- ¡Jooooooder! -La morena se desperezó mientras la pelirroja resurgía de entre las sábanas- Eso ha estado bien –acertó a decir mientras intentaba recuperar la respiración-.
Aquello le gustaba, huía de las relaciones como si de fuego se tratase y Costia se lo ponía fácil. Además, era bastante buena en la cama, ¿qué más se le podía pedir?
-Mañana tengo que madrugar –comentó minutos después mientras la pelirroja le miraba tumbada en la cama, apoyada sobre un brazo y con la sonrisa de superioridad que aportan las cosas bien hechas. Aquello era sin duda un mensaje poco escondido que quería decir "vete", aunque poca, aún le quedaba un poco de sensibilidad.
-Sí, sí… está bien. Nada de dormir con alguien vaya a ser que salga sarpullido.
-No… no es eso… -era eso claramente- sólo es que no quiero despertarte cuando me levante.
-Vamos Lexa, no hay que fingir. Sabemos bien lo que hay –comentó la morena mientras comenzaba a buscar sus bragas y su sujetador por donde quiera que estuvieran-.
Minutos después, Lexa cerraba la puerta pensando en que quizá había sido un poco egoísta. Costia le había proporcionado un orgasmo rápido (sabía lo que se hacía) pero ella apenas la había tocado. "Bueno, tampoco se ha quejado", pensó mientras caminaba hacia la cocina.
-Ey guapa, ¿qué tal la garganta? –Lincoln, su compañero de piso, se estaba preparando unos macarrones.
-¿La garganta? ¿Y qué coño haces preparándote pasta a las tres de la mañana? –realmente solía hacer cosas sin sentido, Lincoln era realmente raro, aunque ya le había cogido cariño.
-Sí, la garganta, con los gemidos que has metido no me extrañaría que vinieras a por una leche con miel. –Lexa le miró seria, pero al momento tuvo que reírse. –Y los macarrones es porque tengo hambre, lógico, ¿no?
-Sí, sí, logiquísimo –mientras decía esto avanzaba en la minicocina del minipiso para poder tomar un trago de agua-.
-¿Va en serio? –preguntó Lincoln mientras echaba los macarrones en el escurridor. Lexa le miro con cara de no enterarse de nada. –Lo tuyo con la pelirroja, ¿va en serio?
-¿Tú qué crees Lincoln? Ya tenemos anillo, juzgado y restaurante, ¿no te he dicho que eres el padrino? –lo cierto es que la ironía era su campo, pero cualquiera que no la conociera se creería todo eso, era realmente convincente cuando se ponía.
-Vaaaale, vaaaale, Lexa la de los "sentimientos caca" no se encapricha de nadie. Aunque a mí no me importaría encapricharme de alguien que me hace gritar así. –no había terminado de decir la frase y Lexa ya le había dado una colleja-
-Voy a dormir, no vaya a ser que de aquí a un minuto ya hayas alquilado el esmoquin. Buenas noches cabezón. –volvió a darle otra colleja, sin duda era un símbolo de cariño extremo, y fue hasta su cuarto.
No podía dormir, se puso a mirar el móvil y recordó que llevaba mucho tiempo sin mirar esa aplicación que te decía la cercanía de mujeres disponibles. Lo cierto es que Costia le había quitado mucho tiempo de redes sociales y realmente le estaba dando lo que buscaba. Aunque tampoco pasaba nada por echar un ojo. Fue pasando sin detenerse demasiado, la realidad es que había metido en su cama al 70% de aquellas chicas y a las mayoría ya las conocía. Sin embargo, hubo alguien que le llamó la atención. "Vaya, Clarke… tú eres nueva, pensó". Se metió en el perfil de la rubia que, todo había que decirlo, era físicamente bastante más sobresaliente que la media de lo que había por allí. Sólo tenía una foto, parecía recortada de una más grande. En ella aparecía con el pelo suelto y rizado, una camiseta blanca y unos vaqueros negros, acompañado todo de una chaqueta de cuero negra. Parecía que tenía los ojos azules, aunque la foto no se veía nada bien. Cuando Lexa inspeccionó el perfil de la rubia vio que estaba tan solo a diez metros de distancia, "¿Cómo es esto posible?"
Salió de su habitación y se fue directa al salón. Lincoln jugaba a la consola con el plato de macarrones, totalmente vacío, en la mesa.
-Oye cabezón, ¿sabes si tenemos nuevos vecinos?
-Creo que sí, antes de ayer vi algo de movimiento en la puerta de enfrente, traían el montacargas lleno de cosas, ni siquiera creo que les quepa en ese piso, y encima tuve que bajar por las escaleras. –relató todo esto sin quitar la vista de la pantalla.
-¿Y viste a alguien? No sé, así como rubia, pelo largo, buen cuerpo…
-¿Qué tramas Lexa? No, no vi a ninguna rubia, pero sí a un chico bastante guapo al que su pelo medio largo se le pegaba en la cara por el sudor, el gilipollas había subido dos maletas a pulso teniendo montacargas. –dicho esto le dio al pause y dejó el mando sobre la mesa- ¿a qué viene el interrogatorio?
-A nada, sólo que el piso de enfrente lleva demasiado tiempo vacío y quería obtener información. –se sentó al lado de Lincoln. -¿Entonces ni rastro de una rubia?
-Venga Lexa, ¿a quién quieres engañar? –suéltalo todo-.
La verdad es que tampoco había puesto mucho empeño en ocultar sus intenciones, así que sacó el móvil y le enseñó la foto de Clarke.
-¿En esas cosas no se le puede dar a me gusta ni nada? Vaya pibón. –Acto seguido, Lincoln cogió el móvil para verla más de cerca-.
-¡Eh tú! –dijo Lexa mientras intentaba, sin éxito, quitarle el móvil. –Está fuera de tu alcance, la aplicación es sólo para chicas, así que ni lo sueñes. Además, creo que se ha mudado muy cerca, porque pone que sólo está a diez metros. ¿Vamos a pedirles sal?
-¿A las tres y media de la mañana?
-Para tus macarrones. –intentó levantar del sofá a Lincoln que no pudo evitar reírse.
-¿Y si lo dejamos para mañana?
-¿Y si mañana estamos muertos?
-No será de un polvo con tu rubia.
-¡Veeeeenga! Poooooor fi. –A Lexa ese tono de niña le quedaba realmente falso, por lo que no consiguió que Lincoln se levantara para ir a conocer a los nuevos vecinos. –Que sepas que como me muera esta noche sin conocer a la rubia será culpa tuya, tendrás que cargar con eso toda tu vida. Quizá es la mujer de mi vida y estamos aquí perdiendo el tiempo. –Lincoln comenzó a reírse tan fuerte que Lexa le lanzó una mirada de odio.
-Vamos, Lexa. ¿Tú hablando de la mujer de tu vida? Si no te conociera diría que tan solo quieres echarle un polvo, bueno, y si te conociera también. Duerme, mañana será otro día.
Lexa se marchó resignada a su habitación, aunque lo cierto es que Lincoln tenía razón. "¿La mujer de mi vida?" se echó a reír sola y se metió en la cama.
