Disclaimer: estos personajes no son míos, si lo fueran, no me veríais aquí si no nadando en libras.

Nota de la autora: este es mi regalo de Navidad para Cookie's Monster. La verdad es que no es gran cosa pero no he tenido ni tiempo ni inspiración para escribir nada mejor, lo siento. Si me veo capaz, cuando vuelva a España, intentaré mejorártelo para Reyes. O para San Valentín xD.

La cara oculta de la Luna

Incluso la más buena de las personas tiene sus secretos. Aunque sean nimiedades, estupideces sin relevancia alguna. George, por ejemplo, se negaba a admitir que el recuerdo de su hermano le atormentaba por las noches, cuando se metía en la cama y le hablaba. Ron, que a pesar de todo lo que había
pasado, seguía sintiendose un segundón. Y ella, bueno, quizá era un caso difícil, su pelo enredado que yacía sobre su espalda y esos ojos tan abiertos que parecían constantemente sorprendidos. Además tenía esa fastidiosa costumbre de inclinar su cabeza a un lado cuando no entendía lo que le estaban diciendo, y de llevar ese horrendo collar de chapas, que se asemejaba a aquellos que hacían los ninos a su madre por su día.

Pero eso seguramente no era ningún secreto. Había cosas que Luna ocultaba muy bien, por ejemplo, que la mayoría de las veces, cuando alguien la insultaba, le dolía. O que le gustaba pasear con la luna como amiga. O que se sentía sola, al arroparse con las mantas y oír los cuchicheos de sus compañeras.

La verdad es que los Ravenclaws nunca la habían tratado del todo bien. En su mayor parte, simplemente la ignoraban, considerándola quizá parte del mobiliario, pero se reían sin censura cuando alguien la dejaba en ridiculo.

Puede que por esa razón, por no oír a sus compañeras cotillear, esa noche había salido a dar un paseo al lago. La imagen del agua en tranquilo movimiento siempre la serenaba e hipnotizaba, como una de esas imágenes psicodélicas muggles. Andaba con sigilo por los oscuros pasillos de Hogwarts, su cuerpo grácil moviendose como el de una gacela, cuando percibió que alguien la seguía.

- ¿Luna?- titubeó la voz, insegura y grave.

La aludida se dió la vuelta, dispuesta a encarar a quien fuera, o a salir corriendo si hiciera falta. Pero no fue necesario. Lo primero que vio fue un destello rojizo a la altura de la cabeza de su acosador y, poco a poco, logró distinguir sus rasgos en las tinieblas del pasillo derecho del tercer piso.

- Debería ponerte un castigo o restarle puntos a tu casa- anunció, sin mirarla realmente, sin pensarlo realmente.

La cara sonreía, a pesar de las palabras pronunciadas por esa boca ancha de labios finos. A lo mejor esperaba una respuesta, y por eso trasladaba su peso de un pie a otro, como no decidiéndose a dar un paso más adelante. Ella simplemente se encogió de hombros, susurró un gracias, le abrazó efímera y espontáneamente, y salió corriendo, las sombras absorbiéndola a cada paso que daba. Mientras, ahí estaba Ron, tieso en aquel pasillo, las mejillas y las orejas rojas, preguntándose qué había pasado y por qué sentía la extraña necesidad cazar nargles.