Os presentó mi primer cruzado, o crossover.

La idea de unificar estos dos universos fue la cantidad de cosas que, aunque no lo parezca, ambos tienen en común, especialmente en lo referente a las razas (humanos, elfos, enanos y orcos) y porque soy una fanática empedernida de ambos universos. La verdad es que el reto sólo fue una excusa para dar rienda suelta a esta mezcla que hace tiempo me rondaba la cabeza.

Descargo: La Tierra Media y los personajes que habitan en ella son propiedad de J.R.R Tolkien, y todo lo referente a World of Warcraft lo es de Blizzard Entertainment.

Aviso: Este fic participa en el Reto nº 2: Invasión a Bolsón Cerrado del foro "Aquelarre (libre de slash)".

Sinopsis:

World of Warcraft narra las aventuras de un universo de fantasía épica que se desarrolla principalmente en Azeroth, un planeta en el que conviven multitud de razas y guardianes: enanos, elfos, humanos, trols, tauren, dragones…
World of Warcraft (WoW) cuenta con multitud de líneas argumentales, pero aquí nos centraremos en la referente a los orcos. En su afán por conquistar mundos, los orcos, impulsados por los demonios de la Legión Ardiente, construyen un portal que les permite viajar a Azeroth desde su planeta natal, Draenor. Dicho acontecimiento supone el inicio del Año 0, y diversas guerras se disputarán a consecuencia de esto.

Este relato se centrará en los sucesos ubicados al final del libro "Más allá del Portal Oscuro", final de la Segunda Guerra (entre los orcos y la Alianza: una unión formada por humanos, enanos y elfos), aproximadamente en el año 8 de la era actual.

Ner'zhul, un brujo orco corrompido por la codicia y el afán de dominar la magia vil, decide extender su dominio a otros mundos con la construcción de un nuevo Portal Oscuro. Varios héroes de la Alianza, temiendo que la historia se repita, deciden combatir al brujo usando su propio hechizo para viajar a Draenor y darle caza en su guarida. Ellos serán: Khadgar, un intrépido mago con aspecto de anciano; Kurdran Martillo Salvaje, un enano jinete de grifos; Turalyon, un noble paladín que responde a los deseos de la Luz; Alleria Brisaveloz, una forestal elfa capaz de acabar con cualquier enemigo que se interponga en la visión de su arco; Danath Aterratrols, guerrero al servicio de su rey que obtuvo el título de Comandante de la Alianza. Ellos cinco se convertirán en los héroes de Azeroth, ya que cuando al fin consigan apresar al brujo, éste ha culminado el Portal y ello ha provocado el colapso de Draenor. Nuestros héroes se ven obligados a renunciar a su única opción de regresar a su mundo, destruyendo la única conexión entre Draenor y Azeroth, impidiendo así que la destrucción se propague.

Desgraciadamente el rufián de Ner'zhul aprovecha para escapar a otro nuevo planeta a través de la única fisura que permanece abierta, ¿cuál creéis que será el mundo que les aguarda a nuestros protagonistas?

Los sucesos del Hobbit estarán ubicados en Rhovanion (Las Tierras Salvajes) en el año 2770 de la Tercera Edad del Sol, antes del ataque de Smaug sobre la ciudad de Erebor.


CAPÍTULO 1: EL PORTAL COMPLETO

Ner'zhul admiraba con fervor su obra maestra, culminada al fin. El Portal Oscuro centelleaba regio, imponente, magnánimo y peligroso, ofertando al abyecto brujo aquello que más ansiaba: la llave de una cerradura que hasta el momento había permanecido lejos de su alcance, una puerta a otros mundos, una oportunidad para extender su corrupción y su dominio, un nuevo imperio para la Horda.

Inundó el ambiente de aquel mundo que se resquebrajaba con sus pérfidas carcajadas, burlándose de quienes habían osado subestimarle, despreciando los fútiles esfuerzos de quienes habían luchado durante meses en una tierra hostil, con el único objetivo de evitar en otros mundos la tragedia que había acontecido en el suyo propio.

Aquellos ilusorios héroes habían dejado atrás su mundo, Azeroth, sabiéndose en una misión que los conduciría a la muerte, o en el mejor de los casos, a un viaje sin retorno. Habían combatido a los orcos en su planeta natal con la intención de erradicar la maldad que les imbuía y que les arrastraba a la destrucción. Pero los esfuerzos de aquellos crédulos esperanzados habían sido en balde. Ner'zhul había ganado la partida.

El Portal Oscuro se había completado al fin.

Miró de nuevo la fisura que ocupaba el epicentro del portal, mostrando, en su realidad distorsionada, un firmamento que no pertenecía a su mundo ni a ningún otro conocido.

El brujo orco se hallaba extenuado a causa de la ingente cantidad de poder mágico que había necesitado para completar aquel siniestro conjuro, pero descansó, orgulloso, por haberlo culminado justo a tiempo.

Draenor, su tierra natal, se mostraba al borde de la extinción. Aquel planeta que antaño había sido hermoso, fértil y rebosante de vida, ahora yacía árido e inerte, consumido por el precio que los brujos habían pagado por obtener su poder.

Ner'zhul era, indiscutiblemente, uno de los mayores causantes de la agonía de su tierra. El empleo excesivo de la magia vil, otorgada por los demonios de la Legión Ardiente mediante engaños y falsas promesas, había corrompido el planeta, drenando su energía vital hasta consumirlo. Lo que quedaba de él se mostraba terriblemente castigado, emaciado, cual rama seca que se ve privada de su sustento y se retuerce, agónica, por hallar un final para terminar su tormento.

Pero al brujo orco no le importaba. Aquel poder oscuro bien había valido el sacrificio de un planeta. O dos.

Azeroth también había pagado el precio, pues había recibido la llegada de los orcos tras la construcción del primer Portal Oscuro. Pero aquel experimento no había salido como los orcos habían planeado. Sus habitantes habían resistido su feroz invasión durante años. Humanos, elfos y enanos habían defendido su tierra gracias a una unión inquebrantable que respondía al nombre de "Alianza". Mas mucho se perdió en aquel pernicioso combate. No sólo vidas humanas habían pasado a engrosar las listas de las innumerables tragedias acontecidas, multitud de poblados habían desaparecido bajo la sanguinaria mano de los orcos. Incluso sus capitales más emblemáticas habían sido reducidas a cenizas, y sus víctimas se extendían por doquier en anhelo de quienes las llorasen bajo los escombros.

No. No cometería los errores del pasado. Ner'zhul había aprendido la lección. En lo venidero no subestimaría a los habitantes de las tierras que conquistase, por muy inferiores que los considerase en apariencia.

Cansado, elevó su bastón hacia su obra maestra, la puerta de su salvación. Abandonaría Draenor antes de que colapsara por completo, pues al parecer la apertura de aquella fisura espacial había provocado que un planeta, que ya se encontraba al borde de su resistencia, acabase resquebrajándose por completo. La agonía de su mundo era palpable en cada rincón, podía sentir el aire enrarecido, podía escuchar los incesantes terremotos con los que la tierra gemía y se retorcía. Aquella apocalíptica visión no era sino el reflejo de una magia que había consumido todo a su paso, la maldición consecuente de un pacto sellado al viento.

Ner'zhul miró a los pocos guerreros que quedaban a su lado, los pocos infelices que se habían librado de ser utilizados para morir en su lugar. Peones para alcanzar su objetivo cuyo nombre o destino nada le importaban en realidad. Se lamentó de que su número fuese tan escaso, pues habría preferido contar con una escolta mayor que le protegiera en ese nuevo mundo desconocido. La culpa de sus bajas habían sido aquellos héroes de la Alianza que durante meses habían luchado por truncar sus planes, y que habían estado cerca de conseguirlo.

La tierra tembló de nuevo a sus pies, y esta vez, hasta el mismo cielo pareció quebrarse. Ner'zhul no podía esperar más, debía atravesar el Portal antes de que Draenor lo arrastrase hacia su aciago desenlace.

—¡Ner'zhul! —Oyó gritar su nombre de la voz de un viejo mago. El brujo apretó con rabia el puño que sostenía su macabro bastón, mientras la calavera nacarada dibujada en su rostro conformaba una mueca de desagrado, pues sabía perfectamente quién era el causante de aquella intromisión.

Khadgar, aquel poderoso mago cuyo semblante lucía anciano a pesar de su verdadera juventud, inmerecido castigo a causa de un poderoso maleficio (*1); se dispuso a hacerle frente con las fuerzas que le restaban.

Turalyon y Alleria aparecieron tras él. El paladín y la elfa se mostraban cansados tras la batalla, pero su mirada permanecía decidida, pues tras haberse confesado el uno al otro sus verdaderos sentimientos, su unión se había vuelto más fuerte, y su determinación, inquebrantable.

Danath, el guerrero humano, apareció segundos después, seguido de Kurdran, el enano que lideraba a los jinetes de grifos. Un pequeño grupo de soldados, conformado por guerreros de tres razas, les seguía en la retaguardia, como reflejo de su supervivencia.

Ner'zhul estaba cansado. Construir aquel portal había drenado por completo su energía y su fuente de magia. No podía invocar infernales ni manáfagos, ni siquiera a un pequeño diablillo vil que distrajera a sus enemigos con su risa estridente y les chamuscara con sus pequeñas bolas de fuego. No podía ahuyentarlos con un ilusorio hechizo que concentrara sus miedos, ni drenar sus energías mediante un enlace corrupto. No podía maldecirles ni invocar una lluvia de fuego (*2). Nada restaba salvo huir como una vulgar rata, y aparecer en el nuevo mundo triunfante.

Así que, de nuevo apelando a la estratagema más ruin, decidió combatirles de forma injusta, aprovechándose de su honor, sus miedos y sus debilidades. Rio con fuerza ante su malvado plan.

—Estúpidos guerreros, Draenor desaparece y vosotros lo haréis con él. La fisura que conecta vuestra amada tierra no quedará indemne, la corrupción de este mundo se arrastrará hacia el vuestro. —Khadgar hizo ademán de lanzar uno de sus conjuros contra él, pero los orcos rodearon a su líder como una barrera viviente. Khadgar apretó la mandíbula mientras el brujo continuaba hablando—. Vinisteis a esta tierra con la intención de detener nuestros planes, y ante vuestros ojos se alza vuestro fracaso y la deshonra de saberos causantes de la destrucción de Azeroth. Dejasteis atrás vuestro mundo para salvar otro, y vuestro osado viaje hará pagar a los inocentes que atrás quedaron.

Turalyon sintió un escalofrío ante las palabras del orco. ¿Aquello era cierto? ¿Habían condenado a su mundo por salvar a otro?

Una flecha surcó el aire sacándoles a todos de esa frustración en la que les había sumido las palabras del brujo. La flecha atravesó la garganta de uno de los orcos que le protegían, y su dueño cayó inerte de inmediato. Ner'zhul echó un paso atrás.

—Entonces tú vendrás con nosotros —amenazó la elfa cuyo odio y rencor habían emergido violentos.

La batalla pareció desatarse a continuación, pero aquel revuelo fue la distracción que el brujo necesitaba para colarse con un puñado de guerreros a través de la fisura relampagueante del nuevo portal, dejando atrás aquel mundo que se despedazaba.

Los guerreros de la Alianza pronto acabaron con los pocos orcos que habían intentado hacerles frente en aquel demoníaco escenario. Observando la estela que había dejado el brujo tras la huida todos maldijeron al cielo, mientras otros se miraban tremendamente preocupados por sus palabras. ¿Azeroth caería?

Khadgar sabía lo que debía hacerse, aunque tomar aquella decisión sentenciaba sus destinos.

—Debemos destruir el Portal Oscuro, así el vínculo entre Azeroth y Draenor se romperá.

—¡Eso está hecho, muchacho! —resolvió decidido un vigoroso Kurdran. Cierto fue que al mago le sorprendió que le llamase "muchacho" cuando su apariencia era dos veces más longeva que la suya, pero le agradeció en silencio su apelativo—. ¡Jinetes! ¡Preparad vuestros grifos, volvemos a casa!

—Debemos destruir el Portal desde ambos lados —confesó al fin al mago apesadumbrado.

Todos guardaron silencio ante aquella orden. Debían renunciar a regresar a su tierra natal, a encontrarse de nuevo con sus familias, con sus amigos. Turalyon tomó la palabra posando una mano sobre el hombro del mago.

—Cuando emprendimos el viaje a este mundo sabíamos que probablemente no regresaríamos, y que muchos de nosotros podríamos encontrar la muerte en esta guerra. Todos aceptamos aquel destino y te seguimos. —Asintió—. Te seguiremos de nuevo.

Kurdran dio la orden a sus jinetes y todos partieron rumbo a Península del Fuego Infernal, dispuestos a destruir aquel portal por el que habían entrado. Los soldados apostados en Bastión del Honor, la fortaleza que habían edificado al llegar a este planeta hostil, ayudaron en la tarea. Sólo unos pocos cruzaron a través de él para culminar la tarea desde Azeroth. Alleria, Turalyon, Khagdar, Kurdran y Danath entregaron un mensaje a quienes cruzaron, para ser entregado a sus seres queridos.

Aunque Khadgar insitió, ninguno de ellos aceptó abandonarle y regresar a Azeroth. Habían iniciado aquella aventura juntos, y juntos la culminarían. El mago les miró agradecido.

Una gran explosión se propagó desde los límites del antiguo Portal Oscuro, y las estatuas y el marco que lo circundaba cayeron fragmentadas, convirtiéndose en polvo, extinguiéndose para siempre.

Los supervivientes se miraron entre ellos. Los truenos y los terremotos que azotaban aquella tierra castigada resonaban más fuerte. El final de Draenor era inminente.

—¿Y qué hacemos? ¿Quedarnos aquí mientras esperamos que este mundo se derrumbe? —preguntó Danath a sus cuatro compañeros.

—Ya no podemos regresar a nuestro hogar, y a este no le queda mucho. Ner'zhul se ha reído de nosotros y ha huido delante de nuestras narices —respondió Alleria furiosa—. Puesto que no tenemos nada que hacer aquí, propongo que le sigamos y acabemos con él de una vez por todas.

—¡Así se habla! —exclamó Kurdran, pues la expectativa de darle caza al brujo que le torturó hasta límites insospechados, librándose de la muerte tras haber sido rescatado por sus compañeros, se tornó tentadora—. ¡Démosle a ese malnacido el escarmiento que merece!

Turalyon y Khadgar se miraron. Vengarse de los orcos, en especial de Ner'zhul y viajar a un nuevo mundo. Aquella empresa sonaba bien, y además ellos no eran de los que se quedaban sentados, esperando a que un fatídico desenlace.

Khadgar sacó entre sus pertenencias el libro de Medivh (*3), e invocó un conjuro de teletransporte que les hizo aparecer junto a la fisura por la que había escapado Ner'zhul. Draenor colapsaba, no tenían tiempo para volver a galope a aquel funesto escenario.

Todos se miraron y exhalaron un largo suspiro antes de adentrarse en aquel resquicio endemoniado.

Una realidad vertiginosa les envolvió a su paso. Sintieron sus cuerpos succionados por las estrellas, sofocados por una presión que creyeron que aplastaría sus huesos. Su anterior viaje había sido mucho más clemente, pero claro, entonces habían atravesado el camino entre los mundos bajo la protección de un portal construido por los orcos durante meses; mientras que ahora se hallaban cruzando una fisura inestable invocada a la desesperada por un brujo enajenado por su propio poder.

Turalyon escuchó el grito agónico proveniente de la elfa. Cuánto le habría gustado sellar su dolor en el interior de su boca, cuánto acariciar sus labios mientras sus dedos se perdían en sus rosadas mejillas y el perfume de su esencia doblegaba sus sentidos. Cuánto estrechar su realidad temblorosa mientras sus lágrimas se perdían entre su tabardo celeste con la efigie del león dorado de Ventormenta. Cuánto deseaba ahora escuchar sus reproches, su mirada desafiante que amenazaba con golpearlo por cada palabra pronunciada, por cada mirada cariñosa que consideraba insolente, por cada intento por protegerla de aquello que torturaba sus noches sin estrellas.

El paladín temió desintegrarse en aquella vorágine violenta. Sintió una lágrima emerger silente y caer por su mejilla, materializando en una fría estela el temor que le invadía.

Alleria

Su voz fue enterrada por el abismo y el calor que envolvía su cuerpo desapareció hurtado por un injusto porvenir. El eco de la muerte resonaba en sus oídos, proclamando como propio aquello que todavía le pertenecía.

La muerte reclamaba sus orígenes, sus sueños y sus esperanzas. Reclamaba su valor, su fortaleza, su honor, su credo y su amor por ella. Y durante un segundo sucumbió, despojado de todo ello.

Turalyon

Su llamada intangible le devolvió la esperanza. Su débil voz arropó sus oídos como si sus brazos se hubieran permitido rodear su cuerpo. Si ella luchaba por él, él lucharía por ella.

Rezó para que la Luz (*4) lo envolviese y lo librase de sus miedos, y como en tantas ocasiones, la Luz escuchó su plegaria, otorgándole aquel retazo de paz que ahondaba tan profundo y emergía tan cálido. Aquel sinuoso resplandor que nació tenue e insignificante, se propagó por su cuerpo y alcanzó, como un halo protector, a todos y cada uno de sus compañeros, devolviéndoles en un instante todo cuanto habían perdido, tragado por aquella oscuridad desconocida.

La desesperación se borró de sus rostros y su destino volvió a pertenecerles. Las sombras se disiparon y aquel vórtice ilusorio se dispersó fugaz dando paso al final de su viaje. Una nueva tierra les aguardaba, salvaje y desconocida.


Una tormenta tenebrosa se desató en las lindes del Bosque Negro. Un fenómeno siniestro similar se había producido días atrás y había sido observado con recelo por quienes lo presenciaron. De nuevo aquel miasma rodeaba la frondosa bóveda de árboles. Desde la Montaña Solitaria, dos figuras observaban en silencio aquella aberración. Unos intensos ojos azules oteaban el horizonte, preocupados. Finalmente su propietario se atrevió a hablar.

—El consejo decretó no inmiscuirnos en los asuntos que acontecen en el reino de los elfos, pero temo que la amenaza que les afecte pueda extenderse hacia aquí.

—Yo también lo temo, hijo, pero Thrór apoyó la decisión, y no podemos ir en contra de su mandato, aunque nuestras intenciones sean honradas y compartamos el mismo linaje.

—Solicitaré una audiencia en privado y le explicaré la situación. Una partida de reconocimiento, no pido más.

—Iré contigo, tal vez nos escuche a ambos.

—Gracias, padre. —El enano vigoroso de encanecidos cabellos asintió ante la gratitud de su hijo y le miró con orgullo.

El joven príncipe permaneció en silencio, observando la tormenta, mientras aquel viento del oeste ondeaba sus cabellos negro azabache, y su figura, ataviada en lino de un azul tan intenso como el océano, permanecía impertérrita ante el atardecer.


Notas de Autor:

(*1) A pesar de su apariencia anciana, Khadgar es en realidad un joven mago que ronda la treintena. Tras intentar salvar Azeroth de la primera invasión de orcos, recibió una maldición que le confirió aspecto anciano.

(*2) Los ataques mencionados corresponden a los hechizos propios de los brujos en el juego World of Warcraft. Las habilidades de los brujos se concentran en invocar demonios (los manáfagos mencionados con una especie de perros demonio) y atacar a distancia.

(*3) Medivh fue un poderoso mago conocido en Azeroth y Khadgar fue su aprendiz. Dominado por las malas artes, Medivh abrió el primer Portal Oscuro desde Azeroth, mientras Gul'dan (el aprendiz de Ner'zhul) lo abría desde Draenor. Se dice que su libro contiene codificados poderosos y desconocidos hechizos, algunos implican un alto precio.

(*4) La Luz: En World of Warcraft los paladines son una clase híbrida entre guerrero y sacerdote. Es esta segunda cualidad las que los hace dignos usuarios de la Luz Sagrada, una energía pura que les da fuerza, les concede sus habilidades y a cuya fe se aferran ardientemente.

Dado que este relato cruzado está ideado para un reto de un foro de fans del Hobbit, he optado por enfocar las notas explicativas al mundo del WoW, dando por hecho que el universo del Hobbit es perfectamente conocido por los lectores, pero si alguien desconoce algún aspecto o quiere una explicación mayor, que me lo diga por privado y le contestaré encantada :D

Por si acaso no se ha entendido recalco aquí que en este capítulo en Draenor había dos Portales Oscuros. El primero, conectando Draenor y Azeroth (que nuestros héroes han destruido) y el segundo recién invocado por Ner'zhul entre Draenor y la Tierra Media (por el que tanto Ner'zhul como nuestros héroes han huido).

Bueno, espero que os haya gustado, tanto a los que conozcáis ambos mundos, como a los que no. ¡Espero vuestras opiniones!