Muy bien, es mi primer fic de Once Upon a Time, asi que espero tomatazos y críticas a tutiplén, pero sobre todas las cosas, espero de corazón que os guste.
Es una serie de Viñetas sobre la vida de Rumplestinstkin y Bella en Storybrooke.
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Nuestra vida, nuestra historia
Bella la volvió a mirar desde el otro lado de la mesa, aun extrañada
-¿Cómo has dicho que se llama?- Preguntó mirando a Rumplestinstkin esparcir queso rallado encima
-Pizza, querida. Es una comida italiana.- Le dijo dejando el queso aparte y tomando la bandeja para meterla en el horno
-¿Y por qué es redonda?- Preguntó Bella de nuevo. Rumple se lo pensó
-Pues...No lo se- Dijo con un tono divertido. -Recuérdame que se lo pregunte al próximo italiano que vea.
-Ja. Ja. Que gracioso.- Le hizo burla ella frunciendo los labios. El señor Gold rodeó la mesa llegando a su lado y le dio un beso, destensándolos.
-Hay que dejarlo hasta que el horno avise.- Y dicho esto, Rumplestinstkin tomó su bastón y se dirigió al piso de arriba de la casa, dejando a Bella sola en la cocina. Ella se acercó al horno, mirando la circunferencia rellena de tomate, jamón, y queso.
-Que comidas tan raras tiene este mundo...
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Bella abrió la puerta.
-¡Ruby! Que bien que hayas venido!- Dijo contenta de ver a su amiga en la casa. Había traido en una pequeña cesta unas galletas para el té que Bella había preparado.
-Espera aqui mientras lo traigo- Dijo Bella dirigiéndose a la cocina, mientras Ruby acepatab su invitación y se sentaba en el sofá. Miró el salón de la casa, estaba muy limpio y ordenado. Entonces miró a su lado, y encontró algo entre los cojines del sofá que le llamó la atención.
Bella regresó con el té y lo dejó en la mesa. Al girarse para dirigirse a Ruby, ahogó un grito al ver lo que esta sostenía
-¿En serio?¿En el sofá donde ESTOY SENTADA?- Preguntó Caperucita enarcando las cejas mientras le daba a Bella el tanga de encaje azul. ¿Por qué siempre era ella la que se encontraba estas cosas?
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Rumplestinstkin no podía parar de reir. Incluso sabiendo que tenía algo de culpa, las carcajadas no paraban de salir de su garganta. Cada vez que lo recordaba le entraba la risa a mas no poder.
-¡No tiene gracia Rumplestinstkin!- Exclamó ella, aun empapada de agua de la cañería del lavabo. El señor Gold siguió riéndose, incluso con mas fuerza.
-¡Oh querida ya lo creo que la tiene!- Dijo entre carcajadas mientras se iba por el pasillo a por el teléfono para llamar al fontanero.
Bella suspiró de frustración. ¿Cómo iba a explicar aquella situación? Seguía roja de vergüenza incluso cuando llegó el fontanero
-Pero...¡Pero si está roto por la mitad!¿Qué han hecho?¿Sentarse encima!?- Exclamó este mirando atónito el lavabo partido. A Rumplestinstkin volvió a entrarle la risa, y Bella quiso que se la tragara la tierra alli mismo.
Definitivamente, no mas arranques de pasión en el baño. Eran muy peligrosos
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Bella entró por la puerta de la cocina, aun con los auriculares puestos, y desabrochándose la sudadera.
¿Quien diablos necesitaba magia habiendo una caja que hacía música ella sola? Le había cogido el gusto a hacer ejercicio por la mañana, y salía a correr siempre a una hora temprana. Abrió la nevera y cogió el cartón de leche, aun bailoteando ligeramente la acelerada música.
-Laralaaa...Tararaaa...- Cantó mientras sacaba también la botella de zumo de naranja. Se paró un segundo, pues la canción estaba llegando a una parte que a ella particularmente le gustaba mucho. Siguiendo el ritmo de la música se movieron sus pies, y pronto estaba bailando sin parar por la cocina, con el pelo suelto y tarareando un poco más alto, cantando parte de la letra.
Movió las caderas y los brazos, en unos pasos de baile que había visto en la televisión, y se dio la vuelta de un salto como si se dirigiera al público con una mirada ardiente.
El grito de susto que dio al encontrar a Rumplestinstkin mirándola no tuvo precio.
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Bella entró en la trastienda, donde Rumple estaba restaurando una antigua pintura.
-Rumplestinstkin.- Le llamó. Este se giró y quedó frente a ella
-¿Si, querida?.
-Dime un nombre de chico.- Dijo ella tomando una silla y sentándose frente a él. Gold enarcó una ceja.
-¿Cómo que un nombre de chico?-
-Si, un nombre de chico que te guste.- Le apremió Bella.
-Pues...Baelfire-
-¿Y un nombre de chica?
Rumplestinstkin sonrió y respondió sin dudar un segundo.
-Bella.-
Entonces ella cogió su mano y la llevó a su abdomen
-Y ahora dime qué crees que será. ¿Niño o niña?
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Bella se acercó al reloj. Le llamaba mucho la atención la palanquita que salía de aquel artefacto. a Rumple no le gustaba que tocara cosas de la tienda, pero ella no podía evitarlo, la curiosidad a veces era demasiada
El señor Gold estaba en la trastienda, concentrado en abrillantar una pequeña estatua de metal...Pasaba el paño con cuidado, por cada detalle de aquel objeto envejecido y con algunos restos oscuros de óxido...
¡PLAF!¡CRASH!¡CRASH!
El repentino revuelo le hizo dar un salto y salió corriendo a ver que demonios estaba ocurriendo en su tienda.
Bella estaba enredada entre el móvil de caballos, con una vasija en una mano, sujetando la puerta de un armario a rebosar con el pie, y con la otra mano sosteniendo el reloj de cuco para que no se cayera de la estantería. Era una imagen realmente cómica.
Bella le dirigió una sonrisa nerviosa
-Ha sido la palanca...-
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-Bella, ¿Querrías salir a cenar conmigo esta noche?- Dijo el señor Gold frente al espejo, que tenía en su despacho de la tienda de antigüedades otra vez. Luego suspiró.
-No...Así no puedo decírselo...- Se dirigió de nuevo al espejo, cogiendo aire.
-Bella, estaba pensando...No. Tampoco.- Se pasó una mano por el cabello, cada vez mas nervioso. Intentaba invitar a Bella a cenar, pero no se le ocurrían palabras acertadas.
-Pasaba por la biblioteca y...¡Es inútil!¡No puedo hacerlo!- Exclamó ya frustrado del todo. Entonces escuchó un ruido en la tienda, y fue a ver si había entrado algún cliente.
No había nadie en la tienda.
El señor Gold miró entonces en el mostrador, y vio un peqeño trozo de papel, escrito.
"Me encantaría salir a cenar. Te espero a las ocho, en "La abuelita".
Bella"
Rumplestinstkin sonrió leyendo de nuevo el papel y mirando despues a la puerta.
Que mujer. Sin duda era su amor verdadero
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Bella no podía dejar de mirarlo. Y los ojos de él tampoco se quitaban de encima de los suyos. Agarrados de una mano, y con la otra en la cintura de Bella, Rumplestinstkin dirigió el lento baile que se desarrollaba en el salón de su casa.
La música sonaba en la radio, sensual y lenta, y los pasos por el salón iban acompasados con ella.
Rumplestinstkin inclinó a Bella hacia atrás
-¡Uuuh!- Exclamó Bella por la sorpresa de aquel movimiento. Luego volvió la vista al señor Gold, que la miraba con una sonrisa enigmática.
-Querida, asi estás irresistible.- Le dijo sin ningún ápice de vergüenza. Bella le dio un pequeño manotazo en la nuca, con las mejillas sonrojadas
-No me digas eso, me sacas los colores.-
-No estás en una posición muy adecuada para decirme que debo hacer...- Rumplestinstkin se acercó a sus labios. En principio Bella volvió la cabeza rechazando el beso, pero Gold no se detuvo ahí, pues conocía a su amada, y se estaba haciendo de rogar. Besó entonces su cuello, que estaba a la vista, y el suspiro de la bibliotecaria le hizo saber que había acertado en la diana. Se asomó entonces de nuevo a sus labios, y esta vez Bella lo acompañó, tomándolo del cuello, y juntándose con él, en un beso pausado y sentido.
Rumple la incorporó sin separarse, y la rodeó la cintura, mientras Bella se abrazaba a su cuello, empezando a besarlo con algo más de ferocidad.
El baile quedó olvidado, en una esquina, junto con la radio.
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-¡PONGO!- Se oyó chillar por la calle.
El dálmata bajaba corriendo la calle principal de Storybrooke, con un histérica bibliotecaria persiguiéndolo, descalza
-¡PONGO! ¡VEN AQUÍ!- Volvió a Gritar Bella. Pasó corriendo como una exhalación por delante del escaparate de la tienda de antigüedades del señor Gold, quien se quedó mirando la calle, atónito ante loq ue acababa de pasar.
Pongo giró una esquina, encontrándose para su desgracia, con un callejón sin salida
-Aaah, perro malo! ¡No te vas a escapar!- Exclamó Bella bloqueando con su cuerpo la única salida de la calle. El dálmata se apretó contra el muro, sin soltar de su boca el zapato que le había quitado a Bella.
-Dame el zapato, Pongo.- Dijo Bella una vez lo hubo acorralado, tendiéndole la mano. Pongo sacudió la cabeza, y se apretujó más contra el muro. Bella enarcó una ceja.
-Dame.- Le dijo de nuevo, autoritariamente. El perro la gruñó, y gimoteó, pero sin soltar su botín.
-Pongo, suelta.- Le ordenó entonces, irguiéndose ante él. Ante la imposición de Bella, Pongo agachó la cabeza y soltó el zapato delicadamente, sin dejar de mirar a Bella, con los ojos de un cachorro derrotado. Bella cogió el zapato y se lo puso, a pesar de lo babeado que estaba.
-Perro malo...- Gruñó ella, y Pongo gimoteó. Se acercó a Bella con la cabeza agachada, sumiso ante la mujer. Bella suspiró y se agachó, acariciándole la cabeza al perro.
-Si jugamos, jugamos con esto.- Dijo sacando del bolsillo una pelota de tenis, y los ojos de Pongo se iluminaron al momento, sabiendo lo que aquello significaba. Saltó a por la pelota, y trotó alrededor de Bella, mientras esta subía de nuevo por la calle principal de Storybrooke.
Cuando el señor Gold vio por su escaparate una pelota de tenis, luego a Pongo detrás de ella, y despues a Bella pasando, sonrió.
Definitivamente ella éra la domadora de bestias.
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Rumplestinstkin buscó. Buscó, buscó y buscó.
Y no la encontraba.
"¿Dónde está?¡¿Dónde está!?" Pensaba para si mismo mientras gruñía subiendo y bajando las escaleras de su casa. El dolor de la rodílla era intenso, punzante, incluso hiriente.
"Me la han robado...Maldita sea, otra vez." Pensó de pronto parándose en seco en el pasillo. Se dio la vuelta sobre los talones
-Maldita sea. MAldita sea!- Exclamó, abriendo la puerta de la cocina, donde estaba su chaqueta.
Bella levantó al vista.
-¿Rumple?¿Qué ocurre?- Dijo dejando la tetera a un lado y llevando a la mesa una bandeja con dos tazas. Una normal...Y la taza desportillada.
Rumplestinstkin se quedó mudo. Y despues soltó un gran suspiro de alivio. Un suspiro que había estado conteniendo durante la última media hora.
Ahí estaba.
-N..Nada, querida. Creí que había perdido algo.- Dijo recuperando la compostura. Ella le sonrió
-¿Te apetece té?
-Claro.- Contestó Gold acercándose a la mesa y tomando la taza...SU taza. La rota, la desportillada. La que encerraba todos los recuerdos de Bella. La que le recordaba cada día quien era.
La que había estado buscando desesperadamente
-Rumple...¿Me estás escuchando?- Le dijo Bella con voz suave
-¿Eh? ¿Qué? Ah, lo siento querida. ¿Decías?- Rumplestinstkin volvió a la realidad quitando al vista de la taza.
-Decía que hace un día precioso. Podríamos salir al bosque a pasear.- Dijo Bella dando un sorbo a su té.
-Claro. Claro querida.- Asintió Rumplestinstkin.
Tenía que recordarse cada día que Bella era real, que estaba de nuevo con él, que el destino le había dado otra oportunidad. Que no necesitaba mirar durante horas la taza desportillada para ver que tuvo amor, porque ahora lo tenía de verdad. En presente. En cada momento.
Aun asi volvió a guardar con cuidado la taza...Sólo por si acaso.
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Continuará...
¿Qué os ha parecido la primera parte? Si alguien tiene sugerencias de alguna escena, por favor, no os corteis, dejarme una notita y haré lo que pueda por plasmarlo. ^^
Besitos
Darkii
