EL TIRO POR LA CULATA

Autora: Mikami

Traducción: Silence Messiah

Año de publicación de la versión original: 2004-05

Año de publicación de la versión traducida: 2012


Resumen: Tras mantener cautiva a Sakura durante cinco meses, Itachi finalmente idea el plan perfecto para infligir mayor daño a Sasuke. Desafortunadamente, pasó por alto la posibilidad de que éste le estallase en la cara.

Notas del autor: escrito entre el 2004 y el 2005. Subido por los buenos tiempos :). Todo aquello que esté en itálica es un pensamiento del personaje.

Advertencias: Contenido no apropiado. LÁRGUENSE, NIÑOS, este fic contiene escenas sexuales entre Itachi y Sakura.


CAPÍTULO UNO

Rencores finales

Sobre la cabeza de Sakura Haruno resbalaba un sol malicioso y brillante. Mientras tanto, su mano giraba el húmedo pescado sobre sí mismo, arrancándole un sonido que pareció una bofetada sobre la roca. A pesar del sudor viscoso que empapaba su cara, ya quemada por el sol, la joven manejó la kunai con firmeza a la hora de exfoliar su alimento. Las escamas eran dispersadas en una roca que hacía las veces de cuenco improvisado sobre la tierra, y juntas creaban una hermosa composición multicolor.

Sakura puso la última trucha descamada en la grieta que reposaba a su lado y apretó los dientes para difuminar el escozor de las manos. Éstas, rojas y ásperas a causa del trabajo, apenas eran capaces de registrar las sensaciones táctiles. El calor infernal del sol, además, no ayudaba demasiado; comenzaba a hacer demasiado calor.

Agotada, secó su puño contra la transpirada cinta de su frente y se sentó a descansar un rato. El alerón de la trucha había cortado su dedo índice hiriéndola levemente, aunque el dolor la hizo sisear cuando la sangre coloreó el extremo de su uña.

Su sensible sentido auditivo captó un repentino y fuerte sonido y Sakura, metiéndose el dedo sangrante en la boca, giró la cabeza para otear los alrededores. Solo entonces sus ojos se redujeron a pequeñas rendijas, cuando se encontró de pronto observando la figura de Kisame Hoshigaki cuya espada, Samehada, resentía el choque de otro poderoso embate. Demostrando una espeluznante capacidad de destrucción, el arma dentada se balanceó, cortando el aire como un péndulo incisivo e instalando en la garganta de Sakura un inesperado nudo de ansiedad. Su señor, el Akatsuki nativo del país de la Niebla, parecía más pálido que en encuentros anteriores.

La madera de un árbol cercano se resquebrajó y astilló profundamente cuando Samehada golpeó y arrancó una larga sección de la mitad. Ante aquel cuadro de destrucción, Kisame desnudó sus dientes tras una sonrisa que recordó más bien a un cruce entre deleite y nostalgia.

"Probablemente cambiaría el árbol por una persona",pensó Sakura con disgusto.

Kisame dejó descansar su espada en el suelo. Era la primera vez que Sakura veía el monstruoso artefacto despojado de su inseparable envoltorio de tela. El ninja giró el rostro al lago, con su mano reposando en la empuñadura con forma de cráneo.

A su orden, un remolino burbujeante rompió la placidez del río. Permaneció detenido en su puesto, observando silenciosamente como el agua danzaba y jugaba a su placer. Una amplia ondulación estuvo a punto de tocar la arena cuando Kisame la detuvo y la levantó, hasta formar un muro. Rezumando espuma, el pináculo del muro burbujeaba.

"Siempre hace eso cuando está completamente aburrido", se dijo Sakura cansinamente.

La joven decidió volver a sus tareas, a dar la vuelta al pescado y, sin palabra o pestañeo alguno, incrustar su kunai en el vientre.

La actividad a la que Sakura fuera relegada se había convertido en una rutina durante los últimos dos meses. El tiempo había pasado hasta hacerse difuso, así que no había tenido más remedio que abandonar la tarea de figurarse la duración del período que había compartido con el actual y diseminado Akatsuki. Resultaba un empeño infructuoso intentar hacerse una idea de la presente situación; una cuestión que era ahora cansina, aburrida y desagradable. El miedo era un sentimiento que una vez la dominó cada día, pero durante las últimas tres semanas había sido capaz de dejar atrás aquella fase. ¿La razón? Itachi Uchiha estaba ausente por motivos de "trabajo".

Sakura cortó el interior de la trucha y la arrojó descuidadamente sobre la hierba, al lado del plato. Cogió otro pescado y lo apuñaló también, pero con una creciente severidad.

Podía aún evocar las expresiones de desesperación de su equipo durante los segundos finales de su confrontación. Asuma había sido derrotado, su espíritu casi en las puertas del Tsukiyomi. Shino estaba en el suelo, apenas consciente como para mantener un ojo abierto, al igual que Shikamaru. Neji combatía contra Kisame pero, tras una lucha sin cuartel, fue cogido con la guardia baja por el Suikoudan del enemigo. Sin embargo, lo peor de todo fue Sasuke.

La hoja de la Kunai se incrustó en un tercer pescado y, esa vez, Sakura rompió el interior con la mano entumecida. Exhaló un constreñido suspiro, recordando la expresión de la cara de su compañero de equipo.

Antes de llegar a la edad de diecinueve años, Sasuke Uchiha había tenido innumerables oportunidades de vengarse de su hermano y todas ellas habían fallado, dejando cada vez una pieza de sí mismo en el camino, quemada entre las llamas del rencor y el deseo de seguir adelante con su cruzada. Sakura había permanecido a su lado sin quejas y sin importar cuán rudo fuese él con ella. Pero el año siguiente, un poco antes de que éste cumpliese veinte, decidió remediar todos sus fallos pasados. Completamente solo, desapareció de Konoha una segunda vez para encontrar a Itachi por sí mismo.

Akatsuki había estado más vulnerable que nunca tras el fracaso de su último plan para aproximarse al Kyubi. En aquel momento lamían sus heridas tras el inesperado ataque de un enorme destacamento Anbu de Konoha. La organización estaba dispersa desde un tiempo a aquella parte, dándole a Sasuke la oportunidad de cumplir con sus sueños.

Las nuevas de su segunda partida se propagaron por Konoha tan pronto como él se puso en marcha y, por aquel entonces, Sakura fue la primera en unirse a la expedición. Contra su voluntad, Naruto quedó atrás según los deseos de Kakashi y Jiraiya. Itachi era una prominente figura en la organización Akatsuki, lo cual creaba la situación idónea para matar dos pájaros de un tiro: encontrar a Sasuke y capturar a su hermano.

Kakashi y Jiraiya habían tenido razón.

Sasuke había tenido otra oportunidad para enfrentarse a él… pero así era la Ley de Murphy, e Itachi llevó de nuevo la voz cantante. El más joven fue, a pesar de todos sus esfuerzos, apartado del camino como se quita de en medio a una mosca especialmente molesta.

Esa estampa fue la que se encontraron Sakura y el resto del equipo de rescate nada más llegar al lugar de los hechos, pero a pesar de todo, Sasuke se enfureció terriblemente, porque el hecho de que sus compañeros tuvieran que prestarle ayuda resultaba una afrenta en su rígido código de honor. Itachi no le dio tiempo a dejar crecer su rabia.

En un segundo, la batalla entre Sasuke, Sakura, Asuma, Shino, Shikamaru y Neji contra Akatsuki comenzaba. Al siguiente, sólo Sakura y Sasuke seguían en pie, y ella fue rápidamente golpeada hasta la inconsciencia.

Sasuke, tirado en el suelo patéticamente, había visto con creciente horror cómo su hermano, sin dignarse a dirigirle apenas una mirada, agarraba de un tirón el cuerpo exangüe de Sakura Haruno… y desparecía en la nada.

Sakura se sentó de nuevo sobre sus rodillas e intentó discernir, por una milésima vez durante aquellos meses, la sensación que la había dominado al despertar. La había trastornado la ilusión de bucólica placidez, aquellos árboles que se balanceaban alegremente debido al movimiento sinuoso de la brisa que, suavemente, removía las orillas del lago contra la vieja cabaña abandonada. Debía de haber pasado una eternidad antes de que alguien la hubiese vuelto a ocupar, porque las enredaderas habían extendido sus brazos sobre la superficie de la pared. Gracias a sus esfuerzos, ahora el molino de agua adosado a la casita derramaba agua cada vez que giraba, y el baño adjunto era funcional y presentaba un aspecto limpio.

Cuando el último pez fue destripado, Sakura recogió sus cosas y se incorporó. Le picaban las manos y brazos y toda ella apestaba a entrañas bajo la humedad de la mañana. Secó su frente y echó un vistazo sobre sus hombros hasta encontrar a Kisame, descubriendo que aquel azulado rostro estaba vuelto hacia ella y sus ojos la analizaban de la cabeza a los pies.

― Disfruta de lo que ves, porque es todo lo que vas a hacer: mirar ―replicó altivamente. Los ojos redondos y brillantes de Kisame brillaron por un instante.

― Me gustan las cositas sucias y bonitas ―explicó, desnudando sus afilados dientes―, y tú eres una encantadora combinación de ambas.

― ¿Es eso un cumplido o una burla? No me ha quedado claro.

La desagradable sonrisa del ninja se hizo más grande, más amenazadora. Las líneas de tensión trazaron su rostro desde sus ojos inhumanos.

― Deberías tomarlo como un cumplido. No los otorgo indiscriminadamente.

― Ajá, está bien, supongo que me siento especial ―replicó en tono mordaz.

Ella lo observó cubrir el relieve escamado de Samehada desde la base hasta la punta de la mismísima espada. Tenía su cara una expresión de algo bastante cercano a una extraña petulancia.

― Creo saber por qué te jode tanto que te presten atención ―dijo él―, todo se reduce a que él no lo hacía, ¿estoy en lo cierto?

― Basta. No empieces con eso ―la voz de Sakura se enfrió sobre un odio ardiente. Pero la sonrisilla de Kisame se extendió con placer. Había tocado un punto sensible.

― O no te follaba lo suficiente, o simplemente no lo hacía en absoluto. Sí, creo que es eso.

Un sonido abrupto cruzó el aire, llevando consigo enormes cantidades de rabia y odio. Sakura se enfureció y arrojó la kunai que había estado usando hasta entonces, apuntándole entre los ojos. Él detuvo el arma sin esfuerzo alguno, capturándola entre los dedos a tan solo un suspiro de su nariz.

― Buen intento ―reconoció.

Gruñó sonoramente y giró furiosa sobre sus talones. Oyó a sus espaldas la estridente risa de Kisame mientras se dirigía de vuelta a la casa.

La calidez del baño ayudó a relajar sus nervios. Tras dejar que su cabeza reposase sobre la tina, la joven se hundió hasta la barbilla en las humeantes profundidades, siempre intentando expulsar los pensamientos conflictivos que plagaban su endurecido consciente.

Momentos antes había arrojado los restos de pescado crudo a un lado del pozo, marchado enfurecida sobre los que ya había procesado y cogido el cubo para, entonces, caminar en dirección a la casa de baños adjunta. Con la ira latiendo en sus venas se calentó algo de agua y esperó poder así librarse tanto de su enfado como del olor a peces.

"Jodido Kisame", pensó ácidamente. Ya comenzaba a sentirse lo suficientemente patética por haber reaccionado de ese modo a sus comentarios pronunciados a la ligera. Sakura había pasado los últimos meses en su compañía. No había razón alguna para que sus palabras la perturbasen tanto.

Pero lo hacían, porque se referían a Sasuke.

Sasuke.

Su corazón sufrió. Lo que Kisame había dicho había tocado una fibra sensible y dolía, porque era verdad. Sasuke nunca le había prestado demasiada atención a pesar de que ella había permanecido a su lado, esperando el día en el que él retribuyese su paciencia y lealtad. Le había atormentado durante todos aquellos años, pero no necesitaba que Kisame echase sal en la herida.

Mientras Sakura cogía la esponja, sus pensamientos volaron hacia Konoha, su hogar. La frotó hacia arriba y abajo sobre sus brazos, preguntándose si Naruto, Kakashi o incluso Sasuke pensaban que estaba muerta. Había pasado mucho tiempo. Existía la posibilidad de que Konoha hubiese parado de buscarla.

"No", sacudió la cabeza violentamente. "Todos saben que sigo con vida. Vendrán a por mí".

¿Pero por qué no lo habían hecho ya?

Sakura suspiró de nuevo, inhalando el vapor que se elevaba sobre la bañera. No tenía ni idea de cómo había sido capaz de sobrellevar la separación de su hogar. Suficiente era encontrarse con dos palmarios miembros de Akatsuki, uno de los cuales resultaba que era Uchiha Itachi, un mentiroso, un asesino y un extorsionista. Él era la sola razón detrás del genocidio del clan Uchiha y del pináculo de malevolencia de Sasuke. También uno de sus propios miedos.

Las últimas tres semanas habían sido una bendición. Simplemente se despertó un día y él se había ido. De repente, su cautividad no resultaba tan pesada y deprimente. Kisame estaba ahí, pero no se parecía en nada a su compañero. Itachi la aterrorizaba de maneras que provocaban que escalofríos helados y siniestros se abriesen paso por su espina dorsal. Había asesinado a todo aquel que lo había amado sin remordimiento alguno. Sakura sostenía que no podía ser humano.

La visión del sharingan sin alma de sus ojos atravesaba su memoria y la ponía enferma. Sakura miró sus manos en ese momento, comenzaban a arrugarse debido al tiempo que llevaba en la bañera. No quería salir, pues eso sólo significaba que tendría que preparar el almuerzo de Kisame. Aunque si permanecía allí más tiempo, él mismo probablemente echaría la casa abajo con Samehada y demandaría sus servicios de inmediato.

Sakura arrojó la esponja sobre un alféizar cercano y agarró la toalla. El agua resbaló sobre sus sinuosas curvas a medida que se levantaba de la tina. Levantó la mano para quitarse la horquilla que mantenía sus largos mechones rosáceos en lo alto de su cabeza.

Al hacerlo, la toalla se deslizó sobre su pecho. Se dio media vuelta y casi gritó. Su boca se abrió del horror. La puerta estaba completamente abierta y parado en medio estaba Itachi Uchiha.

Sakura sofocó el grito que tenía atrapado en la garganta. Penosamente tragó saliva mientras sus manos histéricas trataban de recoger la toalla para cubrirse.

Ante su estado de desnudez, Itachi ni pestañeó. Su rostro no expresaba emoción alguna, como siempre, y se escondía parcialmente tres el cuello de su capa negra. Sus ojos no se apartaron; la miraba directamente, provocándole inquietud en medio del estresante silencio.

― No te preocupes. No he visto… demasiado ―dijo.

Su voz carecía de cualquier inflexión; tenía el mismo tono seco e impasible que Sakura siempre oía cuando él estaba cerca.

― ¿Qué quieres? ―aventuró. Recolocó la toalla más cerca de su pecho cuando sintió su mirada quemarle la piel húmeda.

― Kisame está ansioso por recibir tus servicios. Deberías alimentarle antes de que comience a impacientarme.

Itachi abrió parte de su capa para dar la bienvenida al aire del exterior. La contempló con una mirada ilegible, de la que Sakura se forzó a huir por miedo a caer en el oscuro y despiadado mundo de Tsukiyomi.

― De acuerdo. Pero deja que me vista, si no te importa ―replicó con algo de desdén.

Volvió a mirar hacia arriba, pero todo lo que encontró fue una puerta vacía que crujía. El marco estaba desocupado e Itachi ausente.