—El rosa te queda —comentó Adrien.

Al ver, ese color pintado en los labios de la chica mientras le indicaba con su dedo índice que rozaba sus labios, que notó que se pintó.

—G-Gracias.

Ese halago hecho -según Marinette- por cortesía. Hicieron que sus mejillas adquirieran una tonalidad rosada, y Adrien sonrió ladinamente al ver como el color rosa se presentaba en su rostro.

—¿Es tu color favorito? —preguntó— El rosa —añadió.

La susodicha asintió.

—Me alegro, porque haré tu vida color de rosa.

La muchacha, quedo perpleja por lo que dijo. Sus mejillas se sonrojaron con más fervor y se volvieron rojas; mucho más, al ver que los ojos verdes del chico estaban fijos en los azules de ella.

—Estás muy roja —esbozando una sonrisa torcida— El rojo también te queda, My Lady.

Y Marinette, se volvió blanca.