Hola! Soy Narcisa, (Narcisa Malfoy en la web de Harry donde publique por primera vez mis fics) aunque en realidad la gente me suele llamar de cariño Nar, Narci, Cisa... he visto de todo xD
Bueno, esta es el segundo fic que escribí, y el cual ya tengo terminado. Es una pareja extraña, lo se, pero en otros sitios no ha sido muy mal recibida xD.
Espero que les guste, pues yo escribo, además de porque es de las cosas que más amo en el mundo, por hacer que disfruten los que me leen.
Así que sin más, me despido.
Esta historia se la dedico a mi buena y lejana amiga Mel, una fantástica escritora y una persona que ha tenido la enorme paciencia de explicarme como iba esto. Amiga, Te Quiero.
Te Quiero, Pero No Te Amo.
De
Narcisa.
1. Viaje a la India.
-Herms…Herms, venga despiértate… Son ya las doce del mediodía.
Abrí los ojos lentamente y vi el dulce rostro pecoso de mi novio. Le sonreí y cerré de nuevo los ojos para recordar lo que siempre se me olvidaba al dormir; en qué día estábamos, dónde estaba, qué tenía que hacer… y cosas del mismo estilo. Después de unos segundos me incorporé.
-Buenos días Bella Durmiente –dijo Ron.
-Buenos días cariño.
Yo ya tenía 20 años y, obviamente, ya había terminado Hogwarts. Ron y yo vivíamos en un pequeño y acogedor apartamentito en Londres. Él trabajaba de auror con Harry y yo… yo, aunque me cueste admitirlo…. Estoy en el paro… si, asombroso para todo lo que estudié en el colegio pero era así de cierto. Ginny trabajaba en San Mungo como Sanadora y ella y Harry vivían juntos en Grinmuld Place.
Todavía no entendía como Ron, un atractivo y valiente chico quería seguir saliendo conmigo que, por culpa de un temor que no se de dónde provenía, no me atrevo a hacer el amor con él… Si, soy virgen y Ron tenía una increíble paciencia conmigo; siempre que lo intentamos me dice que él se conforma con verme todos los días pero yo se que lo dice para no hacerme sentir culpable… ¡Ay! Lo quiero tanto…
-Por fin hoy¿me lo puedes contar? – Ron tenía entre manos un secreto que, no se sabe por qué, no me lo podía decir. Todos los días le preguntaba que qué era y que yo le podía ayudar, pero siempre me decía "falta poco"
-Em… bueno, si… esta noche. – Contestó temeroso –he invitado a casa a cenar a Ginn y Harry y él y yo se lo contaremos.
-¿Ginn tampoco sabe nada? –pregunté asombrada. La cotilla de mi mejor amiga siempre se enteraba de todas las cosas, no había chisme que ella no supiese.
-No. Y no sabes lo difícil que ha sido ocultárselo.
Los dos nos reímos y me besó.
-¿Y piensas hacer tú la cena? –le miré arqueando mi ceja derecha.
-Pues… bueno, yo…
-Como has sido tú él que ha organizado todo… - sabía que mi chico no sabía ni freír un huevo frito, pero me gustaba verlo nervioso.
-Yo… pues sí, y Harry me va ha ayudar.
-¿Van a cocinar ustedes dos en esta casa? -¡vaya! Eso si que era increíble.
-Si, bueno, voy a comentárselo por la chimenea.
Esperé a que Ron saliese de la habitación y reí mientras me ponía una bata encima. Esa noche parecía ser prometedora, no solo porque Harry nunca hubiese cocinado nada y Ron tampoco, (su madre nos solía enviar la comida por correo, muy pocos días cocinaba yo y de vez en cuando salíamos a comer fuera) sino porque además nos dirían que era lo que pasaba.
Escuché como Harry dejaba escapar un histérico "¡¡¿qué?!!", seguramente Ron le acababa de contar que tenían que hacer ellos la comida. Yo abrí el armario y observé mi ropa… era una cena informal, así que escogí unos pantalones a media canilla de color caqui y una camiseta sin mangas de color negro, junto a unas sandalias sin tacón también negras. Lo dejé todo encima de la cama y bajé para tomarme un cortadito y unas galletas (no quería desayunar ya que dentro de una hora almorzaríamos)
Pasé por el salón y vi el rostro de mi mejor amigo en el interior de la chimenea; Ron estaba arrodillado frente a él y bajó la voz al verme pasar. Llegué a la cocina y con un simple gesto de varita hice aparecer un café con leche.
Advertí como mi novio llegaba a la cocina y lo miré con gesto interrogativo.
-Harry y Ginny vendrán a las cuatro; tú y mi hermana pueden dar un paseo o lo que quieran mientras Harry y yo hacemos la comida.
-¿Lo dices en serio? – Reí –Nunca has hecho de comer en todas las comidas que hemos tenido¿por qué tanto interés ahora?
-No se… ¿no me crees capaz?
-¿Yo? Si, claro que sí –contesté - ¿quieres café?
Tal y como había dicho Ron; a las cuatro llegaron nuestros dos amigos. Ginny y yo intercambiamos miradas de complicidad, curiosidad, e incluso burla al ver como Ronald y Harry se saludaban con nerviosismo.
-¿A dónde van a ir? –preguntó Harry.
-Personalmente, prefiero quedarme aquí, sentada a la mesa observando como cocinan –respondí.
-¿Qué¡Ni hablar! –Se negó mi novio –Estarán criticándonos y riéndose todo el rato, y nosotros necesitamos concentración.
-¿Concentración? Por favor Ron, no es un hechizo difícil. – Reí.
-Para mí sí.
-Desde luego, el hacerte los deberes cuando éramos jóvenes ha hecho que te vuelvas más tonto de lo que eras.
-¡Yo no soy tonto!
-Depende, para ti ser inteligente es ser capaz de hacer aparecer una silla… ¡y no permitiré que mi cocina se vaya al garete por uno de tus jueguitos!
-Déjalos Herms, recuerda que ellos dos también vencieron a Voldemort, seguro que podrán con una simple receta –ironizó Ginny –nosotros podemos pasear o ir al parque.
-Desde luego, vamos Hermione, hazle caso a Ginny.
-Está bien… -acepté.
-Vale, a las ocho aquí – puntualizó el pelo azabache.
La pelirroja y yo salimos de la casa y comenzamos a caminar sin rumbo fijo. Hablábamos y reímos contando anécdotas sobre nuestros novios, y Ginny me hablaba de lo ajetreado que estaba San Mungo debido a la falta de personal.
-Por cierto, dentro de una semana me iré de viaje con mis padres a España –anunció la pelirroja –Nosotros tres solos ¿puedes imaginártelo?
Comprendí el entusiasmo de mi amiga; ella era la menor de siete hermanos y nunca había podido disfrutar de momentos a solas con sus padres. Al contrario que yo, ansiaba ser hija única y tener a sus padres para ella sola.
-Que bien Ginny –le sonreí cariñosamente -¿y qué va a ser Harry?
-Pues… no lo se… ¡ya se lo preguntaré esta noche! – Rió despreocupada – Herms… ¿mi hermano y tú ya… ya han hecho…?
-No –contesté abatida.
-¿Pero a qué le tienes miedo¿Al dolor? Te puedo asegurar que es insignificante comparado con el placer que…
-No lo se Ginn… Cada vez que lo intentamos me pongo muy nerviosa y no logro relajarme y…
-¿Te ha excitado alguna vez?
-Pues… no lo se… yo… ni idea… -medité.
-Me cuesta decirlo, porque es mi hermano pero… tal vez no lo quieres, no lo deseas – corrigió – tal vez estás confundiendo amor con amistad.
-¡No Ginn! Yo… yo lo amo.
-Entonces… será que todavía no estás preparada – me sonrió – no te preocupes, todavía eres joven.
-Me resulta gracioso que me digas tú eso; siendo menor que yo…
-¡Solo es un año! –puntualizó mi amiga ofendida.
A las ocho las dos nos encontrábamos ya abriendo la puerta de mi casa. Un olor a quemado llenó mis fosas nasales y, preocupada, me dirigí corriendo a mi cocina. La escena allí representada me causaba varios sentimientos a la vez ¿qué tenía que hacer¿Llorar¿Enfadarme¿Reír? No lo sabía…
Mi amplia cocina estaba cubierta de una especie de mejunje que, todavía hoy por hoy, no se especificar lo que era. Montones de calderos sucios estaban apilados en el fregadero y amenazaban con caer al suelo. La mesa, normalmente limpia y ordenada mostraba un aspecto desastroso. Había libros de recetas abiertos, cuencos vacíos y cubiertos sucios. Harry se encontraba sentado en una silla con la cabeza entre las manos al borde de la desesperación mientras Ron vestido con un delantal y una pequeña diadema que evitaba que su rebelde flequillo le diera en los ojos estaba de pié, abriendo el horno del cual salí una gran humareda gris.
-¡Por fin!¡Han llegado! –exclamó Harry al ver entrar a las chicas.
-Pensé que tú tampoco querías que estuviesen aquí mientras cocinaban –comentó Ginny.
-Si, bueno pero es que… ¡esto es un desastre¡Ron no sabe cocinar!
-¿Pensabas que sí? –pregunté yo incrédula.
-Me dijo que algo sabía…
-Es verdad, algo sabe – ironicé – el otro día le echó sal al bistec.
-¿Y ahora qué hacemos? –inquirió Ron mientras sacaba del horno algo que, con un poco de imaginación, se podría distinguir como un pollo verdaderamente pasado.
-Vamos a una pizzería, anda –suspiró Ginny.
-¡Genial!
-Pero con una condición –los dos amigos se miraron – invitan ustedes y esto lo ordenarán al llegar.
-Está bien, me parece justo –aceptaron los chicos.
Después de esperar a que los chicos se cambiasen y caminar un poco por las calles llegamos a una acogedora pizzería establecida en una esquina. Entramos y, para suerte nuestra, había mesas libres. Sonrientes nos sentamos en una de ellas; yo, por supuesto, al lado de Ron, y en frente nuestra Harry y Ginny.
En seguida vino un camarero con un acento italiano muy marcado a servirnos. Era una hombre de entre unos treinta, cuarenta años con un aspecto muy bonachón y una gran sonrisa adornaba su poblado bigote.
Pedimos las bebidas y pan de ajo para picar (n/a: no se si saben del pan de ajo, son rodajitas de pan calientes untadas con mantequillas y ajo que están buenísimas) mientras leíamos la carta de las pizzas.
A las diez llegaron nuestras pizzas y las recibimos con alegría. Eran gigantescas y desprendían un olor realmente agradable. Cogí los cubiertos y comencé a cortar mi cena en pequeños triangulitos.
-¿Y bien¿Qué es lo qué pasa? – Preguntó Ginny mientras se debatía con un empalagoso queso que parecía no terminar.
-¿Qué pasa? –preguntó Ron un poco confuso.
-Nos lo van a contar ¿o qué? –insistí yo.
-¡Ah eso! –exclamó Harry. –Bueno, pues… cuéntaselo tú, Ron.
-¿Yo? Está bien; en pocas palabras… -comenzó mi novio - verán¿cómo explicarlo?
-¿Eso es en pocas palabras? –rió la pelirroja.
-Sin agobios ¿eh? –Aclaró el pecoso – Yo… bueno, Harry y yo… el ministerio…
-Tenemos que irnos –sentenció Harry.
-¡¡¿Qué?!! – gritamos Ginny y yo, haciendo que todas las personas que estaban allí nos dedicasen miradas desaprovatorias.
-¿Irse¿A dónde? –preguntó la pelirroja.
-El ministerio nos ha encargado una misión. Tenemos que irnos a la India en donde todavía quedan algunos mortífagos.
-¿La India? –pregunté asombrada. –Pe-pe-pero eso está… muy…
-lejos, lo sé. – me interrumpió mi novio.
-¿Cuándo se van? –Ginny parecía más relajada.
-Mañana, a las seis de la mañana.
-¿Mañana? Pero¿tan pronto?
-¿Y vuelven…?
-Dentro de… dos meses…
-¡¡¿Qué?!! –volvimos a gritar.
-Tranquilas, enviaremos cartas y, bueno, dos meses pasan en seguida.
-Si, para mí que estoy de viaje, puede¿pero qué pasa con Herms? –preguntó mi amiga.
-Ya lo hemos pensado –aclaró Ron –y… se quedará con Charlie.
-¿Con Charlie? –Ginn no salía de su asombro - ¿Va a venir?
-En Rumanía…
-¿Tú estás loco o qué? – la pelirroja estaba a punto de estallar - ¿cómo va a irse a Rumanía?
-Es verdad, -comencé - me puedo quedar sola y…
-Ni hablar –se negó rotundamente mi chico. –Irás con Charlie. Allí estarás segura.
-Si, seguro que una chica tan guapa como Herms, estará segura en Rumanía. –murmuró mi amiga con un tono irónico.
-Estará con Charlie.
-¡En Rumanía! Por Merlín Ron, piensa; Rumanía el país de la mafia, un país pobre y peligroso, lleno de rumanos que, aunque están buenísimos son…
-Estaré bien – aseguré.
Acababa de entrar en una especie de shock; al principio pensé en fugarme con Ron, luego encerrarme en mi casa y ahora en confiar en el pelirrojo y quedarme con su hermano.
-¿Y si te pasa algo?¿Confías en los hospitales de ese sitio? –nunca había visto a Ginny tan histérica.
-No son tan subdesarrollados ¿sabes?
-Y, bueno, no es que hable la responsable de la familia, ni mucho menos, pero todos sabemos como es Charlie…
-¿Qué pasa con Charlie? Es un tío genial y…
-Como le pase algo a Hermione, Ron, te juro que…
-Tranquila Ginn – dijo Harry – Ya hemos hablado con Charlie y dice que está encantado de recibir a Herms, y que la cuidará como si fuese su propia hermana.
-¿Ves Ginn? –comentó Ron.
-¿Cómo si fuese su hermana? Más le vale que no sea así –rió la pelirroja - ¿No fue él quién pensó que mi pelo quedaría mejor negro y que quemándolo se podía teñir?
-¿Te quemó el pelo? –pregunté incrédula.
-Si.
-Pero solo tenía…
-12 años.- concluyó la pequeña Weasley – con doce años, Harry me salvó la vida, liberó a un elfo doméstico y se enfrentó a una bludger loca, y Charlie se dedicaba a quemar cosas y fugarse de casa.
-Siempre fue un poco rebelde…
-Está bien, cambiemos de tema –dije precipitada al ver lo que se avecinaba – me quedaré con Charlie y no se hable más.
La conversación dio un giro radical y hablamos sobre cualquier cosa menos Rumanía, fuego, dragones y viajes. La cena fue realmente agradable y debo confesar, que una de las partes más divertidas fue cuando los chicos pagaron y se negaron a dejar propina, ya que les había dado el dinero de milagro.
En la puerta del restaurante las dos parejas nos despedimos; yo abracé con fuerza a Harry, ya que no lo vería en dos meses, y no pude evitar que mis ojos se rayasen. (n/a: no se cómo se dice en otros lugares… enjuagasen??) Era mi mejor amigo y lo quería un montón.
En silencio, Ronald y yo nos dirigimos a nuestro apartamentito. Hacía bastante frío y no dejaba de mirar el suelo sin saber qué decir.
-Al final Harry… no recogió la cocina –comentó Ron nervioso.
-Si, bueno ahora hago un hechizo y ya está.
Saqué la llave y entramos en nuestro humilde hogar. Ron subió a nuestra habitación y supuse que habría ido a cambiarse. En un momento la cocina volvió a quedar impecable, y seguí los pasos del pelirrojo.
Acerté, él se encontraba en pijama, y acostado en la cama, leía una revista. En cuanto entré me sonrió y dejó la revista en la mesilla de noche; sus ojos desprendían un cariño extraordinario.
-¿Vas a ponerte el pijama? –me preguntó.
-Si –afirmé mientras, me quitaba la ropa quedando en sujetador y bragas. Me acerqué a la cama y levanté la almohada en busca del pijama… Noté como una mano me acariciaba la espalda y miré a mi novio, quién me beso y tirando de mí, hizo que quedase encima de él.
Mi respiración comenzaba a acelerar, no por la excitación sino por el nerviosismo. Me encontraba incómoda encima del pelirrojo mientras éste tocaba mi cuerpo a su antojo. Intentaba concentrarme en el beso pero no podía, no estaba preparada. Me separé de él interrumpiendo el beso en un intento de alejarme pero no lo logré.
-Ron… no… -me quejé cuando el chico volvió a tirarme hacia sí – No… no puedo.
Me senté al lado de él, en su costado y vi como me observaba confundido.
-Pensé que como no nos veríamos en dos meses pues… quizás querrías…
-No se trata de que quiera o no… Pero es que no puedo, lo siento –dije avergonzada.
-No pasa nada – me sonrió dándome un beso en la frente. –No te preocupes.
-¿No vas a hacer la maleta? –pregunté cambiando de tema.
-Ya me despertaré mañana y la haré.
-Podemos hacerla ahora los dos juntos – Propuse colocándome el pijama.
Espero que les haya gustado, que me dejen sus opiniones (xD) y eso...
Publicaré en días alternos.
