Tonari no Kaibutsu-kun es propiedad de Robico.
Doui
Por Aomine Daiki.
Ella nunca entenderá la facilidad para relacionarse con los demás que posee. Él nunca entenderá lo difícil que es acercarse a la gente. Ella jamás podrá ver en el rostro de un chico a la amistad que tanto pretende buscar. Él jamás verá a la soledad sentada a su lado dentro del salón de clases. Ella no podrá entender el por qué las personas se alejan sin pensar en el abandono. Y él nunca comprenderá por que se acercan sin pensar que se debe al deseo de estar acompañado.
Ella es incapaz de lidiar con ese desamparo que no merece. Y él con aquella sofocante atención que no sabe de dónde viene.
Ella recuerda los nombres y los cumpleaños de toda la gente que no le pertenece ni un poco; cuando no existe nadie en el mundo que logre recordar el suyo. Él en cambio, es celebrado por todos, y las interminables fiestas solo le sofocan; y entre los festejos no es capaz de recordar ninguna fecha de nacimiento de aquellos que le ovacionan y besan.
Ella siempre tendrá dedos de sobra para contar a los amigos más queridos. Él necesita más de diez pares de manos para poder llevarlo a cabo.
Ella aprenderá día a día a sortearse una sonrisa falsa, encantadora que atraiga lo que más anhela en medio de ese mar absorto de gente que va y viene. Él a ocultar la tristeza y monotonía que le sofocan de los pies a la cabeza tras ese despliegue constante de pláticas que no tienen una constante en ellas.
Ella extenderá las manos para aferrarse a aquellos que han volteado a verla y son capaces de recordar su voz. Él no las sacará de los bolsillos, no cuando miles de manos le detienen firmemente, con cariño sin dejarlo caer al piso.
Ella es Natsume Asako. Él Sasahara Souhei.
Ella se siente traicionada. Él enamorado.
Ella quiere que el tiempo a lado de Haru y Shizuku se extienda hacia el infinito. Él quiere que dentro de ese tiempo exista su lugar.
Ella es animada por él. Él no tiene nadie quién le anime.
Ella sabe que le ama. Él nunca se lo ha contado a un amigo.
Ella siente miedo de ese querer. Él lamenta que su querer no haga más que atemorizarla.
Ella quisiera poder aceptar aquel cariño sin pensar en perderlo, sin imaginar un final que le sobreviene a todo. Él quisiera que su amor no fuese negado, que le aceptara y que entendiera que jamás le dejaría.
Ella recuerda las palabras, el apoyo, la mirada de esos grandes y expresivos ojos igual que los de un gato hablar, la voz amable, la fortaleza que desprende y el calor alrededor de su muñeca provocado por la temperatura de esas pequeñas manos. Él la emoción arremolinándose en la boca de su estómago, la barrera alzada que le impide expresar todo cuanto siente, de la humedad de esa piel, la sonrisa tímida y los párpados apretados, el latido poderoso y ruidoso del corazón así como del sutil pero dulce perfume acariciarle la nariz.
Natsume lo quiere tanto que no puede dejarle amarla. Souhei la adora tanto que incluso la ha impulsado a encontrar la felicidad en otro.
Natsume no tiene realmente a nadie. Sasayan los tiene a todos.
Natsume llora sola en su habitación o en cualquier rincón. Souhei la oye apretando los puños y sintiendo que se rompe con cada lágrima que se le escapa a ella.
Ella desea tenerlo por siempre a su lado. Él jamás la dejaría, ni aunque la muerte lo visitara primero.
Ella está allí. Él aquí.
Natsume entiende que puede quedarse a lado de Sasayan, y que nunca se irá, mientras que Sasayan sabe que se quedará aunque Natsume no lo quiera más.
Porque ella lo ama. Porque él la quiere.
Y nada más.
