Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la trama es mía.

Capítulo I

—Isabella Swan es la mejor candidata—señaló Jacob, como si fuera una obviedad.

— ¿Por qué? Sabes que no somos precisamente feos, ¿verdad? Hay muchas chicas más guapas que querrían entrar a nuestro hogar—se jactó Seth, haciendo girar un balón entre las manos.

—Qué egocéntrico—se burló a su vez Sam—. Aunque tiene un punto.

—Exactamente por eso, cuando la entrevisté por Skype te juro que no se inmutó en lo más mínimo. Era educada pero tan fría como un témpano de hielo.

—Eso es porque de todos, eres el menos agraciado—se rio Embry, chocando palmas con Quil.

—No sean estúpidos. La chica literalmente no tenía ninguna expresión.

Edward volvió a mirar la fotografía de la joven. Sus gafas parecían comerse la mitad del rostro, el peinado no favorecía demasiado sus facciones inexpresivas. Sin embargo, fue esta última observación la que captó su atención.

— ¿Así que ninguna expresión, eh? —se reclinó en la silla, meditando a conciencia sus siguientes palabras—.Yo creo que Jacob tiene razón, a algunas chicas les gustamos un poco demasiado y no respetan algunos límites, si metemos a una de ellas de manera permanente en la casa, será un dolor de cabeza. ¿O te gustaría que incluso aquí alguna te estuviera espiando? Descubrirían todos tus hábitos asquerosos.

Los chicos guardaron un reflexivo silencio y al cabo de unos minutos, Jacob habló.

—De acuerdo, ¿les parece si votamos?

-o-

Era la segunda vez que el timbre sonaba, así que Edward se apresuró en salir de la ducha y ponerse ropa. Sin embargo, en medio del proceso cambió de idea y se ajustó la toalla en las caderas antes de bajar y abrir la puerta.

Fuera, aguardaba una chica delgada, de poca estatura y un moño en lo alto de la cabeza. El rostro, como ya había visto, estaba en gran parte oculto por los lentes de marco negro. Capas de ropa ancha interrumpieron su escrutinio de apenas dos segundos. Sonrió, decidido a poner su plan en marcha desde aquel momento.

—Oh, hola. Debes ser Isabel Swan. Adelante—se hizo a un lado, evaluando la reacción. Para su gratificación era cierto que la expresión no se alteró en lo más mínimo al verlo casi desnudo. Lo miró con el mismo interés que se le debe a una mosca, antes de observar el interior de la casa. Su sonrisa se amplió—.Lamento mi falta de atuendo, estaba en la ducha cuando llegaste.

—Descuida—entró la única maleta que llevaba, aparte de un bolso de mano de aspecto desgastado—.Por cierto, es Isabella Swan, un placer conocerte—le tendió la mano con fría cortesía.

—Vaya, ¿eres de las que da la mano aún? Soy Edward—riendo, sostuvo la toalla en su lugar con una mano y saludó con la otra. Ella no respondió, no hacía falta, era una pregunta retórica. Satisfecho con la chica, continuó tratando de instalar una conversación— ¿De dónde eres?

—Forks. ¿No hay nadie más? Son seis, ¿no?

—Así es, pero todos están comprando cosas para iniciar las clases. Lo dejan todo para última hora.

Un terrible hábito, pensó la joven.

—Puedo darte un tour por la casa si lo deseas, para que sepas dónde está todo. Pero primero debería vestirme o pescaré un resfriado—sin mirarlo siquiera, Isabella asintió—. De igual manera, ven conmigo, tu habitación es la contigua a la mía en el segundo piso. Son más pequeñas porque originalmente era una sola, pero decidieron poner un tabique de separación.

—Ya veo.

— ¿Necesitas ayuda con la maleta? —Interrogó, mas ella ya subía sin dificultades las escaleras.

—No, descuida.

Pronto se encontraron en la segunda planta e Isabella seguía sus pasos admirando el entorno. El lugar era más ordenado y amplio de lo que esperaba.

Finalmente llegaron al final del pasillo, donde había dos puertas juntas y un poco más a la derecha, por la pared del frente otra, la que correspondía al baño.

—La tuya es la de la izquierda. Estaré en la mía cambiándome, en cuanto termine empezaremos el recorrido, ¿está bien?

—Sí, gracias—respondió pasando por su lado y entrando a su nuevo dormitorio.

Edward tenía razón, era bastante pequeño, pero cabía sin problemas una cama, un escritorio pequeño y un closet de un tamaño similar al que tenía en Forks. Abrió las puertas y las cortinas de la ventana que daba a un patio trasero con cobertizo y los lindes de casas hermanas a la que habitaría de ahora en más.

Dejó la maleta sobre la cama y la abrió, regodeándose en la visión del orden de sus pertenencias. Ella y su madre habían reunido algunos fondos para comprar ropa nueva o casi nueva para el verano, ropa de abrigo no le faltaba, su pueblo natal era increíblemente frío y lluvioso. Aunque el clima jamás influía en su estado anímico ni su funcionalidad.

Apenas había colocado algunas prendas en los cajones cuando tocaron la puerta. Segundos más tarde, unos húmedos mechones se asomaban sin permiso.

—Veo que ya te estás acomodando.

—Sí.

— ¿Vamos?

—Bien.

La chica monosílaba, podría llamarse. Pensó Edward mientras le mostraba las diferentes estancias de la casa. Intentaba conversarle, pero era impenetrable, no daba información de nada y respondía lo necesario. Aquello resultaba alentador, ya que su plan maquiavélico era provocar una o varias expresiones en ese rostro tan severo. Si la miraba sin prestar mucha atención, casi podría pasar por una mujer de mucha más edad. Sin embargo, si se acercaba lo suficiente…

— ¿Disculpa? —no retrocedió cuando Edward se inclinó hacia su cara. Sus ojos castaños no se inmutaron y le inquietó verlos tan apagados, como si los párpados fueran incapaces de sorprenderse y abandonar su posición caída.

—Lo siento, solo estaba mirando algo—sonriendo, irguió la espalda.

— ¿Qué cosa?

—Creía haber visto pecas en tu rostro. Sólo quería comprobarlo.

—Podrías haber preguntado, no me gusta que se acerquen así.

—No parecías particularmente sorprendida.

— ¿Tienen algún sistema para ver quién ordena o lava o cosas similares?

—Oh, sí. Jacob es el que se encarga en gran parte de organizar esos aspectos. Por el momento, llegamos al consenso de que se limpia los domingos en la mañana. Cada uno lava su ropa cuando lo necesite, si quieres ir, puedo llevarte la primera vez. Es lo mismo con la loza, debes tener la tuya y encargarte de la limpieza, por el momento puedes usar la que tenemos adicional.

—Ok, gracias.

—La comida de la nevera por lo general es respetada, pero si quieres asegurarte de que no se la coman, pon tu nombre y un mensaje de advertencia. Cualquier cosa que necesites decir, puedes dejar un post it en el refrigerador. Estamos gestionando la compra de una pequeña pizarra, pero por el momento usamos esos. Mmh… una vez a la semana tratamos de comer juntos y hablar de algo que no ande bien o que nos inquiete, es como el consejo del hogar—Edward rio, pero ella apenas esbozó una sonrisa leve.

— ¿Otra cosa?

—En general los viernes esto se convierte en una locura. No tanto por fiestas, aunque las damos de vez en cuando. Sino que hay bastantes visitas femeninas, si gozas de una excelente audición como yo, te recomendaría el uso de tapones. A menos, claro, que te guste escuchar o seas tú misma armando alboroto—la miró con malicia. La chica acomodó sus gafas sin dejar de mirarlo con expresión aburrida.

—Gracias por los consejos. Creo que regresaré a la habitación, tengo cosas por hacer.

—Bien, de acuerdo. Yo iré a comprar algunos útiles.

—Okey.

—Aquí tienes tus llaves y bienvenida, Isabella—la joven recibió las llaves y con la misma media sonrisa que no marcaba diferencia alguna en sus rasgos, siguió subiendo las escaleras.

Él la contempló irse, seguro que tratar de provocar alguna reacción en esa chica, sería el proyecto más divertido que había tenido en mucho tiempo.

-o-

La presentación al resto de los chicos ocurrió sin demasiados contratiempos, y ella se mostró muy educada y distante.

—Es guapa si miras bien—comentó Seth, cuando Isabella se marchó para seguir desempacando.

—No lo sé, no es para nada mi estilo—dijo a su vez Sam.

—Ni el mío, pero es agradable—encogió los hombros Quil.

—Espero que se comporten como es debido—sentenció Jacob—.A ningún encargado de las casas le gustó la nueva normativa de tener que incluir personas del sexo opuesto, pero creo que hemos tenido suerte con ella. Dudo que sea conflictiva y parece inteligente, así que no lo arruinen porque no quiero tener que buscar una nueva inquilina que no se queje del estrecho espacio ni ande armando alboroto por cualquier estupidez.

—Oh, pobre Jake y su responsabilidad de encargado. Te pasa por ser demasiado confiable—Edward le apretó la mejilla mientras el chico más moreno lo fulminaba con la mirada.

—Esa advertencia va principalmente para ti, Edward. Tienes una extraña forma de divertirte y ver las cosas, no quiero que la molestes. No quiero que ninguno de ustedes la moleste.

—Jake, así se supone que deben ser los artistas. Siempre vemos las cosas distintas a como las ve la gente normal, sobre todo si esa gente eres tú y está estudiando medicina.

El resto de los chicos se rio.

—Como sea, ya están advertidos, espero se comporten como adultos que son.

—Es cierto, ella es carne nueva en todo sentido. Es su primer año—sonrió Embry.

—Creo que la adoptaré como mi hermana menor—comentó Seth, rascándose la barbilla—.Aunque eventualmente podría tener pensamientos incorrectos.

—Eres un cerdo—Sam le lanzó una almohada, dando pie a una revuelta. Mientras que en el segundo piso, Isabella rodaba los ojos y continuaba organizando sus cosas.

Se daría un mes para adaptarse bien y luego procedería a buscar un trabajo de medio tiempo. No quería dejar pasar mucho antes de hacer aquello, porque sus finanzas podrían desplomarse y no quería molestar a Reneé.

Frunció el ceño con preocupación, preguntándose si Renée sería capaz de arreglárselas por sí misma. Si no olvidaría pagar las cuentas o apagar las luces luego de irse. Si recordaría comprar las cosas necesarias en vez de llenar el carrito con dulces y cosas inútiles.

Suspiró, preguntándose en qué momento se le había ocurrido irse y dejarla sola.

— ¿Algún problema? —movió la cabeza hacia la puerta, y le dedicó una desinteresada mirada al muchacho que mordía una manzana y le sonreía.

— ¿Por qué abres sin tocar? —preguntó de vuelta, metiendo la última prenda de ropa en los estrechos cajones, que resultaron perfectos para sus exiguas pertenencias.

—No estaba bien cerrada, sólo la empujé ligeramente—aseguró, sin dejar de sonreír de aquel modo tan confiado.

Se instaló un breve silencio, interrumpido por el traqueteo de la chica.

—Eres rápida para ordenar. Es como si hubieras estado planeando cómo guardar todo—rio y su risa le parecía bastante irritante ¿no había dado señales ya, de que no tenía ningún interés en charlar?

—Lo pensé cuando llegué y vi la habitación, el tamaño…

—… es bastante pequeño. Pero si lo organizas bien, es suficiente. A menos de que hayas traído todas tus cosas, ahí seguro no alcanzaría ninguna de las habitaciones—volvió a reírse y arrancar un trozo de manzana.

— ¿Dices eso porque soy una chica y se supone que deba tener montones de ropa? —preguntó sin mirarlo, pendiente de terminar sus labores. Por ello, se perdió la expresión desconcertada del cobrizo y luego una sonrisa indescifrable. Edward guardó silencio—. Lo que iba a decir antes de que me interrumpieras, es que el tamaño cumple mis expectativas e incluso es más amplio de lo que esperaba, el alquiler es bastante bajo para ser una casa tan bien ubicada.

—Ya veo. Creo que te juzgué mal, Isabella.

—Ah, descuida. No me importa lo que pienses de mí—entonces la joven alzó el rostro y le sonrió sin ganas, sólo curvando los labios hacia arriba. Luego cogió unas toallas, champú y ropa—.Si me disculpas, quiero tomar una ducha y cerrar la puerta.

—Claro. Mis disculpas—hizo una ridícula reverencia que ella omitió y sin mirar atrás entró en el cuarto de baño.

Sonriendo entusiasmado, Edward meditó en lo interesante que estaba resultando esa chica. Desde hacía bastante que ninguna llamaba su atención lo suficiente, pero ella había ganado una buena porción de curiosidad en apenas unas cuantas frases. Aunque nadie podría decir si eso era bueno o malo para Isabella.

-o-

La primera semana transcurrió sin incidentes, más que los chicos –excepto Edward y Jacob–parecían muy atentos y coquetos con Isabella, rozándole las manos, tratando de parecer galantes ayudándole con los platos o cosas así, sin embargo, cada vez que alguno de ellos trataba de quitarle algo porque era muy pesado para una chica, Isabella respondía con su habitual frialdad pero con una implícita advertencia en sus palabras, alegando que era capaz de hacerlo por su cuenta. Fue por ello, que poco a poco, dejaron de hacerlo y comenzaron a tratarla como una más de ellos. Desde ahí en adelante, no tuvieron miramientos en pasearse sólo en ropa interior, lanzarse cosas como antes, llevar ruidosas chicas cada vez que pudieran y tener conductas bastante asquerosas. Tampoco tenían cuidado en controlar sus comentarios durante las cenas de reunión obligatoria y muchas veces Isabella terminó escuchando cosas que a cualquier otra harían enrojecer. Para la castaña sólo eran cosas que no le interesaban y por ende no merecían pensamientos extra ni atención.

Vivir con los seis no era un problema en lo absoluto; se había logrado integrar mejor de lo que creyó en inicio y las dificultades se reducían al mínimo porque habitaba la segunda planta y sólo debía convivir y compartir el baño con uno de ellos, sin embargo, era precisamente Edward quien le hacía más difíciles las cosas. Le gustaba entrar a su habitación sin permiso, sorprenderla después que tomaba una ducha o perseguirla mientras hacía sus labores de limpieza en la planta baja. Además había agarrado la odiosa manía de llamarla…

—Bella, ¿estás lista? —la chica rodó los ojos antes de acomodarse las gafas y coger su cesta de ropa.

—Ya te dije que no es necesario que vayamos juntos a la lavandería, fuiste muy amable en acompañarme la primera vez, pero ya no es necesario.

—Yo también tengo que lavar ropa, por Dios ¿crees que eres el centro del mundo?—se burló, sonriendo de ese modo tan petulante. Pocas veces a Isabella llegaba a molestarle o irritarle alguien, lo ignoraba si se presentaba el caso, pero él era tan persistente.

—Además, te he dicho que no me llames Bella—continuó, sin prestar atención al comentario anterior—. Mi nombre es Isabella.

—Lo sé, pero es muy largo. Me da pereza decirlo.

—Entonces no me hables.

—O te sigo diciendo Bella.

—No voy a responder ante ese diminutivo.

— ¿Por qué no? Es un diminutivo lindo.

La joven guardó silencio, hablar con él era una pérdida de tiempo.

Para la suerte de ambos, el centro estaba casi vacío. Y pudieron poner sus prendas a lavar pronto.

Apenas la máquina empezó a trabajar, Isabella cogió el periódico que descansaba al lado de la dependienta y se fue a la sección de empleos.

Subrayó algunos y también revisó las páginas de compra-venta. Necesitaba un medio de transporte para la universidad, el autobús estaba consumiendo sus ahorros muy deprisa y si caminaba tendría que acortar sus horas de sueño para poder llegar a tiempo a las clases.

— ¿Estás buscando una bicicleta? —Edward le arrebató el diario y ella le clavó los ojos fijamente.

—No me quites de esa manera las cosas. Y no te entrometas—extendió la mano para que se lo devolviera, escarbando por paciencia. No dejaría que alguien tan desagradable como él la sacara de sus casillas, ninguno de sus maliciosos compañeros de secundaria lo logró y Edward no sería el primero.

—Uhm—miró los anuncios—. Están bastante costosas. En la casa hay una, es probable que no esté en óptimas condiciones, pero nadie la usa y sólo deberías mandarla a reparar.

—No quiero usar las cosas de alguno de los chicos.

—No es de ninguno, estaba ahí cuando nos mudamos. Alguien la dejó y nadie la ha usado desde entonces. En todo caso, si necesitas que te lleven, estoy seguro de que podríamos hacerte un espacio en el coche.

—Lo dudo. Ya son muchos ¿Estás seguro que esa bicicleta no pertenece a ninguno de ustedes?

—Lo puedo jurar por mi nombre.

—Creo que les preguntaré en la cena— seguramente arreglarla le saldría menos dinero que comprar una, era un buen negocio.

— ¿Por qué no me quieres creer?

—Te creo, sólo quiero hacer las cosas bien.

—Siempre tienes que estar tan segura de todo antes de hacer las cosas. ¿Te cuesta la espontaneidad, eh?

— ¿Me devuelves el periódico?

—Y las expresiones—suspiró el cobrizo, cediéndole el papel ante su impasible semblante.

Llevaba alrededor de un mes tratando de llegar más allá de la Isabella que veía a diario, pero no lograba nada. Y no pareciera que fuera a conseguir algo pronto. Su intención era tan solo ver una reacción espontánea y no controlada de la castaña, con eso podría dejar sus teorías sobre androides entre los humanos y dormir en paz. Hasta entonces, su curiosidad sólo incrementaría.

La observó con atención, apoyado contra una secadora. Leía y encerraba trabajos de prisa, sin prestarle la menor atención. Cuando una chica se le acercó para hablar, ella ni siquiera levantó la mirada.

— ¿Qué ves con tanta atención? —preguntó entonces Mary, la pelinegra con la que charlaba.

—Oh, sólo admiro la expresión de la inexpresividad—sonrió y la joven sólo frunció un poco el ceño, seguro preguntándose de qué rayos hablaba. Para Edward solía ser así de simple saber lo que los otros pensaban, le prestaba especial atención al lenguaje no verbal de las personas y con el tiempo afinó esas habilidades para concluir cosas respecto a las masas. Era sencillo, una vez que se identificaba un patrón. Sin embargo, Isabella eludía esos patrones, imposibilitándole descifrar mucho más allá de las pocas palabras que decía. Entonces, ¿cómo no iba a despertar las curiosidades de un chico que adoraba interpretar a las personas a través de su lenguaje corporal?

Cuando finalmente la secadora de Isabella terminó, se apresuró en retirar sus prendas y abandonar el recinto, con el diario bajo el brazo. Edward se entretuvo un poco más, despidiéndose de Mary y asegurándole que se verían en alguna fiesta.

—Dejaste un sujetador en la secadora.

—No lo hice—aseguró la castaña.

— ¿Cómo estás tan segura? Aquí tengo uno de encaje negro

—Eso no es mío. Ve a devolverlo—aconsejó sin mirar para ver si era cierto.

—Oh, acabas de destrozar mi visión de ti con esto puesto. Y yo que me había entusiasmado.

Ella no dijo más, ni se volteó, siguió su camino sin dudar.

—Bueno, no importa. Puedo dibujarte vistiendo lo que quiera—comentó tratando de conseguir un gesto de desaprobación o tal vez de coqueteo, nada estaba dicho sobre esa chica después de todo. Pero siguió en silencio, sin perturbarse en lo más mínimo.

Anduvieron callados unos cinco minutos antes que Edward volviera a hablar.

—Déjame preguntarte algo ¿acaso eres como esas chicas de historias que son tan estrictas en su control por fuera, pero son pervertidas en el interior y se la pasan fantaseando en silencio? Es una casa llena de chicos, tienes mucho material, estarías muy entretenida imaginando cosas—se acercó a ella y le susurró cerca del oído— ¿O tal vez te gusta probar cosas con tus traviesos dedos y te desvelas por ello?

—Eres tan típico—dijo con sencillez—. Y creo que ya te lo había dicho, pero honestamente, no me importa en lo más mínimo lo que pienses de mí.

—Vaya, tienes un don excepcional para poner frialdad a tu alrededor. Chica, podrías congelar Nueva York en primavera. Así lograste que en la casa dejaran de tratarte como una mujer.

—Hice lo necesario para tener un trato igualitario. No quiero ser tratada diferente en la casa solo por ser una mujer.

Le tomó por sorpresa que ella dijera una frase que delatara sus creencias y procesos mentales. Era pequeño, pero se sentía satisfecho de conseguir algo. De manera que se lo retribuyó con un gesto que seguro apreciaría: silencio.

Tranquilos, ambos llegaron a la casa donde por suerte Isabella esquivó un balón mal dirigido.

—Lo siento—se excusó entre risas Seth, sin detener el juego con Embry.

—Parecen una manada de cachorros—rio Edward.

—Cachorros, no. Lobos, fuertes y masculinos—entonces Sam aulló y el resto imitó su gesto.

Aun cuando Isabella cerró la puerta, era capaz de oírlos.

Sacudió la cabeza y marcó el número de Renée, como solía hacer siempre.

—Hola Bells.

—Hola, ¿qué tal todo?

—Muy bien, tal como ayer. Pagué las cuentas, procuré cerrar bien las puertas, fui al super y compré comida, no dulces. Bella, no necesitas hacer esto. Me dejaste una amplia variedad de post it con instrucciones y soy una adulta, así que por favor, deja de checar si sigo viva.

—Lo siento—suspiró, sentándose en la cama y quitándose las gafas—. Sólo estaba preocupada.

—Cielo, yo soy la madre. Yo debería estar preocupada por ti, estás sola en una ciudad infinitamente más grande que Forks, y en una casa llena de hombres. Pero la verdad estoy más preocupada de que no tengas experiencias universitarias, te las saltaste en la secundaria. ¿No hay ningún chico que te parezca atractivo? Tienes seis para escoger y si no quieres escoger, puedes tenerlos a todos.

—Renée, por favor.

—Cariño, hablo en serio, ¡tienes que ser una adolescente más alocada! No sigas mis pasos, pero vive más cosas—hizo una pausa—.Sin descuidar tus horas de sueño por supuesto.

—Ya hemos discutido esto, y sabes que tengo un objetivo claro. No quiero interrupciones en mi camino. Voy a sacar esta carrera, compraremos algo en otra parte y por fin nos iremos de ese pueblo. Y respecto a lo de dormir, lo sé, así que descuida, nada pasará.

Renée suspiró largamente desde el otro lado de la línea.

—Esa no debería ser tu meta, Bella. Y lo sabes.

—Pero lo es y no voy a distraerme con nada hasta conseguirlo.

—Siempre has sido tan controlada y determinada. A veces siento tanta culpa por haberte hecho crecer tan rápido.

—Por favor, no empieces con eso otra vez—hubo un breve silencio— ¿Sabes? Tengo que hacer un par de llamadas, así que te hablaré mañana, ¿de acuerdo?

—Te adoro cariño, besos.

Una vez que cortó la llamada, la castaña se quedó mirando la pantalla del celular un par de segundos. Sacudió la cabeza y comenzó a marcar a los empleos que había dejado subrayados.

Dos de ellos parecieron alentadores y eran más compatibles con su horario y distancias a recorrer, de manera que los anotó en la libreta del celular y guardó dos copias de su curriculum en la mochila.

Cuando se disponía a salir para cepillarse los dientes, se topó con Edward que venía comiéndose un sándwich y traía una bebida energética en la otra mano. Ella ya sabía que era probable que se quedara trabajando hasta tarde, esa bebida era una prueba indiscutible.

—Hablé con los chicos—comentó una vez que terminó de masticar—.No tienen problemas en que uses la bicicleta.

—Yo iba a preguntarles.

—Descuida, lo hice porque se presentó la ocasión. No quiero de darte un trato especial porque eres chica.

—En ese caso, gracias—rodando los ojos una vez que le dio la espalda, Isabella estaba por entrar al baño cuando él habló.

— ¿No piensas comer?

—No—respondió y cerró la puerta.

— ¡Deberías hacerlo! ¡Estás muy delgada!

—A quién le importan tus estúpidos comentarios—susurró bajito frente al espejo. Cepilló con dureza sus dientes y sin demora se metió a su cuarto.

Estuvo un par de horas estudiando y al ver que sólo le quedaban seis horas de sueño, se apresuró en meterse a la cama y dormir. Ella sabía que si descuidaba las horas de descanso, habría indeseables consecuencias que no necesitaba en ese momento de su vida.

-o-

El asunto del trabajo salió mucho mejor de lo que esperaba, ya que al jefe le gustó su personalidad y dijo que comenzaba desde la semana siguiente. El sueldo iba bien con sus cálculos y estaba segura de que podría hacerlo, aun cuando no tenía tanta experiencia. ¿Qué tan difícil podría ser envolver los alimentos?

Aquella tarde, cuando regresaba del local de comida rápida, notó luz en el garaje y pensó en pasar de largo, ya que no le interesaba. Sin embargo, Edward la llamó.

— ¡Hey!

Volteó distraída, para verlo sonreír con entusiasmo.

—Ven, mira esto.

—En realidad no puedo, tengo cosas que hacer.

—No seas así. Después de todo es para ti.

Dudó unos segundos antes de ceder y dirigir sus pasos al cobrizo.

— ¿Recibí un paquete? —preguntó, ya que quizá a Renée se le había ocurrido enviarle algo.

—No, ven—él lucía tan ansioso, que le entró la duda—. Hoy estaba ordenando un poco porque necesitaba el espacio para trabajar en mi proyecto y terminé arreglándola.

Apoyada en una mesa se encontraba una bicicleta tipo montaña de color negro algo desgastado, pero se notaba que había sido limpiada a conciencia recientemente.

—Sólo tenía un pequeño desperfecto en la rueda y la cadena algo oxidada, pero con W40 logré repararla y funciona bien, ya la probé.

La joven quedó tan sorprendida por el gesto que fue incapaz de decir algo. Lo disimuló acercándose para examinarla.

—Iba a mandarla a reparar—dijo acomodándose las gafas—. No debiste gastar el tiempo en esto.

—Descuida, así tendré más espacio para mí.

—Gracias, te lo agradezco en serio—acarició el asiento y decidió sonreírle. Podían tener diferencias, pero la acción había sido muy bonita y merecía su agradecimiento genuino.

—Bien, podrías agradecerme quitándola de aquí. Ya que debo empezar a trabajar—la miró atento breves instantes antes de pasar a su lado y mover cosas sobre el banquillo.

En silencio, Bella la ubicó fuera, cerca del carro y le dedicó una mirada fugaz al cobrizo antes de entrar a la casa.

Mientras subía las escaleras, reflexionó en las pocas veces que un gesto había logrado generarle tal sentimiento de gratitud y sorpresa. Era bastante aterrador que precisamente el chico que más la molestaba en el grupo, consiguiera irritarla y sorprenderla al mismo tiempo.

Para cuando llegó a la habitación había dejado el pensamiento y se concentraba en los deberes que tenía por delante.

Estuvo tan absorta en ellos, que olvidó bajar a comer y para cuando se quitó los audífonos el silencio reinaba en la casa. Miró la hora y suspiró con cansancio, sólo tenía cuatro horas de sueño. Pero mientras no lo hiciera un hábito, supuso que no habría problema.

Guardó sus cosas y dejó la superficie organizada antes de bajar por un bocadillo, pues su estómago se negaba a ser ignorado.

Mientras mezclaba la leche con el cereal, notó que entraba luz por la ventana de la cocina que daba al garaje. Así que se inclinó a ver y captó movimiento dentro. Pronto la cara de Edward apareció en el campo de visión y al verlo bostezar, sin pensarlo siquiera se acercó a la nevera y extrajo una de las botellas energéticas.

Con el cereal en una mano y el botellín en la otra, se descubrió andando hacia el garaje. Cuando la luz le dio en el rostro, se preguntó que hacía allí a esa hora y con esas cosas en las manos, mas, era tarde para retractarse porque él alzaba la cansada mirada hacia ella.

— ¿Bella? —sus ojos cobraron vida de repente.

—Te he dicho que no me llames así—caminó tranquila, como si hubiera hecho todo aquello consciente. Entró en el lugar y vio el trabajo de Edward, que se trataba de una madera tallada. Dejó de hacerlo de prisa, no le interesaba lo que hacía, no le interesaba nada de él en realidad.

—Pero me gusta llamarte así—se encogió de hombros, y le dedicó una sonrisa breve—.Veo que te ha atrapado el hambre, aunque no sabía que también bebías energéticas.

—No lo hago. Es para ti—se la tendió con seguridad—.Es para agradecerte por la ayuda.

—Te dije que no fue nada—la recibió y miró con el ceño fruncido a la castaña.

— ¿Qué?

— ¿Cómo sabías que las bebo?

—Todos en la casa lo saben.

—Lo sé, sólo estaba jugando—le dio un trago—.La verdad me preguntaba cómo lograste distinguir la etiqueta sin las gafas.

—No estoy ciega—respondió con simpleza, comiendo el cereal que absurdamente había llevado hasta ese lugar.

— ¿No te duele siempre usar el cabello recogido?

—No—la verdad era que sí, pero responder eso, daría pie a más preguntas.

— ¿Es largo? —pero claro, Edward jamás necesitaba un pie para hacer preguntas.

— ¿Disculpa?

—Tu cabello—respondió, regresando a lo que fuera que estaba tallando.

—Ya me voy— dio media vuelta.

—Espera, ¿no quieres darme tu opinión sobre esto?

—En realidad...

—Vamos, no te tomará más de un minuto—la tomó de la mano y sin miramientos la jaló—.Hey, estás muy fría mujer—entonces la sorprendió acunándola entre las suyas y frotándolas para generar calor.

Tan sorprendida por la confianza que se tomaba, tardó unos cuantos segundos en forcejear y retirar sus dedos.

—Sólo están frías porque aquí está frío. ¿Qué querías que viera?

—Esto—se acercó mucho a ella para voltear el trozo de madera que estaba tallando. Ella logró distinguir la forma de un árbol sin problemas—aún falta para que lo terminé pero…

—Creo que le faltan más ramas. Pero está bien, entiendo lo que es.

Él la miró detenidamente.

—Entonces si tú ves que es un árbol, cualquiera podría verlo.

—Eso es seguro—si la intención de Edward fue provocar algún gesto de enfado, no lo consiguió. Pues ella era consciente de sus falencias en cuanto a lo artístico. No era lo suyo y no le interesaba, sin embargo, reconoció que Edward tenía mucho talento con las cosas manuales—.Bien, ya me voy.

Y sin mas, cogió su pocillo y se marchó. Ajena a los ojos verdes que seguían su silueta.

Para Edward, la reserva de la joven parecía tan atrayente como el polen para las abejas, y el hecho de conmoverse porque ella le trajera una bebida energética como simple muestra de agradecimiento, le indicaba que mucho más que la curiosidad estaba involucrada a estas alturas.


Holaa! ¿Qué tal están? ¿Qué les pareció el primer cap? Ya me contarán :Z

Ha pasado un largo tiempo desde que subí algo y es porque estoy en un año complicado de la u, así que no he tenido mucho tiempo. Peroo, como es mi aniversario preparé este mini fic, que tendrá 5 capítulos y subiré los primeros dos hoy y los últimos tres el miércoles. ¡Feliz aniversario a mí!

Sin embargo, me gustaría aclarar que estoy consciente de mis otros proyectos sin terminar y que he avanzado a paso de tortuga, pero lo he hecho y cuando menos se lo esperen, volveré en gloria y majestad jaja.

Y pues nada chicas, eso, nos estamos leyendo durante el día con el segundo capítulo.

Muchas bendiciones y un abrazote!

Pd: lamento cualquier error ortográfico y/o de gramática que haya pasado por alto.