UNA ENFERMERA PARA EL CABALLERO INGLÉS

Hola! Es dificil escribir un fanfiction de Candy y Terry, porque hay montones y mucho muy buenos, pero por fin me animé y esta es mi propuesta, espero que les guste.


PROLOGO

CHICAGO 1916

Una joven dama salía de la mansión Britter y se enfrentó a un singular viento de otoño que anunciaba la llegada temprana del invierno. Cerrando su abrigo emprendió el regreso a su departamento recordando parte de la conversación que tuvo con su amiga Annie.

-¡Ríete Annie! Y después mira hacia adelante, sé que pronto te enamoraras de nuevo.

-¿Acaso lo has logrado tú?- le dijo enjugando sus últimas lágrimas – Creo recordar que fue lo mismo que yo te dije en aquella ocasión-

-Tienes razón amiga. Ahora estoy más segura que nunca, que jamás podre entregarle mi corazón a otro hombre que no sea Terry-

Ella la había visitado para brindarle consuelo tras la ruptura con Archie, y terminó removiendo heridas abiertas, heridas que se negaban a sanar.

NUEVA YORK

Un joven apuesto estaba sentado en una de las butacas del teatro de la ciudad de New York. Junto con los actores de la compañía Stranford, escuchaba la reprimenda de su director, Robert Hathaway

-Me parece que ya hemos hablado de lo mismo otras veces. Al volver a representar la misma obra una y otra vez ¡No se debe de perder la pasión! ¡Actúen como si fuera la primera vez!... bien, ¡Vayan a descansar! Nos veremos mañana-.

Todos se fueron retirando excepto aquel gallardo joven, quien mantenía la mirada perdida en el escenario.

-Terrance ¿No piensas irte a casa?-.

-¿Perdón?... ¡Ah, sí…claro! Nos vemos mañana, Robert-.

-¿Irás a ver a tu prometida?-

-Si… por supuesto… como todos los días-.

El joven se levantó y salió del teatro, casi arrastrando los pies, como si se tratara de un anciano, rumbo a un destino al cual no quisiera llegar.

CHICAGO

La dama llegó a su edificio y saludó al portero, subió unas escaleras muy conocidas, abrió su departamento, prendió los candelabros de la sala y de la cocina, se preparó un té y se dispuso a leer un libro. Cuando sus parpados pesaban en demasía se dirigió a su dormitorio, y así concluía su día, lleno de actividades, lleno de distracciones, para dejar de pensar en él ¡Como si lo pudiera evitar!

NUEVA YORK

-Entonces ¿Qué te parece la iglesia que escogí?... ¿Terry?... ¿Me estás escuchando?-

-¿Qué dijiste?... ¡Perdón!... Lo siento, mira… hoy no fue un buen día ¿Te parece que lo dejemos para mañana?-.

-¡Pero estamos hablando del lugar donde se efectuara nuestra boda!-.

-Hija- Intervino la madre de la novia –El caballero no se siente bien. La iglesia seguirá ahí mañana-.

-Lo siento Terry, fui muy desconsiderada-.

-Lo siento más yo, me disculpo… hasta mañana-.

Se despidió de las dos damas con un beso en la mano, y salió de ese lugar que le oprimía el corazón. Al salir y sentir el aire otoñal, aspiró profundamente, y volvió a tomar otra bocanada de aire. Tal vez así, sentía que podía tomar el valor que le faltaba últimamente. El valor para cumplir con su destino.

CHICAGO

Ella acostada en su cama, volvía con la batalla de siempre. Cerraba los ojos y se lo imaginaba a él, gallardo, cínico… ¡tremendamente hermoso! ¿Hasta cuándo dejaría de ser prisionera de esos ojos azules? ¡Cómo deseaba en ese instante encontrarse entre sus cálidos brazos!... Pero de repente la cara triste de Susana se hacía presente, reprochándole con la mirada su atrevimiento ¿Hasta cuándo dejaría de desear la suerte de otra? Ella siempre fue de corazón bondadoso, pero ceder su corazón le estaba costando un precio muy alto.

NUEVA YORK

-Querido ¿Ya estás de vuelta?-.

-Sí, madre-.

-Pensé que llegarías más tarde-.

-No estaba de ánimos para visitas-.

-¿Te encuentras enfermo? ¿Quieres que llame al doctor?-.

-No, gracias madre, sólo estoy cansado-.

-Trabajas demasiado, pienso que exageran en ensayar hasta quedar exhaustos-.

-Robert así lo ha decidido, y estoy de acuerdo con él, si queremos ser los mejores, sólo el trabajo arduo lo puede lograr-.

-No, si consigues enfermarte. No sé si Robert te querrá, si terminas con una enfermera a tu lado-.

-¿Una enfermera?-.

La sola mención de esa noble profesión lo dejo paralizado, y tardíamente su madre lo comprendió.

-Lo… lo lamento… no quise que te acordaras…-

-¿Acordarme?... si no dejo de pensar en ella- esto último lo dijo murmurando, casi para él sólo.

-Hijo- le dijo mientras ponía su mano en su hombro –Te he dicho que aún estás a tiempo de olvidarte de esa tonta promesa e irla a buscar-.

-Un caballero inglés no olvida su palabra-.

-Pero si tú hablas con Susana, ella comprenderá y…-.

-Ella sacrificó su futuro por mí, no le puedo fallar-.

-¡Pero…!-.

-¡Por favor madre, no volvamos otra vez a lo mismo!-.

El joven actor se dirigió a las escaleras y se detuvo en el primer escalón y voltio a ver a su madre.

-Lo siento, no quise ser grosero contigo. Te agradezco que me permitas estar en tu casa algunos días…-.

-Sabes que te puedes quedar el tiempo que quieras-.

-Y te lo vuelvo a agradecer, con tantos ensayos, tu casa queda más cerca del teatro que la mía-.

-Descansa, hijo. Mañana será otro día-.

-Que descanses, madre-.

Él se dirigió a su habitación, entró y no le importó acostarse con su ropa de calle. Sólo quería hundirse entre los edredones de su cama y perderse en la inconsciencia. Pero al cerrar los ojos, una risa cantarina no lo dejaba en paz.

-¿Qué estará haciendo en este momento?... ¡Qué tonto!.. ¡Estará dormida!... ¡Seguramente será una dormilona!... Eso yo nunca lo sabré…-

Así que se dejó llevar ¿Para qué luchar contracorriente? el brillo de un par de ojos verdes lo atrapó y él a su vez se adueñó de esa piel nacarada… y la hizo suya, sin sentir remordimiento, sin más existencia que sólo ellos dos.

CHICAGO

Ella se despertó sobresaltada, respiraba entrecortadamente y sudaba frío. Ése sueño la había asustado, siempre que soñaba con él, era de una forma romántica, casi platónica. Pero este último sueño, no tenía nada de platónico, se veía desnuda, permitiendo que él la tocara, sin pudor alguno y… lo peor del caso… es que ella le trataba de quitar la ropa a él… ¡Quería saber cómo era su torso desnudo! -¡Dios bendito, me voy a volver loca!-.

La joven enfermera tomó un poco de agua de la jarra puesta en la mesita de noche, apenas pudo sostener el vaso, le temblaba la mano sin poder evitarlo.

-¡Tengo que lograr olvidarlo! ¡No puedo ahora comenzar a desearlo de esta manera!-.

Y volvió a tratar de dormir, recriminándose una vez más por sus deseos de tenerle, recordando la promesa que tenía que cumplirle a la persona que salvó la vida de ése ser tan querido. Su destino ya estaba marcado y no podía hacer nada para cambiarlo, por lo menos la distancia ayudaba un poco.

-Yo estoy en Chicago entregada a mi profesión de enfermera, él está en Nueva York consagrándose como actor y no tiene nada que hacer aquí… ¿Y si volviera por algún motivo?... ¡La compañía Stranford puede volver a actuar aquí! -.

La rubia se incorporó nuevamente, y quiso hallar alguna solución para aliviar su incertidumbre.

-¿Seré capaz de volverlo a ver, sin demostrar mis verdaderos sentimientos? ¿Y si Susana está a su lado, lo podré soportar?... Tal vez el me mire indiferente… como quien mira a un viejo conocido… ¡sí!, eso puede ser… su indiferencia es la solución. Cuando nos volvamos a ver, sólo habrá "Hola, no sabía que aún existías, soy muy feliz con mi esposa Susana"… ¿No es así?...-.

¿De verdad nuestro destino está marcado y no podemos hacer nada para cambiarlo? ¿Qué sucede con los deseos y sueños que queremos alcanzar? ¿De verdad no hay manera de poder realizarlos? Si el destino se empeña una y otra vez en truncarlos.

Candy volvió a acostarse, implorando a su Dios que le diera un poco de paz… mañana sería otro día.