Hey, hola. Esta es una historia corta, de solo tres partes.
Hace un tiempo publiqué una historia, también de tres partes, llamada "Fell for you", cuyos protagonistas fueron los azules, ahora quise hacer una de los rojos.
AU; rated T por palabras "fuertes" (tengo la costumbre de maldecir cada tanto).

BASADO EN: "Villains", de Luca Fogale.

Gracias por leer.


Blossom siempre que llegaba a la escuela, iba directamente a la biblioteca. Quizás no todos los días tomaba un libro nuevo, pero cada semana pedía, al menos, dos libros. Todo constaba de qué tan largo era el libro.

Brick, se dirigía al gimnasio, ya que tenía práctica con su equipo de básquetbol a primera hora. Habían luchado mucho para que les facilitaran el gimnasio a primera hora (las seis de la mañana, a la hora que llegaban los guardias del turno matutino), entonces no podían desperdiciar esa oportunidad.

Sin embargo, ambos sabían quién era el otro.

No era un secreto para Blossom, que Brick era la estrella prometida del básquetbol en la escuela, aunque no fuera el chico más popular de la escuela. No era un secreto para Brick, que Blossom encabezaba el cuadro de honor de la escuela desde primer año.

A pesar de ello, nunca sintieron ganas de hablar ni interactuar con el otro. Tampoco iban a la misma clase, así que no había posibilidad de que, por esos artes de magia y azar del destino, tuvieran que hacer un proyecto juntos.

Pero, vamos, las artes de magia y los jueguitos de azar del destino saben cómo hacer las cosas… Aunque no de un forma muy linda.

Brick estaba saliendo de su entrenamiento, ya iba con su bolso de gimnasia hacia su casillero, donde había guardado su mochila con sus cuadernos; al cerrarlo escuchó una especie de lloriqueo que era acallado por las risotadas de otras chicas.

¿Ya empezó a llegar todo el mundo? Apenas son las siete y media, pensó.

Dudó en si debía intervenir. Supo la respuesta cuando notó que sus piernas se estaban moviendo hacia el lugar de donde provenían las risas y los sollozos acallados.

El baño de chicas parecía ser el lugar indicado, pero tuvo que descartarlo, al darse cuenta de que el auxiliar de aseo, recién los estaba limpiando. Pasó junto a él, y confirmó que no había nadie ahí. De todas maneras, cierta impotencia lo invadió. No entendía cómo era posible que el auxiliar se quedara ajeno a lo que estaba sucediendo.

Tuvo que girar en el pasillo que conducía a la escalera de la biblioteca subterránea –en donde se guardaban los libros de ciencia, puesto que la biblioteca principal del segundo piso, se hacía muy pequeña– y ahí se encontró con la escena.

Princess y sus dos mejores amigas, ya se alejaban riendo, pero la primera se dio vuelta, y con una sonrisa burlona y una mirada de superioridad que se incrementaba con esa costumbre de apuntar con el dedo que tenía, habló:

–Que no se te olvide cuál es tu lugar.

Brick estaba oculto en la pared, mirando con cuidado. No quiso intervenir, no porque no fuera asunto suyo, sino porque no sabía cómo hacerlo. Ya había llegado tarde, ¿qué podría hacer?

Se quedó pensando en aquello, y cuando volvió a mirar, se dio cuenta de que quien estaba en el piso, terminando de recoger apuntes y tratando de arreglar su desordenado cabello. Por la expresión que Blossom Utonium tenía en su cara, estaba a punto de volver a llorar.

Brick se adentró en el pasillo, pero cuando la pelirroja se dio cuenta, tomó una gran bocanada de aire y bajó corriendo las escaleras.

–¡Espera!

No sirvió de nada, porque Blossom se alejaba por la escalera. La pelirroja desaparecía, y con ella, las ganas de Brick de preguntarle qué pasó.

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Esa situación, se había repetido el día jueves de la misma semana –la primera vez que vio el acoso escolar hacia Blossom, había sido el martes–, aunque ahora estaban en el baño de chicas. Y lo que es peor, en pleno horario de clases.

Escuchó los mismos sollozos y las mismas malditas risas. Ya había sonado la campana que daba por iniciada la tercera jornada del día, la última antes del almuerzo, y si bien se veían entrar y salir a algunas chicas, ninguna quería involucrarse ni pedir ayuda.

Se había quedado afuera, esperando. Sin embargo, cuando por fin vio salir a Princess, y cuando pensaba intervenir, sintió que unos brazos lo rodeaban por la espalda, jalándolo hacia atrás y haciéndolo caer. Sujetó su gorra, para evitar que se la botara con el impacto que tuvieron ambos en el piso.

La risotada se hizo escuchar, y luego el quejido a causa del puñetazo en el estómago. Se puso de pie, acomodando su gorra y su mochila en su espada, mientras miraba a su hermano de cabello negro, peinado como si fueran puntas filosas, retorciéndose de dolor –y de risa– en el suelo.

–Maldición, Butch.

Su hermano se puso de pie, con ayuda de su otro hermano rubio –el que parecía haber sido el elegido por los mejores genes de la familia–, y trataba de calmar su risa, pero se le hacía imposible, porque la expresión que tenía Brick en el rostro, esa mirada de odio, se le hacía muy divertida. Boomer, en tanto, trataba de evitar reírse. No quería recibir ningún tipo de golpe por parte de Brick.

–¿Cuánto tiempo más vas a seguir riendo? Cerebro de excremento.

Butch limpiaba una lágrima que se le escapaba a causa de la risa. Boomer lo codeó levemente, y entendió el mensaje. El pelirrojo y no parecía querer suavizar su mirada, las pecas le daban cierto toque más turbio –a diferencia de Boomer, que lo hacía ver más alegre–, sus labios formaban una perfecta línea recta y proyectaba un aura de asesinato y tortura, muy difícil de explicar.

–Hermano –decía Butch, ya relajado y entrando un poco en razón–, disculpa, solo quería hacerte una broma.

–Vaya –exclamó el pelirrojo–, ¡cómo será que tus putas bromas siempre son en el momento más inoportuno!

Dejó a sus hermanos gritando su nombre, que luego se incrementaron al darse cuenta de que Brick estaba entrando al baño de chicas.

Estaba completamente vacío; revisó cada cubículo, y no, ya no había nadie.

Boomer y Butch lo esperaban afuera, y apenas lo vieron asomarse por aquel umbral, lo jalaron de los brazos para sacarlo inmediatamente. Se zafó del agarre de sus hermanos menores, chasqueó la lengua y caminó hasta su salón; siguió sin hacer caso a los gritos de sus hermanos. Estos últimos no tuvieron el tiempo para salir tras él, puesto que la inspectora estaba haciendo las rondas usuales luego de que sonara la campana, para asegurarse de que los alumnos estuvieran en sus salones.

Ya sabré más sobre esa situación, pensaba Brick, luego de abrir la puerta de su salón, pedir las disculpas correspondientes y sentarse en el primer pupitre.

Se deslizó en la silla y sacó su cuaderno con apuntes.

Mordisqueaba el lápiz, mientras trataba de actuar como que prestaba atención. Maldecía por lo bajo el no estar prestando atención como lo hacía usualmente. Bufó pesado, tachando un apunte, cuando se dio cuenta de que había copiado mal la ecuación.

Todo por pensar en cosas que no corresponden al contexto.

Cambió inmediatamente ese pensamiento, él y todos en la escuela debían hacer algo para detener el acoso de cualquier persona. Tal vez el haber visto que algunas chicas entraban y salían del baño, completamente indiferentes ante los sollozos de Blossom, como si eso fuera normal. Aquello le provocó un molesto escalofrío.

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Ya había pasado una semana, y notaba la presencia de Blossom, más que lo hacía usualmente. Y es que antes, ella era solo una compañera más, pero ahora, estaba atenta a sus movimientos.

No la había visto en todo el día, y estaba algo preocupado. Boomer chasqueó los dedos en frente de sus ojos, sacándolo de sus pensamientos analíticos sobre lugares posibles en donde podría estar Blossom Utonium.

–¿Qué te pasa, socio? –Butch llevó la boca de la botella del jugo de naranja, manteniendo la mirada fija en su hermano.

–Nada.

Se puso de pie, tomando la bandeja con su almuerzo a medio comer. Sus dos hermanos menores le dedicaron una mirada extrañada.

–¿A dónde vas? –preguntó Boomer–. Te has estado comportando extraño, ¿por qué te vas ahora?

–Tengo cosas que hacer.

–¿Tan importantes como para dejarnos solos? –inquirió Butch, algo molesto.

–Sí, déjenme en paz.

De su bandeja, solo recuperó su manzana verde y salió de la cafetería.

Si le contaba a sus hermanos, estarían malinterpretando la situación, y por seguro, le dirían que no se involucrara, porque no son amigos ni nada. Pero ¡no se podía quedar ajeno! ¡Ella estaba sufriendo de acoso escolar y nadie hacía nada!

Estaba pensando en ir donde el consejero escolar para notificar aquello, pero no tenía ninguna prueba, y era posible que, después, Blossom lo odiara por entrometerse.

Bah, es lo que hay que hacer en estas situaciones: entrometerse, intervenir.

Se dirigía a su casillero, aprovecharía para devolver el libro de la Historia de Grecia a la biblioteca. Consideró la posibilidad de ver a Blossom en aquel lugar, mas estaban en horario de almuerzo, era muy probable que no, que estuviera con sus amigas… si es que tenía. Porque, vamos, si tienes amigas, ¿cómo es posible que no hagan nada al respecto del acoso de Princess? Al menos, eso pensaba Brick.

–¿Vienes a devolver eso?

La rasposa voz de la señora encargada de la biblioteca principal lo sacó de sus pensamientos. Le extendió el libro y esperó por el comprobante que aseguraba la devolución. Guardó aquel papel en el bolsillo derecho de sus pantalones y comenzó a avanzar hacia la salida, mirando un poco por la ventana. Los árboles ya parecían estar resecando sus hojas, el otoño estaba por dar inicio oficialmente, y con él, la temporada de caminar sobre las hojas caídas, disfrutando del crack que provocaba tal acción.

Pensó que caminar hacia el gimnasio y lanzar unos tiros al aro podría ayudarlo a pensar en las correctas acciones que debía tomar.

Y es que estaba en un enorme dilema, porque él y ella jamás habían hablado. Jamás en la puta vida. Si llegaba y le hablaba, podría parecer invasivo, entrometido ¡y un acosador!

Tomó el balón entre sus manos y lo lanzó tan fuerte hacia el tablero, que el estruendo resonó en todo el gimnasio vacío. Se quitó la chaqueta negra que llevaba puesta y la lanzó hacia atrás. Limpió un poco su nariz con su muñeca y volvió a tomar el balón. Desde la línea de los tres puntos, pateó su chaqueta para que no interfiriera y comenzó a botear antes de ir corriendo y lograr hacer una canasta.

De no haber estar pensando en cómo hablar con Blossom, habría sido capaz de colgarse del aro.

Maldijo por lo bajo, ni siquiera el básquetbol le estaba ayudando. Así solo quedaba resignarse y buscar otros lugares donde distraerse. Aún quedaba, por lo menos, treinta minutos antes de que empezara la última clase del día, por lo que debía matar el tiempo a como dé lugar.

–Si me sigo agitando, estaré más somnoliento en clase de física –dijo en voz alta.

Tragó saliva, lanzó el balón hacia la canasta que estaba fuera de los límites de la cancha –acertando con el tiro– y tomó su chaqueta, así como su mochila, que estaba en el primer asiento de las gradas.

Si quería pasar el rato, tenía dos opciones: ir a la biblioteca (de nuevo) y esperar, o evitar ver a tanta gente y subir hasta la azotea del edificio de los laboratorios de ciencias y los salones de artes visuales y musicales, ya que era la única accesible. Revisó su mochila por si contaba con sus auriculares –los que usualmente usaba en la escuela, y que debía esconder de Boomer, quien tenía la maldita costumbre de quitárselos–, y cuando se aseguró de aquello, partió rumbo a la azotea.

Era probable que encontrara alguna pareja de novios, aunque siempre al ver que alguien más subía, fuera quien fuese, se alejaban de ese lugar corriendo, como si los estuvieran sorprendiendo en algún acto ilícito y prohibido según las normas del colegio.

Si quieren hacerlo, consíganse una habitación; nos ahorrarían un mal rato, era la opinión de Brick.

Subió las escaleras, haciendo el ruido al pisar con fuerza, a causa de la rapidez con la que subía. Cuando estuvo frente a la puerta de metal, empujó y lanzó un largo bostezo, para marcar presencia en aquel lugar. Estiró sus brazos, se giró y rodeó la entrada para pasar, de lleno, a la azotea.

Notó que unos llorosos ojos color rosa lo miraban asustada, pero en menos de un segundo dejó de mirarlos, puesto que Blossom corrió la mirada, hacia el horizonte, donde se veía un poco de la ciudad. Por cómo se movieron sus brazos, Brick pudo saber que estaba secando sus lágrimas.

Maldición.

Brick apretó sus puños, tratando de controlar sus ganas de salir de ahí.

Pero el verla llorando, le hacía sentir algo dentro de sí, específicamente en la zona de su pecho. Él sabía –o eso creía– la razón de aquel llanto, de hecho, estaba ideando alguna forma de ayudarla para que terminara el infierno por el que estaba pasando.

Chasqueó la lengua, pensó irse hasta que escuchó un sollozo algo fuerte, más parecido a un hipo.

A paso lento, evitando hacer cualquier ruido que pudiera sobresaltarla, avanzó hasta su lado, cuestionando, hasta último minuto, si era completamente necesario que lo hiciera. Pero si no lo hacía él, quién lo haría.

Cuando se sentó junto a ella, pudo darse cuenta de la postura que tenía la pelirroja: abrazando sus piernas llenas de pecas, ocultando su rostro entre sus rodillas, lo que también parecía una forma efectiva de acallar los sollozos. Brick no carraspeó ni nada, solamente se quedó ahí, junto a ella, mirando el horizonte, en completo silencio.

–¿Por qué no te vas? No somos amigos.

La quebradiza voz de Blossom le provocó cierta incomodidad –nuevamente– en el pecho. Suspiró, estiró sus piernas y apoyó su mochila en las mismas. Blossom ya dejaba de esconder su rostro, y ahora lo miraba fijamente, a la espera de una respuesta, ya sea alguna palabra o que, efectivamente, se parara y se fuera.

No supo qué hacer, en primera instancia, cuando vio que Brick le estaba extendiendo una barra de cereal de chocolate.

–No creo que hayas comido –dijo Brick–, así que toma esto. Te hubiese dado mi manzana, pero ya me la comí.

Como Blossom no reaccionaba, Brick tuvo que agitarla levemente frente al rostro de la chica, quien terminó recibiéndola con cierta extrañeza.

–Gracias –respondió en un susurro–. No es necesario que sigas aquí…

–¿No le has dicho a nadie?

Blossom no respondió, solo apretó aquella barra de cereal con su mano.

–¿Hace cuánto que Princess te molesta de esa forma?

Seguía sin responder.

–¿Qué es lo que estabas esperando?

Pero cuando Brick ya estaba pensando en preguntar alguna posibilidad trágica, ella respondió.

–Esperaba el día en que la escuela se terminara.

Blossom no lo miraba, solo a la barra de cereal, con la que jugueteaba en sus manos. Brick, en un acto de casi desesperación, toma aquel alimento y lo abre, ya que si no lo hacía, ella tampoco lo haría y se quedaría sin comer.

–Yo ya me di cuenta de tu situación, y la verdad es que te quiero ayudar.

–No es tu problema.

–Ahí es donde te equivocas –ya estaba comenzando a exasperarse–. Somos toda una comunidad escolar. Se supone que existe un manual de sana convivencia, en el cual se establece que las situaciones que vives, están sancionadas por el consejo de académicos. ¿Por qué te quedas callada?

–No es tu problema –insistió con voz baja.

–Sí lo es, ya te dije –se giró hacia Blossom, frunció levemente el ceño. La verdad es que tampoco esperaba que ella lo mirase, así que habló de todas formas–. No puedes tolerar esos malos ratos. Si es necesario, yo voy a hablar…

–¡No lo hagas! ¡Por favor! –Blossom se había volteado, y se veía tan aterrada que llegó a asustar un poco al chico.

–¿Por qué no?

Ella agachó la cabeza, con su mano libre secó una lágrima que caía por su mejilla. Brick se maldijo por no haber tenido pañuelos desechables para la ocasión.

–Esa es precisamente la razón por la que Princess no ha dejado de hacer esas cosas –Brick parecía no entender–. Yo ya había hablado con el consejero, y cuando este habló con Princess, ella se detuvo un par de semanas, y luego volvió a hacerlo. Por eso no quiero volver a hablar con él. Es un círculo, no tiene fin. No tienes por qué interferir.

–¿Y quieres seguir pasándolo mal en todo el tiempo que nos queda? Aún faltan dos semestres para graduarnos, ¿quieres eso? ¿Seguir pasándolo mal?

Ella volvió a guardar silencio.

–No pediste mi ayuda, pero te ayudaré de todas formas. Si no quieres hablar con el consejero, lo respetaré. En tanto aceptes mi ayuda, te prometo que no iré a hablar con él.

–Eso sonó muy chantajista, ya te dije que no nece-

–Tómalo como un trato –la interrumpió–. Yo no te conozco ni tú a mí, solo somos compañeros que destaca, cada uno, en su área. Eso no significa que me voy a quedar ajeno a tu sufrimiento, tampoco que voy a dejarte sola. Si la única ayuda que tienes soy yo, deberías aceptarme.

Silencio.

–No tengo razón alguna para querer verte sufrir.

Y dicho eso, mirándola atentamente, el semblante de Blossom pareció cambiar. Brick esperaba que esa expresión en su cara significara conformidad o tranquilidad. De todas maneras, había sido sincero, más de lo que debería. Debía mantener sus convicciones hasta el final, y si ya le había ofrecido la ayuda a aquella pelirroja que la necesitaba, la brindaría con gusto, quisiera ella o no.

–Gracias…

Brick supo que tenían un trato, no por la sonrisa –muy– diminuta que se dibujaba en el rostro de Blossom, sino porque, además de eso, ella ya estaba comiendo la maldita barra de cereal que le había ofrecido.


La segunda parte de esta historia será publicada el viernes 16 de marzo, por temas de tiempo.

Nuevamente, gracias por leer, xx.-