Disclaimer: Ni el anime ni los personajes de Gintama me pertenecen, son propiedad de Hideaki Sorachi.

Aclaraciones:

–Hablan los personajes. –

'Pensamientos'

"Recuerdos"


Capítulo 1

Primer error

.

.

.

Kagura Yato no se contuvo demasiado a la hora de soltar un insulto contra el ser humano que invento las matemáticas y, en general, al que se le ocurrió que la humanidad necesitaba una escuela. En primer lugar ella no necesitaba averiguar cómo es que la "x" tenía una relación tan cercana con "y", como tampoco quería saber porque es que las dichosas letras se extraviaban tan a menudo. ¡Eran letras, por el amor de dios! ¿Por qué demonios letras y números tenían que combinarse en una materia?

–Paciencia, Kagura-chan. –Shimura Shinpachi le sonreía con nerviosismo. –No des muchas vueltas al asunto, por favor. –

–A ver, Patsuan. –gruño la pelirroja irritada. – ¿Por qué el resultado es doce? ¡Exijo una explicación! –

Shinpachi se sobó las sienes buscando paciencia en lo más profundo de su ser, no quería perder el control, estaba muy estresado y Kagura no parecía querer cooperar para calmarlo.

– ¿Qué fue lo que no entendiste, Kagura-chan? –pregunto luego de algunos minutos. –Señálame la parte y yo te lo vuelvo a decir. –

La chica se inclino sobre el cuaderno abierto en la mesa frente a ella, observo los numerosos garabatos y con el dedo señalo el punto donde se había quedado. Shinpachi observo curioso el punto y sintió que algo explotaba dentro de sí mismo… ¿Sería quizás lo último que quedaba de su paciencia?

– ¡Pero sí eso es el principio! –grito de pronto. – ¡¿Es que acaso no me estabas prestando atención?! –

La Yato se encogió de hombros. –No. Y no me grites si no quieres que te rompa todos los huesos, Patsuan. –

Shinpachi respiro profundamente. Sabía que realmente estaba en riesgo de ser víctima de agresión física si seguía gritando, así que lo único que le quedaba por hacer era respirar profundamente y esperar a que su frustración disminuyera antes de volver a hablar.

–Está bien. Creo que por hoy ya es suficiente, tienes cara de que en cualquier momento te dormirás…o de que matarás a alguien. –el chico se levanto de la silla. –Y yo no quiero ser ese alguien, créeme. –

–Que niña eres, Shinpachi. –insulto con descaro. –Y yo que te doy el honor de ayudarme a estudiar. –

–O querrás decir el horror. –intervino una tercera voz. –Pobre de ti megane, tener que ayudar a una bestia hueca como esta…has de ser un santo. –

Ambos se giraron al mismo tiempo, Shinpachi con una cara de terror y Kagura con una expresión asesina. Frente a ellos estaba Okita Sougo de tercer año, el rival de Kagura y el único capaz de mantener una lucha de iguales con ella. Ambos eran bestias y estaban obsesionados con ganarle al otro, una extraña relación que a Shinpachi le decía otra cosa. Sin embargo apreciaba mucho su vida como para siquiera comentarlo, algo le decía que amanecería con los peces si lo decía en voz alta.

–O-Okita-san. –saludo el pelinegro con toda la educación que lo caracterizaba. – ¿Qué lo trae por los pasillos de primer año? –interrogo nervioso, observando la forma en la que el castaño y su amiga se analizaban mutuamente.

–Nada en particular. –contesto luego de un segundo. –Aunque tampoco esperaba encontrarme con una bestia salida de un zoológico. –

Kagura frunció el ceño. –Sádico bastardo. –siseo. –Yo tampoco me esperaba encontrarme con tu cara de niña por aquí. –

–Al menos de niña y no de orangután. –

Kagura lo miro rabiosa. – ¡Tú, hijo de…! –

Una gran mano cubrió la boca de la chica y la hizo retroceder todos los pasos que había avanzado hacía Sougo, haciéndola trastabillar un poco y chocar contra el cuerpo de quien la aprisionaba.

–Me gustaría informar que no es el área adecuada para que se pongan a gritarse esa clase de cosas. –Gintoki fruncía el ceño. –Como también te digo, Souichiro-kun, que las clases ya han acabado y ya tienes que irte a ver al gori…ejem, perdón, a Kondo. –el peli plata tosió disimuladamente y se corrigió.

–Es Sougo, danna. –musito el castaño aburrido. –Y no tengo ganas de ir a ver a Kondo-san. –se cruzo de brazos. –El club admitió nuevos miembros y me da flojera ayudarlo a entrenarlos. –

Gintoki suspiro. –En todo caso no los quiero ver peleando. –miro a Kagura. –Tú sabes que debes portarte bien y tú, Okita-kun, es tú último año y tienes que tener un buen historial. –

–Ya lo sé. –gruño Kagura. –No es necesario el recordatorio, Gin-chan. –

El hombre la golpeo en la cabeza. –Es sensei, tarada. –

La pelirroja bufo por lo bajo y se giro arrastrando a Shinpachi. –Te veo en casa. –se despidió, alejándose por los pasillos con el ceño fruncido.

–Supongo que yo también me voy. –avisó el castaño al ver que la china se alejaba con paso firme. La observo hasta que ella dio vuelta para bajar las escaleras. Miro a Gintoki. – ¿Algún problema, danna? –pregunto al darse cuenta de la mirada intensa que le dirigía.

–No hagas ninguna estupidez, Okita-kun. –el hombre mantenía una expresión muy seria. –Y lo más importante…deja de provocar su ira. –Okita percibió muy bien la advertencia implícita en esa orden.

Con la misma forma silenciosa con la cual llegó, Gintoki se alejo por donde mismo que Kagura, dejando a Sougo solo en el pasillo. El chico se acerco a la ventana y vio a Kagura en la puerta con Shinpachi, a la espera del profesor peli plata.

'¿No que se veían en casa?' sonrío negando con la cabeza, apoyando su frente en el cristal.

–Eres más difícil de lo que pensé, china. –suspiro divertido.

.

.

.

– ¿Te casas? –la voz le salió a duras penas, como si estas fueran hierro liquido. – ¿Con Hijikata? –

La risa de Okita Mitsuba salió melodiosa y alegre, casi como música. La vio bailar alrededor de la sala de estar y luego sonrío tan ampliamente como pudo. Sougo creyó que estaba oyendo mal cuando ella se lo dijo, sin embargo, toda clase de duda se desvaneció cuando contemplo a la mayor bailoteando así, con esa alegría desbordante.

– ¡Sí! –asintió muy contenta. –Hoy cuando fuimos a comer me lo propuso. –la mujer extendió su mano para que su hermano pudiera ver el costoso anillo. – ¡Y le dije que sí! –

'Obviamente' Pensó el otro algo malhumorado. No es que no le diera gusto que Mitsuba se fuera a casar, al contrario, adoraba tanto a su hermana que su felicidad era la suya. Pero la persona que había elegido…pues no le agradaba del todo. Probablemente ahora tendría que acostumbrarse a que ese maldito de Hijibaka era parte de su familia.

–Asco –susurro muy bajito al pensarlo.

–Soy tan feliz. –continúo la chica.

–…me da gusto, aneue. –logro articular junto a una sonrisa adorable. –Mucho gusto. –

.

.

.

Y un cuerno. Okita Sougo estaba más insoportable que nunca. Más agresivo e impaciente. Kagura lo noto casi al instante en que lo vio pasar frente a ella en el almuerzo. Vio lo tenso que estaba y vio en su rostro, casi inexpresivo, un dejo de furia contenida que gritaba por salir. Y, por supuesto, quien era ella para negarse a semejante oportunidad de fastidiarlo un poco. Ver su rostro con el ceño fruncido siempre era divertido de contemplar.

–Hey, sádico. –lo llamo caminando hasta él.

–Hoy no, china. –gruño seco. –Déjame en paz. –

La pelirroja frunció el ceño y se interpuso en su camino. El viento soplo ligeramente, moviendo las copas de los arboles.

– ¿Acaso tienes miedo de perder? –lo provoco. –Ya sé que yo soy mucho mejor que tú, más fuerte y… -Kagura se agacho a tiempo para esquivar la patada que le lanzó Sougo. Afortunadamente siempre llevaba bajo la falda del uniforme su pantalón de deportes, por lo que no tuvo miedo de regresarle el mismo golpe.

Okita le lanzó otro y otro y otro golpe, golpes que Kagura esquivaba con la misma rapidez con la que venían.

–Hagamos una apuesta, china. –lo escucho hablar por primera vez desde que habían iniciado a pelear, ahí donde mismo, en los jardines traseros de la escuela. La pelirroja se alejo de un salto y lo miro fijamente.

–Habla. –

Okita sonrío malicioso. Existían muchos factores por los cuales estaba a punto de hacer lo que haría. –Si tú pierdes, china, tendrás que obedecerme en todo lo que diga. –dio un paso al frente. –Y sí tú ganas, pues yo tendré que obedecerte. –

La cosa no era tan complicada. Lo único que tenía que hacer era ganar y ya. – ¿Cuánto tiempo? –pregunto curiosa.

–Veinte días. –se cruzo de brazos. – ¿Qué dices? –

La Yato se lo pensó un largo momento, observándolo fijamente. La idea no sonaba tan mala, ella era buena peleando y la recompensa era tentadora. –Está bien. –acepto.

Luego de quince minutos, en los cuales la lucha se volvió bastante salvaje, muy probablemente tendrían que ir a la enfermería luego de eso, los resultados se hicieron evidentes. Kagura se sentó en el suelo, se limpio la sangre de la boca y observo al castaño que la miraba desde el otro lado en un estado igual al suyo.

Indudablemente estaba en un enorme problema. A esas alturas ya no sabía cuál había sido su peor error, si el haberse confiado o si el haberlo provocado en primer lugar. Quizás lo uno, quizás lo otro, no lo sabía, lo único de lo cual era consciente era que había perdido.

No pudo evitar sentirse muy mal consigo misma. Débil e inútil. ¿Qué le diría Gin-chan sobre eso cuando le contara? La regañaría, eso era seguro.

– ¿Qué es lo que vas a ordenarme, sádico? –interrogo mirándolo fijamente, molesta. –Habla. –

Okita se levanto con pesadez. Se sacudió la ropa y luego sonrío.

–Bien, bien. –camino hasta ella. –Mi primera orden es… –se detuvo justo frente a su rostro. –Que deberás vivir conmigo estos veinte días. –

Kagura sintió que la sangre se le heló. ¿Ella…vivir con el sádico veinte días?

Iba a morir, eso era seguro.

.

.

.

Continuara~….

.

.

.

Bueeeeno, mis ganas de escribir esta historia ya me estaban matando. ¡Espero les guste!

Por el momento no tengo mucho que decir, sólo que espero estén todos muy bien.

Nos leemos en la próxima.

Ciao, ciao (: