Et liv

Nada me pertenece, por desgracias, esto es un AU, no tengo planeada la mafia, ni nada de eso, tal vez las riñas normales para la edad, o algo así.

Lo prometido es deuda, Sayaneko-chan y Angelacorus, dije que tenia un fic de ellos, así que aquí esta.


Ahora tenía que cubrir un nuevo moretón, tendría que evadir nuevas preguntas sobre quien la había lastimado, tendría que ver la cara de los profesores que le reprochaban, tendría que fingir ser quien no era.

—Haru—la voz de su madre resonó en aquella habitación.

— ¿Pasa algo?—le pregunto calmadamente ocultando aquellos vendajes.

— ¿Estas bien?—vaya pregunta más estúpida y carente de emoción alguna.

—Si—vaya respuesta más falsa—No te preocupes…me las arreglare de algún modo—en ningún momento de volteo a ver a su madre a los ojos, vamos ni estaba de humor para aquello y le dolía todo el cuerpo, no quería las hipocresías de su madre.

—Te he dicho miles de veces que no lo hagas enojar—nuevamente aquel reclamo que sabía de memoria.

— ¡Lo sé!—grito fuera de si— ¡No tienes que repetírmelo siempre, sé que no debo decir nada, que no tengo palabra, que debo ser una basura!—

— ¡No me hables así!—la mujer de unos 35 años se acercó a ella y le dio una cachetada que resonó por todo el cuarto y le dejo la mejilla marcada.

—Ten la decencia de no hacer marcas que sean muy visibles—su voz carente de sentimiento al igual que su mirada—Me voy—tomo una mochila que tenía preparada de ante mano para aquellos momentos y salió.

—No desaparezcas mucho tiempo—dijo su madre sin rastro de culpa por lo anterior.

Como si te importara mucho—fueron sus últimos pensamientos antes de salir de su casa.

. . .

Camino sin rumbo aparente durante algunas horas, cuando era lo suficientemente tarde se dirigió a su refugio, un pequeño departamento, en un edificio viejo y deplorable, pero que era mejor que dormir en la calle.

—Haru-chan, bienvenida—una señora de cabellos canos, rostro cansado, y baja, recibió a la castaña con una sonrisa en sus labios.

—Llegue, Mari-san—la castaña le regreso la sonrisa cariñosa.

— ¡Dios mío!—la señora llevo su mirada a la mejilla algo hinchada y roja de la chica— ¿Cariño que te pasó?—la preocupación en el rostro de la mujer era puro y sincero.

—N-nada grave… solo una pequeña riña—desvió la mirada avergonzada de mentirle a esa mujer que era más que su simple vecina.

—Pero niña—llevo su mano a la mejilla y le acaricio con un cariño infinito.

—Es en serio—retiro cuidadosamente la mano de aquella mujer—Estoy algo cansada… si me disculpa—en realidad su rostro lucia cansado dando mayor credibilidad a su pequeña mentira piadosa.

—Bien cariño, descansa maña tienes que ir a la escuela ¿no es así?—con un cariño maternal le dio un beso en la frente y se despidió de la castaña.

—Gracias—su voz fue un susurro que, su cabellos cubrían sus ojos pero en sus mejillas se podían ver unas finas lágrimas, así como saber que ella estaba apretando sus puños—Gracias… Mari-san…—sus lágrimas se volvieron gruesas y así se adentró al pequeño departamento, y se dejó caer contra la puerta, donde lloro, conteniendo los gemidos de dolor y frustración.

Tomándose los cabellos y jalando sin cuidado, dejando que las lágrimas salieran liberando una pequeña parte de su dolor, de su sufrimiento, pateando el suelo, jalando sus ropas, rasguñando sus brazos donde no tenían vendajes.

. . .

A la mañana siguiente se levantó y en el pequeño espejo que tenía colgado en el baños observo sus ojos rojos e hinchados por el llanto de la noche anterior, se despojó de su pijama, un playera de hombre grande y un short corto, se metió en la ducha, al sentir el contacto con el agua su cuerpo tembló y mando una pequeña descarga de dolor a causa de los rasguños, los observo como si fuesen lo más interesante del mundo, y seguido lavándose.

Al salir en vuelta en una toalla, y con su cabello húmedo busco su uniforme en el closet, una falda gris, una blusa de manga corta blanca, un chaleco gris oscuro y un moño rojo.

—Bueno… mejor me doy prisa—la castaña se cambió rápidamente, se colocó unas calcetas blancas hasta dos centímetros más arriba de las rodillas, y dejo sus cabellos sueltos, se colocó un suéter negro dejándolo abierto y tomo sus mochila, sus auriculares, su celular y salió del departamento.

Sera mejor que compre algo de comer en el camino—pensó cuando se encontraba bajando las escaleras y se colocaba los auriculares dejando escuchar Dreamer's high de Radwimps.

— ¡Que tengas un lindo día Haru-chan!—logro escuchar antes de colocarse completamente los audífonos

—Gracias Mari-san, usted igual—dijo con una gran alegría y moviente los brazos tomando su camino a la escuela.

. . .

Camino unos diez minutos hasta encontrarse con los demás alumnos de su escuela, en una esquina vio una tienda de conveniencia y entro a comprar algo. Dentro de la tienda se encontraban unos chicos de su escuela.

—Kyoko, date prisa—escucho la voz de algunos chicos tras de ella y vio por el rabillo del ojo a una chica de cabellos naranjas y ojos marrones, la idol de la escuela, Sasagawa Kyoko.

—Esperen—grito la de cabellos naranjas y poco después la chica se acercó a sus amigos en la caja. Aquella chica siempre alegre, guapa –según la población masculina de la escuela- y amable, tenía algo que a Haru le llamaba la atención, pero no sabía distinguir o mejor dicho explicar que era.

Haru compro un cartoncito de leche y unas galletas, con eso lograría sobrevivir durante las primeras horas después podría ir a comprar algo a la tienda escolar.

Salió de la tienda y observo a otros chicos, Sawada Tsunayoshi, Gokudera Hayato, Sasagawa Ryohei, Yamamoto Takeshi, Rokudo Mukuro y Chrome Dokuro, otro grupo de personas destacables en su escuela y a donde quiera que fuesen.

Siguió con su camino, comiendo una galleta y con su música en los auriculares.

Ella Miura Haru, una chica de cabellos castaños hasta media espalda con una cuantos mechones rebeldes de frente, cortado en capas, ojos color chocolate, piel lechosa, no tenía una belleza que llama la atención de todos a su paso, ella misma no se consideraba hermosa, ni siquiera bonita, pero su encanto era algo… ¿Cómo decirlo? Silencioso, solo pocas personas lo podían apreciar, mientras que para los demás era solo una chica sin chiste.

Sus calificaciones eran buenas, pero al no ser la única no era tomada en cuenta por sus compañeros, no destacaba en deportes y no estaba en ningún club, así que eso ayudaba para que fuese otra más en la escuela.

Llego a la escuela y como era una costumbre el presidente del comité disciplinario, Hibari Kyoya, el chico más temible de todo el pueblo, conocido como el terror de Namimori, de quien existen los rumores más temibles y difíciles de creer, pero aun así pareciera que fueran reales, y aun así popular entre la población femenina de la escuela y alrededores.

—Herbívora—le llamo con ese mote que utiliza para catalogar a los débiles, con molestia se quitó los audífonos y le volteo a ver.

— ¿Pasa algo, Hibari-san?—le contesto lo más amablemente posible que le era en ese momento.

—Está prohibido traer los auriculares puestos en la escuela, así como aditamentos—señalo el suéter que la chica llevaba

—Lo siento—guardo el celular y los audífonos en la mochica, pero tendrían problemas con el suéter, si se lo quitaba sus ventas y rasguños serian visibles para todos, se mordió el labio buscando una excusa para que no le quitara el suéter.

—Pasa a la oficina cuando terminen las clases, quédate con el suéter—abrió los ojos con sorpresa, vio como aquel chico se retiraba a su oficina y le dejaba.

—Gracias—susurro con la vista baja y apretando fuertemente su mochila, retomando su camino al salón de clases.

. . .

—Señorita Miura, podría pasar al frente—el profesor le hablo cuando ella estaba soñando despierta.

—Si—se levantó con desgana y obedeció las órdenes, el profesor de literatura tenía algo contra ella.

—Bien, lea en voz alta lo siguiente—la página que tenía su libro tenia remarcada muy bien la palabra soledad.

—Sentada, nuevamente, bajo aquellas luces que atraviesan por la ventada—sentía que no solo el profesor la odiaba, acaso el destino, o cual quiero cosa mística y misterioso tenía algo contra ella—Miro los rasguños y moretones que marcan cada centímetro de mi piel—toma aire, siente que le falta—Todo es oscuridad nuevamente, siento aquel vacío crecer dentro de mí—siente que su voz tiembla, no solo eso su cuerpo también lo hace.

— ¿Se encuentra bien Miura?—el profesor la observa, parece ser que no era su imaginación.

—No me siento bien—baja el libro, siente que todo da vueltas, y luego la oscuridad se presenta.

. . .

Despierta sola, en la enfermería, cubierta por aquella delgada sábana blanca, le duele la cabeza y siente un poco de frio.

—Mi suéter—entra en pánico, no lo tiene puesto, lo busca rápidamente con la mirada, y lo encuentra, abandonado en una silla cercana a la camilla.

Le preocupa que le vieran, los vendajes y rasguños, notablemente recientes, quien la trajera hasta la enfermería le habría visto, que diría de ella, no es que le importara mucho, le diría a los profesores, ellos querrían hablar con sus padres. Aquello era el verdadero problema.

Se apresuró a colocarse el suéter, y salió de aquel lugar, al parecer las clases habían terminado, por lo que había dormido alrededor de una hora y media. Era tarde.

— ¿Qué escondes Miura-san?—su voz, suave y tranquila se escuchó por aquel lugar, pero así como apareció se alejó, tranquilo, silencioso, como si nunca hubiera estado presente.

Continuara…


Odiemos con amor (?) a la musa, que se pone de diva con las demás historias pero para nueva bien que sale a relucir ¿no? Bueno esto me rondaba la cabeza desde hace unos meses, y tenía ganas de publicarlo, pero no había tenido tiempo de terminarlo y corregirlo –que seguramente habrá cosas que se me pasaron por alto, así que perdonen-

P.D. esto va para ti Sayaneko-chan por tu cumple atrasado xD Perdona la demora, mejor tarde que nunca