1

La primera ronda de muerte ocurrió un miércoles de Noviembre, del año 795. Esa tarde, Gohan recibió una llamada en el mismo momento que daba una charla de Biomecánica, dirigida a alumnos de doctorado en la Orange Star University. Mientras explicaba una nueva técnica de cirugía que intentaba el movimiento de pinzas de una araña al tejer su red, percibió como el bolsillo del pantalón comenzó a vibrar con insistencia. Entonces, extrañado, pidió una breve pausa a los alumnos para salir al pasillo y dar un vistazo rápido al aparato, advirtiendo que la llamada venía desde su hermano, lo cual le causó extrañeza: ambos no se hablaban hace, por lo menos, tres años. Sin ser capaz de responder inmediatamente, entró al salón para indicar a los alumnos que mostraría un video del laboratorio, donde se ejemplificaba el proceso anteriormente expuesto con una línea neuronal creada con nanotecnología. Posteriormente, aprovechó el momento para salir y devolver el llamado. "Es Yamcha", Goten le explicó. "Hoy le han encontrado muerto en su departamento".

Pese a que la muerte no era ajena a él, ni a sus cercanos, Gohan no pudo evitar que un gran vacío cubriera su estómago. Tragó saliva y se quedó quieto, mirando el ventanal, sintiendo cómo los recuerdos volvían a arribar a su mente, en conjunto con el sudor frío y los escalofríos por la espalda: así se sentía cuando la muerte parecía estar cerca. Habían pasado un poco más de diez años desde que su padre se había marchado con Uub y hechos como éste ya comenzaban a calificar como fuera de lo común. Camino a Corporación Cápsula, en la noche, se preguntó qué sería esta vez, ¿un guerrero de otro planeta?, ¿un dios?, ¿alguna venganza?

Debido al término de la temporada de tifones, aún se encontraban los últimos retazos del clima tropical y veraniego, con una humedad densa por Ciudad Satan. Mientras caminaba, notó el brillo de las calles mojadas, haciendo su andar lento, retrasando la llegada. Paso a paso, las preguntas no dejaban de bullir en su mente, hasta que las puertas de la Corporación le saludaron, pasando por el estacionamiento repleto de naves y autos conocidos. Dentro del lugar, la mayoría de sus amigos ocupaban la sala de estar, con rostros ensombrecidos y cuerpos encorvados. De fondo, la televisión hablaba al vacío, dando un reporte extenso sobre una especie de atentado terrorista que había ocurrido en el aeropuerto o algo así. Toda la escena provocó que, por instinto, Gohan buscara a su maestro Piccoro, pero por más que recorrió el lugar, no le encontró. Y, entonces, vio a Krillin.

2

Esa noche, al regresar a su casa, cerca de las cuatro de la madrugada, no pudo conciliar el sueño. En su mente, seguían desfilando las palabras del mejor amigo de su padre en la niñez, quien le explicó que habían encontrado a Yamcha inerte dentro de la cocina, cerca del fregadero, que continuaba con la llave del agua abierta, inmune ante lo ocurrido. Según Krillin, un vecino había sido el primer testigo del suceso, cuando había subido a reclamar por la filtración de agua al piso inferior. Después de un momento, no obtuvo respuesta y decidió entrar a la fuerza, descubriendo lo sucedido. El fallecimiento del guerrero había sucedido tal como si la muerte le hubiese pillado de pronto, justo antes de terminar de lavar los platos. Recordó también como, aún en Corporación Cápsula, Bulma decidió no salir de su habitación ni decir palabra a los presentes. Tal situación, causó que Gohan decidiera marcharse y esperar hasta el día el día siguiente, dando tiempo para sopesar y poder conversar algún tipo de solución. Una vez que se había despedido de todos, no pudo llegar hasta la puerta, tomado de sorpresa por el volumen de la televisión, qué reveló otro atentado en la estación de trenes Yamaoka. "Algo extraño está sucediendo", la voz de Ten Shin Han captó su atención, mientras contempló sus tres ojos atentos a la televisión. En ella, se mostraban cuerpos desplomados en el suelo, sin señales de violencia o sangre.

3

Tres días después, el fenómeno continuaba con el mismo aire de extrañeza. Los noticiarios explicaban con infografías y gráficos como, tan sólo en Ciudad Satán, se habían contabilizado trescientos veinticuatro muertos. Todos ellos tenían un único factor en común: los decesos ocurrieron en un mismo rango de tiempo, pero en diferentes partes del distrito. Al principio, se pensó en ataques químicos, una hipótesis atractiva considerando los fallecimientos ocurridos en espacios de alto tránsito; sin embargo, la idea tomó un rumbo diferente cuando se notificó el mismo hecho en sitios privados. El asunto tomó interés nacional, precisamente, cuando se confirmó que todos los decesos sucedieron en el tramo de las siete a ocho de la tarde, abarcando ciudadanos comunes y silvestres. Como era de esperar, en menos de tres días de lo acontecido, la paranoia llegó para instalarse en los reportes de noticias y periódicos, junto con la decisión de las autoridades de vigilar los lugares de gran concurrencia pública. Cuando ocurrió la segunda oleada (que terminó con la vida de cuatrocientos ciudadanos más), Gohan se encontraba almorzando dentro de su oficina, preparando la clase de la tarde, comiendo un sándwich de pepino y queso. De pronto, por el pasillo, se sintieron gritos y personas ir y venir, lo que causó que el chico saliera a contemplar como dos personas yacían quietas en el suelo. Por supuesto, gracias a su formación de médico, el saiya no dudó en dar ayuda de primeros auxilios, pero sus sospechas fueron confirmadas en cuanto examinó sus signos vitales: ya no había nada que hacer.

Debido al incidente, las clases en la tarde fueron suspendidas, así como las actividades administrativas. Gohan caminó con su chaqueta en el brazo, soltando su corbata para capear la humedad, en dirección a Corporación Cápsula. Según lo que le había informado Piccoro, ese mismo día darían inicio a la búsqueda de las Esferas del Dragón, lo cual buscaría revertir el destino fatídico de Yamcha. Pese a ello, al llegar al lugar (otra vez tuvo que ir a pie, la oleada había suspendido los servicios de transporte), se topó con una escena similar a tres días atrás, donde nuevamente, todos sus amigos se encontraban reunidos con un rostro oscuro y en silencio. Esta vez, Gohan no tuvo que preguntar demasiado. Ya en la entrada de la Corporación, la madre de Bulma lloraba junto a Chichi, sosteniendo un pequeño gato negro en sus brazos. Tragando saliva, se acercó a su madre, quien le dedicó una mirada ausente, girando su cabeza y todo se hizo peor cuando, ya en la sala de estar, Androide 18 sostenía una acalorada discusión con su maestro, apuntándolo con el dedo índice, pidiendo una explicación por la muerte de su esposo.

4

Justo al cumplir una semana de lo ocurrido, el país se encontraba en situación de emergencia nacional. Todo se había provocado al confirmar que, en diversos países del planeta tierra, la situación se repetía con la misma frecuencia. Los titulares hablaban de los eventos como "olas" y, a esas alturas, ya se prevenía la llegada de la cuarta oleada de muertes. Por su parte, Gohan había continuado yendo a la universidad, esta vez con tres muestras de sangre en sus manos para analizar en el laboratorio, con esperanza de hallar algo que pudiera dar un sentido a todo esto. Al colocar los líquidos bajo microscopio, corroboró que todo lucía en orden, asegurando que los tres individuos, al momento de fallecer, se encontraban sin problemas médicos. Pese a los resultados, continuó su lectura de periódicos, revisando las nuevas conclusiones divulgadas por los organismos de salud, estableciendo que los decesos afectaban a un público entre los veinticinco y cincuenta años de edad. Aunque, con la última ola, ya se habían registrado muertes de niños pequeños y adolescentes. Cuando dieron las nueve de la noche, sintió como un militar golpeó la puerta de vidrio del laboratorio con la culata de su arma, junto a una mirada de pocos amigos. Gohan asintió, dándose cuenta que la hora se le había pasado, y tomó sus apuntes para salir rumbo a su departamento. Al llegar, Pan lo estaba esperando, sentada en el suelo, con su espalda pegada a la muralla. Como buen viernes, la chica había arribado con su mochila, el discman y sus libros bajo el brazo, aguardando la llegada del saiyajín. "Lo siento, se me ha hecho tarde", Gohan explicó arrepentido de su cabeza olvidadiza, saludándola, mientras abría el cerrojo de la puerta. Ella, como era habitual en estos casos, no le respondió y caminó directo a su habitación. El saiya suspiró y dejó las cosas en la mesa de centro, dirigiéndose a la cocina para preparar un estofado con curry, aún con el ceño fruncido, pensando en las muestras de sangre. Mientras sacaba una col para preparar una ensalada, pensó en los pasos a seguir en días siguientes.

A partir de las palabras de Piccoro, sólo faltaban dos Esferas del Dragón para invocar a Sheng Long. Así, si todo marchaba como esperaban, el domingo próximo se invocaría al mítico dios y se le pediría dar un vuelvo a toda la situación. A pesar de eso, su mente seguía intrigada por todas las muertes súbitas, que incluían más interrogantes que respuestas. En años anteriores, su familia y amigos habían enfrentado visitas del espacio, profecías, enemigos que no sólo quitaban vidas, sino ciudades completas, robots asesinos, y otros. La sutileza en situaciones como ésta (muertes repentinas, sin un rastro de sangre o lugares destruídos), hacían que todo el panorama generara perpetua desconfianza. Por un lado, su corazón estaba a la espera de un Deus ex Machina que revelara un motivo concreto, aunque significara un acto de venganza de un ser espacial. Quién sabe, hasta el mismísimo Trunks podría volver a aparecer desde el futuro. Gohan tomó un paño de platos y se secó las manos en dirección a la mesa, con un mantel en la mano y una jarra de té verde. Entonces, en el dintel de la puerta de la cocina, vio a su hija sentada en la mesa, hojeando sus propios apuntes, con los auriculares del discman colgados al cuello. No pudo evitar sonreír. Él sabía que ella no era una chica con grandes resentimientos y rápidamente el olor a un estofado recién hecho le había atraído a la mesa. Pan advirtió su presencia y le preguntó directamente porqué estaba pasando todo esto. "Estoy tratando de averiguarlo, pero" se dejó sentar a un lado, sacándose los lentes "aún no lo he descifrado". "El papá de Bulma, el tío Krillin y Yamcha van a revivir pronto, ¿verdad?", le preguntó. Gohan respiró y acarició su cabeza, con suaves cabellos azabache. "Espero que sí".

5

Gohan no recordaba la última vez que había visto a Sheng Long. Al principio, todo lucía como en los días de antaño, donde se dejaban las Esferas del Dragón en una especie de canasta en el centro del patio de Corporación Cápsula. Asimismo, su familia y amigos rodeaban la escena mirando al cielo, esperando ser tocados por un pedazo de divinidad. Al llegar, Gohan contempló como Goten y Trunks se encontraban en el centro, conversando alrededor de las Esferas, afinando últimos detalles. Entonces, soltó de la mano a Pan, quien reaccionó ante la presencia de su hermano menor y corrió a saludarle con los brazos abiertos, gritando su nombre. A su alrededor vio a Piccoro, 18, Vegeta y otros, pero no pudo localizar a su madre. Suspiró largo al recordar sus motivos para no venir y tragó saliva, observando el cielo oscuro. Por fortuna, hasta ese momento, no habían vuelto a ocurrir más oleadas y todo indicaba que hoy sólo era una sencilla noche de término de verano, con un cielo estrellado. Entonces, después de unos minutos, Bulma arribó a la escena, para conversar con los demás, especialmente Trunks y Goten, quienes la recibieron con sonrisas, animándola a invocar al dios dragón.

La peliazul quedó frente a las Esferas, que seguían palpitando luz, emitiendo un sonido casi inaudible ante su presencia. Gohan pensó cuantas veces ella había estado en esa situación, con el poder de dar giro al destino de muchas vidas más. La escena le trajo un arrebato de nostalgia a tiempos anteriores, cuando él mismo podía acercarse a la científica con más soltura para hablar del futuro. Todo eso se había interrumpido hace años atrás, especialmente después del one ticket ride de su padre hacia el Templo Sagrado y su propio quiebre. En esa última ocasión, meses después, Bulma le propuso tomar el cargo de dirección de investigación de la Corporación, con el deseo de dar a la marca una visión más altruista de la realidad. Pero, honestamente y gracias a su evidente mal estado de ánimo, nada de lo que él pudiese haber creado, hubiera dado un rumbo diferente a la empresa. Por supuesto, después de tres ocasiones, Bulma había dejado de insistir y él se había vuelto a centrar en sus clases de la universidad. Ahora, que la veía de lejos, alzando sus brazos al cielo, confirmó que, a diferencia de muchos de ellos, la científica continuaba irradiando esa energía, como si con su carácter fuese capaz de derribar una montaña completa, si así lo quisiese.

Una vez que la peliazul bajó sus manos a un costado, las Esferas irradiaron un haz de luz, similar al de una cámara de fotos pero, esta vez, con el poder de iluminar toda la ciudad. El fenómeno cumplía cada uno de sus recuerdos: un silencio amplio que fue interrumpido sólo por un silbido que provenía desde el cielo y luego, los relámpagos. En breve, Gohan percibió como su mano derecha era apretada por una más tibia y más pequeña, que lo sujetó con fuerza. Si no estaba errado, ésta sería la primera vez que Pan vería a Sheng Long cruzar el cielo y, hasta el momento, su visita nunca decepcionaba el asombro. Ella estaba mirando hacia arriba, con un rostro mezclado entre la expectación y el súbito sentimiento de verse más pequeña ante tanta inmensidad. Mirándola desde su posición, su pecho se sintió vacío al tener recuerdos de su juventud, donde otra mujer sostenía su mano al presenciar dichos fenómenos. "¿Ya viene, papá?", Pan preguntó. "Espera un poco más", mencionó. Y luego: otro destello que hizo emerger, desde las Esferas, una enorme figura, similar al cuento de las habichuelas mágicas. Con la diferencia que lo que emergía del piso no era un enorme tallo de habichuelas, sino un inmenso ser de piel verde oscura que comenzó a subir al cielo, enroscándose entre nubes y relámpagos. Así, una vez que sólo hubo silencio y el cielo dejó de discutir con truenos y luces, el dragón habló. "Queremos que revivas a todos aquellos que han fallecido producto de las oleadas de muerte en el planeta tierra", Bulma gritó al cielo. Vegeta ahora se encontraba tras de ella, con los brazos cruzados, mirando al cielo. Entonces, se escuchó la voz profunda del dragón: "Imposible, ¿tienen otro deseo?".

De un momento a otro, todos los asistentes comenzaron a mirarse entre sí, menos Piccoro que seguía de pie y con el rostro hacia arriba, como si fuese una perfecta estatua. Ahora, la científica giró a ver a Vegeta, incrédula. "¿Tienen otro deseo?", el dios insistió, al mismo tiempo que un relámpago cubrió la ciudad. Los pies de Gohan comenzaron a avanzar, cuando lo detuvo la figura de su maestro, quien se acercó a Bulma, hablándole al oído. Esta vez, el demonio verde tomó la palabra. "¿Podemos revertir las muertes de otra forma?". El dragón no demoró en responder. "Imposible. No se puede alterar el orden del universo". Lo que sucedió después de aquella respuesta, se tornó confuso. Bulma explotó en preguntas a Piccoro (Vegeta la sujetó por los hombros), mientras éste mencionó unas palabras que Gohan no escuchó bien. Por consiguiente, un flash de luz cruzó el lugar nuevamente y en menos de un minuto, las Esferas ascendieron al cielo y volvieron a distribuirse por el mundo. Cada uno de los presentes se envolvió en silencio, un silencio que luego pasó a ojos perdidos y ojos perdidos que terminaron en quietud. El punto de quiebre fue ver como Bulma daba media vuelta hacia Vegeta, con las manos cubriéndole el rostro, claramente afectada por la resolución. Después, todos se dirigieron al salón central, dejando a la científica con el Príncipe de los Saiyajín a solas, sin mencionar a 18 que se dejó caer arrodillada al suelo, con claras intenciones de no hablar con nadie. Fue ahí que Piccoro abordó a Gohan, comunicándole que iría al Templo Sagrado, para averiguar un poco más sobre todo lo que estaba ocurriendo. Y pese a que la figura de su padre pasó por su mente, el semisaiya prefirió callar. Ahora, su vista se dirigía a la habitación donde se encontraban los cuerpos de Yamcha, Krillin y el Sr. Briefs, dispuesto a continuar con el protocolo fúnebre.

6

Por más que lo intentó, Gohan no pudo recordar cómo se llevaba a cabo un funeral. El último que se encontraba en su memoria, había sido el de su abuelo Ox-satán, quien había fallecido por muerte natural en la casa de sus padres, en el Distrito 439 del Este. Aquella vez, luego de confirmar el deceso, su madre emergió de la habitación con un gran paño blanco para cubrir el altar de su casa, que se encontraba en el pasillo de la entrada. Luego, pidió a Goten que trajera flores frescas, una vela e incienso para dejar junto al cuerpo de su abuelo en la habitación. Asimismo, pidió a él y a Videl si podían acudir a la oficina de registro para solicitar el certificado de defunción. En el viaje a Ciudad Satán, Videl se despidió con la intención de localizar a Tsubasa Okoda, un nōkansha que, en su infancia, había ayudado a su padre en la ceremonia de vestimenta, arreglo y preparación del funeral de su madre. Gohan aún podía recordar como esa singular ayuda había dado un vuelco a todo el duelo de su familia. Okoda no sólo había vestido a su abuelo con un yukata blanco, sino que se preocupó de los detalles posteriores, incluyendo las seis monedas en su puño cerrado para cruzar el Río de las Tres Cruces, su maquillaje, el traslado al ataúd, entre otros detalles.

Hoy, toda la historia era bastante diferente. Debido a las oleadas, los servicios funerarios estaban a tope y solo se podía ofrecer dos personas por evento, los cuales preparaban a los cuerpos en brevedad y los depositaban en ataúdes, situados en el mismo hogar. Ahora, vestido de traje y corbata negra, Gohan terminaba de hablar con los encargados, preguntando si podían contar con la presencia de un monje budista, a lo cual solo recibió una negación. Debido a las muertes de famosos, la mayoría de ellos se encontraban en otras ceremonias y procesos fúnebres que solían durar más de tres días. Así, regresó la vista al salón central de Corporación Cápsula, con tres cajones en el centro y rodeados de diversas personalidades, todos vestidos de negro. El saiya estaba a punto de tomar asiento (por primera vez en el día), cuando vislumbró de lejos a su madre, entrando al lugar, tomada del brazo con un hombre alto de bigote que Gohan reconoció de inmediato. Poco pasó hasta que ambos cruzaron la vista y la mujer decidió acercarse, indicando a su acompañante que la esperara en el lugar. "Hola, hijo", murmuró, tocándole el brazo. "Hola, mamá", el chico respondió con una voz apretada. Hacía por lo menos un año completo que no estaban así de cerca y su sola presencia no dejaba de darle un grado de incertidumbre. "¿Cómo está Takahashi?", preguntó, mientras su madre cerraba los ojos, juntando sus manos al centro. "Él está bien, ¿cómo estás tú?, ¿está Pan por aquí?". Gohan apretó los labios, como si, de pronto, quisiera terminar esa conversación de inmediato. "No, está con su madre". Chichi bajó la cabeza, moviéndola hacia los lados, claramente dudosa de volver a hablar. "Goten sí está aquí, por si deseas verlo", el saiya habló, carraspeando. "Dudo que él me quiera ver", la mujer suspiró, sin mirarle y guardando un silencio que abortó cualquier otra intención comunicativa.

Luego de unos minutos, una breve ceremonia dio inicio y todos tomaron asiento en sillas de metal dispuestas en orden, tras los ataúdes que miraban hacia el norte. Chichi besó a Gohan en su rostro y le sonrió, tocando su mejilla con la mano, para luego caminar a reencontrarse con Takahashi, quien la esperaba pasos más al centro. En pocos instantes, arribó Bulma y Vegeta, 18 con Marron en brazos y otros, sentándose para disponerse a escuchar las palabras de Ten Shin Han, quien tomó la iniciativa, prendiendo un incienso. Posteriormente, deslizó un papiro ante sí y cerró los ojos, murmurando una especie de melodía que comenzó a murmurar, sin palabras, solo entonando notas. Ante el cántico, el corazón de Gohan comenzó a galopar con fuerza, tal como si de un momento a otro quisiera escaparse de su cuerpo. La canción provocó que su mirada cayera directamente sobre su madre, quien estaba de espaldas, concentrada en la ceremonia que daba inicio. El saiya sintió como en su estómago se abría en un vacío que comenzaba a carcomer su cuerpo de a poco, dándole un perfecto estado de ingravidez, similar a los trapecistas que van caminando por sobre una cuerda entre edificios, solo con una larga vara de madera en las manos. Entonces, cuando sus ojos comenzaban a humedecerse, Ten Shin Han recitó el sutra.

7

Diez días después de la última oleada, las calles de Ciudad Satán se sumergieron en una aparente normalidad. La gente comenzó a regresar a sus trabajos a tiempo completo, los establecimientos públicos retomaron sus funciones sin horarios especiales y el sistema de transporte reactivó el servicio tanto en el día como en la noche. En el caso de los medios de comunicación, los periódicos adquirieron un tono más distante, anunciando un posible retroceso de la causa de las muertes. Los streamings en internet destinaban horas de análisis menos científicos y más esotéricos con respecto a la causa de las muertes, atribuyendo la explicación de todo al dragón gigante que había aparecido una noche en la ciudad. Por otro lado, los grupos religiosos comenzaron a abundar en las calles entregando propaganda referente al fin del mundo, especialmente en las plazas, donde sus líderes hablaban en voz alta sobre la necesidad de acercarse a dioses para obtener la redención necesaria, antes que arribara el juicio final. Los días de paz, por su parte, provocaron una disminución de la presencia militar en las calles, al menos, en la mitad; aunque los espacios más transcurridos aún conservaban personal armado con chalecos antibalas.

Después del funeral de sus amigos, Gohan había regresado al laboratorio de la universidad para tratar de descifrar el enigma. La visita de su madre había despertado una suerte de emociones que sólo le habían causado confusión, tal como si ella hubiese presionado el botón de "reproducir" a pensamientos que pensaba tener erradicados. Todo lo anterior, se acentuó especialmente cuando ella intentó hablar con su hermano menor, el cual se negó rotundamente a saludarla, dentro de una habitación contigua al funeral. Haber contemplado su discusión en voz alta dentro de aquel espacio, le había dejado un dolor en el pecho que no se había podido sacar de encima. Por un lado, su madre insistía en que ambos debían retomar la comunicación; mientras que Goten le recordó que jamás volvería a hablar con gente tan egoísta como ella y su padre. Por supuesto, Gohan contempló toda la escena cerca de ellos, tratando que ambos tomaran calma, pero fue inútil. Takahashi entró en búsqueda de su madre en llanto y ambos se retiraron de la habitación. Goten tomó asiento en una sofá próximo y apoyó su cabeza entre las manos, aún temblando por lo ocurrido.

Con el corazón en ascuas, Gohan se sentó a su lado sin intención de hablar nada. La última vez que había intentado hacer entrar en razón a su hermano menor, todo había acabado con Goten explicándole que no planeaba ser condescendiente como él, ni menos perdonar a sus padres. En esa misma ocasión, el chico le comunicó la decisión de cambiarse de universidad para inscribirse en el Instituto Tecnológico Distrital, ubicado en el Distrito Norte, viviendo con amigos en un departamento de las cercanías. Ahora, en dicha sala, mientras la ceremonia funeraria daba comienzo, los minutos pasaron con ambos saiyajines en silencio. Una vez más, los hermanos Son se encontraban en una situación similar a la de cuatro años atrás, cuando su madre los había reunido para comunicarles la decisión de separarse de su padre. En aquel momento, Gohan no sintió ningún grado de sorpresa. Después de la ida de su progenitor, su madre se sumió en una depresión que, como nunca, alcanzó niveles preocupantes. En un comienzo, ella se tornó más ensimismada y los usuales almuerzos de fin de semana dejaron de llevarse a cabo, dando paso a más y más tiempo de reclusión. El límite fue el día de su cumpleaños número cuarenta y nueve. Esa mañana, recibió el llamado de Goten, quien le explicaba que tanto él ni Chichi podrían recibir a nadie, ya que su madre se encontraba en cama desde hace más de tres días. Luego de eso, el primogénito Son acudió al Distrito 439 para encontrarla aún recostada, con la mirada perdida hacia la ventana. Videl se quedó junto a él para tomar a su suegra, darle un baño y limpiar la casa. No fue hasta la noche, cuando estando los dos cansados y tomando un té, la chica le sugirió la necesidad de llevarla a un psiquiatra para evaluar la situación, uno que su padre conocía y que le había dado ayuda. Por supuesto, Gohan no tuvo necesidad de preguntarle qué tipo de problema había provocado tal situación con su suegro, la mujer ya le había relatado cómo su padre nunca pudo superar completamente la muerte de su madre y estuvo años entre dojos, chicas y alcohol. Así, ambos trasladaron a Chichi a una institución de retiro, recibiendo a Goten en su casa por mientras durase el tratamiento. Esos años no pasaron indiferente al menor de los Son, en especial cuando regresó al Distrito 439 con una madre que ya no parecía ser la misma. Uno de los primeros cambios de la mujer fue poner en venta la casa e instalarse en la ciudad ya que, por instrucción médica, ella debía pasar más en contacto con sus familiares y la propia sociedad.

Chichi no sólo encontró un trabajo en un restaurant, sino que comenzó a pasar menos tiempo en el hogar, dejando a Goten a solas. Por esos días, no era extraño ver al chico llegar a casa sólo en las noches, con ropas rasgadas y un aliento a cigarro, sin ganas de dar ninguna explicación a nadie. Uno de esos días, Gohan decidió hablar con su madre al respecto, preocupado por un llamado de un profesor de la Orange Star University que pedía información por las inasistencias reiteradas de su hermano, preguntando si él realmente terminaría el año. Gohan acudió al restaurant donde su madre estaba trabajando como organizadora de eventos, cuando una simple visión lo dejó estupefacto. A una cuadra del lugar, y mientras él esperaba que la luz cambiara de color, observó como su madre salía del lugar con un hombre alto de bigote. Él sonrió, con la intención de saludarla a la distancia, pero no pudo llegar a hacerlo. El semáforo cambió a verde y Gohan se quedó quieto como una estatua de mármol, mientras la gente pasaba a su lado empujándolo, mientras el saiya contemplaba como ella se besaba con su acompañante.

No importaba cuanto hubiese pasado desde ese evento, algo en esa escena de tarde estival se había quedado con él para siempre. Ése era el tipo de recuerdos que emergía ahora, mientras miraba muestras de sangre en el laboratorio, con ambos codos sobre la mesa, quieto. Recuerdos, que caían como un líquido denso, negro, caliente, que cubrían la cabeza, la espalda, el torso y las piernas, dejando a todas las células del cuerpo detenidas, sin permitir que ni entrara aire o que pudiese continuar con la vida normal, quedando a espera de que aquella sensación se retirara sola. De pronto, algo se cayó del escritorio, con un sonido hueco que, en segundos, le ayudó a romper el hechizo. Gohan se quedó en blanco y sólo atinó a observar el lápiz en el suelo, considerando regresar a su casa. Procedió a ponerse de pie, apagando aparatos, y dispuesto a recoger sus cosas en la oficina del piso superior. Una vez fuera, en el pasillo, avanzó en solitario hasta el portón de entrada para despedirse del guardia de seguridad; sin embargo, su intención quedó en el aire al ver que, en la pequeña caseta, no había nadie. Frunciendo el ceño, se acercó con rapidez y comprobó que éste se encontraba en el suelo, inerte.


Comentario: Este breve fic (de no más de 4 capítulos) se ha creado en base a dos condiciones azarosas y tristes: cuatro meses de cesantía y los resabios de un corazón roto. A veces, la autoestima llega tan bajo que, por más que una quiera, la habilidad no llega y mis proyectos originales quedan ahí, estancados. Entonces, cuando una cree que ya no hay más creatividad que aflore en ti, llegan los personajes de Toriyama a darme ánimo para continuar en mi búsqueda de trabajo y a pedirme que, por mientras ellos me acompañan, les dedique unas letras, ¿cómo puedo resistirme?