Los personajes son de Stephenie Mayer
Siempre
Cap. 1.
Caminaba por el corredor de mi nueva escuela, todos me miraban, como había ocurrido desde que Rosalie, mi hermana melliza, y yo nos bajamos del auto. Entré al salón con la mirada baja y me situé rápidamente en una banca vacía al fondo del lugar. Saqué un cuaderno y una pluma de mi mochila, deje ésta última en el piso y me acomodé en mi asiento, dispuesto a soportar la primera clase de lo que parecía iba a ser un día muy largo.
Rose y yo nos mudábamos por sexta vez en casi tres años, nuestros padres murieron en un incendio cuando teníamos siete, han pasado diez años y hemos ido de una casa hogar a otra desde entonces. Cuando éramos niños el problema era que no querían adoptarnos a los dos, pero nuestros trabajadores sociales no querían separarnos, después, con el paso del tiempo, el problema se convirtió en que éramos muy grandes y nadie quería tenernos en su casa por más de unos meses. Nosotros no nos comportábamos mal, simplemente, después de un mudarnos un par de veces, nos habíamos cansado de cooperar con los supuestos padres que nos tocaban.
En incendio dejó una serie de cicatrices a lo largo de mi pecho y mis brazos. Mi niñera logró sacarme a tiempo de la casa como para que no me pasara nada mucho más grave, pero nadie pudo hacer algo por mis padres, que en ese momento se encontraban en la parte más alejada de la puerta de nuestra gran mansión. Para fortuna de todos Rose estaba en casa de una amiga cuando sucedió.
La estruendosa carcajada de un chico que acababa de entrar al salón me sacó de mis recuerdos. Él era muy grande y musculoso. Para mi sorpresa atravesó el salón y se sentó en el lugar vacío a mi lado. Una gran sonrisa cubría su rostro, y a pesar de tener una imagen algo aterradora parecía simpático.
- Hola – saludó, y extendió su mano en mi dirección – mi nombre es Emmett.
- Jasper – dije mientras aceptaba su oferta. Una camiseta de manga larga cubría mis brazos, prefería no llamar la atención y esperaba poder quedarme así por lo menos en la primera semana.
- Debe ser difícil ser el nuevo – comentó Emmett.
- Ni te imaginas – respondí. En ese momento entró el profesor de literatura y tuvimos que interrumpir nuestra pequeña charla. La clase pasó bastante rápido y antes de poder notarlo estaba siendo guiado por Emmett hacia mi próxima asignatura. Después de otra apresurada conversación, prometimos vernos en el almuerzo para seguir conociéndonos. Pasé las siguientes dos horas intentando prestar atención a materias que no me interesaban en lo más mínimo pero afortunadamente después de esa tortura podía por fin ir a la cafetería y saber cómo le iba a Rose en su día.
Apresuré el paso siguiendo a los alumnos que salían de sus salones para llegar lo más rápido posible a mi destino. Avanzaba con la cabeza gacha, evitando la mirada continua de los que pasaban a mi lado, así que no me di cuenta de que mi hermana caminaba a mi lado hasta que tomó mi mano. Inmediatamente levanté la vista y sonreí un poco.
- ¿Qué tal tu día? – me preguntó.
- Terriblemente aburrido – dije, sintiéndome en total confianza con ella, al fin y al cabo, había sido casi mi única familia por los últimos diez años. - ¿Y el tuyo?.
- Bueno... – dudó un poco, lo que me preocupó de inmediato. Paré en medio del pasillo y me giré para verla de frente.
- ¿Si? – la apresuré.
- Conocí a una chica... ella era muy agradable
- No veo cuál es el problema – señalé notoriamente aliviado.
- El problema es que no quiero encariñarme con nadie cuando lo más probable es que nos mudemos otra vez en un par de meses – me contestó algo enfadada. Yo suspiré y retomé el paso manteniendo su mano entre la mía.
- Rose, no podemos vivir evitando hacer amigos, o incluso relacionarnos con los demás – le reproché. Ella resopló, sin embargo, no dijo nada más.
Llegamos a la cafetería y entramos en completo silencio, mientras nos formábamos para conseguir algo de comer ubiqué a Emmett en una de las mesas del fondo, estaba con otras tres personas, un chico y dos chicas que supuse serías sus amigos.
Después de comprar algo dirigí a Rosalie entre las mesas directamente hacia el lugar en el que mi nuevo posible amigo se encontraba, ella me miró interrogante.
- No eres la única que ha conocido a alguien – susurré como explicación.
Poco antes de que llegáramos a la mesa Emmett levantó la vista y se percató de nuestra presencia.
- Hey, Jasper – saludó – y… ¿quién es ella?
- Es mi melliza, Rosalie – contesté.
- Oh no – dijo él con expresión horrorizada – otros mellizos no.
- ¿Qué pasa? – preguntó Rose.
- Bueno – continuó Emmett – ellos son Edward – señaló a un muchacho de pelo cobrizo que hizo un asentimiento con la cabeza a forma de saludo – y Alice, son mis hermanos menores y, por desgracia para mi, también son mellizos
- No seas melodramático – dijo Alice en un todo de fastidio fingido. Hasta ese momento no me había molestado en voltear a verla, solo de reojo cuando Emmett la mencionó, pero cuando pronunció esas palabras no pude evitar mirarla, y cuando lo hice, todo el mundo pareció detenerse a nuestro alrededor. Era hermosa, aún cuando estaba sentada podía distinguir su baja estatura, su pelo, negro como la más profunda de las noches, era corto y tenía las puntas señalando a diferentes direcciones; sus finas facciones solo lograban darle un aspecto aún más angelical, sobretodo sus oscuros ojos azules, que parecían divertidos ante la escena que habían presenciado hacía un momento.
- Alice tiene razón – confirmó Edward sonriendo burlonamente a su hermano – estás siendo un exagerado. Por cierto, ella es Bella, mi novia – dijo dirigiéndose a Rose y a mí y pasando un brazo despreocupadamente por los hombros de la joven que estaba a su lado. La aludida sonrió en nuestra dirección y un leve rubor cubrió sus mejillas, supuse que sería muy tímida.
Después de las respectivas presentaciones Rose y yo nos sentamos en los lugares que quedaban libres entre Emmett y Edward. El resto del receso pasó entre amenas conversaciones y un par de bromas por los continuos sonrojos de Bella.
Cuando sonó el timbre avisando que debíamos ir a nuestra siguiente clase agradecí internamente que el tema de nuestra mudanza no hubiera salido a colación en los pasados veinte minutos. Sabía que en algún momento tendríamos que contarles todo, pero era un tema difícil para ambos y esperaba poder retrasarlo un poco más.
Me separé de Rosalie al salir de la cafetería, por desgracia ese día no teníamos ninguna clase juntos así que me limite a caminar solo hacia el salón en el que me tocaba. Me senté en el primer lugar que vi libre y giré la cabeza pasa poder ver por la ventana que estaba a mi lado. El cielo era gris, como al parecer era costumbre en éste pequeño pueblo, pero lo que me extrañó fue ver un borrón negro correr hasta un Volvo plateado, del que al parecer sacó una sudadera, y luego regresar corriendo al edificio, fue entonces cuando la reconocí, era Alice.
Me había tenido hipnotizado, en el sentido más literal de la palabra, durante todo el almuerzo. No había podido dejar de fijarme en ella, en los gestos que hacía con sus manos, en las radiantes sonrisas que de cuando en cuando le dedicaba a alguien, en la forma en la que modelaba su voz de acuerdo cuando quería darle una intención diferente a lo que decía, suspiré, había pasado poco menos de media hora con ella y ya me tenía embelesado. La seguí con la mirada hasta que entro en el edificio, y entonces regresé mi atención al lugar en el que me encontraba.
La profesora, una mujer de mediana edad algo regordeta y con caminar apresurado, entró en el aula justo cuando levanté la mirada. Tomé apuntes cuidadosamente, intentando mantener a Alice fuera de mi mente. No me fue muy bien en eso último.
Mi siguiente clase era filosofía y por suerte la compartía con Emmett. Llegué ahí unos cuantos minutos antes de que la campana sonara así que tuve que esperar recargado en la pared contraria a la puerta para poder entrar. Cuando los estudiantes empezaron a salir un murmullo cubrió el pasillo, parecían estar quejándose de algo, probablemente el maestro les había encargado algún trabajo. Estaba concentrado en mis pensamientos cuando vi a Alice salir del antes mencionado salón, tenía el seño fruncido y platicaba con otra muchacha. Nuestras miradas se juntaron por unos segundos y me dedicó una pequeña sonrisa, no pude evitar responderle el gesto.
Crucé la puerta de la estancia con paso seguro, el profesor (el más joven que había visto hasta ahora) me miró extrañado.
- Los nuevos no suelen encontrar el camino solos – dijo. Su tono no era malintencionado así que me di el lujo de sonreírle un poco.
- El mapa que nos dieron cuando llegamos ha sido de gran ayuda – dije encogiéndome de hombros y sentándome en la segunda fila de sillas, pegado a la pared.
- ¿Nos dieron? – preguntó, parecía curioso.
- Sí – contesté - a mi hermana Rosalie y a mí.
- Oh claro – pareció comprender – tuve clase con ella hace unas horas. Ustedes se parecen mucho.
- Somos mellizos – expliqué. Él asintió con entendimiento y entonces los demás comenzaron a entrar al salón y nuestra plática se vio interrumpida.
Emmett se sentó a mi lado e intentó entablar conversación conmigo en varias ocasiones, lo que causaba llamadas de atención por parte del maestro y las risas de nuestros compañeros después de que hubiera ocurrido un par de veces.
Al acabar la clase todos salimos con una sonrisa pintada en el rostro (excepto Emmett que refunfuñaba por lo bajo). Además de las continuas interrupciones, el profesor (o Sr. Montero como pidió que lo llamáramos) era realmente bueno en lo que hacía y nos mantuvo interesados toda la hora.
La siguiente y última clase del día pasó en una exhalación y antes de saberlo me encontraba caminando por el estacionamiento para reunirme con mi hermana. Ella estaba apoyada en la puerta del copiloto de nuestro coche, observando vanidosamente sus uñas. Cuando llegué a su lado simplemente se movió para que pudiera abrirle la puerta. No me extrañó su comportamiento, estaba acostumbrado. Rosalie mantenía una fría máscara con la mayoría de las personas con las que interactuaba, solo conmigo se mostraba como realmente era, y agradecía eso profundamente las pocas veces que ocurría, que sólo éramos ella y yo, son nadie a nuestro alrededor que pudiera modificar su comportamiento.
Entré en el auto, una de las pocas cosas que nos habían dado de la herencia de nuestros padres, y, al tiempo que arrancaba el motor, solté un profundo suspiro. Regresábamos al nuevo lugar que supuestamente, debíamos de llamar hogar. Los actuales padres de acogida que nos tocaban eran muy extraños, cuando llegamos se presentaron apresuradamente, nos mostraron la habitación que nos pertenecería desde ese momento y luego… nada. Comentaron que al día siguiente empezaríamos la escuela y continuaron haciendo sus actividades sin apenas reparar en nuestra presencia.
Secretamente esperaba que su actitud ante nosotros cambiara. Sabía que Rosalie mantenía la esperanza de encontrar a una pareja que realmente nos quisiera, yo la había perdido desde hace tiempo, pero eso no evitaba que me doliera cada vez que nos mudábamos y veía la cara de decepción de mi hermana, sus ojos se aguaban, apretaba los puños y los dientes y su respiración de volvía pesada. En esas ocasiones, hasta conmigo mantenía la máscara de frialdad, solo duraba unas horas, pero aún así me dolía en lo más profundo.
Aparqué frente a la pequeña casa, apagué el choche y me giré para ver a Rosalie, tenía los ojos cerrados, pero no parecía dormida. La observé unos segundos, El Sr. Montero tenía razón, nos parecíamos mucho.
- ¿Llegamos? – preguntó en un susurro.
- Sí – contesté en el mismo tono de vos.
Salí del auto y lo rodee para abrirle la puerta a Rose, era una extraña costumbre, pero era una de las pocas cosas que recordaba de mis padres, él siempre le abría la puerta a ella. Rosalie tomó su mochila y, colgándosela al hombro bajó del coche. Puse la alarma y nos encaminamos a la puerta tomados de las manos, como ya era habitual.
Abrí con una copia de la llave que nos habían dado el día anterior, la casa estaba en completo silencio, y parecía que no había nadie, Rosalie cerró la puerta tras ella. Nos quedamos parados en el salón sin saber muy bien qué hacer.
- Vamos a dejar nuestras cosas – dije. Mi hermana asintió levemente, parecía un poco recelosa, no sabría decir a qué. Subimos y atravesamos el estrecho pasillo que nos separaba de nuestra habitación. Era pequeña, pero nos las arreglábamos, pegadas una a la pared del fondo y otra a la pared en la que estaba la puerta se encontraban nuestras camas. Rose caminó y puso su mochila sobre la más alejada para luego encaminarse hacia la puerta que conectaba al baño. Daba las gracias por que no tuviéramos que compartirlo con los dueños de la casa.
Me recosté mirando al techo esperando a que Rosalie regresara, esperaba que hubiera algo de comer, si no tendríamos que salir y nuestros ahorros de los pequeños trabajos que habíamos tenido en los últimos años no durarían mucho más.
Cuando mi hermana salió del baño caminó hasta mi lado y me hizo una seña para que me corriera, después ocupó el lugar que había quedado libre y se puso en la misma posición en la que yo me encontraba. Ambos con la mirada hacia arriba y con las manos en el estómago.
- Tengo hambre – comentó después de un rato de silencio.
- Yo también
A pesar de esto ninguno de los dos hizo amago de moverse.
- Tenemos que bajar – dije.
- ¿Por qué no bajas tú y me dices si hay algo comestible? – me contestó en tono quejumbroso. Yo reí un poco
- Porque no sería justo para mi, querida hermanita
- ¡Oye! – dijo incorporándose para quedar sentada y girando la cabeza para verme. – No puedes decirme hermanita. Soy mayor que tú.
- Por ocho minutos – señalé mirándola divertido. – No cuenta.
- Claro que cuenta – reiteró indignada. Yo hice un sonido de negación con la boca, ella se quedó quieta unos segundos, como si estuviera pensando algo, luego se levantó y se encaminó hacia la puerta. La imité rápidamente e intercepté su salida cubriendo la puerta con mi cuerpo.
- Rose, sabes que estoy bromeando – dije todavía un poco divertido por nuestra pequeña discusión. Ella desvió su mirada. – Vamos, no lo decía con mala intención.
- No estoy así por eso, Jazz – susurro.
- ¿Qué pasa? – pregunté
- ¿De verdad no lo recuerdas? – replicó levantando la cabeza. Tenía los brazos cruzados a la altura del pecho y sus ojos se comenzaban a aguar un poco.
- No sé de qué me estás hablando – confirmé confundido. Alcé la mano y limpié con la yema de mis dedos una solitaria lágrima que se deslizaba por su mejilla.
- Papá y mamá – tomó un respiro – ellos siempre discutían así.
Entonces una escena pasó como un flash por mi cabeza, Rose y yo estábamos sentados en la alfombra de nuestra antigua casa, nuestros padres, sentados en el sillón de dos plazas discutían justo como ella y yo lo habíamos estado haciendo hacía unos minutos. Él era un mes mayor que ella y no desaprovechaba la oportunidad de echárselo en cara.
Como acto reflejo abracé fuertemente a mi hermana, escuchando su respiración entrecortada sobre mi camiseta. Ella era ligeramente más baja que yo y tenía su cabeza enterrada en mi hombro. No sabía qué hacer, me limitaba a acariciar suavemente su espalda, sabía que ella era la más afectada por la muerte de nuestros padres, además, tenía mucho mejor memoria que yo y los recordaba perfectamente. Mi memoria, bueno, digamos que dejaba mucho que desear.
Permanecimos así por unos minutos, brindándonos consuelo mutuo, recordándole al otro que estábamos ahí, hasta que oí al estomago de Rosalie reclamando comida. Ambos reímos.
- ¿Qué te parece si vamos a buscar algo de comer? – sugerí.
- Está bien.
Bajamos las escaleras y entramos a la pequeña cocina, no había señal de nuestros padres adoptivos (el Sr. y la Sra. Pullman) por ningún lado. Hurgamos el refrigerador y la alacena en busca de algo con que saciar nuestra hambre, pero lo único que parecía comestible era cereal y ninguno de los dos pensaba comer eso a ésta hora. Desganados nos sentamos en la antigua mesa de la cocina, frente a frente.
- Parece que tendremos que salir a comer – dije sin mucho ánimo.
- No suena mal – señaló Rosalie.
- Nuestros ahorros se están acabando – comenté.
- Bueno, entonces también tendremos que buscar un nuevo empleo – sonreí ante la forma en que hacía sonar esas palabras como si fuera lo más sencillo del mundo. Y, sin más preámbulo recogimos nuestros abrigos y salimos de la casa, cerrando la puerta tras nosotros.
Pasar la tarde con mi hermana había logrado quitarme de la mente a Alice, pero por la noche, acostado en la penumbra de mi nueva habitación y con la extraña imposibilidad de conciliar el sueño me era imposible no recordarla.
No podía pensar en otra cosa, algo que nunca antes me había sucedido, no de ésta forma, no tan intensamente como ahora. Solté un suspiro y me gire para quedar viendo hacia la pared. Estirando mi brazo comencé a trazar formas indefinidas sobre la colcha, era una fría noche, y podía oír el repiquetear de la lluvia contra el techo.
- ¿Jazz? – oí a Rose susurrar.
- ¿Si? – dije al tiempo de que volteaba para verla de frente. Ella resopló.
- ¿Tampoco puedes dormir?
- No, he estado dando vueltas por no sé cuánto tiempo
- ¿Y por qué no has intentado establecer conversación conmigo? – preguntó indignada, yo reí.
- Porque no sabía si estabas dormida o no, y no pretendía despertarte – respondí encogiéndome de hombros aunque sabía que no podía verme.
Me levanté intentando no hacer mucho ruido y camine los tres pasos que me separaban de su cama, ella se movió para dejarme espacio y yo me acomode bajo las mantas.
- ¿Por qué no has podido dormir? – curioseó.
- Yo… bueno… - Rose se incorporó hasta quedar recargada sobre su brazo ante mi titubeo.
- ¿Qué pasa?
- No he podido dejar de pensar en… - me detuve abruptamente a la mitad de la frase, nunca le había guardado un secreto a Rosalie, pero no estaba muy seguro de contarle de mis sentimientos por Alice, además ni siquiera estaba seguro de qué era exactamente lo que sentía.
- En… - me apuró haciendo un movimiento con la mano libre, dándome a entender que podía continuar. La miré fijamente unos segundos, tratando de conseguir la valentía que necesitaba, antes de hacerle caso.
- En Alice – susurre finalmente.
- ¿En Alice? - inquirió confundida - ¿por qué estarías pensando en Alice? – paró un momento, intentando entenderlo, yo no dije nada. Por fin, tras unos segundos su cara se iluminó. Lo había comprendido. – Te gusta – dijo emocionada.
- No lo creo, bueno, no lo sé.
- Claro que te gusta, es muy obvio, y es lindo, nunca te había sucedido antes, lo que lo hace aún mejor – afirmó, una pequeña sonrisa jugueteaba con la comisura de sus labios.
- Pero, ¿cómo estar seguros de que me gusta? – pregunté dudoso - ¿cómo saber si no es un simple encaprichamiento, cómo saber que es real?
Rosalie suspiró.
- Te preocupas demasiado – dijo al tiempo que acariciaba delicadamente mi cabello. Mi vista estaba perdida en el techo. – Tienes un día de conocerla, no está mal que confundas tus sentimientos, en realidad, es lo más común. Esperemos hasta mañana, probablemente verás todo más claro entonces.
- Supongo que tienes razón, lo mejor será esperar y ver cómo transcurren las cosas – deje escapar un largo suspiro y me acomode en la cama. Ella se dejo caer sobre la almohada.
- Hey – se quejo suavemente justo en el momento en el que cerré los ojos - ¿no estarás pensando en dormir aquí verdad?.
- ¿Qué tiene de malo? – inquirí, ya medio dormido.
- Hace años que no dormimos juntos – reclamó alargando el años para dar énfasis en lo que decía.
- ¿Y?.
- Jazz, en serio, vete a tu cama – mandó. Yo me queje suavemente.
- Está muy lejos – dije, a punto de caer en la inconsciencia. Rose bufó y sentí como me saltaba para trasladarse al otro lado del cuarto, no le di mucha importancia, no tenía fuerzas para hacerlo, y simplemente deje que el sueño me venciera.
Mi primera historia larga... :S espero que sea de su agrado. Se aceptan comentarios y sugerencias.
Dejen su opinión : )
Un saludo.
Nos leemos
