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Capítulo 1: Aula de castigo
Bella's POV
Algo blando y rugoso me dio en plena cabeza para luego caer frente a mí, en la mesa. Lo cogí y di una rápida mirada al profesor que estaba mirando atentamente su libro de matemáticas mientras leía algo de él.
Sin titubear desenrollé el papel con movimientos torpes y me arrepentí de haberlo hecho.
El viernes por la noche en Fisher Island. A las ocho en punto habrá un barco esperando para todos los invitados.
No lo debe de saber nadie a parte de nosotros.
Genial.
Tenía bastante claro que esto no era de mi incumbencia así que me giré para ver quién había tirado la bola de papel. Casi todos me estaban mirando fijamente, como queriendo matarme y diciendo que si no lo tiraba pronto tendría problemas serios con ellos.
—Señorita Swan — escuché decir al profesor —. ¿Tiene algo que enseñarnos?
Todavía sentía las miradas de mis compañeros de clase clavadas en mi nuca y espalda (yo me sentaba en segunda fila y los de delante intentaban disimular). Arrugué el papel entre mis manos y empecé a temblar un poco.
—No — contesté —. Claro que no.
El profesor arqueó una ceja no muy convencido.
—Tiene dos opciones: entregármelo para que nos enteremos todos ó siempre puede guardárselo para sí e ir al aula de castigo. Usted elige, señorita Swan.
Si lo entregaba la gente se encargaría después de mí al terminar las clases. Me esperarían a las puertas del colegio y ya no me imaginaba lo que podían hacer. Podrían parecer buenas personas por ir a este colegio privado, pero todos tenían una máscara tras de sí.
O casi todos.
Tenía varios amigos en esta escuela que les daba igual en la clase social en la que estaban, también les daba igual el dinero y con quién se juntaban…mientras no fuera con ninguno de los alumnos "prototipo" de St. Brendan High . Y con esas cosas se ganaban miradas asesinas de los demás.
Me gustaba que tuviera ese tipo de amigos, nunca me podría imaginar a mí con esos chicos y chicas que solo les importa el dinero, la moda, la fiesta y les importaba poco los estudios. Demasiado pijos para mi gusto. Y yo era todo lo contrario: la moda no iba conmigo, era la mejor estudiante del lugar y…
Soy una becaria.
Por eso me miraban con odio y no me invitaban a nada. Menos mal.
—¿Señorita Swan?
—¿Sí?
—¿Qué va a hacer? — preguntó el profesor.
Las miradas todavía seguían en mí.
—Esto…esto no es nada — dije mientras partía el papelito en mil pedazos. El profesor seguía mirándome de la misma manera.
—De todas formas, le pido que vaya al aula de castigos. — Me quedé con la boca abierta —. No tolero que un alumno esté leyendo notitas mientras estoy leyendo algo tan importante como la Trigonometría.
Oh.
Me levanté y recogí mis cosas con rapidez. Después fui hacia la puerta y pude escuchar las risitas y los cuchicheos de los demás.
Salí de clase dando un portazo.
···
Entré en el aula de castigo sin tocar la puerta. Estaba tan enojada que no tenía tiempo ni para tonterías como esa. Quería que terminara ya la hora de clases para poder irme a casa y encerrarme en mi habitación todo lo que quedara de día.
Podría parecer una tontería, pero estas cosas me pasaban desde principio de curso y el curso ya estaba bastante adelantado. Se ve que a los alumnos "prototipo" le gustaba hacer bromas cada día, a cada hora, a cada minuto y a cada segundo. Nunca se cansaban y yo, por supuesto, era su punto de mira solo porque era la becaria; aunque no era la única. Claro que había varios becados por ahí pero no eran tan estudiosos como yo y al parecer, a los ricos les encantaba eso. Pero no negaba que a veces recibían su parte.
Entré en la clase y me encontré con el profesor de guardia sentado en su escritorio. No se daba cuenta de que había entrado, estaba concentrado totalmente en el periódico local de Miami.
Carraspeé para que el profesor se diera cuenta de que estaba allí.
—¡Ah! — el hombre se sobresaltó y las gafas de media luna se le cayeron de la nariz —. Disculpe — dijo poniéndose de nuevo las gafas y me miró —. ¿Y usted es…?
—Isabella Swan — dije entre enojada y avergonzada. Avergonzada seguramente por estar en el aula de castigo por primera vez.
—Oh… — el profesor dijo como sorprendido al saber quién era —. Bueno, pues…siéntese en silencio y haga lo que tenga que hacer. Y en silencio también. Espero que mi castigado profesional no le moleste demasiado.
¿Qué?
Miré hacia los pupitres de los alumnos y me llevé una sorpresa al ver quien estaba allí sentado solitariamente (era el único que había aparte de mí y del profesor). Llevaba unos cascos de música puestos, masticaba chicle y hacía pompas de vez en cuando, que explotaban cuando ya estaban muy grandes, y miraba al techo. Estaba en una posición despreocupada con los pies encima de la mesa, sus manos descansando sobre su estómago y estaba inclinado hacia atrás con la silla.
Edward Masen.
El chico pasó una mano por sus cabellos cobrizos y se tambaleó mucho sobre la silla. Estaba a punto de caerse, pero sus reflejos eran muy rápidos y pudo agarrarse al borde de la mesa.
Suspiró aliviado.
—Señor Masen — suspiró cansadamente el profesor —. ¿Qué le dije sobre escuchar música en clase?
—Usted dijo que hiciera los deberes y estoy haciendo los deberes de música — dijo el chico inocente y sonreí de forma involuntaria.
—Sí, sí — gruñó el profesor —. Yo también soy profesor de música y sé que su profesora está dando lecciones de sacar la banda sonora de una película, analizarla y decir porqué aparece en tal escena.
—Me ha pillado, profesor. Ahora no tengo nada que hacer.
—Seguro.
—Usted lo ha dicho.
—Eres incorregible — el profesor volvió a poner toda su atención al libro.
Yo seguía al lado del escritorio. Cuando terminaron de hablar caminé hacia los pupitres y me senté por las filas de en medio y al lado de la ventana. Edward estaba en el otro extremo, pegado a la pared. Podía sentir su mirada en mi nuca.
Decidí no mirarle. Él era uno de los "prototipo" en potencia y no tenía ganas ni de saludarle. Aunque nunca me haya hecho ninguna broma (y no sé el porqué), estaba enfadada con todos los chicos ricachones de aquí.
Además, dos de mis amigos eran primos de Edward y no me hablaban muy bien de él.
Egocéntrico, insensible, arrogante y estúpido.
Dejé la mochila encima de la mesa y saqué mi ejemplar de Orgullo y Prejuicio, muy desgastado con el paso del tiempo.
No sabía cuánto tiempo había pasado ya pero estaba tan concentrada en el libro que no me importaba mucho.
—Mmm. Orgullo y Prejuicio. Vaya cosas. ¿En serio te lees esto?
Giré el rostro para ver quién me hablaba. Me encontré con un par de profundos ojos verdes esmeralda a pocos centímetros de mi rostro. Incluso podía sentir su dulce aliento mezclado con la menta del chicle y me estaba empezando a marear.
Masen…maldito seas.
Me había dejado en el sitio sin respiración.
Edward se rió entre dientes.
—Discúlpame – dijo aún con la risa —. ¿Te he asustado?
—Espera un momento — dije y respiré hondo —. Soy fácil de asustar.
—Me acabo de dar cuenta — dijo el chico, sonriendo —. Soy Edward Masen. Tú debes de ser Isabella…
—Bella — corregí. Odiaba que me llamaran Isabella, era demasiado formal.
—Bella Swan — rectificó Edward con otra sonrisa.
—Parece que sabes quien soy. Eso es un milagro sabiendo cómo eres.
Egocéntrico, insensible, arrogante y estúpido.
Lo que dije, lo dije sin pensar y me arrepentí. Vi que la expresión de Edward cambiaba. Su sonrisa se borró.
—Hablan mucho de ti — respondió.
—Ah, no me digas más. Ya sé de qué pueden hablar.
—De acuerdo — dijo Edward —. Sigamos por donde estábamos. ¿Por qué te lees eso?
¿Eso? ¿Acaba de llamar a mi libro preferido "eso"?
—Porque me gusta — contesté simplemente.
Edward negó con la cabeza.
—Hay miles de libros mejores que ese. Y déjame decirte que el señor Darcy es un idiota.
—¿Y por qué?
—Creo que ya deberías saberlo, te lo has leído mil veces por lo que veo.
—Me lo he leído mil veces y me encanta el señor Darcy.
—Chicos, chicos — interrumpió el profesor —. He dicho que silencio. Señor Masen, vuelva a su sitio y haga sus deberes. Tengo entendido que tiene muchos que hacer hoy.
—Pero, profesor…
—Un día más de castigo y si no se calla otro día más, señor Masen.
—¿Qué dice? — Edward se sorprendió.
—Dos días — dijo el profesor.
—Esto es demasiado.
—Tres días.
Edward soltó un grito, asqueado, y volvió a su lugar, al otro extremo de donde yo me encontraba. Observé como sacaba un libro de Historia y hacía como que leía y cogía un lápiz para subrayar cosas. El profesor le observaba a través de sus gafas.
Reí internamente. Parece que el señor Masen no tenía buena reputación con los profesores de St. Brendan High y siempre acababa castigado. Ahora entiendo lo de "castigado profesional".
—Señor Masen — llamó el profesor —. Cuatro días.
—¿Qué diablos hice ahora? — preguntó Edward, sobresaltado.
—¿Cree que soy tonto? Haga sus deberes como corresponde o me encargaré de que tenga más para esta tarde.
Edward se llevó el pulgar y el dedo índice al puente de la nariz. Estaba molesto.
—Profesor — murmuró —, esta tarde tengo que ir al entrenamiento de baloncesto, es muy importante que vaya.
—Le estoy avisando, señor Masen — dijo el profesor con tranquilidad —. Si hace los deberes ahora, no tiene que preocuparse por hacerlos esta tarde y puede ir al entrenamiento sin preocupaciones.
Volvió su mirada al periódico y no volvió a hablar en todo lo que quedaba de tiempo.
—Esto es increíble… — pude escuchar a Edward mientras sacaba libros de casi todas las asignaturas y empezaba a hacer sus deberes.
Ahora que los dos se habían quedado en silencio yo pude volver a leer mi libro.
Cuando tocó el timbre del final de las clases pude escuchar a Edward recogiendo rápidamente sus cosas y vi como se marchaba abriendo bruscamente la puerta y cerrándola de un portazo al salir.
De verdad que el chico era raro.
El profesor suspiró mientras enrollaba su periódico y esperó a que yo saliera del aula.
···
—¡Bella! ¿Dónde diablos te habías metido?
Mi amiga Alice Cullen podía parecer pequeña pero podría provocar un terremoto. Todos se habían girado hacia mí mientras yo iba a toda prisa por los pasillos hacia ella para callarle la boca. En los pasillos estaban mis queridos compañeros de clase (nótese el sarcasmo) y me miraban con diversión.
—Calla, Alice — dije cuando estuve a su lado —. No quiero ser el centro de atención ahora.
—¿Dónde has estado? — me preguntó.
No le contesté hasta que estuvimos fuera de los terrenos de la escuela. Vi que había varias limusinas esperando a los alumnos "prototipo" e hice una mueca de asco. Aparté a Alice a un lado para poder hablar.
—El profesor de matemáticas me envió al aula de castigo.
Alice abrió con incredulidad sus grandes ojos azules.
—No.
—Sí.
—¿En serio?
—Ajá.
—¿Por qué? — preguntó casi gritando.
—Alguien me tiró una bola de papel "accidentalmente" — expliqué con cara de asco —. Y en ese papel estaba escrito que el viernes por la noche hay fiesta en Fisher Island.
—Ah, sí — asintió Alice —. Ya me he enterado. Va a haber alcohol y todas esas cosas.
—¿Vas a ir? — pregunté.
—¡Me encantaría ir! — dijo Alice y luego rodó sus ojos —. Bella, eres tonta. ¿Cómo me preguntas esas cosas? Sabes que odio a todos esos tipos. No son gente normal.
—No, son ricos, como tú.
—Pero no soy tan idiota como ellos.
—En eso tienes razón.
En ese momento un chico rubio se puso detrás de Alice y puso sus fuertes brazos alrededor de de ella mientras le daba un sonoro beso en la mejilla. Ella pegó un gritito mientras se giraba en sus brazos para alcanzar sus labios con los de ella. Yo me moví incómoda en mi sitio.
—¿Qué tal, preciosa?
—Ay, Jasper, cuanto me alegro de verte.
Jasper Hale, novio de Alice y mi mejor amigo. Era un chico alto, desgarbado y fuerte, con el cabello rubio y unos profundos ojos azules verdosos. La verdad era muy atractivo y sabía escuchar y hacer sentir bien a la gente que tenía alrededor. Y era el único que sabía controlar a la terremoto Alice.
Los dos hacían una pareja perfecta.
—Hola, Bella — dijo Jasper —. ¿Qué tal todo?
Me encogí de hombros.
—Podría estar mejor.
—Han enviado a Bella al aula de castigo — dijo Alice y la fulminé con la mirada.
—No puede ser — soltó Jasper, sorprendido —. ¿Quién te envió?
—Mi profesor de matemáticas. Y todo porque me tiraron una bola de papel de forma accidentada.
—¿Tu profesor de matemáticas? Bah, ese señor ya está chocheando.
Los tres reímos por la broma de Jasper.
—¿Dónde están Emmett y Rosalie? — preguntó Alice cuando terminamos de reír.
—¡Aquí estamos, señores! — dijo una voz y nos giramos para ver como Emmett venía corriendo con Rosalie a la zaga, pero caminando.
Emmett Cullen, hermano de Alice y otro de mis amigos. Tenía el pelo negro igual que ella y los mismos ojos azules y era muy, muy infantil, pero a veces podía sacar su lado maduro.
Rosalie Hale, hermana gemela de Jasper. Era la belleza en persona, todo hay que decirlo, no había visto una mujer tan hermosa en mi vida. Cabello rubio y ojos azules verdosos, como su gemelo. De personalidad era todo lo contrario a Emmett: muy seria y casi todo lo que decía, lo decía con sarcasmo.
—¿Otra vez en el baño? — dijo Alice, levantando las cejas.
—No — dijo Emmett —. Estaba hablando con mi profesor de Biología para ver si me hacía una copia del video de educación sexual.
Rosalie y Jasper se rieron, tapándose la boca con las manos. Como ellos iban con Emmett a clase sabían de lo que hablaba.
—No hables más, vámonos — dijo Alice tirando de la manga de la chaqueta del uniforme de Emmett.
—Eh, mirar — dijo Rosalie y señaló con la cabeza hacia las limusinas.
Vimos como una gran limusina negra se estacionaba en la entrada de la escuela. Edward Masen salía en ese momento y, cuando vio la limusina, se quedó blanquísimo y paralizado. Escuché como Alice y Emmett contenían el aliento.
El chofer de la limusina abrió la puerta de pasajero y un hombre mayor pero con aspecto jovial, salió del auto. Se acercó a Edward y le dio un abrazo fraternal que él no le devolvió. Miraba a ese hombre con desconfianza.
—Es el tío Edward — dijo Alice en voz baja.
El tío Edward. Entonces el sería el padre de Edward (menudo lío que me estoy haciendo). Ahora que me fijo, se parecen en altura y aspecto, pero el padre tenía el pelo negro y un mostacho exagerado que ocultaba sus labios.
Los dos Edward subieron a la limusina, el padre con una sonrisa atrevida en el rostro y el hijo aún desconfiado y en alerta.
Alice suspiró.
—Menos mal que no nos ha visto.
—Vámonos por si acaso — dijo Emmett —. El coche tiene que pasar por aquí.
Nos pusimos en marcha. Paseamos tranquilamente por las ajetreadas calles de Miami. Nos tuvimos que quitar las chaquetas de los uniformes del colegio. Estaba empezando a hacer calor.
—¿Qué pasa con Edward? — me atreví a preguntar.
Emmett y Alice se lanzaron una mirada y luego miraron a mí.
—No sabemos muy bien lo que pasa — dijo Alice.
—Últimamente el padre de Edward se comporta muy raro — dijo Emmett.
—Los periódicos rumorean de que el señor Masen está infiltrado en algo sospechoso — intervino Jasper.
—Pero claro, solo son rumores.
—Nunca me ha gustado nuestro tío — gruñó Emmett —. No le considero de la familia.
—Pero es de nuestra familia y la tía Elizabeth lo ama — dijo Alice.
—Está tan ciega de amor que no ve las cosas como son — gruñó de nuevo Emmett y su hermana frunció el ceño.
—No empieces, Emmett — gruñó ahora Alice.
—Creo que será mejor que dejemos el tema por hoy — dijo Jasper para calmar los nervios —. Alice, ¿no tenías que ir a Gucci?
-¡Ostras, sí! — gritó ella dándose una palmada en la frente.
Puede que Alice fuera rica y odiaba serlo, pero era una apasionada de las compras y no desaprovechaba la oportunidad.
—Nosotros también nos vamos — dijo Rosalie y atrapó a Emmett cogiéndolo por la cintura.
Jasper y Rosalie sabía cuando debían separar a ese par y hacían bien. Cuando se peleaban podían provocar la Tercera Guerra Mundial.
—Bella, ¿te vienes? — me preguntó Jasper. Alice me miraba con ojos de perro abandonado. Di varios pasos hacia atrás.
—No, mejor no — dije apresuradamente —. Tengo cosas que hacer.
Dicho esto me di media vuelta y crucé la carretera. Los cuatro no dejaron de mirarme hasta que desaparecí por la esquina de la otra calle.
···
—¡Mamá, ya estoy en casa! — grité y cerré la puerta.
Nadie me contestó y me extrañó.
—¿Renée?
Dejé la mochila al lado de la puerta e inspeccioné toda la casa. Mi madre no estaba en el primer piso así que subí al segundo.
Mientras subía las escaleras podía escuchar las risas de mi madre en su habitación. La puerta estaba cerrada, le di unos cuantos golpes y abrí la puerta.
Mi madre dio una vuelta de bailarina ya que estaba de espaldas a mí. Estaba hablando por teléfono y una gran sonrisa adornaba su rostro.
—Ah, Bella, que bien que llegas — dijo. Yo siempre llego a esta hora… —. Estoy hablando con Phil.
¿Phil? ¿Quién diablos es Phil?
—Es un hombre — dijo al ver mi cara de confusión. Oh, claro que es un hombre —. Quiero decir, es mi novio.
—¿¡Tú qué?!
—No grites, hija — dijo mi madre, tapando el micrófono del teléfono —. Perdona, Phil, mi hija Bella que es un poco escandalosa — añadió volviendo a destapar el micrófono.
Solté un jadeo de frustración y salí de allí, cerrando la puerta. Fui a mi habitación mientras me preguntaba quien diablos podría ser Phil.
Cuando terminara de hablar, acosaría a Renée a preguntas.
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Nunca se debe desaprovechar una idea.
Y aquí estoy con otra nueva historia. Tengo que terminar otras dos pero ¡bah! Como dije, no hay que desaprovechar las ideas y escribí esto. Espero que os guste a todas y a todos.
Debería estar terminando Heart y estoy en ello, no tardaré mucho en terminar el siguiente capítulo. Os aseguro (a los que leéis Heart) que el capítulo va a estar genial.
Ahora, hablando de esta historia...el St. Brendan High existe y está en Miami, creo que lo he escrito por ahí xD. Lo malo de ese colegio privado es que es católico y bueno...voy a censurar esa parte, no me gusta demasiado. Además, no me imagino a Jacob, por ejemplo, en una escuela católica, LOL.
Este fic ha sido escrito desde que terminé escuchar With me de Sum 41, de ahí el título. Escucharla que es muy buena.
Por último, una cosa que quiero mencionar...es que ha sido todo un reto para mí escribir desde el punto de vista de Bella. ¿Por qué? Primero: soy hombre xD; y me he tenido que documentar y pedir consejo a varias chicas cercanas que me han ayudado expresamente y lo agradezco (L). Escribiré Edward's POV, por supuestísimo, hay que saber que le pasa a este hombre.
Sin nada más que decir...
¡Hasta la próxima!
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