Con los truenos de fondo

— ¿Cómo se llamaba la rubia que vivía en tu mismo piso? Cuando aún eras el legendario Capitán América. —Inquirió Natasha abriendo su departamento y permitiendo que Steve pasara delante de ella. Si ya lo había obligado a cargar todas las compras de la semana, lo menos que podía hacer era ser amable… a su manera. Porque después de todo lo ocurrido en la guerra, después de haber tenido que renunciar a sus vidas "seguras" para convertirse en fugitivos, después de pasar tiempo ocultándose de él y de todos para no ser descubierta, volver a estar a su lado en un lugar seguro no tenía precio y ella aprovecharía cada momento juntos como antes no lo hizo. —Tu vecina tiene nombre de dulce ¿No es así? ¿Candy?

— ¿Sharon?

— ¿Ella es la agente de S.H.I.E.L.D.?

—Sí, mira… No sé. —Murmuró dejando las bolsas de papel sobre la barra y encarando a la pelirroja. — ¿Qué quieres lograr consiguiéndome pareja? Y de entre todas las mujeres que conocemos, precisamente con una de la única organización que sigue persiguiéndonos hasta el cansancio. Eres extraña.

—No me juzgues, sólo hago mi obra buena del día. Lo único que quiero es verte feliz. Aunque si a esas vamos, podría presentarte a mi casera. Nina. No te va a gustar mucho su estilo, es muy rusa, pero… bueno. Es una mujer. —Y tras decir aquello, se dispuso a sacar todo de las bolsas de papel que ahora descansaban sobre la barra. —En la puerta el fondo están los vasos, sírvete lo que quieras.

—Me daría pena abusar de la confianza de una dama. —Bromeó colgando su mochila en el perchero de la entrada antes de volver a la barra.

—Eres tan de los cuarentas… —Soltó volteando los ojos con fingido fastidio. Le lanzó una manzana roja a las manos y se dirigió ella misma a la gaveta para sacar dos vasos de vidrio y ponerlos entre ellos. Se recargó en los codos, ligeramente inclinada hacia el capitán y con el escote pronunciado de una forma reveladora, que incomodó al soldado. — ¿Qué te sirvo, guapo?

—Agua… —Dijo con voz contenida mientras le daba la espalda a la Viuda negra y se dirigía a la puerta, a traer el resto de las bolsas. Tras aclararse la garganta y antes de salir al elevador, añadió. —Agua corriente estará bien para mí.

—Rogers… —Exclamó la pelirroja cuando Steve estuvo a punto de cerrar, giró medio cuerpo y vio a la chica revisando bolsa por bolsa. —Te dije que me recordaras comprar jabón y papel higiénico.

—Lo olvidé… —Admitió sonrojado mientras se encogía de hombros.

—Ni hablar, soldado. ¿Va a dejar a ésta dama volver sola al supermercado?

—No, señorita. —Dijo en tono cordial, componiendo una sonrisa diáfana y ofreciéndole un brazo. —De ninguna manera podría.

—Bien dicho, capitán. —Coqueteó ella tomando el brazo y sonriendo de medio lado.


Disclaimer: Los personajes que protagonizan ésta historia son parte de los cómics de Marvel y películas Disney Marvel; el Capitán América fue creado por Joe Simon y Jack Kirby mientras que la viuda negra por Stan Lee, Don Rico y Don Heck, así que no me pertenecen. Sin embargo, lo que van a leer a continuación es mío, escrito con el único fin de entretener a los lectores sin esperar ningún tipo de compensación económica a cambio.

En la historia vienen los nombres de algunas canciones en las que me inspiré para escribir éste One-shot, aunque podría convertirse en una historia un poco más completa si les gusta y si me dan sugerencias para seguir con éste proyecto.

Espero que disfruten leer ésta historia tanto como yo disfruté escribirla, díganme ¿Merece un review?


Steve le había pedido a Natasha que esperara en el auto, él habría ido a abrir su puerta y cubrirla con su chaqueta de cuero si la rusa no hubiese salido disparada hacia los departamentos. La tormenta caía con tal brutalidad que el trayecto del supermercado al estacionamiento había sido más que suficiente para que ambos quedaran empapados. Ni hablar del hecho de tener que cruzar la acera para poder entrar en el lujoso edificio donde vivía la ex-agente, dado que la luz se había ido en la manzana y no había manera de abrir el portón para meter el auto al estacionamiento.

Una vez dentro, con la ropa mojada y sabiendo que no había otra cosa que pudiesen hacer más que esperar a que la tormenta amainara, ambos agentes intercambiaron una mirada divertida por la imagen de su compañero de equipo. Natasha soltó la risa al ver a Steve sacudir las manos en un intento fallido por quitarse el agua de encima.

—Me daré un duchazo. —Anunció la pelirroja mientras se iba desabotonando la blusa y se encaminaba al baño. Sonrió ante el sonrojo del capitán y luego murmuró. —No tardo mucho, no te vayas a ir.

—No señorita. Aquí esperaré.

Y aunque realmente no tardó más de diez minutos, cuando volvió a la sala, encontró al capitán de pie en su sitio, con un charco de agua a su alrededor.

— ¿No te has movido? —Soltó sorprendida.

Steve se giró sobre sí mismo para ver a la agente pero volvió a darle la espalda, sonrojado hasta las orejas cuando hizo consciente que la pelirroja iba cubierta sólo por una toalla que a duras penas alcanzaba a cubrir su cuerpo, sus largas piernas pálidas y sus hombros delgados pero fuertes eran lo único que ocupaba su mente justo en ese momento. Natasha sonrió conforme con lo que había desencadenado en el capitán Rogers y volteó los ojos.

—Oh, vamos. ¿No ves a una mujer desnuda desde 1945? No me digas eso.

—Eso no tiene nada que ver. Eres mi compañera y mi amiga, no es correcto. —Soltó incómodo cruzándose de brazos mientras esperaba alguna muestra de pudor por parte de la espía.

—Como sea. —Murmuró ella caminando hasta él, puso la mano sobre su hombro e hizo presión para obligarlo a agacharse un poco, en su oído murmuró. —Estás mojando mi piso. Puedes darte una ducha si quieres. Al fondo, la puerta a la derecha.

Steve sintió algo caer alrededor de sus pies y no pudo evitar mirar incrédulo sobre su hombro cuando se percató de que Natasha había dejado caer la toalla a su alrededor y caminaba desnuda por el pasillo que le había indicado. Por un momento sólo fue capaz de ver la manera en que sus piernas conseguían que su trasero y caderas se movieran y tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para dejar de mirarla.

Cuando escuchó una puerta cerrarse, tomó su mochila y comenzó a caminar hacia el baño, deseando poder quitarse de encima el peso de sentirse perseguido.

Agradeció cuando se percató de que Nat había dejado un par de toallas secas sobre el lavabo y sonrió sacando el único cambio de ropa que le quedaba después de pasar tanto tiempo huyendo y dejando cosas atrás.

Por un periodo en su vida después de ser descongelado, había estado seguro de que ese mundo moderno sólo lo necesitaba como el Capitán América, no había espacio para Steve Rogers, un muchacho chapado a la antigua. Y entonces pasaba la mayor parte del tiempo haciendo cosas por su cuenta, de su época que lo ayudaran a mantenerse ocupado y no volverse loco. Un tiempo coleccionó estampillas, hizo un álbum de baseball, recopiló discos de vinil con música "de verdad" hasta que comprendió lo que era Internet y aprendió a usarlo.

Y de pronto, un día, como si el destino se hubieses apiadado de su alma, se encontró con que no era el único que no tenía un lugar en el que encajara.

Ser parte de "Los vengadores" le había dado algo que hacer durante algún tiempo, su mente estaba ocupada y tenía muchos motivos para mantenerse enfocado, además de sobrevivir a luchar contra una flota alienígena, enfrentar a un asesino desquiciado, reencontrarse y tratar de reivindicar los demonios de su pasado, destruir HYDRA… otra vez… Sí, había estado ocupado.

Y en medio de ese "Estar ocupado" había conocido a muchísimas personas que habían conseguido hacer de la vida algo menos pesado. Disfrutaba sus discusiones con Tony, la información que Banner proporcionaba, las competencias de ver quién tomaba más cerveza en menos tiempo contra Thor, los debates con Clint para saber si era mejor pelear cuerpo a cuerpo o hacerlo a distancia, y por último, disfrutaba profundamente todo el tiempo que pasaba discutiendo con Natasha sobre qué chica era mejor para él, o todas las burlas sarcásticas e inteligentes que hacía respecto a su edad, o todas las historias del tiempo que había servido como espía rusa y todas las personas a las que había conocido. Lo que más había disfrutado era el día en que ella había hablado de su vida en Rusia antes de que todo iniciara. Su vida como Prima ballerina en la ópera Rusa, su esposo, su infancia y su formación académica. Ella sí que era una cajita de monerías.

Y sin darse cuenta de qué estaba pasando, sin percatarse del rumbo que habían tomado las cosas y sobre todo, sin darse cuenta de cuándo se había convertido en un hecho irrevocable, se había enamorado de ella.

Pero ella era una espía, una mentira completa y además, estaba enamorada de Banner… Hasta que él la había dejado.

Un día había decidido confiar en ella y puso su vida en las manos de una completa extraña que parecía ser sincera sólo cuando estaba con él. Había cosas de su vida que ni Clint sabía y aunque había pasado mucho tiempo preguntándose si aquellas historias serían una realidad o sólo otra mentira más, había decidido confiar.

Se colgó la toalla en el cuello y comenzó a recorrer los pasillos del lugar, escuchando cómo la lluvia golpeaba con brutalidad las ventanas y el tejado, sonrió siguiendo la música hasta encontrarse con una habitación bastante amplia, un estudio de baile con las paredes cubiertas por espejo y una barra, encontró a Natasha al centro girando sobre sus puntas de ballet y sonrió admirando la manera en la que aquella mujer bailaba, con el cabello largo hasta los hombros girando en bucles irregulares ahora que no estaba alaciado. La música casi parecía un tango pero los movimientos fluidos que hacía la chica eran irreales. Un silbido escapó de la boca del capitán y ella, en un reflejo ante una posible amenaza, se rodó hacia el frene en un salto de parkour hasta una mochila que no había visto. En un parpadeo tenía a Natasha apuntándolo con un arma. Ella tardó un segundo más en enfocarlo y lanzó su arma al piso.

¡Damn, Rogers!

—Lo lamento… Yo… —Tartamudeó avergonzado. —No fue mi intensión asustarte.

— ¿Asustarme? Me sorprendiste, no me asustaste. —Tomó una respiración para recomponerse y sonrió mirando a Steve. —Vamos, preparé chocolate caliente.

— ¿Chocolate caliente? —Repitió confundido.

—Sí… Pensé en prepararte un frappe pero después recordé que no te llevas realmente bien con el hielo y cambié mi táctica.

—Muy graciosa.

—Vamos, te va a gustar la oscuridad.

— ¿Cómo es que tienes luz?

—Tengo un generador individual de luz, pero no puedo encender todos los focos del apartamento, puedo encender por ejemplo… —Murmuró agachándose en una lámpara de pantalla a un lado de los sillones, daba una vista cálida y romántica, y ella tuvo que apartar esa idea de su mente. Steve se sentó y sonrió para su amiga.

—Es acogedor. —Admitió con una sonrisa amplia, misma que Natasha correspondió de inmediato. Salió hacia la cocina y regresó con dos tazas altas llenas casi hasta el tope, las entregó ambas a Steve y luego se dirigió a su estéreo para conectar su reproductor de música y mirar al cap.

— ¿Bailas?

— ¿Qué es eso? Suena como…

— ¿De tu época? —Bromeó quitándole las tazas de las manos y dejándolas en las mesas.

—Ja, ja.

—No, en realidad es moderno, llámame cursi, pero es de un musical sobre la vida de Marilyn Monroe… La canción se llama History is made at night. Ven, baila conmigo. —Dijo al final tomándole una mano y obligándolo a levantarse.

—P-pero, Nat, no sé bailar. Nunca lo he hecho.

—Desde 1945.

—Ni siquiera en ese entonces, de verdad Nat, nunca he bailado antes.

—Tal vez sólo es encontrar a la pareja ideal para hacerlo. —Murmuró poniendo una mano de Steve en su cintura y luego dando un paso, sin percatarse de que, por un momento, Steve se había quedado helado. —Por favor cap. Baila conmigo. —Y por un momento, ella tuvo que guiar los pasos de ambos, riéndose internamente por el sonrojo en las mejillas del americano y tratando de mantener la cordura. — ¿Es lo mejor que puedes hacer? Oh, vamos, me vas a decepcionar.

—Nunca he bailado.

—Sólo déjate llevar un momento, no te va a matar improvisar. Tienes que haber visto a miles de personas bailar miles de veces, ¿no se te grabó nada?

—Tal vez un par de pasos.

—Muéstrame.

—Sí, señorita.

Y a partir de ése momento, Steve tomó el control del baile, haciendo a Nat girar sobre sí misma un par de veces y luego reclinándola hacia atrás. Se balancearon por todo el salón como un par de enamorados al ritmo de la canción y llegó un momento en el que Natasha no pudo evitar pedacitos del coro, haciendo que su voz melodiosa se alzara sobre el sonido del aparato.

Cause history is made at night
So close the books, turn of the lights an listen…

Let my heart be the teacher…

Y Steve no pudo evitar reír al lado de esa chica, que estaba más cómoda en sus brazos de lo que nunca estuvo en ningún lugar.

El final de la canción fue un cliché bastante clásico, Steve la hizo girar un par de veces sobre sí misma y luego la atrajo de nuevo para reclinarla de espaldas al ritmo de la canción. Cuando la atrajo de nuevo hacia sí, ella recuperó el control y se aferró con fuerza al cuello del capitán para besarlo con pasión contenida. Él correspondió al beso con torpeza y luego se separó unos pasos, cubriendo su boca y evadiendo el contacto visual con la viuda.

—Lo siento, perdóname Nat, yo no…

—Steve… ¿Está todo bien? —Inquirió nerviosa.

—No, no lo está.

— ¿Por qué no?

—Eres mi mejor amiga, esto no está bien, yo nunca he sido hombre de una vez. Llámame anticuado todo lo que quieras, pero no puedo hacer esto sólo por diversión, no… es mi estilo. Además…

—Tú ya tienes a tu chica especial. —Repitió en automático, bajando los hombros y alejándose un paso en dirección a la cocina. ¿Cuántas veces no había escuchado ese rollo de la chica especial y no pertenecer a ningún lugar? Bueno, ella no pertenecía a ningún lugar tampoco, ni siquiera a los brazos del hombre que la miraba con amor y la protegía de todos los peligros que los rodeaban.

Podía vivir con eso.

—Sí, la tengo, pero ella no me quiere para una vida.

—Oh, vamos, Fuiste el legendario Capitán América, salvaste a la humanidad y el planeta al menos mil veces y eres todo "valores y fidelidad" encarnado. ¿Quién no querría una vida a tu lado? —Escupió herida y ácida. Harta de tener que lidiar con sus propios demonios que le recordaban constantemente que jamás sería feliz a su lado y sintiendo que la vida le jugaba una broma pesada con mayor amargura al estar sonando de fondo la canción Second hand White baby grand, como un refuerzo a esos pensamientos.

—Tú. —Soltó en un arranque de valentía mientras se acercaba a ella y le tomaba el rostro entre las manos. —Tú no querrías una vida a mi lado, soy demasiado blando para ti y tú eres toda una mujer de éstos tiempos tan horribles y duros, tú jamás podrías ser feliz a mi lado, no creas que no he visto cómo sufres cuando me dices la verdad, no creas que no sé…

—Sí, sufro. —Soltó poniendo sus manos sobre las de Steve. —Porque mentirte duele, pero decirte la verdad es peor, porque no quiero que sepas el monstruo que soy y que llevo dentro, porque soy sólo eso, un monstruo con una bonita carcaza.

— ¿Y yo que soy entonces? ¡Míranos! Por mi culpa fuiste tratada como una traidora, Rhodes está inválido, el equipo roto, miles de vidas fueron puestas en peligro y T'Challa…

—Todos han perdonado cosas peores que eso. Sigues siendo un santo.

—Uno que te ama, Natasha, y que es incapaz de pasar sólo una noche a tu lado porque sabe que no soportará el esto de su vida sin ti.

(The love i meant to say – SMASH)

—No mientas… —Musitó entre lágrimas que se deslizaron por sus mejillas hasta cubrir las manos de ambos. —No te queda mentir. No a mí.

—No miento. —Murmuró antes de besarla con ternura, sintiéndose perdido entre los labios expertos de la espía, se escuchó el tronar de un rayo golpeando la tierra y las luces de la habitación titilaron un momento antes de que ambos se separaran. La tormenta no había amainado, al contrario, era cada vez más brutal, pero ellos estaban encerrados en su burbuja, con la música y los truenos de fondo. —No sé hacer esto. Y tú eres una experta en todo esto. Y no sé qué hacer cuando estoy contigo, y te volviste mi mejor amiga tan rápido que no sé qué hacer con todo lo que siento por ti. Porque te amo, Natasha, porque tú eres mi chica especial y mi primer baile. Y odiaría si alguna vez me quedara sin tu risa, ni tu sarcasmo, ni tus bromas respecto a mi edad o…

La rusa cortó la distancia entre sus bocas y cubrió a Steve con un beso tierno y dulce, como hacía años no besaba.

—Cap. Hace tiempo no existe lugar en este mundo para gente como nosotros ¿No es así? Pero a tu lado siempre hay lugar para mí… Steve, tú conoces a la verdadera Natalia, tú conoces a la mujer detrás de la Viuda Negra, y no me has echado fuera, eso es más que suficiente para que te quiera en mi vida… Porque también me enamoré. —Y tras decir aquello, volvió a besar los labios de Steve permitiendo que él tomara el control. En un movimiento fluido, él tomó sus rodillas y de un salto, ella tuvo sus piernas envueltas en torno a la cintura del capitán, que cargó con ella hasta su habitación.

Se sentó en la cama con Natasha aún trenzada a su cuerpo, plantando besos por todo el rostro de Steve con lágrimas nuevas surcando sus mejillas pues por primera vez estaba de nuevo en casa.

Él sonrió cuando ella comenzó a recorrer la tela de su camiseta hacia arriba, déjandolo con el torso desnudo en un movimiento. Se sonrojó hasta las orejas cuando ella acarició su piel con las yemas y lo obligó a recostarse.

Con sumo cuidado le quitó los pantalones y luego volvió a besar su boca, sintiéndose tan perdida cómo él lo estaba en esos momentos, ambos soltaron una risa nerviosa cuando ella se sentó a horcajadas sobre él.

—Vaya, para haber tenido tantas misiones de seducción de individuos pareces bastante nerviosa. —Bromeó Steve mientras ella trataba de reponerse del nerviosismo.

Y tenía dos opciones. Soltar algún sarcasmo para alejarlo de las zonas sensibles de su corazón, o ser honesta… Y se inclinó por la segunda. —Es sólo que nunca he hecho el amor.

Steve sintió el subidón de adrenalina y giró, colocando a Natasha bajo él.

Con devoción le quitó la ropa a la pelirroja y se deleitó en trazar un camino de besos que iban desde su cuello, pasando entre sus pechos y hasta su ombligo, para después recorrer el camino de regreso, arrancando suspiros de placer a la boca de su enamorada.

—Natasha… —Murmuró contra su piel. —Mi Natalia…

—Sí, tuya…

— ¿Mía? —Repitió incrédulo. —Mía cómo.

— ¿Quién quieres que sea? —Murmuró confundida mientras Steve recorría el camino de besos de regreso hasta su cuello. Pegado a su oído, murmuró.

— ¿Qué tal mi novia?

Y aunque el capitán en realidad era bastante novato, la guía de Natasha por su cuerpo fue más que suficiente para saber qué hacer en el momento correcto.

Porque pertenecía a aquel lugar, no importando dónde en el mundo estuviera, sabía que si estaban entre los brazos del otro, nada podría ir mal.