(¯`·..·- ¿DÓNDE ESTAS? -·..·´¯)
Basado en los personajes de Takao Aoki
(¯`·..·- Nyu Oz Leonhart -·..·´¯)
CAPÍTULO 1: DESAPARECIDO
Metió la llave con enfado en la puerta del número 5 del quinto piso, arrastró su bolso de viaje, estaba sumamente cansado sin mencionar que su mal humor rebasaba con creces su agotamiento ¿Y de quien era la culpa? De ese estúpido pelirrojo que se había comprometido a ir por él a la central de autobuses. Cuando bajó del bus no estaba y por más que sus compañeros le dijeron que lo llevaban a casa, los había rechazado por esperar a su esposo que no había visto en una semana entera. Y después de esperar por dos largas horas había terminado tomando un taxi que lo dejó en casa. Giró la llave y entró esperando ver al pelirrojo sorprendido por haber olvidado su compromiso... le ignoraría hasta que se pensara como hacerle olvidar su mal humor, y debía esforzarse en ello o le mandaría a dormir al sofá. Pero lo que se encontró fue la sala vacía.
- ¿Yuriy? —llamó esperando verlo salir de la alcoba, nada pasó.
Dejó las llaves en la mesa junto a la puerta y el bolso de viaje en la cama, por lo visto no estaba en casa. Regresó a la sala y encendió el televisor para desparramarse sobre el sillón, sacó el celular del bolsillo y marco rápidamente el número que se sabía de memoria y esperó los tonos, más le mandaba inmediatamente al buzón:
- Estoy en entrenamiento, no puedo responderte —seguido de los tonos para dejar un mensaje de voz. Dejó el móvil a un lado y sin darse cuenta se quedó dormido víctima del murmullo del televisor y el cansancio de su semana en el entrenamiento en salvamento en desastres naturales.
Despertó apenas consciente de que era el timbre de la puerta y no el celular que tenía en la mano. Estaba oscuro ya, la luz del televisor con el sonido apenas audible era lo único que brindaba iluminación a la casa. Apretó los ojos intentando despertar y aparentar no haberse dormido. Caminó a la puerta gruñendo entre dientes "Olvida sus llaves y debó levantarme a abrirle" Abrió de golpe y puso mala cara.
Más no era quien esperaba, era la joven vecina castaña que vivía en el departamento 6 que quedaba justo enfrente al pasillo.
— Hola —saludó con cara decepcionada, al parecer no esperaba que él le abriera— he traído su correspondencia, se estaba acumulando en su cajón —entregó algunos sobres que seguramente eran facturas, tres envoltorios que imaginaban eran revistas, dos a las que se había suscrito recientemente (una de ellas solo porque su esposo salía a menudo en ella) y la otra era suscripción de Yuriy.
— Gracias —mascilló con simpleza y empezó a cerrar la puerta.
— Es una suerte que Yuriy te haya acompañado… al final— se puso de puntillas y se inclinó a la derecha para poder mirar al fondo de apartamento.
— ¿Acompañado? —preguntó mirando la cuenta de la luz.
— Ehh —se sonrojó al creer que había dicho algo indebido— No he visto luz en su apartamento desde hace algunos días...
Eso quería decir en el idioma de la vecina (que al parecer tenía cierta debilidad por su pelirrojo esposo) que no le había visto llegar en esos dos días o más días, pobre, debía estar tan desesperada que tenía que espiarlo para sentir un hombre cerca de ella.
— Creí que se había tomado unos días para ir de vacaciones... contigo— dijo aún más apenada.
— Seguramente llegaba tarde del trabajo.
Cerró la puerta sin esperar a que se marchara la vecina. Las revistas se le cayeron de las manos quedando entre el comedor y la sala. Cogió el celular y volvió a marcar sintiendo que el corazón se le aceleraba y le subía por la garganta.
— Estoy en entrenamiento, no puedo responderte —volvió a escuchar.
— Si tienes un celular es para que lo respondas con un carajo Yuriy —gritó al aparato queriéndolo arrojar contra la pared, pero se contuvo.
Volvió a guardarlo en el bolsillo, se tentó la cartera dentro de la chamarra y tomó las llaves antes de salir disparado a la calle. Era demasiado tarde para ir a cualquiera de los trabajos de Yuriy y ni siquiera se había tomado la molestia de conocer o preguntarle a su esposo quienes eran sus amistades. Le haría escribir una lista con nombre y dirección de todos sus conocidos cuando le encontrara y le patearía el trasero por hacerlo preocupar de esa manera, después se reirían de su paranoia, pero por favor, que Yuriy estuviera bien para poderse reír con él.
Paró el primer taxi que vio, lo hizo dar vueltas por la ciudad sobre todo en las calles donde solían frecuentar bares, pidió que lo esperaba mientras entraba y miraba dentro, así paso las últimas dos horas, preguntando incluso a las personas que les conocían de simple vista. Las ideas se le están terminando y para estar tantos días fuera solo se le vino algo a la cabeza.
- Al Santa Catarina.
Era el hospital de la zona. En cuanto pagó al taxista una ambulancia con las sirenas apagadas se detuvo en la entrada, era casi seguro que esperaban a alguien para un traslado. Se acercó a ellos reconociendo a uno de los paramédicos.
— Hey Bryan! —Dijo el joven al verlo— que haces aquí, esta no es tu zona laboral.
— Quiero saber si trajeron a un conocido aquí.
— Mmm será un poco complicado a esta hora, pero ven te llevaré con alguien.
Bryan no miró la nueva redecoración de la sala de espera, ni la máquina de café donde estaban regalando algunas muestras, ni al joven enfermero nocturno que le observó con ojos embelesados. Se mantenía con la vista al frente, guiado por ese conocido hasta una oficina administrativa donde varias enfermeras platicaban de cosas triviales. La encargada del turno se acercó y el albino describió a quien buscaba:
— Mas bajo que yo, acento ruso, piel blanca, ojos azules, pelirrojo, delgad...
— Creo —interrumpió la enfermera su descripción— que el del 224 es pelirrojo ¿no es así? —miró dentro de la oficina y el resto asintió— No tenemos su nombre, lo encontraron inconsciente esta mañana.
— ¿Puedo verlo?
— No sé... el protocolo dice que...
— Solo un momento, si es Yuriy le traeré toda su documentación, le ahorraré papeleo.
Ahorrar papeleo era la mejor estrategia, cuando menos lo notó estaba frente al 224, la puerta se abrió y entró la enfermera seguida por él. Debía prepararse, mientras caminaron hasta allí le dijeron allí que le habían asaltado, golpeado y robado la cartera así que estaba bastante mallugado aunque fuera de peligro. Esperaba que no hubiera sido en una de esas salidas furtivas que tenía con esos modeluchos o no le dejaría salir más, a menos que fuera con él.
Se acercó, cabellos rojos escapaban del vendaje que le cubrían gran parte de la cabeza que estaba ladeada y descansaba hacia el otro lado, alejándolo de su vista completa; la piel estaba cetrina, parecía dormido o quizás solo estaba bastante sedado. Dio otro paso para contemplar mejor su perfil bajo la luz que entraba desde el pasillo.
Dios...
— Yuriy... —susurró con un nudo que le apretaba la garganta— ¿dónde estás?
Salió del hospital aprisa, no se sentía nada aliviado de que aquel extraño pelirrojo no fuera su pelirrojo, esto solo lo dejaba donde al principio, con nada, sin saber dónde estaba su esposo o que era lo que le había ocurrido. Quizás que no le viera la vecina no quería decir que su ruso no hubiese llegado a casa.
Él no solía sacar la correspondencia del buzón, a menos que se lo pidiera cuando llegaban juntos, Quizás estaba haciendo un verdadero drama por el comentario de una joven que no tenía nada que hacer que espiar a su esposo. Regresaría a casa y estaba seguro de que estaría allí para burlase de él por creerlo incapaz de cuidarse a sí mismo.
— Lo tomará a mal —se quejó caminado hasta la parada del bus.
La luz de su apartamentose colaba bajo su puerta, recordó con claridad que había apagado todas las luces menos el televisor pues había salido corriendo. Metió la llave y entró de golpe para ser recibido por la luz encendida de la sala, el televisor estaba apagado, las revistas del suelo se hallaban en la mesa del comedor. Su respiración se tranquilizó, respiró hondamente anunciándose.
— Yuriy regresé y quiero que hablemos de esa manía tuya de no tener encendido el celular, sabes que son para ser localizado cuando uno necesita decir algo ¿o es acaso que quieres que te implante un localizador? —Se encaminó a la habitación porque la cocina estaba vacía— eso me ahorraría muchos problemas.
Se quedó congelado en la puerta de la habitación. Estaba revuelta por completo, la ropa de su bolso esparcida por el suelo, el closet abierto de par en par con la ropa en el piso, los cajones revueltos, los zapatos contra la pared. Giró para entrar al baño, todo estaba intacto. Miró por encima de del closet donde guardaban las cosas más grandes y notó claramente que la maleta de Yuriy no estaba.
Sin saber el por qué lo hacía se lanzó contra la ropa sacándola toda, revisando las prendas del pelirrojo, hacían falta mudas, las nuevas que le habían dado en el modelaje, varios pares de zapatos, la ropa interior que le había comprado hace pocas semanas para sacársela con los dientes, un abrigo y... Se detuvo con los puños apretados.
No tenía duda, se había marchado. Tomó el teléfono de su casa y marco un número. Esperó tres timbrazos antes de que contestaran.
— Hitoshi no puede responder —contestó alguien familiar y nada grato.
Su voz fue una bofetada helada que le dejó sin habla, luchó internamente con la necesidad de colgar, pero necesitaba hablar con Hitoshi, no sabía a quién más acudir.
— ¿Bueno? —la voz volvió a hablar.
¿Desde cuándo Takao estaba en la ciudad? Saber que Kinomiya se había mudado a no más de una hora de su actual viviendo era toda una sorpresa y de las desagradables. Se había enterado apenas hacia una semana cuando sin querer se lo había topado y se lo había contado. Imaginaba que vivía sólo o con Brooklyn, pero nunca en su vida se había imaginado que ese mono le contestara la llamada.
— Dile a Kinomiya que responda el teléfono.
— Mmmf —tampoco parecía feliz de escucharlo- Bryan... ¿qué tal te va?
¿Era sarcasmo lo que escuchaba en su voz?
— Hotoshi —insistió, y a los pocos segundos el mayor de los Kinomiyas atendió la llamada.
— ¿Diga?
— Hitoshi —dijo apresuradamente- ¿hace cuánto que ese engendro está contigo? —cambió lo que quería decir antes de pensarlo.
— ¿De qué hablas? —pareció que se alejaba del ruido, quizás se encerraba en alguna habitación.
— Escucha —respiró— Yuriy desapareció, lo he buscado en todos los sitios donde se me ha ocurrido y ni rastro ¿sabes algo de él?
— ¿Desaparecido? Recuérdame tu dirección, estaré allí lo más pronto posible— después de darle el dato colgó.
No tuvo coraje ni fuerzas para limpiar el desorden, se fue a la sala a beberse una soda. Mientras abría el refrigerador imágenes claras llegaron a su mente. Imágenes que había hundido en el fondo de su ser para olvidarlas, esperaba nunca saber de ellas, pero ahora le calaban como agua hirviendo sobre la piel.
— ¿Bryan? —la soda casi se le cae de las manos al escuchar su nombre. Se giró con esperanza.
Hitoshi entró en el apartamento donde vivía con el pelirrojo. Examinó el lugar con cuidado como si esperara ver otro tipo de sitio, más era un apartamento luminoso color amarillo, los muebles eran de un tono casi blanco, así como las cortinas del gran ventanal que mostraba el paisaje nocturno de la ciudad. Era acogedor, limpio y con pisos de madera. Avanzó ubicando al ruso dentro de una pequeña cocina, al otro extremo la puerta de la habitación estaba abierta y mostraba un caos de ropa.
— Alguien salió deprisa —adivinó al acercarse al marco de la puerta.
— Yuriy se llevó sus cosas, o parte de ellas —le alcanzó sin mirar dentro.
No le preguntó porque lo sabía, Hitoshi era de los pocos que consideraba su amigo y como tal conocía lo que quería decir.
— ¿Desde cuándo está aquí? —preguntó por el menor de los Kinomiyas.
— Hace cuatro días llegó para visitarme.
— La vecina que espía a Yuriy dice que hace dos día no llega a casa. Se me figura mucha coincidencia, Takao llega de visita y de pronto el pelirrojo desaparece junto con sus cosas.
Prometiste que no te irías nunca de mi lado, dijiste que me amabas y te quedarías conmigo. Pero te marchas, me abandonas... otra vez.
— Creo que te estas adelantando a las circunstancias.
— No sería la primera vez que se marcha.
— No he pasado todos los días con Takao —Bryan apretó la mandíbula con solo escuchar su nombre, más Hitoshi lo ignoró- pero te aseguro que no es con él con quien esta.
— ¿Le preguntaste?
— No sé exactamente qué pasó con ellos cuando terminaron, pero no quedaron exactamente en buenas condiciones. Creo que Yura lo abandono.
La idea de ir a matar a Takao y de paso a Yuriy estaba desapareciendo momentáneamente. Pero seguía sin saber dónde diablos estaba ese ruso.
— Se le está haciendo costumbre- dijo con amargura.
— Posiblemente Yuriy haya tenido la necesidad de salir de la ciudad. Dijiste que estaba en una liga de Hockey ¿un partido fuera?
— No me dijo nada de un partido.
— ¿Mantuviste contacto con él?
— Le llamé un par de veces en la semana, la mayoría eran mensajes —sacó el móvil— el ultimo es de ayer— le mostró la pantalla iluminada con un texto claro- Apuesto que me has extrañado, ya quiero verte,
— ... —Frunció el ceño intentando descifrar algo en aquellas letras —Sabes cómo es Yuriy, los rusos tienen la necesidad de estar libres por ratos.
— ¡Claro! ¿Cómo no se me ocurrió a mí? —dijo con sarcasmo— debió estar fastidiado por acosarlo con mi ausencia toda la semana aí que tuvo que salir huyendo a buscar espacio para él.
— ¿Entonces donde esta?
— Masefield es su amigo, debe saber.
— Broo está en Londres, hace una semana se fue y no regresará hasta el próximo viernes.
— Llámale, no puedo esperar cinco días más, si sabe algo de Yuriy quiero saberlo ya.
Puso el altavoz, ambos escucharon las teclas marcándose y los sonidos de los timbres, uno, dos... El teléfono pareció caer y una maldición se escuchó en murmullo, tomaron nuevamente el aparato y la voz del pelinaranja retumbó en la sala de Bryan.
— HIRO, yo también te extraño. Y me sorprendiste, tuve que salir de la ducha, como me gustaría que estuvieras aquí para hacerlo en la tin...
— Broo, detente —urgió al mismo tiempo que se sonrojaba.
Era el momento ideal para hacerle burla, estallar en una carcajada o lanzar un comentario como "Estoy seguro que si te lo hiciera en la tina dejarías inmediatamente a ese tarado de Kinomiya" pero en ese momento no le interesaba nada de su charla cursi.
— Necesito preguntarte sobre Yuriy —agregó agradecido del silencio de su amigo.
— ¿Yuriy? ¿Qué pasa con él?
— ¿Has hablado con él en los últimamente?
— Me comentó de un trabajo que tenía como modelo. No fue una gran conversación —explicó— ¿Bryan fue a quejarse contigo porque no quiere que admiren a su pelirrojo esposo?
El peligris contó nuevamente lo ocurrido desde su llegada en autobús, la visita a los bares, el hospital y la ropa revuelta de regreso a casa. Brooklyn solo soltaba "AHHH" o "Nooo" a los que Bryan no sabía si estaba asombrado o preocupado.
— Lamentó no poder ayudar, Yuriy no ha hablado últimamente conmigo. Quizás Miguel sepa algo, sé que se encontraron en su partido.
Se cruzó de Brazos ¿Cómo era que no había pensado en ese mozalbete de Miguel? Era su amigo, su ex-amante. Tenía que saber algo y se lo sacaría aunque le partiera todos los huesos para averiguarlo.
Sobre una cama, un cuerpo flácido yacía bajo las colchas, se removió en su sueño y apenas si se movió en la realidad. Intentó despertar pero las manos negras de la inconsciencia le arrastraron nuevamente a un lugar oscuro donde no había nada más que quietud... Y la quietud parecía buena. Se dejó abrazar por ellas volviéndose a dormir.
Tras una batalla campal que duro minuto o quizá horas abrió los ojos pesadamente, apenas unos milímetros para ver luz entrar entre sus parpados. Luchó por mantenerse despierto, luchó para abrir los ojos. Los ojos color zafiro estaban opacos, miraron el techo y las paredes. Se preguntó si seguía soñando o no, si era real o su imaginación.
Lo único real era la sed que sentía, era una necesidad genuina más allá que otra que tuviera en ese momento, así que se aferró a ella con las pocas fuerzas que le quedaban.
— Agua —pidió en un susurro casi inaudible.
Algo se movió entre la maraña de la neblina y la blancura de las paredes, se le acercó y temió que volvieran a llevarle a ese lugar oscuro. En cambio algo le picó el labio, le costó reconocer que era una pajilla. La tomó con torpeza entre sus labios resecos y sorbió. El agua paso humedeciendo su boca, al igual que las lluvias rehumedece la tierra cuarteada por el sol. Algunas gotas resbalaron por su barbilla refrescándolo enormemente.
Retiraron la pajilla y dejó caer la cabeza sobre la almohada. Intentó reconocer donde estaba, más todo era borroso y desconocido. Buscó a la persona que le había dado a beber, vestía de colores claros, blanco quizás. Debía ser una... las palabras entraban atropelladamente en su mente, mezclándose con otras, aún estaba desorientado no podía relacionar sus recuerdos, sus conocimientos y su vida.
Se concentró para dejar su mente en blanco y permitir que las imágenes entraran con fluidez y claridad.
Se forzó por recordar: el viaje de Bryan, los largos días entrenamientos de hockey por las mañanas, las insinuaciones de Caleb en las duchas, las largas horas de sesiones fotográficas para ganar la firma con una de las marcas más reconocidas en el mundo de la moda. Las cenas a altas horas de las noches con sus compañeros de la agencia.
Agradecía que Bryan estuviera fuera, de lo contrario habría tenido que renuncia a esa firma por el tiempo que debió dedicarle. Ganaría el suficiente dinero para pasar un aniversario de ensueño, estaba seguro que sorprendería a su pareja.
El precioso líquido empezó a hacer efecto en su cuerpo, desperezándolo levemente y devolviéndole las sensaciones al cuerpo, sensaciones como el dolor. Debía estar en uno de esos lugares donde curaban enfermedades, olía a eso; a desinfectante, a limpio y a medicina; todo mezclado para completar un aroma que conocía a la perfección, que detestaba, pero al que estaba acostumbrado.
Una clínica o un hospital, esa era la palabra que buscaba, y la persona que estaba con él debía ser una enfermera. Que sólo significaba que le había ocurrido algo... ¿Una caída en el hockey, una pelea o quizás un accidente de tránsito? No recordaba nada de ello, no recordaba nada de nada. Se obligó a pensar mientras el dolor se hacía más intenso.
Le habían tumbado en dos ocasiones en los entrenamientos, pero ninguna de ellas ameritaba estar en el hospital. La mujer se acercó, podía verla mejor, usaba una batita blanca y el cabello recogido en un moño apretado, usaba gafas y no le prestaba atención. Llevaba en las manos una jeringa con algún medicamento dentro. Le buscó la guía de canalización que tenía en el brazo izquierdo sujeto con cinta blanca adhesiva. No se sorprendió al verla, más le causó cierto escozor en la piel.
Inyectó la solución muy despacio...
Era jueves por la noche, había mirado su cajón de correspondencia casi lleno, más estaba demasiado agotado para desviarse unos pasos y tomarlos. Presionó el botón del elevador, las paredes de espejo le mostraron su rostro cansado y hermoso, no podía darse el lujo de descuidarse un solo momento, se arregló el cabello inconscientemente y salió. Todo el pasillo estaba oscuro y en silencio, era más de media noche así que era normal. Metió las llaves en la puerta y algo se movió a su lado, Se volvió con la rapidez de un ágil delantero, y miró ese rostro cuadrado y sólido, sus pequeños y agudos ojos. Una sonrisa en esos labios le erizó la piel.
Viajó por su vena, por su sangre...
Algo le tocó el costado izquierdo y una corriente eléctrica le atravesó el cuerpo, tensándolo mientras le seguían sonriendo de manera satisfecha. La corriente desapareció y su cuerpo cayó al piso inconsciente.
Empezó a adormecerse, volvían a drogarle...
Una puerta se abrió, un hombre entró, el mismo de esa noche. Se le acercó decidido con los brazos tras la espalda y ese gesto generoso que no era más que una mentira al igual que todo él.
Sus ojos se cerraban sin poderse contener...
- ...Boris- susurró entes de ser tragado nuevamente por la negrura.
- Fin del primer capítulo-
