EL SOMBRERERO LOCO.
Este fic ha sido creado para el "Amigo Invisible" del foro "Bienvenidos a Storybrooke".
Disclaimmer: Ni Storybrooke ni el Reino Encantado me pertenecen.
Dedicatoria: Me tocó en gracia Cris Snape por lo que esta historia está plenamente dedicada a ella, espero que te guste porque quería que me quedara lo mejor posible.
Nota de la autora: Este primer capítulo se desarrolla en el Bosque Encantado.
Siempre he admirado ese sombrero, como no lo vas a necesitar... ¿considerarías legármelo?
(Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton)
I
NÉFESH.
Jefferson saltó dentro de su sombrero y, una vez hubo elegido la puerta adecuada, se adentró en ella en busca del encargo de Rumpelstiltskin. No sabía qué interés podía tener el Ser Oscuro en aquella flor, pero él no se dedicaba a hacer preguntas; no cuando lo que vendía era su talento, no su curiosidad.
Cuando traspasó el portal dio a dar a un bosque. La arena bajo sus botas crujió cuando comenzó a caminar y un conejo blanco que pastaba cerca de él huyó a esconderse nada más verlo aparecer.
Según las indicaciones el Néfesh debía encontrarse al Norte de la región, no muy lejos de donde estaba si no le fallaban los cálculos. El problema se encontraba en que era una flor muy extraña y de mucho valor, incluso en su lugar de procedencia era una planta difícil de encontrar, e imposible de rastrear, algo por lo que el Ser Oscuro había tenido que recurrir a su sombrero. Si hubiera podido rastrearla la habría tenido en menos de lo que un enano extrae diamantes.
Echó a andar por el suelo yermo. Las hojas de las copas de los árboles creaban un techo verdoso que impedía que los rayos del sol llegaran hasta el suelo. Apenas corría el aire en aquella región por lo que el calor comenzó a ser agobiante y pensó que, quizás, el haberse puesto bufanda y gabardina había sido una mala elección. Horas más tarde lo afirmaría.
Según avanzaba el bosque se hacía cada vez más cerrado y los troncos comenzaban a acercarse complicándole el paso ya que tuvo que empezar a saltar troncos caídos y apartar las ramas bajas de los árboles jóvenes. El sudor goteaba por su frente, así que se deshizo de la bufanda, minutos después se quitó la gabardina negra y la dejó apoyada contra el tronco de un árbol. Tenía más en su casa por lo que no le importaba abandonarla allí, en medio de un bosque de otro mundo.
La garganta comenzó a secarse por el calor cada vez más asfixiante; observando el mapa descubrió la presencia de una taberna a no menos de unos cuantos metros al Este del camino que había escogido. Decidiendo que una parada en su búsqueda no le haría daño y que, posiblemente, pudiera recolectar información se dirigió hacia ella.
La taberna era un edificio de piedra ubicado en un claro del bosque. De la chimenea salía el humo y por las ventanas se oían las risas y los gritos de los clientes. Quitándose el sombrero y colocándoselo bajo el brazo entró en el establecimiento.
Una vez dentro se dirigió a la barra. La única luz que alumbraba aquel lugar era la luz diurna y no entraba la suficiente por las pequeñas ventanas como para alumbrar todo. En la barra había varios clientes, una de las cuales era una hermosa rubia que le daba la espalda mientras reía con el tabernero.
Se sentó a su lado en el espacio que había libre y, llamando la atención del hombre, pidió. La joven se giró hacia él con una sonrisa deslumbrante. Sus ojos azules le descolocaron por un momento. Le miraba con una mezcla de diversión y fanfarronería lo que provocó que una sonrisa se extendiera por el rostro de Jefferson.
—Creo que este no es lugar para una señorita —pronunció una vez tuvo la bebida entre sus manos y pudo humedecer su seca garganta.
—Señor, sin ánimo de ofender, parece usted un extranjero por lo que no sabe qué lugar es o no para una señorita —replicó ella con una enorme sonrisa. Jefferson inclinó la cabeza en gesto de complacencia. Volvió a tomar un sorbo de su bebida. La joven fijó su mirada en el sombrero —Así que, dígame, ¿qué es lo que le ha traído a adentrarse en el bosque?
Jefferson la miró por encima de la jarra. Alzó una ceja haciéndola entender que eran asuntos propios y volvió a beber. La joven asintió.
—Entiendo, es algo importante, por lo que veo —se levantó del taburete a la vez que pagaba —Espero que encuentre aquello que está buscando.
Jefferson vio cómo se dirigía a una de las mesas donde se unió a varios hombres que jugaban a las cartas y, minutos después de su marcha, su cuerpo seguía reaccionando a aquellos penetrantes ojos azules.
Tras comer en la taberna y recolectar un poco de información volvió a adentrarse en el bosque. Esta vez, había conseguido un precioso corcel de color negro que hacía que su caminata fuera menos dura. Llevaba ya medio camino hecho cuando el crujido de una rama al romperse le alertó de la presencia de un animal o de una persona. Registró el bosque con la mirada y logró captar un veloz movimiento y la aparición de un destello de metal. Sospechando de un ataque, se agachó sobre la crin del caballo justo a tiempo para oír como algo pasaba silbando sobre su cabeza. Mirando hacia arriba descubrió una daga clavada en el tronco. Aún temblaba del impulso.
Jefferson se colocó de nuevo en el caballo y, sacando una pistola, galopó detrás del leve sonido de cascos que llegaba a sus oídos desde la lejanía. Pronto pudo observar que su atacante era una joven rubia que huía despavorida montada sobre una hermosa yegua blanca. Galopaba hacia el Oeste, dirección opuesta a la taberna.
Jefferson juró entre dientes mientras azuzaba a su caballo para que fuera más rápido. No podía creer haber sido tan estúpido como para meterse en una taberna y comenzar a preguntar el paradero exacto de la flor. Siendo tan valiosa como era alguien tenía que sospechar de que iba en su búsqueda, lo que no se imaginaba es que fuera aquella chica quien lo hiciera.
La persecución le estaba alejando demasiado de su misión así que, tras darse cuenta de que la distancia entre él y la joven no había disminuido, frenó y, observando cómo su atacante desaparecía de su vista, dio media vuelta y comenzó a recuperar el terreno perdido en aquella caza sin sentido.
La noche le dio alcance mientras él todavía no llegaba a su destino. El camino se le hacía cada vez más largo de lo que el mapa le indicaba y comenzaba a desesperarse. Aquel no podía ser el camino correcto; o el mapa era erróneo o él no lo había leído de la forma adecuada.
Cuando el cansancio comenzó a invadirlo ató las bridas del caballo al tronco de un árbol y encendió un fuego mientras se sentaba para descansar. El eco de los animales nocturnos del bosque empezaba a hacerle efecto arrullándole como si de una canción de cuna se tratase, provocando que cayera en un sueño profundo.
A unos metros de allí unos ojos azules observaban ansiosos el momento en que Jefferson se durmiera. Era lo único que podía observarse en aquel rostro debido a que la caperuza de una capa añil oscurecía sus rasgos.
Jefferson oyó pasos que caminaban a su alrededor. Sin abrir los ojos agudizó el oído para distinguir algo más; pudo escuchar el suave susurro de la tela al arrastrar la arena y las hojas caídas y el movimiento de unas manos rebuscando en su bolsa. Cuando se aseguró de que su atacante le daba la espalda abrió los ojos y, levantándose sigilosamente como una fiera apunto de atacar, descubrió una figura cubierta por una capa azulada. Los latidos de su corazón aumentaron de frecuencia mientras se acercaba a aquella persona que rebuscaba demasiado ensimismada. Con un movimiento de su brazo consiguió inmovilizarla en tiempo récord y, bajando la capucha, descubrió a la misma joven que le había atacado horas antes. Esta juraba entre dientes mientras intentaba desasirse del agarre removiéndose.
Jefferson la atrapó en el tronco de un árbol donde sujetó sus manos tras su espalda.
—¿Qué es lo que buscaba? —preguntó con los dientes apretados debido a la fuerza que debía ejercer para mantener a la joven a raya.
—Nada que le interese —replicó ésta dando de nuevo un bandazo para intentar soltarse.
—Creo que sí que me interesa cuando lo que estaba revolviendo eran mis objetos personales.
—Hablando de ellos, debería ser un poco más ordenado, eso está hecho un desastre —Jefferson rió entre dientes al escuchar la réplica de la muchacha.
—No ha respondido a mi pregunta.
—Ni lo voy a hacer.
—Entonces no me deja más remedio —agarrando fuertemente las muñecas de aquella chica se dirigió al caballo de dónde sacó una cuerda para atárselas. Esta se quejaba y removía intentando evitar por todos los medios que Jefferson la inmovilizara, mas este lo logró y colocó a la joven en el lomo del caballo, justo delante de la silla. Recogiendo su improvisado campamento, apagó las pocas ascuas que quedaban aún encendidas, se montó en el caballo, detrás de ella, y comenzó a cabalgar a pesar de que la oscuridad aún reinaba en el bosque.
Cuando el amanecer comenzaba a despuntar Jefferson se dio cuenta de que cada vez se encontraba más cerca de la planta. Podía ver como el bosque se expandía y su color verdoso era cubierto por un suave brillo dorado. Sin poder creérselo azuzó al caballo para llegar al centro del claro que se habría frente a sus ojos, en cuyo centro se hallaba el Néfesh; una flor de un suave tono violeta que refulgía, muy parecida a la flor del loto común excepto por el tamaño de sus pétalos, los cuales eran más alargados y sus bordes eran de un tono blancuzco.
Jefferson desmontó del caballo de un salto y cogió la flor con delicadeza entre sus dedos. Los pétalos eran suaves al tacto pero lo más increíble era su calidez, como si la planta bombera sangre. Cortó el tallo y vio con deleite como otra flor igual salía de este enseguida para suplir el lugar de su hermana.
Volvió al caballo, guardó la flor en su bolsa, y montó sobre el caballo. Echó un último vistazo a aquel paisaje tan peculiar y comenzó a galopar de nuevo de vuelta al centro del bosque donde dejaría a la joven y volvería a su casa.
Dio un par de vueltas innecesarias para evitar que la chica encontrara el camino de vuelta a aquel lugar recóndito. Al llegar a un claro desmontó del corcel, cogió su bolsa y bajó a la chica que se hallaba silenciosa con la mirada fija y la barbilla en alto y se dejaba hacer como si fuera una simple muñeca de porcelana.
La colocó en el centro del claro y vio como esta le miraba con el ceño y la boca fruncidos. Extendió los brazos en su dirección a lo que Jefferson sonrió.
—Antes de soltarla, dígame su nombre —le pidió instintivamente. Había algo en aquellos ojos azules que despertaba emociones en su cuerpo en las que no quería pensar.
Le había pasado lo mismo en la taberna pero, la cercanía de la chica durante la cabalgata, había provocado que el corazón galopara todavía más frenéticamente que antes haciéndole creer a Jefferson que saldría de su pecho. El ruido que este hacía al bombear era tan fuerte que la joven debería oírlo.
—Alicia —contestó la chica minutos después tras sopesar los pros y los contras de decírselo. Era más orgullo que otra cosa lo qu evitaba que le dijera el nombre, pero pronto la necesidad de volver a sentir la sangre pasar por sus muñecas fue más fuerte que el orgullo. La sonrisa de Jefferson se hizo más amplia y este, quitándose el sombrero y creando un portal que le llevaría a casa, miró a Alicia la cual le observaba confusa.
—Un placer conocerla, Alicia —dijo y saltó dentro del sombrero. El grito de indignación de la joven por dejarla atada llegó a sus oídos provocando que soltara una carcajada. Eso es lo que se merecía por atacarle no una, sino dos veces.
—Le dije que consiguiera el sombrero, no quedarse atada en el bosque —el Ser Oscuro se encontraba hilando con tranquilidad aunque su voz dejaba entrever que no estaba para nada contento con las noticias que le traía aquella muchacha.
—Me pillo desprevenida mientras estaba buscándolo. ¿Cómo iba a saber yo que dormía con él? —replicó la joven cruzada de brazos. Sus muñecas tenían líneas rojas allí donde la soga había evitado la circulación.
—Me da igual lo que haya pasado. Quiero que se haga con ese sombrero —Rumpelstiltskin dejó de hilar y se levantó para dirigirse hacia Alicia. —Haz lo que tengas que hacer para obtenerlo y recuerda que él tiene que vivir, para eso estoy creando la poción que lo someta.
Alicia asintió y se marchó de aquel lugar en busca de Jefferson. Solo tenía que encontrar la manera de adentrarse en su casa, una vez estuviera allí dentro robar el sombrero sería muy fácil y, entonces, tendría su recompensa.
CONTINUARÁ.
Néfesh: es una palabra hebrea que significa alma. Aquí lo que quería era inventar una poción que hiciera que aquel que la bebiera se pusiese a las órdenes del que le suministrase la poción. Para ello necesitaría de esta planta y un mechón de pelo para extraer, mediante la magia, la esencia de la persona.
