1.
-no, quedé de reunirme con alguien-dijo Kurapika metiendo en los bolsillos de su abrigo el teléfono y unos cuantos papeles doblados.
Con estas palabras, era la tercera vez que me ignoraba en menos de una semana, y solo nos habíamos encontrado en los pasillos en no más de cinco ocasiones.
Se despidió con la mano en el aire y se apresuró hacia la salida del salón casi corriendo, como si temiera que fuese a detenerlo. Pero ni siquiera le devolví el gesto de despedida, sólo me quedé en medio del pasillo con el café que le traía de regalo aún caliente en las manos, con la mente en blanco y los labios resecos.
¿Quién demonios se creía para tratarme de ese modo? ¡Ni siquiera era capaz de mirarme a la cara!
-maldito infeliz-escupí con rabia tirando el café a la basura y caminando hacia el estacionamiento del edificio.
Había perdido varios días de estudio intentando encontrar un momento en que Kurapika se dignara a aceptar salir conmigo, solo quería hablar y enterarme de lo que estaba haciendo, sus planes y posibles estrategias, tal vez pudiera servirle de ayuda, ¿no era que nos habíamos prometido seguir en contacto? Al menos debía agradecerme haberle conseguido un lugar en El Zodiaco, sin mí no hubiese llegado tanto lejos en la Asociación y seguiría tratando con los gordos de la mafia a cambio de muy poca información.
Era un descarado, después de haberlo consolado como a un nene, se atrevía a ignorarme y hacerse el antipático conmigo ¡como si yo fuera a creerle su nueva cara de chico rudo!
Detuve el automóvil en el semáforo en rojo en la av.F y suspiré hondo intentando relajarme, debía concentrarme y enfocar todas mis energías en aprobar el exámen que Cheadle, la presidenta, me había interpuesto como único requisito para ser parte de su equipo médico. Seguramente no era tarea fácil, y por ello no debía darme el lujo de seguir perdiendo mi tiempo en niñitos imposibles de tratar.
¡Dios, estaba tan enfadado!
Revisé mi teléfono ignorando los mensajes de Cluck y marqué el número de Kurapika, ¿por qué? Supongo que toda mi ira se había transformado en una profunda preocupación solo con ver su nombre en mi lista de contactos bajo aquella foto de años atrás, cuando aún llevaba el cabello en una melena y sonreía como un niño ingenuo listo para la aventura. No era capaz de descifrar en qué momento lo había perdido.
Pero nada. Al segundo tono me colgó la llamada.
Desistí, no tenía caso.
Aceleré hacia el hotel imaginando cómo recuperar el tiempo para alcanzar a estudiar todo lo que debía, solo pensarlo me hacía sentir ansioso e inquieto, recordar la montaña de libros y apuntes que había dejado sobre la cama me mareaba y me daba escalofríos. Debo admitir que siempre creí que sería un poco más fácil o al menos entretenido.
La tarde pasó tan rápida como la miserable lluvia que hizo presencia por un par de horas, entre la fisiología del riñón y la farmacología de sus enfermedades asociadas, me dieron las dos de la madrugada y solo me detuve porque me dolía la espalda y mi estómago crujía como mil demonios.
No tenía dinero para pedir servicio a la habitación de madrugada y el poco efectivo que me quedaba no me alcanzaba para comprar en la cafetería del hotel, había gastado casi todos mis fondos en libros de medicina, suscripción a revistas científicas, estadía y pagando a la Escuela de Medicina los interminables honorarios por estudiar allí. Estaba en la ruina, pero al menos ocupaba la mayor parte de mi tiempo en perseguir mi sueño de toda la vida.
Pietro estaría orgulloso.
Caminé hacia el interior de la ciudad silbando suavemente y pensé si acaso Kurapika estaría arrendando un departamento o viviendo en un hotel como yo. No era amigo de las comodidades y era un tacaño, siempre buscando la forma de ahorrar, por lo que probablemente estaba arrendando un cuartucho en una pensión con desayuno y cena, a Kurapika no le gustaba cocinar ni lavar platos sucios.
Aún así, con todas aquellas contradicciones, en mi mente no había más que buenos momentos a su lado y gratas historias, como si nuestro destino fuese discutir antes de maldecirnos y echarnos a reír.
-una lástima-susurré metiendo monedas en la única máquina de café que había hallado en la manzana
Me volteé al oír unos pasos correr hacia mí desde la izquierda, y olvidé completamente el mocca que esperaba con ansias.
Kurapika corría, fatigado y zigzagueando, con un objeto abrazado contra su pecho. No miraba hacia el frente ni prestaba atención al camino, solo lo reconocí por su cabello y su figura, cada día más menuda.
Lo alcancé cogiéndolo del brazo y alzó su rostro hacia mí mostrándome sus pupilas rojas, confundidas y alteradas, esquivo, como si no me reconociera. Forcejeó queriendo huir, pero no se lo permití y lo sostuve con un poco más de fuerza sin saber qué decirle. No quería crearle la idea que estaba siguiéndolo o entrometiéndome en sus secretos.
No quería alejarlo más.
-nadie te persigue-le advertí un poco asustado. Jamás me acostumbraría a esos ojos escarlata-ya no hay peligro
Kurapika no quitó su mirada atónita de mi cara por un rato, y cuando al fin respiró hondo recordando quién era y qué estaba haciendo allí a las dos y media de la madrugada, se soltó de mí y retrocedió tomándose la cabeza con una de sus manos.
Aún no deshacía su estado de zetsu, ¿en qué estaba ocupando su tiempo libre?
-es una suerte que te hayas encontrado conmigo-le dije tomando mi mocca de la máquina-¿estás bien?-le pregunté bajando un poco el tono de mi voz, me enervaba su silencio y su implacable deseo de ignorarme-¿Kurapika?
-estoy bien-me dijo con voz seca haciendo una mueca de molestia con el movimiento de su cabello
-¿a dónde ibas?-estaba intrigado y no era capaz de ocultarlo
No respondió.
Me levanté de hombros intentando evitar el enfado que lentamente subía por mis venas, odiaba esa expresión y ese egoísmo, como si hablara con un desconocido; y volteé mi atención hacia la caja envuelta en una chaqueta que cargaba en su regazo, era de forma irregular y no pesaba mucho, ¿un par de ojos rojos recuperados?
Eso explicaba su estado mental y su silencio, pero no sus piernas temblorosas ni su intención de ocultarse de mí a toda costa.
Algo andaba mal.
-¿estás herido?-le pregunté acercándome a él
-solo es un rasguño-respondió con rapidez dando un paso atrás y viéndome al fin
Una presión se posó en mi pecho al verme allí, a un paso de distancia, con las manos en el aire dispuesto a cogerlo si se desmayaba o se desvanecía, y sosteniendo los honestos ojos celestes de Kurapika sobre los míos, con esa brisa desdibujada de ingenuidad sobre su rostro demacrado y cansado. No me rechazaba, no quería que me alejara y buscaba en mí un refugio, tan nervioso como yo, intentando controlar el temblor de sus labios al verme tan próximo.
Me sentí nuevamente transportado a York, como aquella mañana antes de despedirnos en el aeropuerto, me miraba de la misma forma y mi corazón se rebalsaba otra vez sin saber cómo resolver la tensión entre nosotros.
Me detuve. Esta vez no estaba seguro de nada.
-estoy bien-insistió Kurapika retrocediendo otro paso más, alejándose de mí nuevamente
-estás herido…-dije conteniendo el nudo en la garganta-déjame ayudarte
Es la primera vez que escribo en primera persona, espero les guste y si tienen sugerencias mucho mejor! Escribo fanfics para disfrutarlos en comunidad ️
Besos desde Chile ️
