Disclaimer: Los personajes e historia original le pertenecen a Rumiko Takahashi. Esta historia pertenece a una chica del foro ¡Siéntate! (luego, revelaremos a quien).
Fic participante del juego del foro ¡Siéntate!, Mes de la Amistad: Amigo Secreto. Este fic particular está escrito para Onmyuji, de su amiga secreta.
¡Le dejamos la pequeña viñeta para que lo disfruten!
PALABRAS.
EL VERDE NO ES SÓLO UN COLOR
I
A lo largo de su vida, el verde había significado muchas cosas para InuYasha; cuando niño, solía adornar su ramito de flores amarillas con alguna hierba verde y brillante para correr luego a obsequiársela a su madre.
La princesa Izayoi iluminaba su rostro con una hermosa sonrisa al ver al encantador pequeñito correr a ella con el ramito de flores en la mano. Izayoi lo recibía en sus brazos y el pequeño hanyo sentía el calor de mamá y sus delicadas manos acariciarle sus inusuales orejitas.
En esos momentos, el color verde significaba felicidad.
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InuYasha nunca olvidó a su madre a pesar de tantos años sin ella; la visitaba siempre y le contaba en susurros las peripecias de su vida. A veces quería llorar, pero no podía. Sabía que a ella no le haría gracia verlo triste. Entonces se quedaba callado; mirando fijamente la capa de hierba verde que cubría la tumba de su madre.
Entonces, el verde significaba el paso del tiempo.
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Caminaba detrás de ella con el ceño fruncido. ¡Joder que esa sacerdotisa era un hueso duro de roer!
—Venga, Kikyio, ¡dame la perla de una vez! —Había pasado tiempo desde que la encontró por primera vez en el bosque, desde entonces no había dejado de seguirla, con la esperanza puesta en que la chica cediera y le entregase la perla.
Pero con el tiempo, se dio cuenta que era solo una fantasía onírica. Ella no cedería.
InuYasha no supo en qué momento se encontró hablando con ella y con la pequeña Kaede; en qué momento había cedido en su actitud arisca y la acompañaba a todos lados; en qué momento había empezado a sentirla como su igual…
De vez en vez ladraba reclamando la perla. Aun sabiendo que la respuesta sería siempre la misma.
—No seas tan impaciente, InuYasha.
Entonces él murmuraba alguna frase ininteligible y la miraba ceñudo. Pero pronto se le pasaba.
Una tarde, sin embargo Kikyo le citó en un campo de verdes pastos, le dijo que podían tener una vida normal si le la perla fuera purificada con un deseo correcto. Podrían vivir como humanos y envejecer juntos frente a las crepitantes llamas de un hogar.
Estaba decidido. Sería un humano; un humano como su madre y como Kikyo. La abrazó feliz por esa decisión.
Lo que ninguno de los dos notó, fue que la hierba, anteriormente verde, súbitamente se tornó gris.
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—¡Keh! —No pudo ocultar su sorpresa cuando vio a la anciana frente a él y la identificó como la pequeña Kaede, ¡Kami-sama que había pasado el tiempo!
Cincuenta largos años. Había pasado cincuenta largos años dormido por la flecha de Kikyo en el tronco del árbol sagrado. Para colmo aquella niña tan parecida a Kikyo, pero tan diferente a la vez, con aquella indumentaria extraña y que decía venir del futuro era la nueva guardiana de la perla… ya vería la manera de arrebatársela sin quedar estampado en el suelo.
¡Ah, demonios! Pensó el hanyo, fastidiado. En un abrir y cerrar de ojos la cosa se había complicado de manera inverosímil. Esa tonta de Kagome había lanzado una flecha sagrada con tan poco tino que había destrozado la perla y ahora debían buscar los fragmentos juntos.
—Mierda —bufó.
Y no eran ellos solos quienes buscaban la perla. Un montón de espíritus malignos iban tras ella por ende, no había día que no pasara sin pelear con alguno.
Por el camino —debía reconocerlo—, otras personas se habían unido a su grupo: Shippo, un kitsune con cometarios mordaces que le hacían perder la paciencia; Miroku, un monje pervertido y Sango, una joven exterminadora.
A pesar de las rabietas, las peleas sin sentido con Kagome, los ¡Siéntate! y la constante amenaza que Naraku representaba, InuYasha se sentía como en casa, en familia.
Después de más de medio siglo.
Y la hierba verde que crecía adquiría un nuevo significado: la esperanza.
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Todo había terminado, la hierba crecía sin miedo a nada. Naraku había sido vencido y la perla había desaparecido para siempre. Y la ruidosa joven a la que había aprendido a querer; la que le había enseñado a confiar en los demás, se había ido. Había vuelto a su época.
A veces, quería pensar que solo había un sueño, que esas aventuras y la sensación de los labios de Kagome sobre los suyos eran solo una ilusión, una ilusión que había desaparecido como una voluta de humo.
Día tras días pasaba junto al pozo con esperanza de que vuelva a abrirse, visitaba a su madre y ayudaba a Miroku con los demonios rebeldes. Esa había sido su rutina los últimos tres años.
Aquel día, sin embargo, se había quedado más tiempo junto al pozo. Notó un resplandor en el fondo y cuando se asomó escuchó una voz que nunca había olvidado.
—¡InuYasha, ayúdame a subir!
Y sonrió.
La hierba brillaba a la luz del sol. Verde y brillante como siempre debió haber sido.
Y el verde volvía a significar esperanza y felicidad.
¡Gracias a todos por leer! Esperamos ese comentario.
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