1. Doctora Griffin.
Otro rutinario y agotador día empezaba en el hospital. Consultas, operaciones, papeleo... Clarke ya estaba acostumbrada, pero aún así no dejaba de ser horrible. Haber sido la mejor de su promoción en la carrera y que su madre fuese una doctora muy respetada fue clave para que nada más acabar la universidad fuera contratada en un hospital muy importante del país. No se podía quejar, se decía a ella misma una y otra vez. Ganaba mucho más de lo que podría haber ganado si se hubiese dedicado a lo que realmente ella quería. Llevaría una vida mucho más relajada, o más bien, una vida a secas. No sabía si realmente se podía decir que estaba viviendo, o simplemente se limitaba a sobrevivir. Podría hacer esculturas en barro, pintar en lienzos o al fresco, pero la presión de su madre asegurándole que eso jamás le daría de comer pudo con ella, y decidió que debía hacer lo que ella le aconsejaba, así, al menos una de las dos sería feliz, y, después de su repentina muerte, no podía defraudarla de ninguna manera.
Esa mañana había salido lo suficientemente temprano de casa para poder pasar por la cafetería y desayunar tranquilamente. No le apetecía hacerlo con Nylah, su pareja. Ella lo había dado todo para intentar hacerla feliz, y Clarke apreciaba eso como pocas cosas había apreciado en su vida, pero en su mente todo lo que había en ese momento era trabajo y más trabajo, y Nylah dándole una charla de que casi no pasaban tiempo juntas aunque viviesen en la misma casa no era lo que más le apetecía para empezar un martes, ni para empezar cualquier día de la semana, así que casi siempre lo evitaba. Además, en el trabajo podría desayunar con Octavia, su mejor amiga desde la universidad, que era enfermera en el hospital.
Octavia era una chica alta, con un cuerpo delgado, pero bonito, y sobretodo, era muy guapa. Tenía el pelo largo y castaño y unos ojos verdes preciosos. Seguramente, los segundos ojos verdes más bonitos que Clarke jamás había visto. Octavia vivía en un piso en el mismo edificio que Clarke con Lincoln, su novio. Llevaban juntos desde el primer año de universidad y se habían conocido en parte gracias a Clarke. A ella le dolía a veces ver a Lincoln, era una persona increíble pero Clarke no podía evitar relacionarlo con su pasado.
Cuando llegó, se la encontró en la puerta, bajo un techo que la cubría de empaparse por la lluvia torrencial que caía en ese momento. Se estaba encendiendo un cigarro.
-Pensaba que habías dejado de fumar - Le dijo Clarke levantando una ceja, mientras se colocaba a su lado.
-Y yo pensaba que lo primero que se dice cuando ves a alguien es buenos días - Le contestó Octavia, aún con el pitillo en la boca, intentando encenderlo, no con mucho éxito pues el viento apagaba la llama del mechero constantemente - He discutido con Lincoln cuando me ha traído en coche. Necesito desestresarme, y para eso, este chavalín es mi mejor amigo - Señaló con los ojos el cigarro, ya encendido.
-¿Qué ha pasado?
-Gilipolleces - Sacudió la cabeza ligeramente - ¿Tú qué tal en el paraíso con tu princesa? - Ironizó.
-Para con la bromita, ¿eh? - A Clarke le sentaba mal que Octavia siempre tuviese que sacar el tema, porque sabía que no les iba nada bien.
-De verdad, Clarke, yo no sé por qué no la dejas. No te hace ningún bien tenerla ahí, si sabes que ya no sientes lo mismo que ella.
A Clarke le salió una pequeña risa irónica sin querer. Octavia hablaba como si alguna vez hubiese sentido lo mismo que Nylah, como si jamás hubiese empezado con ella intentando tapar el dolor en el que se encontraba sumida.
-Me hace compañía - Sabía que esa justificación no le valdría a Octavia incluso antes de salir por su boca.
-Vete a otra persona con esos cuentos. Mira, te conozco desde hace bastante tiempo, y desde que pasó todo aquello no has vuelto a ser la misma persona, y ya está. Y cuanto antes lo asumas, mejor. Clarke, no es bueno vivir en los fantasmas del pasado - Miró a su amiga, poniendo su mano sobre su hombro, muestra de que le ofrecía todo su apoyo.
-No tiene nada que ver con eso, O... Simplemente, estoy estresada con el trabajo, y ya está. No creo que deba dejar a Nylah por eso - Prefería decir eso y acabar cuanto antes con el tema que darle la razón a su amiga y tener que recordar todo aquello que había pasado.
-Bueno, está bien - Dijo Octavia mientras tiraba su cigarrillo al suelo y lo pisaba para apagarlo - Venga, vayamos a tomarnos un café antes de empezar la tortura de día que nos espera.
Se tomaron ese café casi en silencio, simplemente haciéndose compañía, y disfrutando de los momentos previos a lo que parecía una dura jornada en el hospital.
-Dra. Griffin, la necesitan en el quirófano 3 urgentemente - Escuchó decir tras unos minuos a una voz proveniente de un enfermero que se encontraba detrás de ella, mientras removía la cuchara de su casi ya frío café matutino. Se quedó un par de segundos más removiéndolo, intentando alargar ese momento de paz tanto como se le fuese permitido. Echó un pequeño suspiro y se bebió de un trago lo que quedaba. Se levantó y dirigió la mirada a su amiga.
-Esta noche es la cena en casa de Raven, ¿verdad?
-Sí, y espero que esta vez no canceles - Respondió Octavia, frunciendo el ceño.
-Tranquila, pero iré sola, me apetece estar con vosotros. Nos vemos luego - Le dió un beso en la mejilla y se alejó hasta salir por la puerta de la cafetería para dirigirse a los quirófanos.
En efecto, fue una jornada dura. Tuvo que hacer unas cuantas intervenciones, y también una charla para un grupo de chicos que empezaba la carrera, y, por supuesto, mil informes que no hacían más que aumentar su cansancio. Clarke terminó exhausta y con ganas de tan sólo tumbarse en el sofá y ver la tele, sola, sin compañía. Pero eso no era posible, y además tenía aquella cena con sus amigos. Le apetecía mucho verlos, pero el trabajo la consumía de una forma exagerada, aunque haría una excepción para no dejarles colgados una vez más.
Salió del trabajo alrededor de las 18.00h. y decidió ir a casa para cambiarse antes de ir a casa de Raven. En cuanto llegó se encontró a Nylah en el sofá, como siempre concentrada en el ordenador. Nylah trabajaba para un importante periódico nacional, era una de las redactoras mas distinguidas, y solía trabajar en caso, excepto cuando quería exponer alguna idea o tenía que trabajar en equipo.
El sentimiento de culpabilidad invadió a Clarke, como cada vez que entraba por esa puerta y Nylah la miraba con los ojos brillantes, esperando encontrarse una Clarke alegre y con ganas de compartir su tiempo con ella. Una Clarke que Nylah apenas había conocido.
Clarke se forzaba a si misma y a su mente para creerse que quería a Nylah del mismo modo que la otra la quería a ella. Del mismo modo que una vez quiso a Lexa, pero conforme iban pasando las semanas, los meses y los años, Clarke empezó a asumir que eso nunca iba a pasar, y simplemente se contentó con tener a alguien que la quisiera, aunque ella no fuera capaz de devolvérselo.
Maldita egoísta.
-Hola Cariño - Dijo Nylah acercándose a ella con una sonrisa.
-Hola - Contestó Clarke, quedándose quieta y esperando que Nylah se acercase a ella para darle el beso que cada día le daba. Ese beso que no significaba nada, que se había convertido en una costumbre como sacudir los zapatos en el felpudo antes de entrar en casa o quitarse los calcetines para dormir. Una costumbre que ciertamente no le aportaba nada -¿Trabajando mucho?
-Sí, tengo que terminar este artículo para entregarlo en una hora. ¿Quieres que pidamos algo para cenar cuando termine y vemos una peli?
-No, voy a salir esta noche.
-¿A dónde?
-Raven hace una cena en su casa y debo ir, hace mucho que no ceno con ellos.
-Genial, pues hago una tarta y vamos.
-Nylah, no. Iré yo sola, son mis amigos. Lo siento, entiéndelo - Sentenció Clarke en un tono más serio de lo que hubiese querido, pero ella iba a ver a sus amigos con la esperanza de poder desconectar su mente de su vida rutinaria, y lo último que le apetecía era aguantar a Nylah allí también, que además, nunca había encajado con ellos.
-Está bien, no pasa nada - Contestó Clarke, dejando notar un poco la decepción en su voz. Clarke la miró un segundo y fue a decirle algo pero prefirió dejarlo pasar e ir a darse una ducha para relajarse.
Sentía que Nylah se victimizaba, pero sabía que en el fondo tenía todo el derecho. ¿Qué haría ella si la persona de la que está enamorada ni siquiera quiere tocarla? ¿Hubiese tenido todo el aguante y la fuerza como Nylah para quedarse a su lado y no abandonarla? Probablemente no.
Tras una ducha de agua caliente, Clarke sintió que había recuperado algo de fuerzas. Salió del baño y se vistió con algo cómodo e informal. Iba a casa de Raven, no importaba cómo fuese vestida, todo lo que iban a hacer era tener una buena cena y hablar de cómo les iban sus vidas, aunque Clarke solo se limitaría a escuchar y alegrarse por sus amigos, pero con eso le sobraba. De unos años a esa parte había aprendido a conformarse.
Siempre había sido una inconformista, una persona que buscaba más, aunque en gran parte eso había sido gracias a Lexa. Ella le había enseñado a no conformarse con poco, le había mostrado la buena parte de la vida, lo que realmente le hacía feliz. Y lo echaba de menos. Echaba de menos sentirse libre, feliz, y, sobretodo, echaba de menos sentir lo que sentía por ella. Clarke nunca había creído en eso de las almas gemelas ni el amor, pero Lexa era el suyo. Desde el momento en el que entró en clase de anatomía de primer año por error el primer día de clase, la había conquistado.
[FLASHBACK]
Clarke estaba sola en ese aula enorme donde habría perfectamente unos 250 alumnos. No conocía a nadie, y se sentía bastante nerviosa. La clase de microbiología había sido un desastre, ya que el profesor al parecer había enviado unos apuntes por email para traerlos a clase preparados y ella no lo había visto. El profesor le hizo una pregunta y ella se quedó de pie, ruborizada por no saber la respuesta, mientras oía a los demás cuchichear por lo bajo.
Se había sentado en la punta de una de las últimas filas, no le gustaba estar delante y desde ahí podía escuchar bien pero pasando desapercibida.
De repente, sintió que alguien se sentaba a su lado.
-Hola, perdona, ¿no ha empezado todavía la clase? - Cuando alzó la mirada, se encontró con una chica de cabello castaño oscuro, de piel ligeramente bronceada, y los rasgos más hermosos que Clarke había visto jamás. Tenía unos ojos de un verde tan intenso que si los mirabas fijamente podías respirar el aire de los árboles, y unos labios carnosos que invitaban a perderse en ellos por horas. Clarke se había quedado paralizada contemplando a tal belleza - ¿Hola? - Insistió la chica.
-Perdona - Dijo Clarke, notando cómo sus mejillas cogían un color rojizo - Todavía no, ya ves que el profesor ni siquiera ha venido.
-¿Primer día también? - La chica miraba a Clarke fijamente con una sonrisa en su rostro que no se desvanecía ni un segundo.
-Sí... y está siendo horrible.
-Vaya.. lo siento mucho. Soy Lexa, ¿tú? - En ese momento Clarke se dio cuenta que la chica llevaba una camiseta con manga larga, pero que se enganchaba a su cuello, dejando sus hombros y sus clavículas al aire. Se fijó en estas últimas. Eran increíblemente atractivas y preciosas. Esta vez estuvo más atenta y pudo responder antes de que la otra volviese a llamar su atención.
-Me... me llamo Clarke - Esbozó una sonrisa nerviosa.
-Encantada. ¿Luego tienes clase de percepción? Si quieres podemos ir juntas - Clarke puso una cara de confusión.
-¿Percepción? No, luego ya acabo.
-Oh vaya... ¿eres de otro curso y estás repitiendo esta asignatura? - La confusión aumentaba en ella.
-No, no... soy de primer curso. Oye, sabes que esto es anatomía, ¿verdad?- Preguntó Clarke a aquella chica que parecía que se había perdido. Y, efectivamente, así era.
-¿Qué? Oh dios. ¿Esto no es introducción a la psicología? - Clarke negó con la cabeza - Genial, soy un desastre. Gracias, y un placer conocerte Clarke, ¡nos vemos por aquí! - Lexa se levantó deprisa y antes de desaparecer por la puerta se giró y guiñó un ojo a Clarke, que no pudo contener la sonrisa que apareció en su rostro.
[FIN DEL FLASHBACK]
-¿Vas a quedarte mucho más tiempo ahí mirando la ropa? - La voz de Nylah la sacó de sus pensamientos y se dio cuenta que estaba de pie, con la toalla enrollada a su cuerpo, delante de la ropa, y notó cómo una lágrima asomaba por su ojo derecho.
El pasado está muerto.
Clarke se puso una camisa con una chaqueta de cuero, unos pantalones vaqueros ajustados, y unas bambas blancas. Se arregló y maquilló, y en menos de veinte minutos salió por la puerta. Decidió ir andando hasta el centro, donde iría a una pastelería que conocía muy bien para comprar una tarta y de allí iría en autobús a casa de Raven, que quedaba a las afueras de la ciudad. Prefirió no coger el coche porque odiaba conducir con la lluvia, y le encantaba pasear con ella cayendo. Le encantaba el olor a mojado, y el frío que se respiraba en él.
En la pastelería compró una tarta de chocolate y caramelo que le llamó la atención nada más entrar por la puerta. A sus amigas les encantaban las tartas así que seguro que con eso no se equivocaría.
En cuanto hizo la compra, se dirigió a la calle y puso rumbo a la parada de autobús que se encontraba a un par de calles de allí. En la parada estuvo más de veinte minutos esperando, y el bus no pasaba. Finalmente, decidió mirar en el tablón que había encima del asiento de la parada, tal vez ponía algo sobre el retraso del bus. Efectivamente. La línea ya no existía. Hacía tanto que no iba a casa de Raven que ni se había enterado que el bus que iba a su casa ya no pasaba. A Clarke no le quedó otra que buscar un taxi.
Se dirigió a la calle principal del centro, que se encontraba delante de una iglesia impresionante. Vio un taxi parado a lo lejos, y parecía llevar el cartel de libre, así que se dirigió hacia él.
Cuando apenas le quedaban unos cinco metros para alcanzarlo, una chica apareció por su derecha y se subió a él.
-Maldita sea - Gruñó Clarke.
Cuando el coche arrancó y Clarke pudo ver a través del empañado cristal del taxi, su cuerpo se paralizó por completo.
