PPG no me pertenece, es propiedad de Criag McCracken, tomo prestados a sus personajes para la histria.

*Nos vemos abajo.


Nieve.

Ahuecó ambas manos a la altura de su boca, sopló suavemente y cerró los ojos. No necesitaba ver para saber que saldría un suave vaho, una de las cosas que más le gustaban del último mes del año, la última estación del año, el frío. Era extraño, invierno era cuando mejor se sentía, más a gusto y definitivamente, más tranquila. En invierno se sentía más unida a ella misma, la única época del año dónde el constante cosquilleo de su piel se sentía natural. Sonrío casi sin darse cuenta, dentro de pocos días empezaría a nevar —suponía—, dentro de pocos días podría ir por la calle sin mirar a su espalda todo el tiempo, aguardando ver a algún niño corriendo en su dirección, para pedirle un poco de nieve con la cual jugar. Dentro de pocos días más finalmente caminaría con tranquilidad, sabiendo que el mismo clima haría por ella lo que todos llevaban semanas pidiéndole, nieve.

Bajó las manos y fijó la vista en el camino. Todavía le quedaban unos kilómetros por delante, miró el reloj de su muñeca y frunció el ceño casi por reflejo, diez minutos tarde. Había estimado llegar a la estación de tren exactamente las once treinta de la mañana, eran once veinte y seguía atorada en el tráfico desde hacía quince minutos. Cerró las manos en torno al volante tratando de controlar sus impulsos. Llegaría horriblemente tarde si no decidían avanzar en algún momento cercano. No le molestaría en lo absoluto salir de esa monstruosa caja de metal y hacerse los diez minutos faltantes volando, ¡si no fuera por el puto coche! No podía simplemente dejarlo ahí, a mitad del puente de Townsville.

Frotó sus sienes, con la cabeza recargada en el asiento cerró los ojos y respiró.

Una, dos, diez veces hasta que la rabia remitió. Miró al frente, nada parecía haber cambiado en esos diez segundos de relajación, volvió a ver el reloj, once veintidós. Gruño dentro del vehículo, dónde nadie podría escucharla, estiró un brazo al asiento trasero y alcanzó su bufanda, dos vueltas alrededor de su cuello eran suficientes, quitó la llave del contacto y bajó. Con un portazo —que parecía destino a destruir algo más— se alejó, caminando con firmeza hasta dónde se originaba el tráfico.

Esperaba —oh, por su propio bien lo deseaba— que no fuera más que una ancianita que no comprendía porque la estaban multando, si era una anciana no habría necesidad por enojarse tanto, después de todo, si era una ancianita, no le quedaría mucho tiempo en la tierra… oh, ese pensamiento no se sentía nada bien en esos momentos. Carraspeó y eliminó la idea de sus archiveros, no necesitaba pensar tan negativamente a esas horas del día. Mientras más cerca estaba del origen de su retraso, la idea se sentía más que deliciosa para llevarla a cabo.

Justo frente a ella, rodeado por un centenar de patrullas y oficiales, un tráiler volcado trataba de meter toda —millares y millares— su mercancía de vuelta, para poder ponerse en pie y seguir. Blossom sintió la bilis ascender por su garganta y transformarse en odio puro. ¡Tardarían horas! Días si es que seguían pasando botella por botella de mano en mano hasta devolverlas a sus embalajes. Presionó el arco de su nariz y les dedicó la peor de todas miradas de su repertorio.

—Tienen, que estar, jodiendo.

—¡Señorita, por favor vuelva a su vehículo, pronto vamos a…!

Y antes de que el hombre, quién ya daba señales de estar tramitando su jubilación, pudiera terminar su oración, Blossom se hizo paso entre los hombres vestidos de negro, empujando a todo aquel que quisiera detenerla y llegó hasta la altura del dueño del tráiler —a quién también apartó—, le miró tan furiosa que pudo haberlo congelado ahí mismo, ella, pudo haber pasado de ser una joven y hermosa mujer, a la mismísima Medusa. Todos cuantos pudieron ver esa expresión en su rostro, se apartaron. Blossom tomó el costado del tráiler y lo puso en pie sin el mayor esfuerzo, ante el asombro de todos. Sin cambiar su expresión ni un poco, fue el otro extremo de la carretera, empujó —pateó— todas las botellas hasta que hubo camino suficiente para avanzar y volvió a ver su reloj. Once treinta, ¡la madre que los parió!

—Vuelva a cerrar la calle por una estupidez como esa, y yo misma los lanzó al mar a todos.

No fue hasta que estuvo dentro del auto, con el motor ronroneando y de camino a la estación de trenes, que pudo respirar más tranquila. Hasta entonces se permitió arrepentirse de su actitud… al menos un poco. No, no sentía haber destruido parte de la mercancía tirada. No, tampoco resentía el susto de muerte que le dio a esos hombres. Tal vez sí se lamentaba el haberles hablado de esa forma, no era lo correcto, ahora lo entendía. Sin embargo, piso el acelerador y salió de aquella horrorosa calle.

Quince minutos más tarde de lo anticipado, estaba finalmente en la estación.

Sin apagar el motor, bajó y buscó con la mirada a su amiga y su novio, ellos debían estar ahí desde hacía quince minutos, esperándola. Un miedo al que no fue capaz de ponerle nombre la invadió, ¿y si se habían marchado al ver que no llegaba?

—¡Blossy! —suspiró. Ahí estaban ellos. Bajando las escaleras, con las manos llenas de maletas venía a quién últimamente consideraba su mejor amiga, detrás de ella, el responsable de su "viaje" hasta la estación. Un —bajo la definición de Alice— bicho irlandés. Extendió los brazos para recibir a su segunda rubia favorita en el mundo, con un abrazo, ella se lanzó directamente y le echó los brazos al cuello—. ¡Te extrañé muchísimo!

—Yo también te eché de menos —acarició su cabello con esa forma maternal tan propia de ella—. Lamento mucho la demora, un tráiler se volcó en el camino y los estúpidos detuvieron el tráfico por nada.

«Por nada» decía ella. No estarían de acuerdo los hombres que dormirían aterrorizados ese día y los siguientes, temiendo que aquella pelirroja volviera para "tirarlos" al mar.

—Bueno, hay que irnos antes de que… —la voz de Alice fue apagándose hasta volverse un susurro. Blossom y el bicho irlandés, la miraron sin comprender lo que ocurría—. ¡Está nevando! Es irónico, cuando dejamos Inglaterra, también estaba nevando.

Esas simples palabras, cayeron sobre Blossom como un bálsamo. No es que una simple nevada pudiera levantare el ánimo de la misma manera en que lo hacía con Alice pero, de alguna forma, la aliviaba. El fresco, aire invernal, combinado con el frío incomparable de la nieve sobre su piel, surtían un efecto —que seguiría sin nombre unos años más— relajador en la chica. No era sólo que pudiera crear hielo, parecía ser parte de ella.


He vuelto de entre los muertos (porque he muerto de frío) para traerles esta nueva historia (porque sí, será una historia en escencia) chiquita y linda para el nuevo reto al que he entrado con Mortem (volví a retarla, así que verán un poco de ambas, otra vez). El reto es muy parecido al fictober, pero en esta ocasión no hay límite de palabras (cómo podrán haberse dado cuenta), hay una palabra cada día en la cuál nos tenemos que basar para los capítulos (en mi caso, no en el de Mortem). Hoy que es primer día tocó "nieve".

Rápida aclaración: incluiré a mis Oc de mi FF Criminal, a diferencia del fictober, que era una especie de "spin-off" de mi fic, esté no lo será y tampoco tiene nada que ver con él. Sólo quiero agregar a mis Oc's. Para sacarlos de dudas (a los que leen mi fic).

Otra aclaración: voy a trabajar esto como si fuera un fic pequeñito (porqué termina el 25 de diciembre), así que todos los capítulos tendrán continuidad el uno del otro (revisé a profundidad la lista de palabras, y puedo hacerlo sin ningún problema). No estoy segura de que tan largos vayan a ser los capítulos, son de escribirse un sólo día, así que los subiré del largo que salgan con las páginas que sean (según el formato con el que acostumbro trabajar) así que espero les haya gustado este primer capítulo. Mañana verán la continuación y así (?)

Ya no tengo nada más para decir así que... ¡Oh! Sí tengo algo más que decir, haré lo posible por subir un último capítulo de Criminal antes de que se acabe el año. Bueno, ahora sí me voy.

LD.