Bueee akí vuelvo con otro one-shot lemmon de mi pareja favorita TT
Ultimamente ando algo desanimada con el ZoRo, pk hay poca gente fan de esta pareja... y los k no lo son no respetan en lo más mínimo TT
Pero yo sigo, pk me mola escribir warradas de esta pareja, y pk me da la gana
Aviso que este one-shot es la continuación de otro que escribí en febrero, ahora os dejo el link...
anadid esto trás el .net /s/4046197/1/SUSURROS (no me deja poner el link entero OO)
Si no queréis leerlo antes, sólo digo k la alusión que se hace en este fic sobre "lo de Water7", es de ese fic k nombro xDD otro one-shot lemmon k debéis leer xDDDDDDD
En fin, sin más preámbulos, os dejo con el fic:
Se levantó esa mañana con las energías a punto de hacerla estallar. Los pajaritos cantaban alegres melodías para sus oídos, el sol brillaba y ella se sentía la más feliz de la tierra. Quizás era el momento perfecto para estrenar el vestido nuevo que tanto le había gustado en la tienda de Water7. ¿Le gustaría igual en su cuerpo?.
Sacó la prenda del armario y la miró con detenimiento. Negro, con escote no demasiado pronunciado, manga larga y corto hasta decir basta. Se lo puso sobre las braguitas, al fin y al cabo no podía llevar sujetador con él. Vio que le quedaba corto, cortísimo. Al maniquí de la tienda le quedaba más debajo de medio muslo, pero si ella se agachaba lo más mínimo enseñaría las braguitas negras que llevaba.
Se sentía una fiera inmortal, de esas capaces de comerse el mundo. Por eso buscó sus botas de cuero, esas nuevas con tachuelas en la parte de delante. Pero necesitaba algo más, un punto cañero que contrarrestara las puntillas que llevaba el vestido en escote, mangas y bajos.
Unas medias. Unas medias especiales y arriesgadas. No era mucho de medias porque valoraba bastante sus piernas pero unas medias de rejilla le parecieron perfectas nada más verlas. Levantó su vestido para colocarse un liguero negro que sujetara las medias. Mientras se miraba al espejo para comprobar el efecto completo de su vestimenta Nami entró en la habitación.
- ¡Wow!- Exclamó la pelirroja- Píntate los ojos, coge un látigo y a matar.
- Me da igual- Robin se dio el último vistazo y salió por la puerta-. A mí me gusta- añadió por el pasillo.
Nami suspiró y cogió sus cosas para darse el baño más largo de su vida y Robin salió de la habitación sonriendo por el comentario de la pelirroja. Así se sentía, tan poderosa como para matar si quería hacerlo. Quizás si se pintaría los ojos.
Zoro descansaba en el patio de césped, apoyando la espalda en el mástil permanecía con los ojos cerrados. Pero sabía todo lo que ocurría a su alrededor sin mirar. Franky y Sanji estaban en la cocina, seguramente comentando la tecnología; Chopper, Usopp y su capitán jugaban a cazar peces y meterlos en la pecera que daba a la sala y Nami había dicho que se iba a dar un baño. Robin hacía rato que no la veía, así que debía estar leyendo escondida en algún rincón de aquél barco tan enorme.
El reno se acercó corriendo hasta él gritándole algo, abrió un ojo y se encontró con la cara del doctor pegada a la suya. Dio un respingo y vio que Chopper llevaba un enorme pez en la mano.
- Lo he pescado yo sólo, Zoro- dijo alzando la cabeza y sonriendo-. Más grande que el de Luffy.
- Está bien, Chopper- contestó él.
El reno se fue corriendo a la baranda otra vez con sus dos compañeros de juegos habituales. Entonces Zoro cerró los ojos, pero los abrió un segundo más tarde, porque antes de cerrarlos le pareció ver a Robin bajando al patio. Efectivamente, al volver a abrirlos una Robin con las piernas interminables bajaba las escaleras.
Llevaba el vestido más bonito que Zoro hubiera visto en la vida, o quizás no fuera el vestido. La cosa es que se quedó mirando a la mujer con descaro, sin darse cuenta de que ella le miraba a él. Robin sonrió. Al menos ponerse ese vestido no había sido en vano si él la miraba así aunque fuera un solo segundo. Se tiró hacia atrás un mechón de pelo que le molestaba en el cuello con elegancia y pasó al lado del espadachín sin mirarle. Éste cerró los ojos como disimulo y fingió dormir, inocente de él.
- Sanji- llamó Robin aun desde el patio-. ¿Crees que en la bodega hay más vino del que bebí anoche?
- ¡Sí, Robin-Chwan!- Exclamó el otro saliendo- Si me esperas un momento te subo más.
- No, Sanji- sonrió ella-. Quiero bajar yo. Aun no he visto la bodega.
Entonces miró a Zoro a los ojos un segundo y lo sorprendió mirándole. Quizás, pensó ella, desde donde estaba el espadachín su vestido era más bonito. Se metió dentro hacia la bodega y esperó unos segundos. El chico ni se había inmutado, seguía tumbado en la hierba con los ojos cerrados. Robin sonrió. En el fondo no esperaba alguna otra reacción por parte del chico, y si quería lo que quería, tendría que mover ficha otra vez ella.
- Eh…- dijo ella.
Zoro abrió un ojo y lo que encontró frente a su cara fueron dos piernas delgadas y largas. Fue alzando la vista, resiguiendo las medias de rejilla, hasta que terminaron y empezaron dos trozos de pierna. Luego el vestido más bonito del mundo. Si seguía subiendo vería la cara de Robin.
- ¿Eh, qué?- Chuleó él, con los brazos tras la cabeza aun.
- ¿Quieres beber algo conmigo?
- ¿Beber?- Zoro cerró los ojos para evitar mirarla a la cara- ¿Contigo?
- Si no quieres beberé sola- contestó ella, sonriendo como si no le importara. Entonces se dio la vuelta y volvió a encaminarse a la bodega, antes de perderse se giró-. Nos vemos.
Zoro gruñó y mantuvo los ojos cerrados. Si lograba concentrase volvería a dormirse. Sólo tenía que dejar de ver ese par de piernas larguísimas paseándose frente a él en su mente. Era tan fácil como dejar de imaginárselas y listo, volvería a entregarse a Morfeo en esa tarde tan calurosa. Perfecto, pensaría en otra cosa. En un campo, por ejemplo, o un bosque. No hay nada menos provocativo que un bosque, con árboles, y animalillos. Los árboles, los árboles no le provocaban nada. Nada, aunque fueran altos y esbeltos como las piernas de Robin.
Genial. No había manera, así que tendría que solucionarlo de otra forma. Quizás yendo a la bodega a dejarle a esa las cosas claras. Decirle que lo de Water7 era una locura, que él no era el típico chico que se deja embelesar por un cuerpo perfecto, por una presencia arrolladora, un carisma aplastante y… Demonios. Se iba a enterar esa.
Bajó las escaleras que llevaban a la bodega con una rabia inmensa en su cuerpo. Abrió la puerta y encontró la habitación medio en penumbra. Una sola bombilla iluminaba toda la estancia y le costó acostumbrarse a la poca luz. Robin estaba sentada en una mesa, con las piernas estudiadamente cruzadas y bebiendo a morro de una botella de vino blanco.
- ¿Quieres?- Le preguntó cuando él se acercó un par de pasos.
El chico tomó la botella que se le ofrecía y dudó. Era uno de esos vinos caros que Sanji jamás le dejaría beber y lo tenía delante, abierto y oliendo de maravilla. Bueno, podría beber un poco antes de solucionar eso, sólo un poquito. Un par de tragos de esa delicia francesa no le haría daño, y luego, a dejarle a Miss misterio las cosas claras. Se llevó la botella a la boca y vertió el líquido amarillento en su boca. Sabía a la más pura gloria, y su lengua lo esparció bien por toda la cavidad, aplastándolo contra el paladar. Tragó y el líquido bajó por su garganta para llegar al estómago y producirle una sensación placentera de calor.
Robin no se perdía detalle del acto, y siguió con los ojos hambrientos esa gota de vino que escapó de los labios del chico y se perdía por su barbilla. Robin se pasó la lengua por el labio superior mientras Zoro apartaba la botella de su boca.
- Está realmente bueno- comentó el chico, mirando la botella-. No me extraña que Sanji lo esconda.
- Yo sé en qué parte de la bodega lo guarda- dijo ella picaronamente, tomando la botella y dando un sorbo lentamente.
Robin apartó la botella y la dejó sobre la mesa, al lado de su cadera. Miró a Zoro pero éste estaba bloqueado y no pudo recordar qué venía a decirle. La miró y le fastidió que sonriera como si fuera la reina del mundo.
- ¡Ah!- Exclamó Zoro- Ya sé a qué he venido- reveló odiando cada vez más su sonrisa-. Tengo que decirte algo.
- Yo también quiero decirte algo- dijo ella, anticipándose.
- ¿Sí? Habla.
Robin se sorprendió de la gentileza del chico y carraspeó.
- No podemos hacer lo que hicimos en Water 7 y no hablar sobre ello, ¿no crees?- Empezó ella con voz juguetona.
- A eso mismo he venido- declaró Zoro, cruzándose de brazos y frunciendo el ceño.
- Bien…
- Tú dirás- gruñó él.
Robin se alertó interiormente. El chico no parecía dispuesto a cooperar y ni siquiera insinuándose con miradas y sonrisas daba resultado. Se puso seria y habló:
- No sé que opinas tú pero…- empezó ella, empezando a ponerse nerviosa- Lo que pasó en Water 7… No… Lo que me ha pasado contigo… No me había pasado nunca.
Zoro tragó saliva. ¿Mandarla al cuerno?. Él nunca había pensado eso. Bueno sí, pero no podía ahora que ella le miraba con los ojos algo tristes, como un gatito abandonado. Zoro se ablandó por momentos, estaba pensando en decirle que la quería, pero de pronto la fuerza le salió de la nada y frunció el ceño de nuevo.
- ¿Qué es lo que te pasa conmigo?
La morena abrió la boca pero no dijo nada. Le cortaba la frialdad del chico. Ella tenía intenciones bastante distintas a discutir y nada parecía llevarle a su destino.
- Bueno, entonces dime qué opinas tú de lo que pasó- atacó ella-. ¿Te arrepientes?
Zoro dudó unos instantes. Esa pregunta quizás venía con doble fondo. Él era el cazador de piratas Roronoa Zoro, tenía un sueño más importante que la vida misma, y no podía entretenerse con mujeres, y menos mujeres tan embelesantes como esa, porque el sexo debilita el espíritu.
No tenía salida, o contestaba o contestaba. Robin se mordió un labio, preocupada y distraída un momento del espadachín, y de golpe sintió como la agarraban de los hombros y una boca que chocaba con rabia contra la suya. Ahogó un grito de sorpresa y se dejó besar. Zoro de seguida se envalentonó y agarró la cabeza de Robin para facilitarse la faena de invadir su boca. Robin, lista y juguetona, descruzó las piernas y las abrió levemente, y el chico se colocó entre ellas inconcientemente.
- Vaya…- dijo ella rompiendo el beso. Echó la cabeza hacia atrás y cogió aire- Creo que me doy por contestada.
- No te des por contestada tan rápido- gruñó él, agarrándola de la cintura-. Odio cuando te pasa de lista.
Y sin decir más volvió a la boca de la mujer, como si le calmara la ansiedad. Despeinó sus cabellos sin querer al ritmo que marcaban con el beso, mientras Robin movía el culo hacia el borde de la mesa y sus cuerpos se pegaban. Era una delicia para ella poder volver a tocar ese cuerpo, y las sensaciones que sintió en aquella fiesta volvieron a su cabeza. Quería volver a sentir algo así, a ese hombre torpe pero fiero intentando dominarla, mezcla de ingenuidad y fuego. Mortal en su carne que necesitaba a gritos otro encuentro con el calor. Zoro soltó sus espadas y estas cayeron al suelo haciendo ruido.
- Me encanta este vestido- reveló Zoro, mirando las piernas abiertas de Robin, que se perdían rodeándole la cintura-. Me gusta mucho.
- Me alegro…- susurró ella en su oído, y mordió el lóbulo de su oreja con suavidad.
Zoro pasó las manos por las medias de Robin, pasando por sus piernas, suaves y firmes, y llegando al borde del vestido. Ambos miraban lo que las manos del chico hacían y cuatro ojos vieron como el chico metía una mano bajó la tela y reseguía el liguero hasta encontrarse con otra tela diferente.
- ¿Estás seguro de que quieres hacerlo?
Bastó otro beso para callarla por el momento. Esos besos, Zoro pensó que podría acostumbrarse a besar esos labios cuando quisiera, a saborear su lengua blanda y cálida cuando le apeteciera, a seguir descubriendo nuevas formas de besar. Decidió investigar qué llevaba Robin bajo el vestido y lo subió un poco. Descubrió unas braguitas negras y más arriba un liguero de encaje, que dedujo que era lo que aguantaba las medias. No podía quitarle la ropa interior sin quitar el liguero, así que buscaría otra manera. Robin sonrió ante la visión de Zoro asomándose debajo de su vestido.
Cuando hubo investigado suficiente bajó el vestido de nuevo y pegó otra vez su cuerpo al de la mujer.
- ¿Has encontrado algo?
- Claro.
- ¿Algo interesante?
- Cállate.
Robin rió y se dejó volver a besar, con rabia esta vez. Disfrutó la lengua juguetona del espadachín resiguiendo sus labios mientras empezaba a notar en qué estado se encontraba ya el chico. Tiró el cuerpo un poco atrás hasta quedar tumbada en la mesa y Zoro la siguió hasta quedar semi acostado sobre ella. Hacía mucho calor en la bodega ya de por sí, y ahora Robin estaba deseando haberse puesto algo de tirantes. El chico empezó a masajear sus pechos con delicadeza primero, con más energía a base que avanzaba la cosa.
A cada movimiento inconsciente del espadachín. Robin notaba cómo de excitado estaba él entre sus piernas. Se agarró a la espalda de Zoro con ansia pura y rodeó su cintura con las piernas, haciendo que sus sexos conectaran a otro nivel. Zoro lo captó enseguida y transformó los movimientos leves y involuntarios en otros salvajes y conscientes. Se detuvo a mirar como la cara de Robin iba cambiando poco a poco de una expresión misteriosa y sonriente a una con muecas de placer y deseo. Le excitaba ver las expresiones nuevas en el rostro de la mujer, y por eso decidió explorar cómo podían llegar a ser si seguía aumentando el nivel.
Por eso separó su cuerpo y bajó su boca hasta la altura de la falda de ella. Subió la prenda con las manos y se agachó. Robin suspiró, se apartó el pelo de la cara porque el calor empezaba a ser insoportable y clavó los tacones de sus botas en el borde de la mesa, abriendo las piernas en una postura cómoda. Zoro bajó un poco la única prenda que lo separaba del sexo de Robin. Agarró uno de los lados con ambas manos y tiró hasta romper la tela completamente. Robin dio un respingo y alzó un poco su cuerpo, apoyándose en los codos para poder ver, y notó como Zoro procedía igual en el otro lado de las braguitas. La morena vio a Zoro salir de detrás de su vestido con la prenda en la mano rota por ambos lados. Zoro tiró la tela al suelo y subió un poco más el vestido de ella, de modo que Robin podía ver su liguero completamente.
El chico le sonrió antes de perderse ente las piernas de su amante. Robin echó la cabeza hacía atrás cuando sintió un mordisco en el muslo, y luego un beso que calmó el momentáneo dolor. Ahogó un gemido cuando Zoro pasó los dedos por su monte de Venus, acariciando su vello con delicadeza. En esa postura el chico podía ver todo el sexo de Robin con todo lujo de detalles y se paró a mirarlo unos momentos. Robin era guapa en todos lados, y perfecta, pensó el peliverde, antes de atreverse a pasear su nariz por los cabellos oscuros que decoraban su entrepierna, aspirando su aroma.
Robin terminó volviéndose a recostar porque los brazos ya le flaqueaban. El espadachín había separado sus labios con dos dedos y se preparaba para saborear su lugar secreto. Zoro pasó la lengua plana por toda la superficie de piel rosada que se le ofrecía, experimentando texturas y sabores diferentes a los del resto de la piel. La morena abrió la boca para tomar aire ante tal avalancha de sensaciones indescriptibles y agarró la cabeza del peliverde con una mano mientras él se aventuraba a ir aumentando la intensidad de su toque. Zoro fue experimentando lugares y maneras, hasta que dio con la que más reacciones despertaba en la mujer, que le tiraba del pelo y se retorcía ante sus movimientos.
El chico estaba decidido a llegar hasta el final, y más cuando la arqueóloga empezó a gemir, primero intentando disimularlo para terminar con gemidos sonoros y cada vez más rápidos, hasta que la habilidad de Zoro le hizo tener un orgasmo intenso y asfixiante. Las piernas de la chica poco a poco dejaron de temblar y su espina dorsal se relajó. Cogió una bocanada enorme de aire para intentar controlar su respiración y mantuvo los ojos cerrados. El espadachín contempló todo ese proceso con deseo, porque algo en sus pantalones estaba llamándolo a gritos desesperadamente.
La morena logró recuperar su estado más o menos normal y alzó el cuerpo un poco. Miró al chico sonriendo.
- Espero que Sanji no baje a ver si encuentro el vino- dijo ella juguetonamente mientras Zoro volvía a pegarse a ella.
- Que baje- contestó el chico-. Que abra los ojos. No sois suyas.
Robin sonrió y besó al hombre con pasión. Nunca el vino le había ofrecido cosas tan buenas como en esa ocasión, y Zoro sabía a vino. Sentía un calor insoportable, y ahora aun más con el chico pegado a ella con desesperación. Separó el peliverde un poco de ella con la excusa de tener acceso a su bragueta con las manos. Tiró del haramaki con fuerza hacia arriba y lo perdió de vista. Bajó la cremallera del pantalón del chico mientras él la miraba a los ojos, y metió una mano dentro de su ropa interior. Volvió a tocar aquél miembro caliente y duro que había tocado en Water7, y sintió una especie de deja vú que duró unos segundos. Llevó el sexo del chico hasta su entrada y lo paseó con una mano con descaro por su entrepierna, haciendo que el chico frunciera el ceño y apretara la mandíbula.
Metió lentamente el sexo del chico dentro de si y esperó unos segundos para que ambos se acostumbraran a la nueva sensación. Entonces lo soltó y se tumbó completamente, cediendo al chico toda la acción. El chico gruñó levemente y recostó su pecho sobre el de Robin para empezar a moverse muy lentamente después. Empezó con movimientos suaves y controlados, mirando a su amante a los ojos, sonriendo, besándola e intentando no acelerar y perderse algo del encuentro. Robin, tras un rato de sexo lento, rodeó la cintura del espadachín con sus piernas e hizo fuerza con los talones en su trasero, guiando un poco la acción. La deliciosa sensación de sentir su interior lleno completamente por carne ajena le hizo empezar a respirar con dificultad y empezar a dejar escapar gemidos, que se hicieron más fuertes cuando sus talones obligaron al chico a acelerar.
Zoro acabó empujando sus caderas casi con violencia contra la pelvis de la chica, que aceptaba las fuertes embestidas clavando sus uñas en la espalda del hombre. La mente de Robin se nublaba por momentos y ya no era capaz de percibir el peligro, ni la locura del acto. Tan sólo percibía el olor del hombre sobre ella, el placer que sentía por cada poro de su piel, el sabor de los labios de Zoro y los gruñidos que el chico iba dejando ir en su oído, en contraste con sus agudos gemidos. El chico lo notó de golpe, que o se concentraba en otra cosa o iba a terminar demasiado pronto, y no quería de ninguna manera dejar a Robin a medias. La morena, por su parte, sintió que perdía fuerza en las piernas y volvió a clavar los tacones en el borde de la mesa, alzando un poco su pelvis. Ella si pretendía dejarse ir en cuanto su cuerpo empezara a darle señales de éxtasis.
Robin llegó a sentir una punzada de dolor en la recta final, cuando todo se estaba tornando demasiado salvaje y ambos ardían por terminar, pero en vez de molestar incrementó su placer un poco más. El chico, a cada movimiento que hacía, golpeaba a Robin con toda su pelvis, provocando que el cuerpo de la morena se moviera entero a cada embestida. Por fin ella sintió que moría, que casi iba a desmayarse cuando la ola de placer inmenso estalló en su interior y subió y bajó para concentrarse en el mismo punto de su cuerpo como una bomba. Gimió y me retorció sin control bajo el pecho de Zoro, que seguía moviéndose dentro de ella mientras notaba en sus carnes como Robin sentía convulsiones en toda su zona pélvica. La arqueóloga abrazó a Zoro con fuerza mientras él daba sus últimos pasos hasta el cielo puro y ella se sentía llena de algo líquido y caliente, que culminaba el encuentro fortuito e improvisado que ambos habían tenido entre botellas de vino.
Zoro se dejó caer sobre el cuerpo de Robin, exhausto, mientras ésta paseaba sus manos por la espalda de su amante, experimentando la mayor y más rica sensación de calma del mundo. Deseó no tener que levantarse de esa mesa jamás, y tener para siempre a su nakama favorito sobre ella, respirando con dificultad y con el rostro sudado y marcado por el placer. Suspiró y Zoro gruñó, y pasaron unos minutos en la más profunda de las relajaciones. Luego Zoro alzó la cabeza y la besó en los labios lenta y profundamente, cuando oyó un ruido sobre sus cabezas y se alzó de golpe de encima de la chica, que quedó en una postura un tanto comprometida. El chico subió su bragueta y se puso su haramaki con rapidez, y fingió elegir un vino mientras Robin se levantaba confusa y recogía lo que quedaba de sus braguitas. Al ponerse de pie se dio cuenta de que las caderas le dolían y que iban a hacerlo después mucho más, pero todo había valido la pena. Escondió las braguitas y bajó su vestido justo cuando su cocinero entraba dando voces en la bodega.
DEJAR REVIEWS ADELGAZAAAA
