1. Y así me convertí en una Precure

"A veces quisiera que mi vida fuese más divertida… Es decir, amo cultivar plantas, pero no siento que eso sea algo especial…". Esas eran las palabras de Tanaka Ayame, una chica de segundo de secundaria, jefa del club de jardinería de su escuela y con un invernadero en el patio de su casa, el cual era mantenida por sus padres y por ella misma.

Ayame tenía un largo cabello rubio que le llegaba hasta la cintura. Y estaba orgullosa de cuidárselo todos los días. Además tenía unos ojos color de miel y una tez blanca que la hacían parecer toda una muñequita de porcelana.

-Ayame. –gritó su mamá desde afuera del invernadero. –Debes dormir, mañana empiezan las clases.

-Voy mamá. –gritó Ayame, dejando a un lado la regadera y apagando la luz del invernadero para dejar dormir a las plantas, y para dirigirse ella también a dormir.

-Ayame, no es bueno que te quedes hasta en la noche vigilando el invernadero. –dijo su madre mientras ella se dirigía a su habitación.

-Pero mamá, esas semillas de fresa fueron de la mejor cosecha de la temporada. –suplicó Ayame. –Y quiero que estas sean igual o mucho mejores que las del año pasado.

Su madre lanzó un suspiro después de escuchar a Ayame hablar con tanta pasión acerca de dichas fresas.

-Por algo eres mi hija. –contestó la madre de Ayame dándole el abrazo de las buenas noches. –Pero también debes descansar. Imagina que eres una de esas fresas, también debes cuidarte, alimentarte bien y dormir. Vamos, es hora de dormir.

-Sí mamá. –contestó Ayame. –Tú también descansa.

Ayame se dirigió a su habitación y se metió a su cama. Miró fijamente a los peluches que tenía acomodados en su cómoda, y les dijo:

-Cómo quisiera tener a alguien que entienda mi pasión por cuidar plantas. Marina lo entiende, pero prefiere más estar en el club de natación…

Ayame se levantó de la cama y se dirigió a su ventana para mirar las estrellas.

-Pero no es tan sencillo como que alguien llegue así de pronto… -se dijo.

Pero de pronto, vio en el cielo estrellado algo que parecía ser una estrella fugaz.

-¿Podría ser…? –se preguntó en sus pensamientos. -¡Es una estrella fugaz! Oh, estrella fugaz, concédeme el deseo de tener una vida emocionante a partir de mañana…

Y tal parecía ser que ese deseo le sería cumplido, pero Ayame no lo sabría sino hasta el día siguiente…

-¿Dónde quedó esa maldita hada? –gritó alguien que entre las sombras no se dejaba ver.

-Perdone, gran jefe. –contestó la silueta de un enorme sujeto, cuya corpulencia parecía ocupar lo que dos personas normales una junto a otra. –Fue un descuido mío, no debí haber descuidado a esa hada.

-¡Oh, parece que el profesor también tiene errores! –dijo una silueta de una jovencita.

-¡Cállate de una vez, Lumia! –gritó el hombre corpulento. -¡Te dije que no te le acercaras a esa hada!

-Tranquilos todos… -dijo una silueta de un tamaño muy similar al de aquella que se llamaba Lumia. –Si quieren puedo ir a buscar a esa hada. Al fin y al cabo ya sabemos dónde está, ¿no es así profesor?

-Así es, Dante. –contestó el hombre corpulento. –Pero no lo entiendo, gran jefe. ¿Por qué le importa la vida de esa hada?

-El oráculo jamás se equivoca. –dijo el "gran jefe".

-El oráculo… ¡El oráculo! –gritó de nuevo la otra silueta. -¡Somos hombres de ciencia! ¡Si hemos logrado llegar al Reino Verde ha sido gracias a nuestro ingenio! ¡No gracias a las alucinaciones de un anciano!

-Pero siempre mis predicciones se han cumplido, profesor GroundQuake. No me dejará mentir. –contestó una figura mucho más pequeña en estatura que el resto de los presentes. –Una anomalía como esa va a impedir que podamos robar la semilla del Reino Verde. Deben tenerla de vuelta antes de mañana al anochecer, tiempo del Reino Verde.

-Entonces iré yo solo a investigar. –contestó el profesor GroundQuake. –Finalmente, después de 14 años de investigación pudimos llegar al Reino Verde, es hora de que lo vea con mis propios ojos.

Al día siguiente, Ayame llegó a la secundaria pública de la ciudad, pero de pronto se encontró con una mandada de reporteros. Cámaras, camionetas y micrófonos rodeaban la entrada de la secundaria, y detrás de ellos cientos de jóvenes que no podían pasar por la multitud.

-¡Buenos días, Ayame! –gritó una joven de cabello corto color azul grisáceo.

-¡Ah, Marina! ¡Buenos días! –contestó Ayame volteando hacia atrás para saludarla. -¿No sabes qué está pasando ahí?

-Dicen que una idol va a estudiar en nuestra escuela en el segundo grado. –contestó Marina.

-¿Una idol? –preguntó Ayame asombrada. -¡Es imposible! ¡Ellas toman clases privadas en las grandes ciudades! ¿Qué vendrían a hacer en una ciudad pequeña como ésta?

-Pero si los reporteros están aquí, es porque de verdad es una idol. –dijo Marina.

-¡Oh, mira! –dijo Ayame. –Creo que ya podremos entrar.

Los directores de la secundaria salieron a la puerta de la entrada para tratar de ahuyentar a los reporteros y que los alumnos pudieran entrar a tiempo a sus clases.

-Por favor, diríjanse todos a sus aulas. –dijo una chica pelirroja con dos coletas. –No dejen que los reporteros los distraigan.

-¿Otra vez Katsuko como presidenta de la sociedad de alumnos? –preguntó Marina. –Que novedad.

-Silencio, Marina… -le aconsejó Ayame a Marina antes de llegar a la entrada de la escuela.

-Buenos días chicos. –dijo la profesora en el aula 2-3. –Antes de comenzar la clase, vamos a darle la bienvenida a una nueva alumna. Adelante Okada-san.

Una chica de cabello violeta largo, con un prendedor de flor y utilizando el uniforme de blusa y falda de la escuela. Se veía muy tímida y no parecía que quisiera hablar con nadie.

-¡Es ella! –gritaron unas chicas al ver a su nueva compañera de clases.

-¡Qué hermosa! –suspiraron algunos chicos al verla.

-¡No puede ser! –gritó Ayame. -¡Es Okada Yukiko!

-Es más hermosa en la vida real que en la televisión. –contestó Marina.

-¡Y además va a ser nuestra compañera de clases! –gritaron las dos al mismo tiempo.

-¡Silencio chicos! –reprendió la profesora a sus alumnos. –Okada-san, puedes presentarte.

Yukiko tomó el pedazo de gis y escribió su nombre en la pizarra. Acto seguido se dio la vuelta y comenzó a decir:

-Vengo de la zona metropolitana de Tokio, mi nombre es Okada Yukiko. Mi padre nos mandó a vivir aquí en lo que tenemos descanso en la disquera. Espero poder hacer amigos en el tiempo que me quede aquí. Gusto en conocerlos.

-Bien hecho, Okada. –dijo la profesora. –Puedes tomar asiento en ese lugar vacío.

-De acuerdo, profesora. –contestó Yukiko, siempre en voz baja.

Yukiko se sentó y esperó en silencio el resto de la clase. No habló durante las clases y solo lo hacía para contestar las preguntas de los profesores. Pero por fin había llegado la hora de la comida, y Ayame y Marina tenían un lugar preferido para el que comer, un enorme árbol de cerezo cuya copa las protegía del sol y les daba un aire muy fresco.

-¿Puedo sentarme con ustedes? –dijo Yukiko.

-¡Ah! ¡Okada-san! –gritó Ayame emocionada. -¡Por… por supuesto!

"Esto no puede estar pasando. ¿De verdad una idol se va a sentar a comer junto a mí?" pensó Ayame. "Yo, con una idol… De seguro mi deseo se está haciendo realidad…"

-¡Hola, Okada-san! –contestó Marina muy nerviosa. -¡Qué día tan hermoso es hoy!

-Sí, lo es. –contestó Yukiko destapando su almuerzo de huevos fritos y arroz. -¡Gracias por la comida!

"Hasta en la forma de agarrar los palillos es delicada", pensó Ayame al ver comer a Yukiko junto a ellas.

-¿Pasa algo? –preguntó extrañada Yukiko al ver a Ayame y a Marina viéndola comer.

-¡No, nada! –contestó Ayame apresurada. –Es que… perdona por ser tan recia, pero no es común tener a una figura muy importante de los medios junto a nosotros, en una ciudad muy pequeña como esta.

-Cierto, cierto. –dijo Marina. –Siempre pensé que las idols tomaban clases particulares por su agitada agenda.

-¡Debe ser bonito cantar, firmar autógrafos y salir en comerciales! –dijo Ayame a punto de suspirar.

-Un poco lo es. –dijo Yukiko. –Estamos de vacaciones en la disquera, y mi padre dijo que sería buena idea estudiar en la ciudad donde creció. Es… pintoresca. Y me relaja, allá en Tokio todo es correr de un lado a otro, las avenidas están congestionadas, y los rascacielos no dejan ver nada. Este lugar es diferente, hasta escucho cantar a las aves, deben estar orgullosas de vivir en este lugar.

-¿No te vas a quedar a estudiar este año? –preguntó Marina.

-Eso espero. –contestó Yukiko. –Pero si la disquera dice que hay que grabar o que hay que salir en algún programa de televisión, tendré que irme cuanto antes a Tokio para las grabaciones.

-Nunca lo había visto así. –contestó Ayame. –Pensé que la vida de una idol era fácil.

-Aunque tiene sus recompensas, las caras de los fans cuando se toman una foto con nosotras no tiene precio. –sonrió Yukiko. –Pero… deben estar cansadas de escuchar de mí. ¿Puedo saber a qué se dedican?

-Bueno… -contestó Ayame nerviosa. "¿Una idol preguntando por nosotras?", se dijo a ella misma. –Mi madre y yo nos encargamos del invernadero de la ciudad, pero preferimos las plantas frutales.

-Deberías comer las fresas que cultiva la familia de Ayame. –contestó Marina a punto de babear con solo imaginarlo. –Puedo decir sin temor a equivocarme que no encontrarás ninguna tan jugosa y tan dulce como las que cultivan en ese invernadero.

-¿Ni en Tokio? –preguntó Yukiko.

-Ni en Tokio. –presumió Marina.

-¡Marina! –trató de interrumpirla Ayame. -¡Exageras!

-¿Y a qué se dedica tu familia, Marina? –preguntó Yukiko para romper el hielo.

-Mi padre es profesor en una universidad en Osaka. –dijo Marina. –Siempre nos viene a visitar para las vacaciones. En casa tenemos un restaurante y con eso tenemos una entrada extra de dinero. En cuanto yo, amo la natación, quiero inscribirme para las competencias de la prefectura.

-Marina es de las mejores nadadoras de la escuela. –dijo Ayame. –Deberías verla en alguna competencia. Simplemente no tiene rival. Por cierto, ¿ya pensaste entrar a algún club?

-Bueno… -pensó un instante Yukiko. –No sé qué clubes tenga la secundaria. Quiero algo que me relaje, al menos mientras estoy de paso por esta ciudad.

-Ayame es la presidenta del club de jardinería. –dijo Marina. –Si quieres puedes entrar a ese club.

-No quiero presionarte. –dijo Ayame sonriendo. –Tómate tu tiempo, mira los diferentes clubes que tiene la secundaria, y si quieres entrar a jardinería, entonces estaremos juntas.

-Muchas gracias. –dijo Yukiko. –Consideraré tu propuesta.

Las tres chicas habían estado tan enfrascadas en su conversación, que no se dieron cuenta de que media secundaria estaba alrededor de ellas viendo un escenario fuera de lo común: dos chicas comunes de secundaria haciéndose amiga de la idol sin ningún problema.

-¿Pasa algo? –gritó Marina furiosa, haciendo que todos los que se encontraban alrededor retomaran su rumbo.

-Jejeje… gracias… -dijo Yukiko nerviosa al ver a Marina enojada.

-Odio que se nos queden mirando como si fuéramos bichos raros. –refunfuñó Marina.

Al terminar las clases, Ayame se dirigió a su casa. Al entrar, su mamá la recibió con un grato saludo.

-Ayame, -dijo su madre. –Iré a las afueras de la ciudad para conseguir algo de pesticidas.

-Está bien. –dijo Ayame saludando a su mamá antes de que se fuera en una camioneta.

-La cena está servida en la mesa. –gritó su madre antes de partir.

Ayame en vez de sentarse frente a la mesa, decidió ir al invernadero de la familia. Ese que con tanto esmero su madre y ella, los únicos miembros de la familia, habían logrado llevar adelante desde que ella tenía uso de razón. Ella nunca conoció a su padre, su madre solo comentaba que desapareció antes de que naciera, y desde entonces jamás se le había visto. Eso no le entristecía mucho a Ayame. Siempre estuvo apegada a su madre, y su pasión por cultivar plantas le había sido heredado de ella. Sin embargo, Ayame se sentía algo sola. No tenía con quien platicar en su casa cuando su madre no estaba, así que trataba de compensarlo tratando con mucha dedicación a sus queridas plantas.

-Veamos… -dijo Ayame dirigiéndose a su cultivo de fresas. –Me pregunto si estarán bien…

Pero un extraño movimiento dentro del invernadero la hizo distraerse de sus actividades. Una extraña sombra pequeña saltaba a gran velocidad tanto por el frente como por detrás de ella.

-¿Quién está ahí? –preguntó Ayame. -¿Eres un animalito extraviado?

Para su sorpresa, una forma de conejo se asomaba desde detrás de unos arbustos. Tenía unas orejas muy largas, su pelaje era completamente blanco a excepción de una mancha rosada con forma de corazón en el lomo, y su rabo era una bola de algodón perfectamente redonda.

-¿No me harás daño-pyon? –preguntó el conejo.

-¡Habló! –gritó Ayame a punto de desmayarse al ver que el conejo hablaba.

-¡Por favor-pyon! –gritó el conejo con una voz muy aguda, pero completamente asustado. -¡No dejes que GroundQuake me encuentre!

-¿GroundQuake? –preguntó Ayame. -¿Y ese quién es?

-Es un sujeto muy malo-pyon. –dijo el conejo totalmente entristecido. –Me mantuvo encerrado por 7 años en una fea jaula.

-Que terrible… -dijo Ayame a punto de abrazar al conejo.

Pero un fuerte estruendo provino de la casa de Ayame.

-¿Dónde está esa maldita hada? –gritó alguien con tanta fuerza que parecía que los cristales del invernadero se romperían.

-¡Es GroundQuake-pyon! –chilló el conejo a punto de llorar. -¡Escóndeme! ¡No dejes que me atrape-pyon!

Cuando todo parecía silencioso, comenzó a temblar en el invernadero, provocando que finalmente todos los cristales que formaban el domo se rompieran, dejando el recinto completamente descubierto. Allí, frente a Ayame, un sujeto enorme en corpulencia, más pálido que el común, de cabello desordenado, barba de una semana sin afeitarse, con una bata de científico completamente harapienta y sucia y con una sonrisa maléfica, aparecía para buscar seguramente, a ese extraño conejo que segundos antes le había pedido protección.

-¡Je! –gritó el sujeto. -¡Creo que finalmente encontré a esa hada! ¡Jovencita, devuélveme ese conejo!

-¡No quiero ir contigo-pyon! –chilló el conejo nuevamente.

-No pienso dártelo. –contestó Ayame.

-Humanos… -dijo el sujeto. –Sabía que iban a ser una especie tonta, pero no pensé que lo llegaran a ser tanto… ¡No sabes con quién te metes!

-No, ni quiero saberlo. –dijo Ayame. –No sé quién seas, pero no te haré caso.

-Entonces no me queda más opción… -dijo ese sujeto.

GroundQuake sacó una semilla de sus bolsillos, y enterrándola en el suelo, gritó:

-¡Kawaita, vive a través de la energía vital de todo lo que está a tu alrededor!

La casa de Ayame se volvió piedra seca, el pasto del patio se quedó marchito, y todas las plantas y árboles del invernadero se quedaron a punto de petrificar. Y no solo eso, sino que las casas de alrededor también comenzaron a secarse debido a que estaban hechas de madera.

-¿Qué está pasando? –gritó Ayame asustada.

-¡Es un Kawaita! –gritó el conejo. -¡Drena la energía vital de todo lo que está a su alrededor y la usa para fortalecerse!

-¿De todo? –gritó Ayame al ver todas las plantas de su querido invernadero secas, así como sus queridas fresas. -¡No puede ser! ¿Dices que las usa para fortalecerse? ¡No entiendo eso!

De nuevo comenzó a temblar, esta vez comenzó a brotar una enorme planta, más alta que lo que era el invernadero. Pero no solo quedó allí. Las raíces de lo que eran esa nueva planta se convirtieron en patas, algunas de las ramas se convirtieron en sus brazos, y de su tallo brotaron ojos y boca. Un monstruo por completo.

-¿Eso es un Kawaita? –gritó Ayame asustada. -¿Pero qué está pasando?

-¡Kawaita! –gritó la planta, extendiendo sus brazos y atrapando a Ayame y al conejo en un fuerte estrujón.

-¡Ahora sí! –gritó el enorme sujeto. -¿Vas a darme a esa hada y te libero?

-¡Eso nunca! –gritó Ayame. -¡Y menos después de atreverte a dañar mi cultivo de fresas! ¡Las he estado cuidando día y noche para que fueran mucho mejores que mi cultivo del año pasado! ¡Y tú las arruinaste!

-Entonces no me dejas más opción. –gritó de nuevo el sujeto. -¡Kawaita, drena la energía vital de esa chica de una vez!

-¡Kawaita! –gritó de nuevo la planta, como si entendiera las órdenes de su "amo".

El Kawaita estrujó con más fuerza a Ayame, tratando de drenar la energía vital de ella, pero no parecía lograrlo. Por más que se esforzaba ese monstruo, lo que hacía no parecía dar resultado.

-¿Qué estás haciendo, Kawaita? –gritó el sujeto. -¡Deja de vacilar y seca a ese humano!

-¡Kawaita…! –dijo la planta algo entristecida.

-¿Qué dijiste? –gritó su "amo". -¿Que no sale nada de ella?

-Argh… -gritó Ayame algo debilitada. -¡Déjame en paz!

Al gritar así, una fuerte luz de color rosa cegó al Kawaita, haciendo que éste la liberara, junto al conejo.

-¿Pero qué pasa? –gritó asombrado el sujeto.

-¡Esa luz-pyon! –dijo el conejo. -¿Podría ser ella una Precure-pyon?

De esa luz surgió un extraño artefacto, algo que parecía ser un celular pequeño, en color rosa, que cayó en el suelo.

-¡Rápido niña-pyon! –gritó el conejo. -¡Toma el celular-pyon!

-¿Qué? –gritó Ayame asustada al ver lo que pasaba.

Ayame tomó con rapidez ese celular, ante el asombro de los presentes.

-¡Ahora-pyon! –dijo el conejo. -¡Grita "¡Precure, revitalize!"-pyon! -gritó de nuevo el conejo.

-No entiendo qué me quieres decir. -dijo Ayame asustada sosteniendo cerca de su pecho el celular.

-¡Solo grítalo-pyon! -gritó de nuevo el conejo.

-¡De acuerdo! ¡De acuerdo! -contestó Ayame. -¡Precure, revitalize!

Una luz rosa proveniente del celular, envolvió a Ayame, y después de unos segundos desapareció, revelando a una Ayame algo cambiada tanto en vestimenta como en peinado. Su cabello largo se había transformado en dos coletas a los lados, su cabello rubio comenzaba a tornarse rosado y tenía un prendedor con forma de fresa, además de un vestido blanco con detalles en color rosa sin mangas, muy similar a la de un hada de cuentos, y una falda plegada del mismo color que todo su vestuario. Un lazo dorado adornada su cintura, y el celular que la había transformado se encontraba guardado en un pequeño estuche colgado a su nuevo vestuario.

-¿Qué está pasando aquí? -gritó GrandQuake al ver tal escenario.

-¡Deja de secar la Tierra! -gritó Ayame. -¡O te las verás conmigo!

-¿Y quién eres tú? -preguntó de nuevo aquel sujeto disfrazado de científico loco.

-¡Soy una guerrera legendaria, una Precure! -gritó Ayame. -¡Soy Cure Strawberry!

-¿Precure? -preguntó GroundQuake. -¡Heh! ¡Como si disfrazarse ayudara! ¡Kawaita, elimina a esa "Precure"!

-¿Eh? ¿Por qué dije eso? -preguntó Ayame al verse y darse cuenta de lo que había pasado con ella. Así es, era como si algo la forzara a decir tales palabras. -¡Ah!

Cure Strawberry gritó a ver al Kwaita corriendo hacia ella, a lo que Ayame solo pudo contestar poniendo sus manos para intentar detener al monstruo, cosa que logró, al menos momentáneamente.

-¿Cómo es que puedo detener esta cosa? -gritó Ayame sorprendida.

-Eso es porque eres una Precure-pyon. -dijo el conejo. -Tienes superfuerza, puedes correr con rapidez y saltar más alto que la altura de 5 de esos Kawaita-pyon.

-¿Eh? -gritó Ayame asustada. -¿Tanto así?

-¡Kawaita! -gritó GroundQuake. -¡Deja de jugar y elimina a ese estorbo!

-¡Kawaita! -gritó la planta como si hubiese entendido esa orden, tratandod e empujar con más fuerza a Ayame.

Pero Ayame rápidamente tomó una de las raíces del Kawaita y comenzó a darle vueltas.

-¡Si tengo todo eso, entonces vamos a probarlo! -gritó.

Cure Strawberry soltó al Kawaita haciéndolo aterrizar a una distancia de cuatro casas de donde se encontraban.

-¿Pero... pero qué está pasando? -gritó GroundQuake al ver a su Kawaita siendo apaleado por esa heroína.

-Eso fue fácil. -dijo Ayame al ver el resultado de sus nuevos poderes.

-¡Kawaita! -gritó de nuevo el monstruo, aún levantándose, tuvo tiempo de lanzar un enorme rayo concentrado justo donde se encontraba Cure Strawberry. Así, esta saltó, pero sin medir la fuerza de su salto, logró elevarse varios cientos de metros de la superficie.

-¡Yo no quería saltar tan alto! -gritó Strawberry muy asustada. -¡Ah, ya sé!

Strawberry trató de darse vuelta en el aire, haciendo que sus piernas juntas y estiradas dieran lugar a una flecha humana. Mientras tanto, el Kawaita trató de saltar tan alto como Strawberry, hacia ella. Lo que provocó que el golpe que trataba de hacer Strawberry diera directo contra el Kawaita, quien se estrelló nuevamente en el suelo.

-¿¡No puedo volar! -gritó Strawberry.

-¡No-pyon! -dijo el conejo desde el suelo. -¡Es lo único que no puedes hacer-pyon!

-¿Entonces cómo voy a caer bien? -gritó Strawberry asustada. -¡No quiero morir así!

-¡No morirás-pyon! -dijo el conejo.

Y así fue, la predicción de ese conejo se hizo realidad. Strawberry cayó en el suelo formando un enorme boquete en la superficie, aunque no tan grande como el que había provocado el Kawaita.

-La próxima vez... dame un paracaídas... -dijo Strawberry saliendo del enorme hoyo que había formado, algo aturdida y un tanto golpeada.

-¡Rápido, el Kawaita está débil-pyon! -dijo el conejo. -¡Elimínalo de una vez con tu Strawberry Spray-pyon!

-¡No sé cómo hacerlo! -dijo Strawberry asustada.

-Sí lo sabes-pyon. -contestó el conejo guiñando un ojo.

De pronto, pareciera que el cuerpo de Strawberry hubiese sido controlado por alguien más, pues esta de pronto alzó las manos al cielo, y una extraña bola de energía de color rosa comenzó a formarse de entre sus manos, para así, al grito de "¡Strawberry Spray!", lo dirigiera hacia el Kawaita y saliera disparado.

El Kawaita no tuvo tiempo de reaccionar. Ese ataque le llegó directo y se desintegró muy fácilmente, soltando una pequeña piedra que parecía ser un caramelo de color amarillo.

-¡Maldición! -gritó GroundQuake. -¡El gran jefe no me advirtió de esto! ¡Ya verás, Precure! ¡No creas que esto va a ser así de fácil!

Y así, este desapareció.

-¿A dónde fue ese sujeto? -preguntó Strawberry.

-Seguramente fueron a su base-pyon. -contestó el conejo algo tímido. -¡Pero no importa-pyon! ¡Finalmente encontré a una Precure-pyon!

-¿Y qué es una Precure? -preguntó Strawberry. -No entiendo nada de lo que me dices...

-Una leyenda en mi mundo dice que de un reino muy lejano vendrán unas guerreras legendarias que volverán a llenar de vida muchos mundos paralelos, ahora dañados por el reino de Puzzle-pyon. -contestó el conejo.

-Aún no me queda claro... -dijo Strawberry. -¿¡Y cómo explicamos que todo el vecindario se secara!

-Podemos remediarlo-pyon. -dijo el conejo. -¿Ves esa piedra que dejó el Kawaita? Entiérrala, riégala y verás que todo vuelve a la normalidad-pyon. O inclusive la vegetación se pondrá más verde de lo que ya era-pyon.

-¿De verdad? -preguntó Strawberry. -¿Pero dónde consigo una regadera? ¡Todo en metros a la redonda se secó!

-¡Espera un momento-pyon! -dijo el conejo, sacando de su lomo una regadera dorada, con una P grabada en relieve. -¡Esto te servirá-pyon!

Strawberry entonces enterró la semilla, le puso un poco de agua con esa regadera, y en menos de cinco segundos, todos los destrozos que había provocado el Kawaita habían desaparecido. Las casas volvían a tomar su color, el pasto reverdecía, y el invernadero que había sido destruido estaba reconstruido, como si nada hubiese pasado.

-¡Qué bien! -gritó Strawberry de alegría. -¿Pero cómo me quito este disfraz?

-En un momento-pyon! -dijo el conejo guiñando el ojo.

Así, el vestido de Precure que usaba Ayame desaparecía, regresando a su vestimenta normal, al igual que su cuerpo y su peinado.

-¡Ayame, ya llegué! -gritó la madre de Ayame desde la cochera.

-¡Ya voy, mamá! -dijo Ayame entrando a la casa con el conejo abrazado.

-¿Eh? -preguntó la madre de Ayame. -¿De dónde sacaste ese conejo?

-Esto... esto... -dijo Ayame algo nerviosa. -¡Es un regalo de una amiga!

-¿No tendrá problemas comiéndose las hortalizas del invernadero?

-¡Claro que no! -dijo Ayame apresurada. -¡Ya lo verás!

-Por cierto... -dijo la madre de Ayame después de estar un rato en silencio. -¿Es mi imaginación? ¿O de verdad la casa se ve más colorida de lo que es?

-¡Debe ser tu imaginación! -contestó Ayame asustada y riendo al mismo tiempo.

-¿Y dices que hay más Precures igual que yo? -preguntó Ayame esa noche en su habitación.

-Así es-pyon. -contestó el conejo.

-¿Y cuántas hay? -preguntó Ayame.

-Bueno... -dijo el conejo un poco preocupado. -No lo sé-pyon.

-Entonces tendremos que estar con los ojos abiertos hasta que encontremos a las demás, ¿cierto? -preguntó de nuevo Ayame.

-¡Así es-pyon! -dijo ese conejo, ahora sí, más feliz.

"Aún no entiendo de qué trata todo esto de las Precure", se dijo a sí misma Ayame. "Pero sé que esto será el inicio de algo grandioso".

-¡Sabía que GroundQuake no podría cumplir esa misión! -dijo aquella figura pequeña y encorvada.

-Así que de eso se trataba... -contestó GroundQuake a regañadientes arrodillańdose ante lo que parecía ser el "gran jefe". -Esa "Precure"...

-Yo te advertí que atraparas a esa hada antes del atardecer. -contestó de nuevo aquella figura encorvada.

-¡Cállate! -gritó GroundQuake. -¿¡Por qué no sales y la atrapas en vez de estar jugando con esa bolita de cristal!

-¡Silencio todos! -gritó el gran jefe. -¡GroundQuake falló en su misión! ¡Así que no tengo más remedio que mandar a alguien más!

-Yo puedo encargarme. -contestó aquella figura femenina. -Viendo que nuestro profesor no pudo, quizás alguien mejor lo pueda hacer.

-Está bien, Lumia. -dijo el gran jefe. -Puedes ir al Reino Verde. ¡Pero quiero a esa hada aquí mismo cuanto antes!

-Sí señor. -dijo la silueta de Lumia, desapareciendo al instante.

-Creo que al profesor le va a ir muy mal... -dijo Dante en tono burlón.

-¡GroundQuake! -gritó el gran jefe. -¡No te necesito por ahora! ¡Ve a tu laboratorio para seguir investigando la forma de encontrar la semilla del Reino Verde!

-Pero señor, yo... -trató aquel enorme sujeto de convencer a su jefe.

-¡Nada de peros! -gritó el gran jefe. -Mi paciencia está llegando a su límite.

-Sí, señor... -dijo GroundQuake levantándose del suelo y caminando por un pasillo con la cabeza baja.

Mientras tanto, en lo que denominaban el Reino Verde, una chica de cabello verde y corto parecía estar buscando algo...

-Veamos dónde se esconde esa "Precure"... -dijo aquella chica con una sonrisa que parecía tornarse maléfica.

Continuará...