El florete fue retirado de la mano de Adrien y cayó en el suelo en un metálico sonido. Kagami lo había desarmado... por quinta vez. La misma que levantó su casco y lo miró con sorna.

—Es la quinta vez hoy, Adrien—espetó—. ¿No dijiste que tú serias el que me desarmaría?

—Y lo hare—dijo seguro, se bajó el casco que antes se había subido. Tomó el arma del suelo y retomo la posición—: En guardia.

Las espadas se chocaban, varias veces, retrocedía, daba pequeños saltos hacia atrás como hacia adelante, tratando de conseguir la oportunidad en sacarle el florete de su poder. Al poco tiempo, se desprendió de su mano y cayó.

Lo había logrado.

Lo consiguió.

Era para no creer, nuevamente fue desarmado por Kagami.

—¿Otra vez? —preguntándole ella, si quería volver a intentarlo.

El asintió porque se había propuesto a desarmarla. Por otro lado, una sonrisa cruzo el rostro de la chica por su perseverancia, antes de bajarse el casco y regresara a su posición. Ambos se miraron e iniciaron el enfrentamiento de esgrima y como las anteriores veces, Adrien era el desarmado.

—¿Quieres tomar un descanso?—cuestionó, levantándose el casco para hablar, al ver al rubio aproximarse hacia ella.

—Sé que puedo desarmarte —contestó con su casco en las mismas condiciones.

Kagami alzó la cabeza en gesto altivo.

—No lo sabré hasta que lo vea—retó—. Así que, ¿Otra?

No obstante, antes de que tuviera la posibilidad de ponerse en guardia para una nueva ronda, Adrien se había colocado demasiada cerca de ella.

—¿Q-que haces?

Su voz que comenzaba con gran intensidad, disminuyó el volumen ante sus respiraciones mezclándose y quedó en silencio, cuando Adrien junto sus labios con los de ella, besándolos ligeramente.

El florete que estaba en su mano cayó de seco al suelo. El sonido del metal, durando por varios segundos penetrando su canal auditivo. Sus mejillas se había puesto rojas y un calor se extendió por su ser.

Adrien sonrió por lo provocado. En una sonrisa ladina que formó sus labios.

—¿Viste?—inició jactándose de su logro—Te desarme—espetó—Y ni siquiera tuve que usar la espada.

Kagami no supo cómo contestar como las tantas veces, en la que Adrien cambiaba de súbito su actitud.