Hola!
Vengo con una nueva historia y sobre Jurassic World. Algo con respecto a este fanfic, es que lo empece mucho antes que se me ocurriera el de Transformers; creo que lo tengo desde el año pasado. Todavía no termino el cuarto capitulo, tuve un bloqueo lo suficientemente largo como para escribir los primeros veinte capítulos de Transformers. Gracias a una de esas veces que me quede sin Internet rompí el bloqueo y logre avanzar, pero no lo suficiente para terminarlo.
No se con que tanta regularidad voy a estar publicando los capítulos, ya que estoy más centrada en "Una vida cambiada" y estoy afinando los detalles para mi nueva historia de Marvel (que ya explique en el capitulo más reciente de mi otra historia). Además, tengo otras tres o cuatro historias empezadas o por empezar, dos de HTTYD y una del Planeta del Tesoro, junto con algunos crossover que mezclan mis historias. Tengo tantas ideas en mi cabeza, hasta una de ellas es un harén inverso, aunque me dije que no lo haría xD. Espero poder avanzarlas lo suficiente para que al menos tengan un capitulo o dos que disfrutar.
Sobre este fanfic: Esta basada en la película de Jurassic World, con las obvias modificaciones al agregar mi OC. Hare muchas referencia a anime, videojuegos y música japonesa (j-pop, j-rock, ect.), ya que quise plasmar ese lado de mi en el personaje. Originalmente esta historia iba a ser Romance, pero me voy a inclinar más hacia lo platónico o amistoso y si decido escribir más allá de la película, considerando que el siguiente año se estrena Jurassic World 2, lo convierta en romance; así que por ahora solo serán insinuaciones e indirectas. A diferencia de Transformers, esta si a estoy escribiendo con el dialogo original en ingles, de modo que no debería haber muchos problemas (considerando que la vi subtitulada). Y como no se me ocurre nada más, vamos con el primer capitulo.
La franquicia de Jurassic Park, incluido Jurassic World, no me pertenece, sino a sus creadores; yo solo escribo por mero entretenimiento. Creci con las peliculas, amandolas, teniendo una relación amor-odio con los velociraptores y espero ansiosa si Peter Quill fangirleara intensamente a ver a Steve Rogers.
Capitulo 1
-¡Maldición! Que frió, que frió, que frió…
Tome la toalla y me envolví con ella lo más rápido que pude, tratando de conservar el calor de la ducha. Utilice otra para envolver mi cabello y salí del baño a toda prisa. Los vellos de todo mi cuerpo se erizaron dolorosamente al contacto con el aire frio de mi habitación. Seque mi cuerpo concienzudamente, pues detestaba ponerme la ropa con el cuerpo húmedo. Satisfecha de quedar seca, y aun temblando de frio, me coloque mi ropa interior, un conjunto de sujetador y bragas color ocre con encaje negro; después me vestí con unas gruesas mallas azul índigo, pantalones vaqueros negros, una camiseta negra de mangas largas y una camisa abotonada de cuadros azules y grises. Me senté en la cama de mi habitación, mientras frotaba mi cabello con la toalla para eliminar el exceso de agua; deje la toalla de lado y me calcé el par de botas marrones de montaña, que fueron un regalo de cumpleaños 16 del hermano de mi padre. Finalice de vestirme y fui a tomar un cepillo del pequeño tocador para desenredar mi cabello. Después de un par de minutos de luchar contra nudos y arrancar algunos mechones de pelo, quede lista. Con el cepillo en mano, me encamine a la puerta de la habitación, donde se encontraba una maleta negra llena de parches y calcomanías de diversos animes. Solté el cepillo dentro de la maleta y me agache para revisarla por última vez, asegurándome de tener todo la cerré, tomándola de las asas y me la eche al hombro. Cerré la puerta al salir del cuarto, caminando por el pasillo hasta las escaleras y bajar al salón principal. Al ir bajando podía escuchar la acalorada discusión que ocurría en la cocina. Hice una mueca, salte los últimos escalones y me encamine a la cocina, decidida a terminar su ridícula disputa. Abrí las puertas dobles de la cocina de golpe y todos se callaron.
-¡Buenos días a todos!- los salude.
Había siete personas en la cocina, de las cuales solo cuatro me saludaron. La cocina era amplia, llena de todos los electrodomésticos y utensilios de cocina más modernos que encontraras en el mercado, de tenues colores fríos. Un enorme ventanal dejaba entrar suficiente luz para darle algo de calidez. En la barra central de la cocina estaban las personas que habitaban la casa, mi familia por parte de mi madre. Un hombre de cuarenta y tantos, alto y de complexión algo rechoncha, enfundado en un muy elegante traje gris de negocios y su cabello y barba castaña recortados sofisticadamente, se dio la vuelta y fue a servirse una taza de café; la piel de su cara estaba más roja de la usual, probablemente por la discusión que interrumpí. La mujer que estaba a su lado alisaba las arrugas inexistentes de su carísimo vestido lavanda. Su cabello rubio cenizo estaba recogido en un refinado e intrigado peinado que yo jamás podría (ni quería) aprender. Sus ojos azules eran fríos cuando me miro y su perfecto maquillaje ocultaba cualquier cambio de color en su rostro. Del otro lado de la mujer rubia estaban un chico y una chica, ambos adolescentes; el chico era cuatro años mayor que yo, alto y musculoso (resultado de practicar futbol americano), el peinado moderno en el que estaba recortado su cabello color arena y su ropa le daban un aire del típico chico americano (siendo el tipo de chico que detestaba); por su mirada clavada en su celular y el par de audífonos en sus orejas me decía que no le interesaba ni se había metido en la discusión. La chica, unos tres años más joven que yo, a su costado me lanzaba una clara mirada de odio: sus ojos azul-grises estaban entrecerrados en mi dirección, sus perfiladas cejas fruncidas con enfado y las esquinas de su boca curveadas hacia abajo. Su cabello liso, del mismo color de la mujer rubia, combinaba perfectamente con su vestido rosa pálido de satén, saco de lino color perla y sus zapatillas de color marfil de tacón. Le hice una mueca graciosa y su rostro enrojeció de ira, luego la ignore y me encamine a uno de los extremos de la barra, donde una mujer joven se apoyaba, irradiando bastante furia. A su costado estaban sentadas una niña de diez años y una anciana; la niña vestía un precioso vestido de gasa turquesa, largo hasta sus tobillos y unos zapatos blancos de charol. Su rizado cabello castaño estaba adornado con una cinta blanca, rodeando su cara. Sentí mi cuerpo llenarse de indignación al ver las lagrimas en sus ojos grises, así que la abrace y deposite un beso en su cabeza; miro hacia mí, dándome una sonrisa temblorosa. Limpie una lagrima que corría por su mejilla y apreté un poco más el abrazo. La solté y me incline a besar la mejilla de la anciana y ella tomo mi cabeza con ambas manos, inclinándola para besar mi frente. Su cabello gris estaba peinado hacia atrás y era corto a la altura de su mentón; un refinado traje de tres piezas de color marfil le daban un aire de realeza a su delgada figura. Al soltar mi cabeza me moví hacia la mujer joven, rodeando su cintura con un brazo y apoyando la cabeza en su hombro.
-¿A qué horas sale mi vuelo, Elise?- pregunte a la mujer que abrazaba. Dejo de apoyarse en la barra, colocando un brazo por mis hombros y apoyando su cabeza contra la mía.
-En unas dos horas- respondió- ¿Tienes todo listo?- me pregunto de vuelta.
-Sí.
-¿No dejaste nada?
-Nop- hice estalla la "p" para dar énfasis.
-¿Tomaste la píldora?-soltó de repente la anciana, provocando diferentes reacciones: El hombre escupió el café que tomaba, el rostro de la mujer rubio se torció en una mueca horrorizada, el chico seguía con los audífonos y pegado a su teléfono, por lo que no noto nada, en cambio la chica a su lado me lanzaba una mirada envenenada mientras se ruborizaba, la niña se veía confundida y Elise trataba de ahogar su risa.
-¡Abuela!- chillo la chica rubia.
-¡Madre, por favor!- rogo indignado el hombre.
-¡Isabella! ¡Esos comentarios son indecentes!-la mueca de la mujer se arrugo aun más.
-Eurídice, deja de ser tan mojigata. Tú tienes tres hijos- le respondió divertida-. Y según tengo entendido, el cuarto está en camino.
Elise ahora cacareaba escandalosamente.
-¿Qué es la píldora?- pregunto la niña.
-Lo sabrás cuando tengas el periodo, Giselle- le respondí medio divertida, medio avergonzada-.Y no abuela, aun no tomo la píldora; no he conocido a nadie que me convenza de usarla… si entienden a lo que me refiero.
Los ojos de la abuela brillaron maliciosamente, causándome un escalofrío. Ugh. Problemas.
-¡Oh, querida nieta! Estoy absolutamente segura que encontraras a alguien con quien retozar durante horas gustosamente.
Eurídice y la chica rubia chillaron escandalizadas, el hombre dejo de beber café por su propio bien, Giselle seguía confundida y Elise golpeaba la barra en su risa histérica. Sentí mis mejillas ruborizarse. Amaba a mi abuela, en serio, pero a veces era demasiado… eh, descarada.
-¡Madre!- chillo muy dignamente el hombre.
-Frederick, deja de ser tan remilgado. Es absolutamente natural que pregunte; quiero bisnietos lo más pronto posible y, sinceramente, Chase no se ve con ánimos de formar una familia y Victoria es demasiado joven. Giselle queda descartada, obviamente.
En ese momento, el chico levanto la vista del teléfono y se retiro los audífonos.
-¿Alguien me hablo?- pregunto confundido.
Victoria, a su lado, soltó un bufido poco femenino y le dio una delicada palmada en la cabeza. Chase se quejo y la empujo, lo que comenzó con una pequeña pelea de empujones entre ellos. Eurídice los riño por comportarse con poca clase. Resople exasperada. Elise finalmente dejo de reír y se irguió, limpiándose un par de lágrimas formadas en sus ojos.
-Bueno, ya aclarado el asunto de la vida sexual de mi sobrina- soltó una risita junto con la abuela-, debo llevarla al aeropuerto.
Una sonrisa comenzó a formarse en mi cara.
-Sera mejor partir de una vez- concedió Frederick-. Aun que sea temprano, es domingo, junto con el tráfico y tener que pasar por seguridad del aeropuerto les llevara al menos una hora- luego se giro a verme-. Suerte en tu vuelo- me dijo y salió de la cocina.
-Gracias, tío- murmure.
Eurídice simplemente asintió con la cabeza a modo de despedida, siguiendo a su esposo; detrás de ella fueron dos de sus hijos, Chase y Victoria. Chase se despidió torpemente con la mano y Victoria solo me miro con desdén. Giselle salto de su asiento, yendo hacia mí y abrazarme. Le devolví el abrazo y después la solté.
-¡Te voy a extrañar mucho! Espero que puedas venir a visitarnos más seguido.
-Hare todo lo que esté en mi poder, ¿de acuerdo?- le respondí.
Asintió vigorosamente y se fue en pos de sus padres y hermanos. Me volví hacia la abuela, quien me rodeo con sus brazos, pasando una de sus manos por mi cabello ondulado teñido de lila, celeste y rosa pálido. La abrace, apretándola contra mí, enterrando mi rostro en su hombro, respirando el aroma de cerezos y té. Un par de minutos después me soltó, acariciando mi cabello con ambas manos.
-Cuídate mucho, querida. Te queremos en una pieza para pascua- me dio una sonrisa perversa-. Asegúrate de conocer a un chico interesante y traerlo.
-Abuela…
-Y no olvides la píldora.
Elise dejo escapar unas risitas.
-O en su defecto, condones.
-¡Abuela!- chille avergonzada-. Realmente dudo mucho que conozca a alguien; especialmente si la gente entra y sale todos los días.
Los ojos de la abuela se volvieron brillantes, como si un fuego alumbrara detrás de ellos. Una tenue sonrisa se formo en sus labios.
-Titania- me estremecí al oírla decir mi nombre en ese tono misterioso-, tengo la certeza que encontraras un hombre que se volverá especial para ti.
No quise discutirle. La abuela tenía una habilidad especial para saber la suerte amorosa de la gente. Acertó al decirle a mi tío Frederick que se casaría con Eurídice, que la tía Elise sería una soltera empedernida e incluso ya descubrió la vida amorosa de mis primos. El caso de mi madre también, aunque fuera muy especial. Seis meses antes de conocer a mi padre, la abuela le dijo que se casaría con un hombre aventurero, que la incentivaría a viajar. Fue especial porque mi madre era una mujer demasiado arraigada a su ciudad natal, Chicago. Conoce a mi padre y ¡boom! Mi madre se escapa con él y casi al año nací yo. Así que si me decía que encontraría a alguien, lo mejor era callar y aceptarlo. Le di una sonrisa sincera.
-De acuerdo, abuela, como tú digas.
Sus manos apretaron mis hombros por un momento y luego me dejo ir. Salimos las tres de la cocina, pasando de largo el salón principal, directo a la entrada, donde nos esperaba Giselle con una gruesa sudadera color olivo. Llegando a su lado me tendió el suéter, sabiendo que era nada tolerante al frio al vivir casi la mitad de mi vida en un lugar caluroso y tropical. Tome el suéter, agradecida, dejando caer la maleta por un momento para colocármelo. Subí el cierre hasta arriba y sacando mi cabello fuera; volví a tomar la maleta en mi hombro, bese la frente de Giselle por última vez y salí de la casa junto con Elise, quien me llevaría al aeropuerto.
La abuela se quedo con Giselle en la puerta, observándonos caminar a la cochera. Andábamos por el sendero de piedra que recorría el enorme jardín; admire la casa en donde había vivido un par de semanas. La casa era de tres plantas, de concreto y las paredes pintadas de color marfil y plata. Un enorme ventanal daba vista dentro de la casa, directo al salón principal; una chimenea de acero se asomaba por donde nos movíamos. La cochera era lo suficientemente grande para almacenar los 6 autos y la pequeña limosina de la familia. Nos acercamos al auto de Elise, un Audi TT color vino. Saco las llaves de su pantalón de vestir negro, quitando la alarma y el seguro; abrió el maletero, quitándome la maleta y dejándola dentro. Mientras lo cerraba, me moví al asiento del pasajero, cerrando la puerta con suficiente fuerza una vez acomodada en el asiento. En cuestión de segundos Elise se deslizo frente al volante, encendiendo el auto y dando marcha atrás para salir de la cochera y la casa, directo a la calle y rumbo al aeropuerto. Salimos de la zona residencial donde se localizaba la casa, tomando calles secundarias para evitar el tráfico. Finalmente alcanzamos la autopista que nos llevaría al aeropuerto.
Nos tomo unos cuarenta minutos llegar al aeropuerto y otros diez encontrar un lugar en el estacionamiento. Tome la maleta fuera del auto, encaminándonos a la entrada después de que Elise lo aseguro. El estacionamiento era demasiado grande y resbaladizo por los charcos de nieve derretida, por la nevada de hace unos días. Tardamos unos minutos en llegar a la entrada, yendo directamente a la sala de espera. Nos sentamos en un par de sillas desocupadas; mientras Elise revisaba su celular me dedique a mirar el lugar. Era amplio y el techo se alzaba por más de diez metros del suelo, grandes ventanales daban vistas hacia fuera, tanto del estacionamiento como de la pista, dejando entrar la luz tenue del cielo nublado. Demasiada gente pululaba por la sala, caminando, hablando por teléfono o conversando entre ellos. El enorme letrero digital, enclavado en la pared del fondo, mostraba los horarios de vuelo. Busque mi vuelo, que despegaría alrededor de las nueve de la mañana. Logre encontrarlo, dándome cuenta que faltaban unos cincuenta minutos para el despegue. Me incline sobre Elise, tironeando de su abrigo negro para llamarle la atención; desvió sus ojos grises de su teléfono en mi dirección, le señale el letrero de vuelos y le dije que quedaba menos de una hora para mi vuelo. Asintió y volvió su atención al teléfono, echándole un par de vistazos al reloj digital ubicado arriba del letrero de vuelos. Un poco aburrida, abrí uno de los bolsillos de la maleta para sacar mi celular y mis auriculares, que parecían orejas de gato y se movían y brillaban. Los conecte al celular, poniéndomelos y buscando alguna canción para entretenerme. Al final escogí Shiver, del grupo The Gazette, y deje que la música corriera mientras miraba fijamente el reloj.
Casi veinte minutos después, Elise me sacudió el hombro, llamando mi atención. Detuve la música y moví los auriculares para que descansaran en mi cuello.
-Ya se anuncio la primera llamada para tu vuelo- me insto a levantarme de la silla-. Hay que aprovechar que es la primera llamada para evitar la aglomeración de pasajeros.
-Sí, bien.
Guarde el celular en el bolsillo izquierdo de mi suéter, me eche la maleta al hombro y seguí a Elise, caminando a la terminal de mi vuelo. Me detuvo antes de llegar a seguridad, tomando mi brazo derecho. Me gire a mirarla. Su cabello castaño oscuro estaba trenzado estilo cola de sirena, algunos mechones enmarcaban su rostro y su flequillo recto llegaba casi a sus ojos. Ojos que estaban brillosos por las lágrimas. Eso provoco mis propias lágrimas y la abrace. Me devolvió el abrazo y me apretó contra ella.
-Voy a extrañarte mucho- susurro contra mi pelo.
-Yo también te extrañare, Elise- la apreté un poco más y me separe de ella-.Y a la abuela y a Giselle.
-Estoy segura que ellas ya están extrañándote- me dio una sonrisa-. Diviértete mucho, me saludas a tu tío y a todos tus amigos de allá.
-Seguro.
-Y… cuídate mucho, ¿sí?
-Voy a estar bien. He vivido ahí desde los diez años y aun no ha pasado nada.
-"Aun", tú misma lo has dicho; así que estoy en mi derecho de preocuparme. Envíame un mensaje en cuanto llegues, junto a una foto de cuerpo entero para saber que estas en una pieza.
Solté una risita.
-De acuerdo. Lo que sea con tal de evitar una crisis.
Ahora reímos las dos. Le di la espalda, caminando donde seguridad revisaba a los pasajeros y sus pertenencias. Deje la maleta en la banda transportadora. En poco tiempo pase seguridad. En cuanto revisaron mi maleta, me la eche al hombro y gire para ver a Elise una última vez.
-¡Nos vemos en Pascua!- grite por encima del murmullo de la gente.
-Hasta entonces- luego me miro con intriga-. Oh, y no dejes que nada te devore.
Bufe, algo fastidiada.
-Sí, claro. Adiós.
Con un gesto de la mano me despedí y di media vuelta, caminando hacia la terminal de mi vuelo. Me abrí paso entre la gente que caminaba por todas direcciones, moviéndose para encontrar su vuelos o abandonando los aviones. Llegue a la pequeña recepción ubicada al costado de la entrada al avión, donde una fila de personas era despachada. Tome un lugar detrás de una pareja; probablemente recién casados rumbo a su luna de miel, a juzgar por la energía nerviosa que desprendían y los comentarios acaramelados (que me dieron un poco de nauseas). La recepcionista verifico rápidamente mi boleto al llegar mi turno, para pasar a la siguiente persona. Aborde el avión con algo deprisa, revisando el boleto para ubicar el asiento que me correspondía. Salude con un vago gesto de la mano a las azafatas en la puerta. Como siempre, mi asiento estaba localizado en primera clase, cortesía de la abuela. Afortunadamente la cabina de primera clase estaba casi vacía, por lo que podría viajar con tranquilidad. No me moleste en guardar la maleta en el compartimiento sobre mi asiento, simplemente lo deje entre mis pies al tomar asiento. Tome mi celular, desbloqueándolo rápidamente y revise los mensajes para ver si me llego alguno. Tenía unos diez mensajes de texto y tres mensajes de voz. Revise cada uno detenidamente y los respondí por orden de importancia. Un par de mensajes eran de la tía Elise, preguntándome si estaba bien, uno de Giselle deseándome suerte, uno de la abuela (si, sabe usar la tecnología) que me hizo ruborizarme y responderle que no me diera consejos de índole sexual; envió un mensaje de regreso diciendo que debía aprovechar su experiencia. Por el bien de mi salud mental no le respondí. El resto de los mensajes eran de mis amigos y de mi tío, diciendo que me extrañaban y que en cuento regresaría harían fiesta de bienvenida con mucha comida y alcohol. Les conteste que sin embriagarnos demasiado, porque trabajábamos todos los días y no era muy tolerante al alcohol. El mensaje de mi tío decía que no dieron el permiso para ir a recogerme en el aeropuerto, que debía tomar el autobús para llegar al puerto. Le dije que no era un problema, mientras pudiera recibirme en la isla no tenía ningún inconveniente. Me confirmo que me recibiría al bajar del ferry. No tuve que decirle a qué horas llegaría, el viaje ya lo había hecho varia veces. Llegaría en una 6 horas, máximo 7. Deje los mensajes de voz para después, porque una azafata se me acerco para pedirme guardar el celular.
No paso mucho tiempo para se anunciara el despegue inminente del avión, con la azafata pidiéndonos apagar aparatos eléctricos y abrochar nuestros cinturones. Apague mi teléfono y me abroche el cinturón, recargándome contra el asiento y mirando por la ventanilla hacia la pista. Un par de minutos después, pude sentir el movimiento del avión, avanzando por la pista para tomar velocidad, y finalmente despego, cada vez más lejos de la tierra y de Chicago, rumbo a Costa Rica.
Mi estomago comenzó a exigirme comida media hora después de despegar. Llame a una de las azafatas que pululaban por los pasillos, yendo y viniendo entre las diferentes cabinas. Una mujer bajita y delgada, pálida, de rasgos asiáticos y con el cabello oscuro recogido en una coleta se acerco y me pregunto que se me ofrecía. Le pregunte si podía pedir de comer una hamburguesa, lo que provoco que me mirara con extrañeza.
-Amm… ¿Está segura, señorita?- me pregunto algo incomoda-. Podría pedir algo de más… categoría.
-Por eso le pregunto si podrían prepararme una hamburguesa.
-Bueno, si… por supuesto.
-Entonces quiero una hamburguesa de doble carne con queso y papas, por favor.
Me miro un par de segundos, luego asintió y dio media vuelta, caminando a lo que supuse era la cocina o algo así. Algunos de los pocos pasajeros de primera clase que escucharon nuestra conversación me miraron confundidos y algo molestos. Me limite a ignorarlos. Puede que ellos prefieran comer platillos de alta categoría; personalmente prefiero una grasosa hamburguesa que una comida que apenas sirva de bocadillo, no importa cuán costoso, llamativo y exclusivo sea. Veinte minutos después, regreso la mujer asiática con mi hamburguesa en un carrito de servicio. Desplegué la mesilla que venía incorporada en mi asiento, permitiéndole a la mujer poner la comida. Me deseo que disfrutara la comida y se marcho a atender a los demás pasajeros. Apenas se alejo comencé a comer, disfrutando el sabor de la hamburguesa y las papas.
Satisfecha por la hamburguesa y empezando a sentir sueño, recline el asiento lo suficiente para tomar una siesta; aun faltaban unas buenas tres horas para llegar a Costa Rica. Encendí mi teléfono de nuevo, acomodando los auriculares para cubrir mis oídos y busque la lista de reproducción especial para cuando quería dormir. Las primeras notas de Morning Grace hicieron que mi mente pensara en las clases de ballet a las que asistí de niña, que abandone después de un mes porqué la maestra alego que era "poco agraciada" y "demasiado agresiva" para aprender el "arte delicado" del ballet. Aun podía recordar la expresión avinagrada de la tía Eurídice, la orgullosa de la abuela y la risa histérica de la tía Elise. También recordé la primera vez que conocí al hermano de mi padre, durante el funeral de mis padres un par de días después de que murieron en un accidente automovilístico. No lo vi antes porque se había enlistado a la marina. Recuerdo que me escondí de la gente, porqué no toleraba sus miradas de lastima ni los cuchicheos mal intencionados de los íntimos amigos de la tía Eurídice. Me encontró escondida tras un pilar, se presento como mi tío, hermano de mi padre y me llevo a otra sala, lejos de la gente chismosa. Nos sentamos en una banca fuera de la capilla y comenzó a contarme historias de su infancia con mi padre. En menos de una hora nos volvimos inseparables y llore con más fuerza al saber que se marchaba, por lo que me prometió llamarme y escribirme cartas, por lo que acepte y deje que se fuera. Lo vi de nuevo un año después el día que se leyó el testamento de mis padres, donde dejaban mi custodia al hermano de mi padre; pero como seguía en la marina, me quede con la familia de mi madre hasta que consiguiera un trabajo estable y un lugar donde vivir. Unos meses después de mi decimo cumpleaños, después de seis años de no verlo, llego a la casa de la abuela, diciendo que consiguió un trabajo y vivienda; el problema era que nos tendríamos que mudar a una isla al suroeste de Costa Rica. No dude en irme con él. Un par de semanas después obtuve mi pasaporte y estaba en un avión rumbo a mi nueva casa. Dormí la mayor parte del viaje, excepto cuando subimos al ferry, donde me conto más o menos de que consistía su trabajo. Al llegar a la isla, descubrí que se trataba de un parque de atracciones tipo resort.
Han sido los mejores años de mi vida.
Y finalmente me dormí, recordando algunos de los mejores momentos de mi vida al lado de mi tío en la isla Nublar, ayudándolo en su trabajo de entrenar cuatro hembras raptores y disfrutando las maravillas de Jurassic World.
Aquí va el primer capitulo.
Perdonen si no fui tan descriptiva sobre Chicago o el aeropuerto, como no estoy segura de extender la historia, deje los detalles generales.
Podría escribir más pero me estoy durmiendo sentada.
Cualquier duda, dejen review y responderé en el siguiente capitulo.
*insertar aquí rugido de Tiranosaurio Rex.
