Disclaimer: La historia está basada en las historias de Philippa Gregory sobre los personajes históricos en sus novelas La Reina Blanca, La Hija del Hacedor de Reyes y La Reina Roja y adaptadas por la BBC.
—Su majestad, la reina ha entrado en labor -Un paje de la corte informó al Rey Eduardo interrumpiendo la discusión que sus dos hermanos mantenían entre ellos.
—Debo verla —dijo Eduardo en medio de la discusión de sus hermanos —. Entiéndanse entre ustedes.
Eduardo IV abandonó la sala de prisa imaginando que en cuanto cerrara la puerta Jorge se abalanzaría sobre el cuello de Ricardo o comenzaría a corretearle alrededor de la mesa. Esta idea le hizo sonreír por un segundo, pero sabía que Ricardo era perfectamente capaz de enfrentar solo a su hermano. Ambos ya eran adultos y como tales tendrían que aprender a solucionar sus diferencias hablando.
El hecho era que Jorge estaba furioso con su hermano menor, tenía toda la idea de que la propuesta de matrimonio a Ana Neville tenía que ver únicamente con el afán de obtener mayores riquezas.
—Si querías más dinero debiste aceptar la propuesta de Margarita Beaufort —dijo el Duque de Clarence.
—¡Estás loco! Esa mujer es mucho mayor que yo y sé hizo todo lo posible por desobedecer a Lord Stafford, su pobre marido —Si bien Ricardo había considerado la propuesta hilarante, que alguien la tomara enserio le hacía perder la calma. Además como casarse con alguien más cuando Ana estaba tan cerca —. Creo sinceramente que ella está al borde de la locura.
—Mejor para ti, puedes hacerla encerrar y quedarte con todas sus posesiones.
—Tú no entiendes, Jorge, no es riqueza lo que busco al casarme con Ana Neville.
—Si no quieres riquezas entonces busca a alguien más.
—No lo haré, amo a Ana.
—Hermanito, ese es un detalle sin importancia. Mírame, crees que estaba perdidamente enamorado de Isabel, su hermana. De no haber sido por Warwick ni siquiera hubiera puesto un ojo en ella.
—Pero es una buena persona y además es bonita.
—Detalles sin importancia a la hora de obtener beneficio. Ahora, resultó ser una buena esposa, no lo niego.
—Entonces aprendiste a amarla.
Jorge calló un instante y todo su cinismo pareció desaparecer ante la mirada de Ricardo.
—No he dicho eso —dijo finalmente Jorge al verse incomodado por la afirmación de su hermano menor —. Es agradable, no me hace reproches.
—No trates de disimular conmigo, Jorge, sé que debajo de toda esa máscara de cinismo y ambición hay algo bueno, un hombre que ama a su esposa.
Era posible que el pequeño Ricardo, el frágil y el más pequeño de los hijos del Duque de York pudiera leer en su corazón mejor que el mismo Jorge. Ricardo era sincero en cuanto a su amor por Ana, y Jorge no podía ser sincero en cuanto al afecto que había crecido entre él y su esposa Isabel.
—Tienes el corazón muy blando —le dijo con sorna —no seas tan honesto con todos, pueden usar eso como un arma en contra tuya.
El Duque de Gloucester miró impávido a Jorge, sosteniéndole la mirada como diciéndole que nada le haría cambiar de opinión.
—Está bien, aceptaré que te cases con Ana, pero negociaremos parte de su herencia, si dices que no te interesa su fortuna no tendrás inconveniente en aceptar mis términos —dijo duramente para luego cambiar a un tono más cálido —. Y te deseo que seas muy feliz con ella.
Ricardo sonrió y abrazó a su hermano, finalmente lograba casarse con la mujer que amaba.
