farfullaba y no se le entendía.

-No tema, le voy a llevar a que le vea un maestre y luego me explica por qué está aquí- Lya le sonrió-. ¿Puede levantarse? No, no creo que pueda. Le voy a llevar, ¿vale?

Lya no era lo suficientemente fuerte para llevar al lacustre en los brazos o en la espalda, así que le rodeó on brazo sobre los hombros y lo levantó con una sorprendente facilidad. Era bajo, tanto que Lya le sacaba media cabeza, pero era liviano y no le costó mucho levantarlo, aunque casi tiene que llevarle ella, porque era capaz sólo de cojear con la pierna buena, si le llamas eso pierna buena.

El lacustre la miró y le dijo con dolor y sangre: Gra… gr… gracias.

'Me perderé la primera justa'. Pero a Lya le daba igual, habría más justas que ver en el torneo y más torneos que ver en años. No le preocupaba por ver los torneos ni las justas, porque a Lyanna le quedaba una vida por delante para ver.