Reencontrando el Pasado

Capítulo 1

Las fuertes y blancas manos de la rubia enfermera se movían solas, limpiando la sangre que emergía del paciente en turno. Un accidente había roto su pierna y el hueso partido en dos había logrado salir de su espacio natural, hasta la superficie.

Había sido llevado por una ambulancia hasta el hospital, procesado rápidamente al quirófano para ser intervenido y así tratar de salvar su pierna.

Los avances médicos desde la primera Guerra mundial habían progresado mucho y las mutilaciones eran menos numerosas que en ese entonces, ahora los médicos junto a las enfermeras tenían mejores técnicas y equipos que les permitían luchar por piernas y brazos.

En el quirófano, el doctor Dominic Leblanc sentía la frente perlada de sudor, pero sus firmes manos trabajaban con sabiduría, mientras instruía a su fiel enfermera.

Jamás entraba a cirugía si ella no estaba a su lado. Por más de 10 años ella había estadio a su lado y eran un equipo infalible, ambos de carácter duro y poco flexible, amaban sus carreras y se entregaban a largas horas de quirófano y se perdían en el mundo del hospital.

Sus vidas fuera de ahí, era escasa y preferían perder sus horas en los pasillos de un nosocomio, que en las calles de la ciudad, los dos habían participado en la primera guerra mundial y aunque no se habían conocido en ese entonces, compartían las anécdotas del dolor y el sufrimiento en un cuerpo herido o mutilado, la rubia enfermera había seguido su carrera en Francia tras terminar la primera guerra mundial, no había nada en América por lo que quisiera volver y los días en esa vieja Europa comenzaron a ser un hogar para ella,

-sujetalo con fuerza Candice – le ordenaba fieramente el doctor a su enfermera. - ya casi hemos terminado, solamente tengo que darle unas puntadas más y estará listo.

Sin abrir la boca la rubia seguía las instrucciones minuciosamente, su verde mirar se concentraba en la herida que era cerrada por el doctor Leblanc, una vez terminada la cirugía, se acercó al doctor Leblanc para despojarlo de sus guantes y el tapabocas. Los desecho en un tambo que pararía en la lavandería para ser desinfectados, quito la bata del hombre para inmediatamente después despojarse ella misma de sus ropas de quirófano.

-necesito que venga conmigo para levantar el reporte de la cirugía.

-iré con usted en seguida. – contesto presurosa Denis una joven enfermera de cabellos castaño obscuro.

-usted y la señorita Zidane quédense a limpiar el quirófano,…..Candice ven conmigo.- sin decir palabra la rubia salió detrás del doctor sin mirar a sus compañeras.

-como odio a esa Candice siempre al lado de Dominic.

-Denis callate si te escuchan llamarle así al doctor Leblanc tendrás problemas, además ella llego con el y al parecer siempre han estado juntos

-por eso la odio, seguramente es ella la que goza de los favores del doctor y él es tan guapo….lo que daría yo por visitar su cama alguna vez.

-no digas tonterías ese hombre podría ser tu padre…

-no exageres, no es tan viejo y no puedes negar que es encantador.

-no está mal, pero yo prefiero un hombre de mi edad y no un cuarentón como el.

-qué edad crees que tenga?

-creo que cumplió 45 el mes pasado o eso es lo que escuche que hablaban en la sala de descanso los otros doctores.

-no está mal y es viudo, cierto?

-su esposa murió de tifoidea o algo así, a mí me da desconfianza que casualidad que la esposa de un doctor muera…..

-son doctores no dioses y yo no creo que un hombre tan dedicado como el doctor provocara la muerte de su propia esposa o peor aún que la dejara morir

-con tal de ser libre con la amante, es muy posible….

-tenías que mencionarlo - contesto molesta Denis – pero esa Candice va a conocerme.

-no te metas con ella, el doctor Leblanc no estará muy feliz que te metas con su asistente, mejor comportate y quedate quieta.

Denis no contesto a su compañera solo miro la puerta por donde el hombre de sus sueños y esa mujer habían salido.

El brote de la segunda guerra mundial se olía en las calles, Europa volvería a vestirse de rojo y muerte, Francia era protagonista nuevamente y los hospitales se preparaban para lo que ya anticipaban como Dias interminables de dolor y sufrimiento, sin embrago para Denis la guerra no estaba en su anecdotario, era muy joven cuando se suscitó la primera guerra mundial y en su mente aun podía concentrarse en temas como el amor platónico.

En la oficina del doctor Leblanc, Candice escribía el reporte de la cirugía mientras el hombre leía unos documentos, su rostro se relajó un poco más cuando termino de leer y miro a la rubia con esa mirada que ella conocía perfectamente.

-¿qué sucede? – los ojos de la mujer eran curiosos y fríos a la vez, su verde mirar había perdido la dulzura y alegría de antaño, ahora eran fríos e indescifrables.

-nos vamos a Londres.

-¿A Londres? – su gesto mostro descontento, no pasó desapercibido por el, que inmediatamente tomo la palabra nuevamente.

-no podemos quedarnos aquí, esta guerra será aun peor que la anterior, esta gente enferma de poder aprendió nuevas estrategias y han mejorado su tecnología quieren saciar su enfermizo deseo de poder, no quiero que ni tu ni yo pasemos por algo así nuevamente, ya no somos los mismos jovencitos de antes y no quiero que lo mucho o poco que nos quede por vivir se vea envuelto en el fuego ensordecedor de la guerra, viajaremos ahora que podemos hacerlo libremente.

-no quiero ir a Londres - fue la cortante respuesta de la rubia.

-no es momento para hacerse la remilgosa, nos iremos cuanto antes.

-vete tú, yo no tengo la más mínima intención de moverme de aquí.

-¿quieres morirte en la guerra Candice?

-si es lo que me toca vivir que así sea, yo no saldré huyendo, soy enfermera y se cumplir con mis obligaciones.

Lleno de furia el doctor Leblanc se puso de pie y camino hasta la rubia que lo encaro con entereza, el hombre la tomo por los hombros y la obligo a mirarlo, para después tomar sus labios con fuerza en un beso sin ternura ni suavidad, pero lleno de significado.

-no te dejare y lo sabes, nos iremos a Londres y se acabó la discusión.

Los brazos del hombre la tomaron por la cintura y la apretaron contra él, sus labios volvieron a tomar los de la mujer que lo recibieron con la misma fuerza, la lengua de Dominic encontró un recoveco para escabullirse dentro de la boca de la rubia, para inmediatamente explorarla y encontrar la lengua de ella, entrelazándose y reconociendo su sabor, las manos del doctor acariciaban la espalda de la rubia que se apretaba contra el cuerpo de él, la tocaba con urgencia, de la misma forma en la que había comenzado su acercamiento se soltaron de súbito, para que la rubia le diera la espalda y caminara alejándose de él.

-no puedes obligarme

-si puedo y lo hare.

-no tienes ningún poder sobre mí, no soy tu esposa….solo somos amantes de ocasión – su voz desdeñosa, encolerizo al doctor.

-no digas tonterías Candice tu eres mi mujer, lo has sido por muchos años y si no estamos casados es porque tu así lo quieres.

-no recuerdo que me hayas pedido que me casara contigo – su mirada lo atravesó para después sonreír sardónica – y no hace falta que me lo pides la respuesta la sabes, pero aun así no iré contigo Dominic, eres libre de hacer lo que quieras yo me quedare en Paris – la rubia dio dos pasos para alcanzar la puerta y salir al pasillo, pero Dominic le gano la zancada y cerró la puerta para acorralarla nuevamente.

-te llevare a rastras, hare que te trasladen, no estoy jugando Candice y te obligare a ir conmigo, tenlo por seguro.

-entonces tendré que ver como harás para lograrlo - estiro su mano para agarrar el picaporte y salir de la oficina, siendo el doctor quien cerrara la puerta con fuerza una vez más. – dejame salir Dominic tengo mucho trabajo.

-eres una necia…pero no nos quedaremos…haz tu maleta Candice porque saldremos muy pronto.

La rubia lo miro con reto y en silencio abandono la oficina dejando al hombre furioso, una vez la puerta se cerró, golpeo el escritorio con sus manos para después llevarlas hasta su cabello con desespero, miro nuevamente la puerta por donde la mujer había salido y suspiro con angustia, tendría que hacer uso de sus contactos para obligar a Candice a salir de ahí, su instinto le decía que tenía las horas contadas para salir de Francia, no tenía familia ni muchos amigos, por lo que Inglaterra era el lugar más alejado al que podría huir y no pensaba dejar a Candice atrás, esa mujer se había convertido en la única persona que le importaba en el mundo, tras la muerte de su esposa 8 años atrás y sin descendencia Candice era la única persona en la que se refugiaba y no solo había encontrado una colega, una amiga o una amante, sino la mujer que silenciosamente se había ganado su admiración tras su trabajo duro y su conducta recta.

Se habían convertido en amantes tras una noche en la que la rubia enfermera lo encontró llorando su soledad tras la muerte de su esposa y ofreciéndole consuelo habían terminando enredándose entre las sabanas del cuarto de descanso de las guardias nocturnas, sin proponérselo ni hablar mucho al respecto se convirtieron en amantes de ocasión.

Llenaban su soledad con su compañía y aquietaban la angustia después de largas horas de quirófano en el cuerpo uno del otro, no sabía nada mas de ella que lo que veía y convivía, la rubia jamás lo dejo entrar a su vida, el hermetismo con el que la ella guardaba su pasado era impenetrable y el jamás quiso transgredir las barreras colocadas por ella.

Tan solo se limitaba a compartir las horas de hospital, llevarla a su departamento y de vez en cuando compartir el lecho, los fines de semana los dedicaban a pasear y pasar largas horas en charlas y debates que en muchas ocasiones terminaron con sus cuerpos desnudos en la alfombra de su estancia o en cualquier otro lugar, no podía negar que la rubia era una mujer apasionada y llena de belleza.

Se escondía tras su holgado uniforme de enfermera, pero en su desnudes no podía ocultar su escultural cuerpo que a sus cuarenta años aun permanecía intacto y con la apariencia de haber sido esculpido a mano, sus cabellos dorados se enroscaban hasta la mitad de su espalda, aunque la mayor parte del tiempo permanecía trenzado, su rostro endurecido por la edad y las difíciles experiencias de la vida, se delineaba finamente, sus ojos verde esmeralda no brillaban como en mejores tiempos, pero habían adquirido un misterio que más de uno quería resolver, su nariz respingada y pequeña ya había borrado las pecas que en su adolescencia habían sido su sello característico, sus labios delgados y carnosos invitaban a soñar con ellos al igual que sus generosos senos y curvas definidas que llevaban a los más pecaminosos pensamientos, su carácter osco y silencioso siempre llevaba a los hombre que se atravesaban en su vida a querer conquistarla o al menos llevarla a terrenos poco decentes.

Sin embargo ella siempre se mostraba recta e impenetrable, solamente a el le había abierto una puerta en su vida y aunque no lo dejaba entrara más, Dominic había aprendido a conformarse y vivir diariamente con lo que la rubia le ofreciera, después de todo no era más de lo que él le daba a ella, sin embargo ahora se encontraba en la encrucijada de seguir adelante para preservar su vida y dejarla a ella atrás a su suerte, pero fue entonces que su corazón lo detuvo para enfrentar su sentimientos e inmovilizarlo.

Candice había salido de la oficina molesta por la dominante actitud de Dominic y renuente a moverse de Paris, no lo acompañaría.

Para ella no existía más lugar que Paris. Había invertido los últimos veinte años de su vida en ese lugar y no quería moverse de ahí, ya había franqueado una guerra y sabía que no sería fácil, ni agradable, pero no pensaba salir huyendo, en los últimos años se había refugiado en Dominic para ahuyentar el doloroso silencio de su vida.

La soledad le había comenzado a lastimar, y sin meditarlo mucho, dejo que el doctor Leblanc llenara el vacío de su vida y su lecho, en sus brazos se había convertido en mujer y él era el único hombre que había entrado a su vida en esos años de autoexilio en Europa.

Ahora el quería marcharse por el temor a la guerra y la dejaría en el mismo negro silencio de antes, pero prefería enfrentar esa soledad y la pesadilla de la guerra a encarar el miedo que le provocaba salir de Europa y sentirse vulnerable, eso si que no lo podría controlar y ya se sentía muy vieja para librar nuevas batallas existenciales.

Entro a la sala de enfermeras, para recoger su instrumental y comenzar su recorrido por los pabellones, al salir se encontró de frente con Denis y Sarah que venían del quirófano, Denis choco con la rubia sin disimulo, despertando el carácter fuerte que Candice había desarrollado.

-fijate por donde caminas niña, no sea que termines en el suelo cualquier dia de estos.

-¿me amenazas? – la reto irreverente la chica.

-¿tu qué crees? - los ojos verdes de la rubia se habían convertido en estacas de hielo.

-no me parece que sea el comportamiento de una advenediza como tú.

-tu aun usabas pañales cuando yo ya laboraba aquí, así que no me vengas con estupideces.

-no importa el tiempo que pase, jamás dejaras de ser una advenediza.

-de igual forma aprende a respetarme…..

-¿o qué? … es que vas correr con tu amante para que te proteja.

El rostro de Denis recibió el fuerte impacto de la palma de Candice que sin más miramientos la abofeteo, sorprendiendo a la joven que con los ojos llorosos no dejo de mirarla con odio.

-no necesito que mi amante me defienda, yo puedo hacerme cargo de niñas estúpidas como tú, a el únicamente lo necesito para que llene mi cama. – la rubia salió del salón tras dirigirles una mirada asesina a ambas chicas.

Estaba acostumbrada a los rumores mal intencionados desde muy temprana edad y no la habían doblegado jamás, ahora era aún más difícil poder intimidarla, sabía perfectamente que Dominic era un hombre atractivo y deseado por las enfermeras, todas le coqueteaban y le ofrecían su cariño sin compromiso alguno, pero él era demasiado serio y poco tratable, no daba mucho espacio para que lo abordaran, por lo que algunas mujeres se abstenían, pero había otras como Denis que no le tenían miedo al rechazo e insistían una y otra vez.

Querían descubrir lo que sería ser poseída por un hombre como Dominic Leblanc y su bien formado cuerpo a base de deporte y una alimentación balanceada. Pero lo que en realidad las atrapaba era su trato educado, el gris de su mirar combinando a la perfección, con su cabello castaño oscuro con tonos caoba, que se ondulaba en una muy corta melena, su mandíbula cuadrada pero fina le daba un toque singular, su barba cerrada aunque siempre bien rasurada lo hacía lucir varonil, su expresión seria pero gentil resultaba sensual muy a su pesar, era un buen hombre callado pero de buenos sentimientos y totalmente entregado a su profesión. Al lado de Candy hacia una pareja inigualable, ambos eran bellos aunque con el alma resentida por el trato de la vida.

Candice salió con el alma endemoniada de la sala de enfermeras, se preguntaba por qué siempre había tenido que batallar con gente tonta como Denis, estaba harta de tener que defenderse a cada paso que daba, era como si la gente siempre estuviera al pendiente de lo que ella hacía para atacarla o criticarla, camino ágilmente hasta el primer pabellón donde se encontró con una anciana, que no podía evitar mostrar el dolor de su cuerpo en el rostro, con los ojos cerrados fruncía el ceño y se quejaba apenas audible, Candice se acercó a ella y tomos sus manos con suavidad, se acercó a su oído y sutilmente le pregunto.

- ¿le duele mucho?

-no mucho…..-la anciana trato de sonreír tras entre abrir los ojos y descubrir a la rubia enfermera que siempre pasaba tiempo con ella tratando de calmar su convulsionado corazón, que junto a su cuerpo le dolían a cada respiro.

-hablare con el doctor para que le dé una dosis extra esta noche, y pueda dormir tranquila. - la mano de la enferma apretó sutilmente la de la anciana en son de apoyo.

-gracias hija eres muy buena.

-no quiero que sufra.

La anciana le regalo otra sonrisa y dejo su cuerpo descansar nuevamente, la caricia de la rubia la había consolado y se sentía con más fuerza para soportar el dolor.

La enfermera siguió su recorrido por varias horas hasta que al fin cansada vio llegar la hora de terminar su turno y poder ir a descansar a casa, fue hasta el salón de enfermeras y tras la puerta donde se cambiaban el uniforme, se despojó del batón blanco, para sustituirlo por una falda larga y recta que se entallaba a sus caderas, una blusa tejida del mismo color, trenzo su cabello nuevamente, cambio sus zapatos por unos negros sin tacón y salió de ahí por la puerta de empleados, unos pasos atrás Dominic la seguía, iba a tocar su hombro, pero Denis lo intercepto.

-doctor Leblanc ¿podría acercarme a mi casa? – su voz melosa desespero a Dominic que lo único que quería era hablar con Candice para convencerla de viajar con él.

-lo siento señorita Duboa pero tengo algo de prisa.

- que lastima esperaba que me pudiera llevar, así podría invitarle un café- su coquetería era deliberada y poco sutil, pero Dominic no pudo evitar esquivarla y mirar sin disimulo a Candice que simplemente siguió su camino a la salida.

-quizá en otra ocasión, en estos momentos tengo prisa y…Candice espera – grito al ver qua la rubia salía del hospital.- lo siento de verdad, quizá …..después…..esto último lo dijo tras emprender su carrera hasta la rubia.

-Candice espera…- sujeto a la rubia por el brazo obligándola a detenerse - ¿porque no me esperas? Te estoy llamando.

-no te escuche, además hoy no puedo ir contigo tengo algo que hacer - mintió sin titubear y quiso echar andar nuevamente pero la mano fuerte del doctor la detuvo.

-¿qué sucede contigo? ¿Tienes algo que hacer? - su mirada era demandante, suplicante…- tenemos que hablar.

-no quiero hablar, quiero estar sola, por favor… hoy no

-hoy si, es importante por favor…..Candice sabes que no te lo pediría si no fuera de suma gravedad.

-está bien….- accedió sin mucho convencimiento, quería evadir la situación, esconderse hasta que él hubiera desaparecido no quería enfrentar una discusión y mucho menos aun una despedida.

En silencio los dos se dirigieron al auto de Dominic y tomaron las calles parisinas, atravesaron los campos elíseos y giraron a una zona de mediano nivel, en seguida Candice se alteró y miro al doctor que con seriedad absoluta conducía el auto, su mirada se perdía en el horizonte, sus cabellos despeinados caían en su frente, un mechón enroscado lo hacía ver arrebatadoramente varonil, Candice lo miro y sintió deseos de besarlo, pero su incomodidad la trajo a su tensión nuevamente.

-¿a dónde vamos, creí que me llevarías a mi departamento?

-iremos a mi casa, hay más privacidad.

-por dios Dominic, en mi departamento hubiéramos estado bien.

El doctor no le contesto y continuo su camino hasta llegar a su casa, estaciono su auto y salió rápidamente para asistir a su acompañante en el asiento de al lado, la rubia bajo y camino tras su anfitrión hasta la puerta de la vivienda, una vez el hombre abrió la puerta Candice entro y fue hasta la estancia, el lugar era familiar para ella por lo que no necesitaba ningún tipo de guia, dejo su bolso en una mesita de cristal y se sentó en el sofá, miro al doctor y con determinación le dijo

-terminemos con esto de una buena vez…

- lo mismo pienso, creo que debes dejar atrás tu actitud de niña caprichosa y entender que tenemos muy poco tiempo antes de que la guerra estalle y las fronteras se cierren,

-Dominic nos debemos a la medicina, a curar, a ayudar porque ahora quieres huir de ello, no estas siendo tú mismo.

-tienes que escucharme tengo un mal presentimiento, sé que esta guerra no será como la que ya vivimos, será peor, mucho peor. y ambos sabemos que la anterior no fue nada agradable, ambos estuvimos en riesgo de morir, no quiero que pases por lo mismo y yo tampoco quiero volver a esa pesadilla interminable, por favor Candice vámonos, ya tengo lo que necesito, tendremos trabajo al llegar a Londres, estarás conmigo yo te protegeré.

-¿por qué quieres que vaya? ¿Para qué? Este es mi mundo, aquí está mi casa, no tengo nada que salir a buscar. Si muero, moriré aquí.

-no quiero morir todavía, la vida no ha sido lo que yo esperaba y me ha tumbado innumerables veces, pero no quiero darme por vencido, no quiero llevarme una derrota, quiero morir viviendo, no solo dejarme ir y no voy a dejarte ir a ti tampoco, quiero que luches por vivir, por volver a sonreír. – sus ojos miraban a la rubia con un brillo jamás visto por ella, sentía su alma vibrar y se atemorizo, no quería volver a sentirse así, no quería sentir la sangre correr por sus venas, para sin remedio ser azotada una vez más.

-no me necesitas doctor tienes todo para vencer y encontrar lo que quieres, yo salgo sobrando.

-que equivocada estas...este nuevo suspiro que sale de mi pecho es por ti, tú me has revivido y quiero renovarme para ti, para nosotros, quiero que nos demos una nueva oportunidad para vencer a la vida, retémosla juntos, vamos a atrevernos a soñar nuevamente.

-ya estamos muy grandes para eso y la verdad yo no quiero renacer, yo estoy tranquila y se lo que quiero, no necesito arriesgar.

-jamás seremos lo suficientemente mayores para emprender una nueva jornada, estamos vivos y estamos juntos, por favor Candice intentemos ser felices, busquemos la esperanza, vámonos a Londres

Candice lo miro dubitativa, silenciosa, con los ojos gritando por encontrar una luz que le diera la respuesta, sus labios se entreabrieron, pero no dijo nada.

-tu eres lo más importante en mi vida y sin ti no me iré…..pero no me quiero quedar – Dominic la miraba suplicante deseoso de una respuesta positiva. – tu eres la única persona que quiero ver cuando despierto y a la que quiero a mi lado los días tristes y de cansancio, no quiero brindar con otra copa más que la tuya para recibir un año nuevo o para celebrar cualquier triunfo, día a día te has convertido en alguien esencial y nada tiene sentido si tu no estas a mi lado…..Candice yo te amo…..

-calla…..por favor Dominic no me digas eso, no quiero escucharlo – Candice se sobresaltó al escuchar las palabras del doctor, sus oídos se cerraron a escuchar, sus ojos se negaron a ver, en su rostro se atravesó una mueca desencajada de terror.

-no le temas al amor,…..no quiero saber cuáles son tus heridas, solo quiero que te des la oportunidad de seguir viviendo, de seguir sintiendo, dejame estar contigo, yo te protegeré y te prometo que no habrá fracasos esta vez, somos dos personas que han caído derrotados y que saben cómo evitar un nuevo revés, date la oportunidad y yo estaré ahí para apoyarte con todas mis fuerzas, no tengas miedo yo estaré siempre contigo.

Dominic se acercó a Candice que se había puesto de pie tras escuchar que la amaba. Temblaba visiblemente, Dominic extendió sus brazos y la acuno en su pecho para protegerla y brindarle la seguridad y protección que pedía a gritos silenciosos.

Después de un momento la rubia se deshizo del abrazo y dio dos pasos lejos del hombre, dándole la espalda, sin poder resistirse el doctor Leblanc la tomo por los hombros y recargo la espalda de la rubia en su pecho, sintiendo la tensión en la mujer.

Comenzó a besar su cuello suavemente, deslizo sus manos desde sus hombros hasta rodear su cintura y anudar sus manos frente a su abdomen, la rubia dejo caer su cabeza de lado, permitiendo las caricias con libertad, los labios de Dominic viajaban por el blanco cuello que le ofrecían, llego hasta su oído y beso el lóbulo acompañándolo de suaves mordiscos que lograron un gemido de la rubia, sus manos habían abandonado su abdomen para llegar hasta sus senos y acariciarlos suavemente, hasta que se convirtió en un suave masaje que aumento los sonidos guturales de la mujer , lentamente ella dio vuelta hasta quedar de frente al hombre que la miraba deseoso sin ocultar su propósito, sus labios se encontraron en un beso urgido y lleno de humedad, sus labios se movían buscando el ángulo perfecto de compenetración, mientras sus lenguas danzaban llenándose de su sabor.

Las manos hábiles del francés despojaron de la falda a la rubia que ya trabajaba en desabotonar la camisa de su mentor, una vez que consiguió su cometido siguió con el cinturón y el pantalón del hombre que ya mostraba su masculinidad deseosa de ser atendido , con urgencia el hombre tomo a la rubia en sus brazos llevándola hasta la habitación donde la deposito suavemente sobre el lecho, la despojo del sweater y de la fina lencería que usaba.

Con delicadeza, comenzó besando sus piernas, subiendo sin prisa, entregándole a cada paso un beso suave y firme, paso por su feminidad deteniéndose por un breve momento para entregarle un beso más completo, tomando la carne que se entregaba a él sin medida, su sabor dulzón lo altero aún más siguiendo su camino por el ombligo y su plano abdomen, subió la mirada y se encontró con dos grandes montañas que subían y bajaban por la respiración entrecortada de la mujer que ya hacía con los ojos cerrados, emitiendo callados gemidos cargados de placer.

Dominic llego hasta los pechos de su mujer para tomarlos en su boca y saborearlos a placer, mordisqueaba y lamia los pezones rosas de la rubia que respiraba jadeante por la boca, mientras sus manos a sus costados apretaban las cobijas que cubrían la cama, finalmente el francés llego hasta la boca de la mujer que lo beso habida, sus besos eran urgidos y sus caricias comenzaron atrevidas, mostrando su demanda, sin más preámbulos Dominic abrió libremente las piernas de Candice para sumergirse en el centro de su deseo, provocando un gemido en la garganta de la rubia, mismo que acallo con un beso completo, por interminables minutos danzaron su apasionado ritual, ambos habían encontrado en el otro la plenitud sexual , embonaban a la perfección, estaban hechos el uno para el otro y en lo que respectaba al francés, comenzaba a conectar su alma a la de ella, por lo que todo ese ritual significaba mucho más que solo una unión física, su entrega era aún más demandante y a la vez daba todo lo que estaba en él, para hacer el momento únicamente mágico.

Exhaustos y complacidos descansaban en el lecho, Dominic abrasaba a Candice que permanecía en silencio acurrucada en sus brazos, pensativa, ella tampoco quería pasar por otra Guerra, su alma ya había visto demasiadas desgracias y dolor, como para continuar en el mismo camino de la desesperanza, tenía miedo de salir de su escondite y ver nuevamente el mundo, pero sabía que no quería perder lo poco que tenía con Dominic. Solo eran amantes, nada los unía, sin embrago él le había dado apoyo y seguridad y jamás le había dado indicios de que la tratara como una aventura pasajera, por el contrario. Él le había prometido no dejarla y lo que era aún más fuerte le acababa de pronunciar las palabras que no quería volver a escuchar " te amo", era difícil decidir entre enfrentar otra destrucción frente a la guerra o salir del caparazón en el que se había metido por los últimos 20 años, cerró los ojos y sintió una punzada de dolor en el pecho, tenía que decidir…..quedarse sola frente a la destrucción o enfrentar al mundo al lado de Dominic.

- ¿cuándo partimos? – su voz temblorosa, electrizo al francés que de súbito abrió los ojos y estrecho a la rubia en sus brazos con más fuerza.

-pasado mañana….

Sus cuerpos entrelazados en un abrazo, se mezclaron para unirse y enfrentar la aventura que se disponían a vivir juntos.