¡Pronto! Ya se que me aburro mucho y que escribo y borro, pero aquí está uno definitivo. Espero que les guste tanto como yo escribiendolo. Los personajes de Naruto no me pertenecen, si fuera así... no se que pasaría con el mundo. En fin, les dejo con el capi. Porfaaaa si les gustan dejen algún review!
ciao!
Tan cerca como quieras
1- Lluvia de sangre:
La mafia de la ciudad de la Arena era conocida por los múltiples crímenes de guante blanco que se cometían. Incluso en las guías turísticas era llamada como "La ciudad de nunca volver", por lo tanto que un grupo de personas quisiera ir ahí era claro indicio de problemas relacionado con la violencia o el crimen. Las agencias de viaje se negaban en rotundo a vender billetes a ese lugar, no querían que su trabajo fuera mal visto. Por lo tanto siempre que quisieras viajar a ese destino tendrías que meterte en los barrios conflictivos de la ciudad de la hoja.
Un grupo de siete jóvenes caminaban por los suburbios buscando un cartel que rezara "Agencia de viaje de nunca volver" por algún lugar. Pero por mucho que vieran nada aparecía por las puertas. Al ser los siete jóvenes con buenas ropas y rostros bonitos las demás personas le observaban con mal rostro. Una joven de cabellos azulados largos apretó su bolso contra su pecho,por lo tanto causó que un hombre de avanzada edad quisiera atacarla. Dos compañeros que se habían percatado de aquello se detuvieron delante de la joven y sin ningún miramiento sacaron dos pistolas plateadas y bien pulidas. El hombre se quedo helado, una pequeña gota de sudor le cayó por la frente y salió corriendo mientras blasfemiaba contra ellos. Uno de los jóvenes bajo el arma y miró a la chica, que aún se mantenía aferrada a su bolso, con el rostro lívido y sudado.
- ¿Estás bien?- preguntó mientras le daba golpecitos cariñosos en la cabeza.
- Sí, estoy bien. Gracias Kiba.- intentó sonreír pero sus labios no se movieron.
- ¡Tsk! Sigo sin entender por que tenemos que ir ahí...-gruñó un chico que se había mantenido al margen del problema.- ¿A caso intentas suicidarte Hinata?
- ¡Shikamaru!- gritaron un rubio y un castaño al mismo tiempo. Las cejas de ambos se juntaron tanto que parecían que se iban a volver una sola.
Entre los tres chicos comenzó una guerra en silencio. Los otros cuatro suspiraron y prosiguieron con la marcha, adaptando cada uno una posición que era claramente marcada que protegían a Hinata. Los tres chicos conflictivos al verse abandonados por los demás corrieron a reunirse con ellos. Nadie quería estar más lejos que los otros. A pesar que ellos eran los mejores espías de la hoja temían ser asesinados o atacados por los ladrones de la zona. No tenían muy buena fama por esos lugares. Ni ellos ni el presidente de la organización.
Después de cinco calles oscuras, con olor a orina, cadaveres de ratas y bolsas de basura rotas encontraron una pequeña tienda. Ésta estaba sucia, olía mal y el cartel tenía más porquería que toda la calle juntas. Hinata se abrió camino entre sus compañeros y tocó el timbre de la tienda. Después se limpió el dedo con una toallita humeda. No pasaron ni dos segundos cuando la puerta se abrió. Un hombre alto, con varios collares colgados en el cuello, ojos grandes y amenazantes apareció en el marco de la puerta sujetando una cruz de hierro. Al ver al grupo su primera reacción fue sacar una enorme escopeta y apuntarlos. En su rostro no había señal de compasión y mucho menos de rencor.
- ¿Quienes son?- preguntó sin apartar el arma del rostro de la joven.
- Soy Hinata Hyuga, pedí una cita contigo hace dos semanas.- habló con la voz firme y tranquila. Aunque sabía que esa seguridad duraría tanto como dura el chocolate en manos de un niño.
Al escuchar el nombre bajo la escopeta y se disculpó con una sincera reverencia. Luego le rezó a la cruz y les pidió al grupo de jóvenes que pasara. Por fuera la tienda tenía mal aspecto, pero el interior era incluso agradable. Era una habitación rectangular, con una puerta al final que estaba cerrada y ponía "Baños para personal", por todas las paredes habían pequeñas estanterías con libros viejos y rotos, en cada pared había una pequeña foto de un hombre con ojos rojos y una pequeña de algún país exótico con palmeras. Ninguno de ellos se paró a observar más del mobiliario, puesto que el hombre se había sentado en un enorme sillón rojo y encima de la mesa había regado siete guías turísticas y siete billetes de avión.
Abandonar aquel lugar y aquel barrio fue lo mejor que habían hecho durante las últimas cinco horas. Se habían pasado parte de la mañana metidos en un hotel, oyendo una conversación de unos de los ancianos más poderoso de la hoja y apuntando todo aquello que fuera sospechosos. Después se habían adentrado a los suburbios y por último a aquella lúgubre tienda. Shikamaru aún miraba con cierto interés a su amiga. No podía entender como la hija de los Hyugas tenía interés de ir a esa ciudad. Nada de lo que había ahí era bueno. Su mejor amigo en una misión se había ido ahí y jamás había vuelto. ¿Qué pretendía Hinata?¿Qué quería?
El grupo estaba esperando a la cabecilla del grupo sentados en un pequeño bar en el aereopuerto. Ninguno de ellos aún estaba seguro de que iban a hacer en esa ciudad. Eso sí. Tenían ocho maletas y en cada una de ellas habían nueve pistolas, cinco revolveres y diesiocho bombas. Si iban a ir a morir por lo menos lo harían con orgullo y valor.
A lo lejos se vio como una chica corría arrastrando lo que parecía una pequeña maleta de viaje. Los seis se pusieron de pies esperando la llegada, pero a medio camino la chica se calló. Todos los que estaban a menos de dos radios de distancia rompieron a reír. Incluso ellos mismo. Al levantarse del suelo corrió hasta que el grupo pudo indentificarla como su amiga.
- ¿Estás bien?- preguntó preocupada una chica rubia de ojos azules.- Te has dado un buen golpe...
- Je, perdón Ino.- sonrió apenada mientras dejaba la maleta junto a las demás.
Comenzó a saludar a todos sus compañeros, se pidió un café y tomó asiento al lado de un rubio escandaloso y ligeramente molesto. Sabía que las cuatro mañana no era una hora humana. Para nadie, incluso para ellos. Pero para salir a la Arena esa era la única hora viable, y que nadie les criticaría. Después de un rato de silencio y de tranquilizarse se enderezó en la silla, abrió la maleta y sacó un rollo de papel, que colocó en la mesa. No le importó desenrrollarlo delante de nadie. Los demás gimieron asustados, pero al ver lo que había suspiraron calmados. Hinata pidió un poco de atención antes de comenzar con la explicación de esa peligrosa misión...
- Como saben mi familia es muy conocida por su producción de armas...- habló con la voz muy baja y clara. Todos asintieron.- Y también saben que la Arena es una ciudad muy conflictiva...
- ¿Enserio?- cortó Shikamaru claramente molesto.
- ¡Shikamaru!- esta vez fueron todos menos Hinata que le regañaron. Él giró la cara ignorando la reprimenda de sus compañeros.
- ...quieren que vaya allá y les haga una demostración de todo el armamento que podamos tener.- prosiguió aún con la voz en silencio. Antes de seguir miro a los lados y se acercó más a la mesa.- . . . pero no a cualquier compañía... sino a la compañía del presidente...
Y se creo un silencio entre los siete. El interfonó comenzó a sonar informando que su vuelo iba a salir en poco tiempo, que todos los pasajeros debían ir embarcando. Paso un minuto antes de que todos comenzaran a levantarse y cogieran sus maletas llenas de armas. Aún estaban sorprendidos por lo relatado por su amiga. Al igual que la guía turística nombraba cada una de las mafias famosas y los lugares menos peligroso para visitar hacía gran aclaración que jamás se debían acercarse a la casa del presidente. En ninguna de las circunstancias, y ellos iban directo a la boca del lobo. Pagaron la cuenta y comenzaron a caminar con pasos lentos pero firmes. Ya les habían informado a su familia que irían a una misión peligrosa, pero no a qué misión. Si lo hacían se verían en grandes problemas, pero por mucho que les fastidiara admitirlo, aquello les hacía hervir la sangre de emoción. Una misión digna de su rango. Una misión que crearía historia.. claro si volvían.
Bajaron del avión y contemplaron el paisaje. No era nada digno de ver, aunque con una ventisca de arena mucho no se podía ver. El piloto se despidió con demasiada rapidez de todos los pasajeros y cuando bajo el último cerró las puertas y comenzó a mover el avión. Nadie quería permanecer mucho tiempo en ese lugar. Los siete se detuvieron en la entrada del aereopuerto y abrieron las maletas sacando una pistola pequeña y escondiendola en los pantalones. Las dos chicas levantaron un poco apenada su falda y se la ataron en el muslo. No fueron ignorantes de las miradas de los cinco hombres cuando lo hicieron. Evitaron disparar para no hacer correr sangre antes de tiempo.
El trayecto hasta su hotel fue muy tranquilo, se atreverían a decir que incluso agradable. Era cierto que el viento dificultaba la visión, pero toda la arquitectura redonda, las personas con trajes largos y capas, los aromas de comida u incluso la música que era esparcida sobre el ambiente hacía que el paseo fuera más agradable de lo esperado. Como era de esperar de una hija Hyuga el hotel era digno de admiración. Las puertas mecánicas se abrieron y tres hombres con traje les cogieron las maletas y las colocaron dentro de un carrito metálico. La primera en hablar fue Hinata pidiendo que le atendieran rápido, todos vieron como le deslizaba un billete grande y de un vivo color verde. El botones sonrió alegremente y corrió hasta el administrador, que salió de la caja para atenderlos personalmente. El trato con ellos fue eficiente, rápido y limpio. En cinco minutos ya todos tenían su habitación. La planta 123 y las habitaciones 11,12 y 13. Shikamaru, Naruto y Kiba irían en la 11, Shino y Chouji en la 12 y Hinata y Kiba en la 13.
Las dos chicas entraron a la habitación y se acostaron en la cama como si fuera lo más hermoso del mundo. Cerraron los ojos y se rieron como niñas pequeñas.
- Estoy sorprendida...- habló Ino mirando al techo.- Pensaba que la Arena sería como los suburbios de la hoja.
- Yo también, pero dudo que mi padre me hubiera enviado aquí si no tuviera claro que estaría bien.- comentó mientras se sentaba en la cama y se quitaba los zapatos.
- Veo que tu relación con él a mejorado..- se alegró por su amiga.
- Sí, ahora ya no me grita tanto.- saco la lengua en una mueca graciosa.
El grupo por primera vez en muchas semanas, lograron respirar tranquilos. Se habían hecho una idea horrenda la Arena, y lo único que se veía por la calle era alegría y compañerismo. Sabían que no debían relajarse, pero no podían evitar y con el cuerpo menos tenso. Como Hinata había ordenado el grupo se dividió buscando información sobre la familia Sobaku. Ino y Shikamaru fueron por el centro, Chouji y Shino por los suburbios y Kiba, Naruto y Hinata por la parte antigua.
El rubio no paraba de mirar a todos lados, mientras el castaño tenía la mano siempre metida en el bolsillo esperando que alguien les saltara con una arma. A su vez Hinata caminaba atrás de ellos observando el cielo claro y los pájaros de vistosos colores volando y perdiendose en el horizonte. Sabía que tenía cinco semanas para lograr que los Sobaku compraran todo un arsenal de armas, había tiempo de distraerse. Pero sus compañeros tenían muy claro que no podía ser así. A pesar de todas las posibles amenazas que podían correr ahí, no podía parar de sentirse tranquila. Como si hubiera algo que el aire que la cuidara. En un pequeño descuido se había perdido del grupo. No escuchaba la voz de Kiba ni la de Naruto discutir. Al verse sola en una callejuela oscura, pequeña y sucia comenzó a temer por su seguridad. Sin miramientos se llevó la mano al muslo y sacó la pistola. Odiaba disparar, odiaba derramar sangre y más que nadie odiaba a las personas que la derramaban. Quería quedarse quieta y esperar a que la encontraran, pero como cabecilla de la expedición tuvo que tomar valor de una cajita prestada y comenzar a andar.
Llevaba tiempo caminando cuando se percató que la calle se había hecho cada vez más amplia y el color verde comenzaba a aparecer por sus alrededores. Siguió caminando hasta entrar en una especie de bosque dentro de la ciudad. Mientras caminaba escuchó como un piar de algo, miró al suelo y había un pichón en el suelo. Fue justamente cuando se agachó que una bala paso rozando su cabeza y quedo pegada en un árbol. Helada se quedó quieta, arrodillada en el suelo con el pequeño animal en sus manos. Quería levantar la cabeza, pero la sangre se le había congelado en las venas, el corazón le latía a mil por hora y la adrenalina se había quedado petrificada en sus hormonas. Una ráfaga de viento frío le golpeó en la cara haciendola reaccionar. Corrió lo más rápido que pudo hasta ocultarse entre las ramas de un enorme alto. El pichón seguía piando en sus manos y moviendose con miedo. Hinata intento hacerlo callar, pero el pequeño seguía llorando. Miró para abajo cuando vio que a pocos metros de altura donde estaba ella se encontraba un joven alto, de cabellos rojos, piel blanca y ojos verdes, con unas grandes ojeras negras perfilandole los ojos. Éste parecía muy sereno mientras observaba a un hombre que le apuntaba con una árma. Otra vez su consciencia le dijo que debía reaccionar, pero cuando lo iba a hacer todo había pasado. Fue como una explosión: El hombre armado explotó en miles de pedazos, haciendo que por momento el cielo se tiñera de un color negro. Algo comenzó a caer, su camisa blanca fue manchada por pequeñas manchas de un color rojo vivo. Quiso gritar, quiso correr pero sus ojos estaban puestos en aquel joven que se mantenía quieto observando como la sangre caía del cielo. Tan sólo fue un minuto que él levanto la cabeza y la miró. Fue una leve mirada que le basto para comprender quien era el causante de esa horrible lluvia, pero a pesar de eso... no tenía miedo.
Caminaba por las mismas callejuelas que horas atrás cuando se encontró con sus dos compañeros. Al verla corrieron a ella y sin dudarlo comenzaron a palpearle todo, en busca de una herida sangrando o alguna marca de que había luchado. Ella tan sólo se dejo tocar, no tenía palabras para explicar lo que había visto. Un hombre había explotado en pedazos delante de sus narices. Una lluvia de sangre había caído encima suya y lo peor era que había visto al asesino y él le había visto a ella.
- Estoy bien...- habló por primera vez apartando las manos de sus amigos de lugares inapropiados.
- P-pero si tienes sangre...- gimió Naruto horririzado.
- No es mía – le aclaró. Aunque sabía que eso no le quitaría el miedo a sus compañeros.- . . . y no es de un humano.- mintió.
Intentaron sacarle más información, pero ella se había mantenido con la boca cerrada y poco dispuesta a cooperar. Obligo a Naruto y a Kiba a llamar a los demás del grupo y que se reunieran en el hotel dentro de dos horas. Ella debía cambiarse. Ambos chicos reprocharon un poco, pero acataron las órdenes.
Llegó al hotel y corrió entre los pasillos hasta entrar en su habitación. Se desprendió de la ropa y se metió en la ducha. El agua que caía de su cuerpo tenía un leve color rojizo y mientras más frotaba más sangre salía. Cerró los ojos y la fría mirada de aquel joven le vino a la cabeza. Se suponía que debía temblar o estar horrorizada, pero no sentía miedo.
Apagó el agua y salió de la ducha, se enrolló en la toalla y caminó aún mojada hasta el armario. Sacó un vestido azul claro por las rodillas y de tirantes, la ropa interior y unas sandalias bonitas. Era extraño vestir de forma correcta cuando sabía que iba a negociar con armas. Miles de vidas inocentes iban a hacer acabadas con esas armas... ¿Cómo podía juzgar a aquel joven? Pero tú no has matado a nadie... susurró una voz en su cabeza. En parte tenía razón, pero eso no le excluía del crimén.
Tal como había dicho los siete estaban en el recibidor del hotel, vestidos con elegancia y el rostro serio. Ella no debía dar muchas explicaciones, puesto que antes de partir había dejado bien claro que si alguien encontraba alguna pista debían volver al hotel, vestirse de forma adecuada y encontrarse ahí en dos horas. Y para su desgracia ella había encontrada una pista muy grande de su misión...
- De aquí a media hora está la mansión de los Sobaku- habló con voz firme y fría.- Entrando por la parte antigua al final de todas las calles hay como un bosque de árboles grandes... al final del ahí esta la mansión.
Los seis asintieron y se marcharon en post la casa Sobaku. El incidente que había tenido Hinata se había mantenido en secreto entre los dos jóvenes y ella, fue algo que realmente agradeció. Puesto que no tenía ningún interés de hablar sobre ello.
Siguiendo las indicaciones que había dicho llegaron al lugar mencionado. La mansión era enorme, estaba rodeada por rejas de color negro y con pequeños dibujos en plata. A lo largo había un enorme jardín con árboles espesos y frondosos. En el medio de todo habían tres caminos; Uno para personas y dos para coches. Siguiendo el camino de piedra daba a la entrada directa de la mansión, las dos al estacionamiento ubicado en la parte atrás de la mansión.
No hizo falta tocar el timbre, puesto que la puerta de rejas se había abierto de forma automática. Entraron y adoptaron la posición de defensa a Hinata. Le resultaba un poco incómodo, puesto que ella no era tan importante. Tan sólo era la porta voz. Lo que ella decía lo podía decir cualquier otro. Y lo había estado pensando. Miró a Shikamaru que suspiraba a cada dos por tres. Sonrió y decidió darle el voto de palabra a él. Sabía que le disgustaría, pero podría sobrevivir a ello. La culpa no le mataría.
Siguiendo el camino de piedras llegaron a la entrada de la mansión. La puerta era enorme, tallada en madera con figuras de leones peleando por un trozo de carne. El pomo de dicha puerta era la cara de un león. Tocaron el timbre que retumbó por todo el jardín. Esperaron un poco hasta que la puerta se abrió mostrando a una joven bajita, delgada, de cabello corto marrón y una apenada sonrisa.
- El Señor Sobaku le estaba esperando...- susurró bajando la cabeza mientras les dejaba pasar al recibidor.
- Gracias.- dijeron los siete al unísono.
La joven les llevó entre habitaciones amuebladas, habitaciones tan sólo con estanterías y habitaciones vacías hasta llegar a una puerta de cristal tintando. La abrió y pasaron. Sentado en un enorme sillón morado descansaba un hombre de cabellos rojos, piel pálida y con la palabra amor tatuada en la frente. Hinata tragó saliva y maldijo el día que aceptó la misión. No era agradable encontrarse con un asesino... y mucho menos si éste no le inspiraba miedo...
- Bienvenida a mi mansión, Hinata Hyuga.
Jo, jo , jo me quedo largo. Soy feliz.
