N.A: Esta historia no me pertenece, solo hago una adaptación de la obra de la autora Sandra Marton.

N.A: Esta historia esta dedicada a Xris que me pidió otra adaptación, si no lo hubieras hecho, lo más probable es que me hubiera tomado vacaciones, pero que va, no puedo hacer menos por ustedes, espero que les guste.

Capitulo 1:

Roy Mustang estaba inquieto. Eran las seis de la tarde de una calida tarde de mayo y llevaba mucho tiempo atrapado en la celebración del nacimiento de la hija de Maes Hughes.

Había demasiada gente en la habitación y todos hablaban demasiado alto. Además, si volvían a ponerle un bebe chillón debajo de la nariz, el iba a olvidarse de que esperaban que respondiera con una sonrisa. Entre los bebes que estaban en camino y los que ya habían llegado, se podía hacer un equipo completo de fútbol.

Al parecer, Maes había pasado a formar parte de una familia bastante fértil.

Como si aquello no fuera suficiente, hacia una hora, Jean Havoc, uno de los mejores amigos de Roy, se había presentado con su mujer, su embarazadísima mujer.

Roy le estrecho la mano, beso a su mujer, y dijo lo que se decía en eso casos, aunque se preguntaba como era posible que Jean también hubiera llegado a esa situación.

La rubia de bonitas piernas era lo único interesante que había visto, pero resulto ser tan arisca como digna de atención.

Roy suspiro y miro disimuladamente su reloj. Unos minutos mas y podría marcharse sin parecer grosero. Hasta entonces tendría que sonreír, decir lo que se esperaba que dijera e intentar encontrar una explicación para que Maes no solo renunciara a su libertad de soltero sino que además fuera padre.

El, Roy, no tenia nada contra el matrimonio o la paternidad. Se imaginaba que algún día tendría que sentar cabeza, se casaría y tendría un par de hijos, pero todavía faltaba bastante para que llegara ese día.

Maes y Jean parecían felices, pero eso no impedía que no entendieran que habían renunciado a la libertad ciando aun no cumplían los treinta años.

¿Seria una maldición?

Estuvo a punto de preguntárselo a Jean, pero no se bromea con un hombre que esta a punto de ser padre, aunque fuera su amigo desde los diez años. Jean, Maes y el había crecido juntos en las tranquilas calles de un pueblo del este. Sus caminos volvieron a cruzarse a menudo y siempre podían contar con los demás cuando había un buen motivo.

Naturalmente, los bebes eran un buen motivo.

Alguien, uno de los cuñados de Maes, le paso rozando con un bebe en los brazos que no paraba de llorar, Roy sintió que la cabeza comenzaba a dolerle.

-Perdón- se excuso el padre con una sonrisa.

-No pasa nada- consiguió decir Roy antes de salir a la terraza a tomar un poco de aire fresco.

Se quedaría allí para disfrutar la vista de Ciudad Central y para pensar si le apetecía ver a Psiren esa noche sin tener que fingir que estaba encantado de que sus dos mejores amigos se hubieran vuelto locos de remate.

Quizás debiera haber seguido el dictado de su instinto y no haber ido a la fiesta. Había estado tentado de mandar u regalo con una nota que explicaba cuanto sentía no poder ir y todas esas cosas. Sin embargo, ¿Cómo iba a faltar a la celebración del nacimiento de la hija de Maes? Solo se lo habría perdonado con un accidente, o que las estaciones de trenes estuvieran cerradas, etc.

Allí estaba el. La rubia de las bonitas piernas también estaba allí.

Roy frunció el ceño. ¿Otra ves ella? Tampoco había nada mejor en que pensar. Ella ya se había encargado de disuadirlo, pero como no tenía mucho que hacer, sus pensamientos habían vuelto a ella.

Una ves tuvo un dolor de muelas y no podía dejar de pasarse la lengua por la muela dolorida, aunque lo intentaba por todos los medios.

Aquello era igual de absurdo.

Roy hecho una mirada por el salón de los Hughes. La rubia charlaba animadamente con Catherine, la mujer de Jean, como si fueran buenas amigas.

Ella ni siquiera le había sonreído.

No le importaba gran cosa. No era su tipo en absoluto. A el le gustaban las mujeres atractivas y femeninas por los cuatro costados. Psiren cumplía todos los requisitos. Además tenia buenas curvas, mientras que la rubia era delgada como un chico. Psiren sonreía cuando un hombre le sonreía. La rubia no. Dispensaba sus favores como si fueran un bien preciadísimo.

-¿Desea beber algo?- pregunto un camarero que haba salido a la terraza.

Roy asintió con la cabeza, tomo una copa de vino y se la llevo a los labios

La rubia y el habían llegado el vestíbulo del edificio al mismo tiempo. Las puertas del ascensor estaban cerrándose cuando el oyó una vos femenina.

-Un momento…

Una delicada mano se metió entre las puertas. Roy pulso el botón para abrirlas y vio a la rubia. Lo primero que pensó es que no era su tipo. Luego le dirigió una educada sonrisa.

-Perdone, no la había visto.

Ella lo miro un rato con expresión de recelo.

-Este ascensor es privado- aseguro ella.

-Lo se- replico Roy con una sonrisa vacilante.

-Solo va al ático.

-Me alegro- comento el irónicamente-, resulta que voy allí.

-El portero el ha…

-¿Quiere ver m permiso de conducir, mi identificación y mi certificado de nacimiento?- le pregunto Roy sin sonreír-. ¿O quizás deba pedirle yo su documentación?

Eso por lo menos consiguió que se le sonrojaran levemente las mejillas.

-Voy a la fiesta de los Hughes.

-Yo también. Mejor dicho, iré si se decide a entrar y se pueden cerrar las puertas.

Ella entro y se coloco detrás de el con la vista fija al frente. El decidió darle otra oportunidad.

-¿Es amiga de Gracia?

-No- contesto ella sin mirarlo.

-¿De Maes?

-No.

-Entonces, esta con…

-Me parece que no es de su incumbencia- replico antes de mirarlo con unos ojos gélidos- Además, no me interesa.

Le toco a el sonrojarse.

-Le aseguro que yo no…- empezó a decir el.

Se abrió la puerta de ascensor. Roy salio sin espera a que saliera ella antes, Era una suerte que el ascensor los dejara directamente en el vestíbulo de la casa de Maes. No estaba seguro de lo que habría hecho si se hubieran quedado delante de la puerta del piso y hubiera tenido que decidir si llamar al timbre o mandarla al infierno.

El sabia que era ridículo, pero era mas ridículo todavía que ella lo hubiera llevado a pensar en algo tan infantil. Estaba a punto de decirle lo que pensaba cuando vio a Maes que se acercaba a el. Sonrió y la rubia paso de largo, dio un gritito de alegría y se abalanzó a los brazos de Maes.

-¡Maes!- exclamo ella mientras Roy se mezclaba con la multitud con gesto de disgusto.

Al parecer la princesa de hielo reservaba su sonrisa para unos pocos elegidos.

En ese momento, vio que sonreía a al mujer y a la hija de Maes y que tomaba a esta en brazos. El bebe se revolvió en la mantas y la rubia no solo volvió a sonreír sino que echo la cabeza para atrás y se rió.

Fue una risa leve y suave. En otras circunstancias, le habría parecido una risa muy seductora.

Roy entrecerró los ojos.

Comprobó que se había equivocado en algunas cosas sobre ella. No tenían ninguna importancia dadas las circunstancias, pero le gustaba apreciar correctamente los detalles. Realmente su cabello rubio era precioso, y en algunos ángulos la luz le arrancaba diverso matices. Tampoco era delgada, era esbelta, pero con una caderas redondeadas.

Además cuando levanto a la niña en el aire, sus pechos se elevaron y hasta un ciego se habría dado cuenta de que eran redondos y rebosantes y de que no estaban constreñidos por el sujetador.

La blusa blanca que llevaba, aunque no era provocativa se ceñía lo suficiente a su cuerpo como para poder distinguir sus formas. Luego se fijo en sus labios que eran de un rosa intenso; delicados sedosos y sensibles. ¿Cómo seria si la besara?

¿Qué estaba haciendo? Aquello era la celebración del nacimiento de la hija de Maes, no era una de sus salidas de día libre. Afortunadamente estaba en la terraza y podía tomar un poco de aire, eso debía aclararle las ideas antes de seguir con sus erráticos pensamientos.

Roy se concentro en el paisaje de Central, que estaba bañado por todo una gama de colores rosados por la puesta de sol. Sin embargo tampoco era una buena idea fijarse en los colores que lo llevaban directamente a recordar los labios de la rubia.

Suspiró resignado al oírla reír nuevamente, realmente no había sido una buena idea ir a esa fiesta.

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Ya esta, el primer chap, como ven es bastante distinta a las anteriores, espero que les haya gustado y confió en contar con ustedes mañana, ciao.