Era una noche callada, más callada de lo normal. El aire soplaba frío a través de la ventana, las cortinas ondeaban suavemente al compás que el viento imponía y la luz de la luna se colaba entre las cortinas iluminando suavemente la habitación oscura. El rubio se encontraba recostado sobre su cama con la mirada fija en el techo, sus brazos estaban detrás de su cabeza y en su mente un recuerdo fijo, un baile.
No había pasado hace mucho tiempo, de hecho todo se remontaba a unas horas atrás pero era algo que lo había marcado.
Esa noche hubo un baile en su honor, el gran Steve Rogers había vuelto a la vida y con él la leyenda del Capitán América. Vaya que era un evento enorme, la crema y nata de Nueva York se encontraba ahí solo para tener el honor de verlo, de estrechar su mano e incluso de intercambiar algunas palabras con el "icono" de la libertad y la justicia. Pero él se sentía extraño rodeado de toda esa gente, no conocía a nadie. Sus amigos estaban muertos o lo suficientemente viejos como para poder levantarse de la cama, su amada Peggy era el ejemplo de ello o al menos eso había escuchado.
El lugar era enorme, al parecer era un salón de fiestas o un penthouse de algún millonario de ahí. La comida era exquisita, platillos muy elegantes de los cuales apenas podía pronunciar el nombre sin que se le trabara la lengua, las luces daban un ambiente bastante agradable y sofisticado, había flores y esto provocaba que el lugar tuviera un aroma cautivador pero lo mejor de todo era la música. La música sonaba a un volumen considerable para hablar y poder bailar, melodías suaves flotaban en el aire provocando que el ambiente fuera perfecto. Así se imaginaba el sitio perfecto de una cita, tal vez sin tanta gente.
– ¿No crees que es perfecto Steve? –preguntó una mujer al rubio.
– ¿Disculpe?
– Sí, el ambiente, ¿no te parece perfecto?
– Oh… sí, bastante elegante diría yo. –respondió fijando la vista hacía la pista de baile.
La mujer sonrió y siguió hablándole de cosas que, sinceramente, no le importaban mientras las personas a su alrededor sonreían o asentían como si estuvieran de acuerdo con cada palabra que decía.
– Disculpen… –se alejó de aquellas personas y se dirigió a la barra del bar, iba a ser una noche muy larga. ¿Quién había sido el idiota que tuvo la brillante idea de organizarle esta "fiesta"?
– ¿Mala noche? –El rubio volteo a ver quién le hablaba. Su mirada se posó sobre un hombre de unos cuarenta años, tal vez. Su cabello era castaño igual que sus ojos y una barba de candado rodeaba sus labios. Algo en ese hombre se le hacía bastante familiar, tenía un gran parecido con su amigo Howard. Sostenía un vaso entre sus dedos y dentro del mismo había un líquido de color ámbar, ¿era whisky o ron? –Dale una copa, se ve que la necesita. –dijo indicando al barman, quien de manera muy eficiente le sirvió lo mismo que a él.
–Gracias… –tomo el vaso y dio un sorbo, era algo bastante fuerte pero sabía que no lograría efecto en él así que dio un trago más largo.
–No pareces estar disfrutando la fiesta, ¿pasa algo malo? –bebió un sorbo de su bebida y lo miro de reojo.
–No me siento muy cómodo. –respondió por fin. –Todo esto me parece demasiado… Las personas, la comida, el lugar… ¿no es un exceso? –Imito a aquel hombre dando un trago a su bebida para después sonreír de lado– Quizás solo soy yo y el hecho de que me cuesta acostumbrarme a todo esto.
El sujeto de la barba rio por lo bajo y jugo el vaso entre sus dedos.
–Eres de esas personas que nunca se acostumbra a todo esto –otro sorbo, ¿cuántos tragos llevaría ya? –Haces bien. Abemos personas que jamás logramos acostumbrarnos a esta hipocresía, a esta farsa… –chasqueo la lengua y por fin termino su bebida– Pero todo sea por la leyenda, ¿no?
No entendía que pasaba con este sujeto, ¿acaso se burlaba de él? Daba igual, no se quedaría a darle la oportunidad de intentarlo.
–Disculpe, no quería molestarlo. Sera mejor que…
– ¿Quieres bailar? –el sujeto se lo pregunto así sin más. El capitán lo miro con asombro, ¿Qué si quería bailar con él? Ni siquiera le conocía y de cualquier forma, ¿por qué querría bailar con un hombre? Eso no tenía sentido, definitivamente se estaba burlando de él.
–Señor, no voy a permitir que se burle así de mí. ¿Qué le hace pensar que yo querría bailar con usted? Con su permiso, debo irme.
–Estas mirando la pista de baile desde hace dos horas, eso significa que quieres bailar o que eres fanático de observar a otra gente bailando aunque eso nos llevaría a lo primero solo que implicaría que no tienes con quien hacerlo o no sabes bailar… seguramente es lo segundo ya que algunas mujeres se acercaron a ti a pedirlo y las rechazaste de una manera muy cortes. –Volteo a mirar al rubio. Tenía una ceja levantada y una sonrisa burlona en su rostro. – ¿No sabe bailar Capitán?
Steve se sonrojo levemente y desvió la mirada un momento. Claro que sabía bailar, había bailado en otros momentos, no siempre y no muy seguido pero sabía hacerlo. El problema era que no tenía idea si recordaría como bailar o si tendría la coordinación para hacerlo después de todo había pasado mucho tiempo congelado y el baile no era como andar en bicicleta, claro que se olvidaba.
–Vamos…
El hombre tomo la mano del ojiazul y lo guío hasta la pista de baile. La gente los miro por un momento y comento a susurrar algunas cosas para después disfrutar el espectáculo.
El castaño coloco su mano en la cintura de su compañero de baile y tomo la otra con cierta fuerza, una melodía suave sonaba acompañándolos y sin más el baile comenzó.
Se movían ligeros al ritmo de la música y eso sorprendió realmente a Steve, estaba bailando. Después de todos esos años estaba bailando y lo hacía como si no hubiera pasado un solo día, ¿por qué? La respuesta era simple, su pareja sabía guiarlo. Aquel extraño hombre de barba estaba guiándolo a la perfección por toda la pista de baile.
Era un baile lento y la canción sonaba algo intima. Estaba tan cerca de él que el más mínimo movimiento podría causar una situación incómoda para ambos, podía sentir el calor de su cuerpo e incluso su respiración. Esperaba que no se notara el ligero sonrojo que tenía en sus mejillas y deseaba que no aumentara porque de ser así todos lo notarían.
Mientras bailaba sus ojos no subían del suelo ya que al hacerlo se encontraría con que todos en el lugar los veían sin perder ningún detalle y, peor aún, se encontraría con que él lo estaba mirando.
– ¿Lo estas disfrutando? –murmuro casi pegado a su oído.
–Es… Es bastante agradable… –respondió mientras tragaba saliva. ¿Quién carajos era él? ¿Por qué le hacía sentir de esta manera? Cálmate Steve, es solo un baile, has bailado antes así que contrólate, por favor.
Pero él lo sabía, no era solo un baile. Esto era algo más, se sentía como algo más aunque aún no entendía bien qué era.
–Relájate, tu cuerpo se está poniendo tenso.
Otra vez su voz contra su oído, otra vez esa sensación. Obedeció sin decir nada y los movimientos volvieron a ser fluidos.
Levanto lentamente la mirada y se encontró con los ojos cafés del hombre de la barba, estaba mirándolo de una forma que no se explicaba. Esos ojos cafés eran tan profundos, tan intrigantes, eran casi hipnóticos y ahora no podía, no quería, dejar de mirarlos. No sabía cuánto tiempo llevaban bailando, no sabía si la gente seguía observándolos, ya no tenían noción de nada de lo que estaba pasando y la verdad es que no le importaba. Por primera vez en toda la noche se sentía cómodo en ese lugar.
Derrepente él se detuvo y sonrió de lado sin dejar de mirarlo, algunas personas aplaudieron y derrepente todo había acabado. Ya no se escuchaba aquella canción, ya no había un público alrededor, solo estaban los dos.
–Gracias Capitán, por concederme el honor de su primer baile. –Y sin decir otra palabra el hombre se alejó.
Steve tardó un momento en reaccionar y al voltear ya no estaba. Camino entre los presentes buscando a aquel sujeto, quería una explicación de lo que acababa de pasar.
Se acercó a la barra pero él ya no estaba ahí, busco entre las mesas e incluso debajo de ellas. "Debo verme ridículo" pensó, pero ni siquiera eso lo detuvo.
¿Quién era él? ¿Qué había pasado? Miro su mano como si fuese a encontrar la respuesta ahí pero estaba vacía. Suspiro y busco donde sentarse.
Así sin más paso la noche, algunas mujeres se acercaban para pedirle que bailara con ellas pero no era igual, no se sentía igual. Al intentarlo sus movimientos eran torpes e incluso desastrosos. Estuvo solo un rato más y al final decidió volver a su nuevo hogar.
Y ahí estaba ahora, recostado mirando al techo. Ahí estaba solo con sus pensamientos, con un recuerdo, con un aroma, con una melodía, con un momento. Miro su mano y la estiro hacía la nada como si derrepente él fuera a estar ahí para tomarla de nuevo. Aquella sensación no había desaparecido y tal vez nunca lo haría.
–Ya madura Rogers… –Sonrió y bajo su mano lentamente aún con la esperanza de que algo fuera a suceder.
Cerró los ojos solo para encontrarse con esa mirada penetrante y una sonrisa de lado. Casi podía sentir el aroma de su loción combinado con el whiskey y esas palabras sonando en su mente una y otra vez.
"– ¿Lo estas disfrutando?"
