Capítulo 1-
El despertador suena desde la mesita de noche, melódico e inspirador para empezar un nuevo día. Me levanto con una sonrisa en el rostro, que es uno de mis tantos métodos para amanecer con optimismo, y comienzo a asearme; rutina de todas las mañanas que me mantiene ocupada alrededor de un cuarto de hora.
Cuando empiezo a vestirme, mis padres ya se han despertado. Puedo oír sus movimientos en la planta inferior, donde preparan el desayuno. Le echo una ojeada a mi habitación para comprobar que todo está en orden antes de bajar, y mis ojos se detienen un instante en el amplio espejo que adorna la pared. Ese espejo es una de mis posesiones preferidas; no sólo por las frases que he escrito en la parte superior, sino también porque me ha acompañado con su luz desde que soy pequeña. Nunca supe muy bien cómo explicarlo, pero cuando miro mi reflejo en él, siento que puedo observar mi destino.
Lo que se traduce en una simple palabra: Broadway.
No es necesario que el irritante despertador suene, he estado despierto toda la noche. ¿Que por qué no he dormido? Sencillo. No pude escapar en la madrugada por culpa de Robert, que ha vuelto de trabajar más temprano. De más está decir que no pienso pegar un ojo en toda la noche teniendo a ese imbécil cerca.
Me incorporo de la cama con pesadez. Me había acostado con los tejanos puestos, al igual que las zapatillas, y la musculosa blanca que uso para limpiar la piscina de la señora Dumont. Las vacaciones han terminado, pero mi intención es continuar con el empleo para poder largarme de una vez por todas. Hoy le pediré que me recomiende así me resulta más sencillo conseguir nuevas piletas que limpiar. Me coloco encima el buso blanco y rojo del equipo de football de McKinley, y observo la ventana.
Tiene los postigos rotos, por lo que no puedo cerrarla, pero tampoco es que me importe. Afuera hay sol, aunque sea temprano todavía para que caliente del todo.
Me paso la mano por la cresta, y la dejo apoyada en la nuca, sin notarlo.
La puerta se abre y me vuelve a la realidad de golpe.
-Vaya, ¿así que tienes que volver a la guardería?
La risa desagradable de Robert habla por sí sola: ha estado bebiendo. Me volteo para mirarlo de frente. Está apoyado en la pared, cruzado de brazos, y sonríe. Esa sonrisa de costado que hace que la cara se hunda sobre su cuello también indica las copas que lleva encima.
Agarro la mochila y me la cuelgo sobre un hombro. No suelo llevarla al colegio, pero no quiero que esté a su alcance mientras no me encuentro aquí. Voy directo a la puerta, sin embargo, se coloca en el medio de la misma para obstaculizarme el paso.
Por más que no he dormido en toda la noche, él está borracho y mi cuerpo no se haya entumecido ni por el licor, ni por el sueño.
-Apártate, Robert.
-¿Tienes tantas ansias por llegar a los brazos de tus niñeras?-se ríe y su aliento me obliga a fruncir el ceño.
-Estás ebrio. Muévete antes de que te aplaste.
Aunque mis palabras no surjan efecto alguno en él, yo sé que estoy hablando en serio.
Abre los ojos sin perder esa expresión estúpida que usa siempre que busca intimidar a alguien.
-¿Vas a aplastarme? Estoy temblando.
No tengo urgencia por llegar a horario a McKinley. Pero quiero salir de una vez de aquí.
Lo empujo con facilidad contra el borde de la puerta y se tambalea. Salgo del cuarto y escucho que me dice:
-Tarde o temprano tendrás que pagarme, Puckerman.
