Disclaimer: todo el Potterverso pertenece a JK Rowling.
Este fic participa para el reto especial de aniversario "Lo bueno viene de a cuatro" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. Este consistía en escribir cuatro viñetas (porque el foro cumple cuatro años) con una lista de cuatro cosas y yo elegí los cuatro elementos.
Agradecimientos a Miss Lefroy Fraser por el beteo del fic.
Tales of war
Tierra
Padma cogió su pluma, dispuesta a acabar los deberes de Historia de la Magia que el profesor Binns les había mandado para el verano; pero los gritos de Lavender Brown y su hermana en el patio, no solo conseguían que no fuese capaz de concentrarse, sino que agotaban la poca paciencia que ya le quedaba (y que ella solía jactarse de esta por ser inagotable). No era el primer día que le pasaba eso, desde que Lavender Brown había llegado a su casa hacía un mes, la muchacha no se podía sacar de la cabeza el agudo tono de voz de la amiga de su hermana.
Miró por la ventana y las vio a ambas sentadas debajo del sauce llorón que se encontraba en su jardín. Estarían cotilleando sobre los últimos artículos de Corazón de Bruja o sobre el descubrimiento de las aptitudes de Lavender Brown para la Adivinación (o más bien, celebrando su gran inventiva). La mejor amiga de su hermana no era santo de devoción para Padma, era demasiado ruidosa, demasiado coqueta y cotilla, lo cual estaba empezando a influir en su hermana. Al menos antes había tenido su casa como refugio seguro de las banales conversaciones de las dos muchachas, pero cual había sido su sorpresa al descubrir que Parvati había invitado a Lavender a pasar un mes de verano con ellas.
Parvati y Padma siempre habían sido muy diferentes, pero siempre habían sido mejores amigas, aparte de hermanas. Nunca habían tenido muchos amigos, así que se apoyaban la una a la otra, jugaban juntas, leían juntas, paseaban juntas. Sin embargo, eso ya no era así. Lavender parecía haberse atado con una cadena a su hermana, eran inseparables y eso significaba que Padma quedaba fuera de la ecuación. Aunque para ser justos, más de una vez Lavender y su hermana la habían instado a que se uniese a ellas cuando salían por el pueblo, pero había rechazado todos los ofrecimientos. No se sentía cómoda, sentía como si no encajara, ni siquiera se atrevía a hablar con su hermana de los temas cotidianos cuando su amiga estaba delante.
Aunque no era eso lo que la inquietaba, se notaba que su hermana se divertía mucho más comentando los amoríos de Hogwarts que hablando con ella, pero la echaba de menos. Echaba de menos la vitalidad de su hermana y sus comentarios dulces, que se enfrentaban a los sarcásticos de Padma, sus sonrisas y sus carcajadas en los momentos más innecesarios.
Estando inmersa en sus pensamientos, apenas oyó como alguien tocaba a su puerta.
—Adelante. —La puerta se abrió, dejando ver a Lavender Brown al otro lado. Padma se levantó de su escritorio, dejando sus deberes detrás de ella; no estaba de humor como para que la muchacha se riese de ella por estar haciendo la tarea un día tan bueno como aquel.
—Buenos días —saludó Lavender, algo cohibida.
—Hola —saludó la chica y, tras unos segundos de silencio, siguió hablando—: no es por ser maleducada, pero sabes que este no es el cuarto de mi hermana, ¿verdad?
—Sí, creo que la habitación de Parvati se distingue bastante. —Padma sonrió al comentario, su hermana se había decidido a decorar la puerta de su habitación cuando había recibido su carta de Hogwarts y esta estaba llena de dibujos de escobas voladoras, varitas, gatos, explosiones de magia…—. Yo había venido a hablar contigo.
—¿Conmigo? —se extrañó la muchacha.
—Sí, vengo a despedirme, me voy mañana temprano y no creo que estés despierta a esa hora teniendo en cuenta que duermes como un lirón. —Padma abrió la boca para decir algo, pero Lavender la detuvo—. Sé que no tenemos la mejor relación, yo no te caigo bien, tú… bueno no me caes bien, aunque tampoco me caes mal, simplemente no has hablado nunca conmigo. Pero me gustaría que nos llevásemos mejor —terminó la muchacha sonriendo.
—Eso es algo complicado, somos muy diferentes. Forzar las cosas a veces solo lleva a empeorarlas.
—Bueno, no creo que podamos caer más bajo que esto. Llevo un mes en tu casa y la conversación más larga que he compartido contigo ha sido sobre lo salada que estaba la comida. Lo cual es normal, ya que huías despavorida cada vez que nos veías entrar a Parvati y a mí por la puerta e imagino que no era por la presencia de tu hermana.
—Yo no huía, tenía cosas que hacer —contestó Padma.
—Pues tienes una agenda más ocupada que tu padre, porque hasta a él lo he visto más que a ti.
—Deberes.
—Debes haber acabado los deberes de todos los años que nos quedan en Hogwarts —respondió Lavender—. Mira, yo solo estoy diciendo que deberíamos llevarnos bien, no por ti, ni por mí, sino por Parvati. Te echa de menos, eres su mejor amiga, pero se encuentra con que sus dos mejores amigas no se soportan entre sí —explicó la muchacha—. Por favor.
—Está bien —contestó Padma tras meditarlo unos segundos. Obviamente lo haría por su hermana, aunque el precio fuese tener al lado a una chica que parecía tener una bocina como cuerdas vocales.
Lavender sonrió.
—¿Qué tal un abrazo para sellar el pacto?
—¿Eso no se hace normalmente con un apretón de manos? —No pudo decir la siguiente frase que tenía en mente, porque la amiga de su hermana ya la había abrazado. Viéndose obligada a devolver el abrazo, Padma esbozó una pequeña sonrisa.
—No eres tan amargada como dicen —comentó Lavender cuando la soltó.
—Oye, ¿quién dice que soy amargada? —preguntó Padma con verdadera curiosidad, recibiendo como respuesta una carcajada de la muchacha y el sonido de sus pasos bajando las escaleras a gran velocidad.
O—O
Todo era caos, humo, explosiones, muerte. Padma, que siempre había adorado Hogwarts, no pudo sino sentir pena al ver el dolor que parecían sentir los muros al verse testigos de esa tragedia. Pero no tenía tiempo para parase a pensar en eso, tenía que encontrar a su hermana. Parvati había salido corriendo, dispuesta a luchar contra los mortífagos antes de que Padma hubiese llegado hasta ella. Tras las explosiones, se encontraban los cadáveres. Sintió nauseas al ver el del pequeño Colin Creevey tras unos escombros y solo tuvo tiempo de cerrarle los ojos, intentando contener las lágrimas.
Padma devolvió un hechizo que le acababan de lanzar, a pesar de que siempre se le había dado mejor la teoría que la práctica. Durante su quinto y séptimo año había aprendido algunos trucos en el Ejército de Dumbledore. No tenía tiempo que perder, se escabulló de la pelea, intentando despistar al mortífago que la perseguía. De repente, un rayo de luz golpeó al mortífago, la muchacha se giró para ver a su amigo Terry Boot, cuyo pelo rubio parecía ceniza, y su sonrisa había mudado a una expresión seria.
—He visto a tu hermana en el patio, ayudando a Thomas. Ve a por ella —exclamó el muchacho, lanzando un hechizo hacia uno de los mortífagos que luchaba contra dos chicas de Gryffindor; creía recordar que sus nombres eran Alicia Spinnet y Angelina Johnson.
—Gracias —gritó la muchacha mientras corría hacia el lugar donde le había señalado Terry.
Cuando bajó a la planta baja la vio, espalda con espalda con Dean Thomas, lanzando haces de luz que se mezclaban en el patio.
Padma debió ser la única persona que ahí, en medio de la batalla, rodeada de caos, humo, explosiones y muerte, sonrió.
Estaba viva. Parvati estaba viva.
Sin embargo, antes de que pudiese acercarse a ella para tirarle de la oreja y llevarla a un lugar seguro, vio como Hermione Granger lanzaba un hechizo que le dio a un hombre que se encontraba sobre una chica con el cuerpo ensangrentado. Lo único que Padma pudo ver de la muchacha fueron algunos mechones de cabello rizado color miel. No necesitó más, había visto ese cabello, día tras día, como encadenado al de su hermana.
Lavender Brown.
Corrió hacia la muchacha y se arrodilló ante ella. Estaba cubierta de sangre, de arañazos, de mordiscos.
—Por favor, no estés muerta, no estés muerta —le tomó el pulso con las manos temblorosas.
Estaba viva.
Entonces, en medio de toda esa vorágine de destrucción, su mente se despejó. Tenía que sacarla de ahí; si se quedaba moriría desangrada o sería alcanzada por algún otro hechizo. Tenía que llevarla al Gran Comedor, habría alguna medimaga o enfermera dispuesta a ayudarla, aún podía salvarla. La fuerza física nunca había sido la mejor parte de Padma, prefería leer, escribir, hablar, incluso dar una clase de Cuidado de Criaturas Mágicas antes de hacer ejercicio, pero no tenía más remedio que cargar a la mejor amiga de su hermana hasta el Gran Comedor. Y no esperaba que ella ayudase mucho.
—Vamos, Lavender —murmuró mientras levantaba a la chica, que era un peso muerto—, no te vas a morir, ¿vale? Y cuando termine esta guerra vamos a ser las mejores amigas, te lo aseguro. Parvati va a estar muy orgullosa de nosotras. —Ya no sabía si esas palabras iban dirigidas a Lavender o a ella misma, pero no podía dejar de hablar.
Cuando vio la puerta del Gran Comedor quiso llorar del alivio, estaban ahí, tan cerca. Le dolía el hombro, y en alguna parte del trayecto un hechizo le había alcanzado el tobillo y hacía esfuerzos para no gritar del dolor. El alivio le hizo olvidarse de dónde estaba. Seguía en medio de la caótica batalla, con Lavender en su hombro, moribunda. Fue esa milésima de segundo la que aprovechó un mortífago y Padma, al oír el hechizo, solo tuvo tiempo de colocar a Lavender tras ella, protegiéndola con su cuerpo y todo explotó.
«Lavender»
Ese fue el único pensamiento que consiguió que hizo que Padma abriese los ojos, ignorando el agudo dolor que sentía en la cabeza y en su tobillo. Miró detrás de ella. Lavender seguía ahí, pero estaba más pálida, y Padma no estaba segura de cuánta sangre más podría perder.
—Por favor, ayuda —exclamó la muchacha desesperada, pero el fragor de la batalla parecía silenciar su voz.
Miró a su alrededor, ¿qué estaba haciendo allí? En medio de una batalla, en medio de los gritos, del dolor, de la confusión. No era su lugar, no era el lugar de nadie. Y Padma, la muchacha que siempre se había enorgullecido de sus notas altas, de sus juicios sobre la sociedad, sobre las personas, se sintió inútil. No tenía el valor, ni el arrojo, no tenía la habilidad, nada importaba el conocimiento teórico en esa situación.
Un quejido de dolor de Lavender la despertó de su reflexión. No iba a llegar al Gran Comedor, no podía levantarse, y mucho menos andar, pero no podía dejarla morir.
—Escúchame, Lavender, vamos a salir de esta. —Agarró con fuerza su varita y quiso recordar algún hechizo que la sacase de esa situación y sonrió cuando recordó uno que había leído durante ese curso para la clase de Pociones—. Vale, voy a intentarlo, pero tienes que ayudarme, no puedo hacerlo sola. —La voz se le quebró—. Me ha costado demasiado acostumbrarme a tu presencia como para que ahora decidas irte. —Y, dicho eso, apuntó con la varita a las heridas de su amiga y se concentró en el hechizo.
Las lágrimas le empañaron los ojos cuando vio que el hechizo comenzaba a hacer efecto: las heridas se estaban cerrando. Padma sabía que eso solo era superficial, los daños internos continuaban, pero eso detendría la salida de sangre, le daría algo de tiempo. La muchacha siguió realizando el trabajo, mordiéndose el labio para reprimir un sollozo. Lo iba a conseguir, podía hacerlo.
—¿Padma? —La muchacha levantó la cabeza rápidamente al escuchar la llamada y allí vio a su hermana, con una mueca de desconcierto, acompañada por Dean Thomas. Se acercó rápidamente, dejando a su acompañante luchando contra otro de los mortífago—¿Qué haces aquí, imbécil? ¿No te habías ido a Hogsmeade?
—No podía irme sin ti —contestó su hermana—. Necesito tu ayuda, tienes que llevar a Lavender al Gran Comedor. Di que la ha mordido Fenrir Greyback, que ha perdido mucha sangre, que he cerrado las heridas superficialmente, pero no he podido hacer más. Aún está viva —añadió la chica en un susurro.
—Pero tú… —Parvati miró a su hermana con aflicción.
—Yo no puedo moverme, pero estoy bien, al menos consciente —contestó Padma—. Corre, después puedes venir a por mí.
—¡Vendré lo más rápido posible! —Y así, Parvati se echó a Lavender al hombro y comenzó a caminar hacia el Gran Comedor.
Esa imagen fue la última que vio antes de que un hechizo alcanzase su espalda, haciendo que cayese al suelo, con una mueca de dolor.
