Dejó escapar aire y vio como salía vapor frío. Siguió caminando, no sin cierta dificultad, por culpa de la nieve.
Llevaba un abrigo negro y pesado, que le proporcionaba calor. También llevaba una bufanda alrededor de su cuello, con los colores propios de su casa. Verde y plateado.
Su cabello corto y rubio-platinado, podía confundirse con la nieve y su piel era pálida. Sus ojos grises-plateados, brillaban de forma especial y en su cara había una sonrisa de lado. Bastante alto para ir a tercero.
Junto a él, iba una niña de primero, que lo agarraba de la mano.
La niña también tenía una bufanda de la misma casa que el chico y un abrigo marrón.
Era una niña algo bajita, morena y de ojos verdes, como la hierba.
Acabaron por llegar a su destino, el límite del bosque prohibido.
-Draco… se supone que está prohibido- dijo dudosa la niña y apretando con fuerza la mano del chico. La niña no quería reconocerlo, pero tenía miedo. Al fin y al cabo, si estaba prohibido era por algo.
-Vamos, Astoria. ¿No quieres ver la sorpresa que tengo para ti? –le dijo a modo de respuesta el chico, mirándola con sus penetrantes ojos grises. –Además, yo estoy contigo, nada te pasará. –añadió al percatarse del temor de la niña y le dedicó una sonrisa para que confiara en él.
Astoria le devolvió la sonrisa y caminó junto a él.
-Bien ahora, cierra los ojos. Y no los abras hasta que yo lo diga. – dijo Draco, cosa que la niña hizo sin rechistar.
Caminaron un poco más. Hasta llegar a un árbol grande, muy grande y verde. Un abeto.
-Abre los ojos – dijo Draco, la niña lo hizo y miró confundida al abeto.
-¿Un árbol? –preguntó desilusionada.
-Es un abeto. Una vez me dijiste que todos los inviernos, en navidad, decorabas un abeto con tu familia. Pues bien, no podía dejar que rompieras esa tradición, aunque yo no sea de tu familia. – dio el rubio sin dejar de sonreír y haciendo aparecer una caja llena de adornos. –Así que, decoraremos el abeto. .-finalizó el chico.
Al principio, al ver la cara de la niña, pensó que no había sido buena idea. Pero de repente, Astoria saltó hacia él y lo abrazó con mucha fuerza. Aunque Draco tuvo que agacharse, para quedar a la misma altura.
Durante una media hora, se la pasaron riendo y divirtiéndose, mientras decoraban el abeto.
-Feliz navidad, mini-Greengrass – dijo Draco despeinado juguetonamente el pelo de la niña, mientras ambos contemplaban el abeto.
-Feliz navidad, Draco- respondió la niña sonriendo- Gracias, en serio, es el mejor regalo que podrían haberme hecho – añadió Astoria, apunto de llorar de felicidad.
-No llores, Astoria. Sabes que no me gusta ver a la niñas bonitas llorar- dijo Draco mirándola.
Ella sonrió y no dejó que las lágrimas escapasen.
Ese había sido el mejor invierno de todos.
