EADWYN, HIJA DEL VIENTO
Capítulo 1. Los extraños viajeros.
Los rayos del Sol matutino entraban por una de las ventanas abiertas del palacio de Meduseld. Las cortinas ondeaban al son del viento en una habitación real y una cama desecha indicaba que alguien había dormido allí. Era una habitación amplia, con varios cuadros de Reyes y Reinas de la antigua Rohan, aunque sin duda el que más resaltaba era la pintura de una familia real sonriente. Ahora esa familia estaba rota. La Reina de Rohan había muerto hacía un par de años y Theodred, el hijo primogénito de Théoden, Rey de la Marca, falleció también hace escasamente tres días. Tan solo quedaban con vida Théoden, su hija Eadwyn, Éowyn, y Éomer.
En la mesilla de noche había un joyero con estampados de Nimphredil y Simbelmynë en oro, y se puede decir que valía mucho más el dicho joyero que las joyas de su interior. Al lado, había una flor, casi marchita, lo que hacía que pareciera que quien durmiera allí estaba triste, demasiado triste para continuar viviendo. Era la habitación de Eadwyn, hija de Théoden.
Una chica de pelo largo y rubio se precipitó hacia la puerta de la habitación, dispuesta a abrirla para avisar de que pronto estaría el desayuno. Su nombre era Éowyn, hijo de Éomund, escudera de Rohan y sobrina del Rey.
- ¡Eadwyn! Ya está listo el desayuno... ¿Eadwyn? –dijo Eowyn extrañada al no ver a su prima. Se acercó y vio una nota en la que decía que Eadwyn se había ido a dar una vuelta con su caballo. Quería despejar su mente, debía hacerlo-.
Éowyn emitió un sonoro suspiro y salió por la puerta de la habitación de Eadwyn. Las cosas no marchaban bien en Edoras. El heredero al trono había muerto, Éomer había sido desterrado, el Rey parecía como poseído por alguna criatura maligna y para colmo Eadwyn cada vez estaba peor ewn tristeza. Pero eso mismo le ocurría a Éowyn; Rohan ya no era lo que en otros tiempos fue: la tierra era rica y estaban aliados de Gondor, pero ahora las esperanzas habían caído y una sombra se precipitaba desde Isengard, hasta Mordor.
Un caballo galopaba veloz por las praderas de Edoras y se dirigía al bosque de Fangorn. Eadwyn derramaba unas cuantas lágrimas de rabia y el único lugar donde podía estar sola era Fangorn. A pesar de que se contaban malas historias y leyendas acerca de este paraje Eadwyn lo encontraba divertido a veces, y se sentía a gusto entre los árboles. Éstos ya la conocían y no la tenían por qué hacer daño. Además, según se contaba, habitaba un mago de inmensos poderes. Ella ya lo había visto alguna vez como una luz en la oscuridad, y tampoco le tenía miedo, pues había un aura buena en él.
Eadwyn se sentó en una de las gruesas raíces. Algo había cambiado en Fangorn. Ya no se veia la presencia del Mago, y extrañas pisadas indicaban que alguien había pasado por ahí. Sintiendo algo de curiosidad quiso seguirlas, pero era arriesgado, y su caballo la detuvo con el morro.
- ¿Qué ocurre, Silmë? –habló con voz dulce a su caballo. Era una yegua de la raza de los Mearas, que su padre Théoden le había regalado por su 25 cumpleaños, donde alcanzaba la mayoría de edad en Rohan. Resplandecía de blanco y cuando se juntaba con los rayos del sol hacía que Silmë brillara con todo su esplendor y hasta podía deslumbrar a quien se hallara cerca. Tenía una estrella dorada justo encima de los ojos, que la hacían una yegua única.
- Está bien... si no quieres que vaya no iré. Hay veces que creo que tienes un sexto sentido, amiga mía.-continuó diciendo Eadwyn esbozando una leve sonrisa mientras acariciaba sus crines doradas y la peculiar estrella. –Es hora de que volvamos, Éowyn estará preocupada.
Se subió ágilmente a la yegua y cogió un atajo que encontró hacia Edoras, que hacía el camino más corto. Los cabellos rubios y hasta la cintura de Eadwyn ondeaban con el viento y los profundos ojos azules miraban a la lejanía sin inmutarse.
Continuó su trayecto sin ninguna novedad. Cabalgó veloz, rumbo a Edoras y por fin la vio. Los rayos del sol alumbraban el palacio de Oro y Éowyn se encontraba mirando al horizonte. Eadwyn sintió lastima, no solo por Éowyn, sino también por ella misma. Eran momentos difíciles. Estaba a punto de entrar por las puertas de Edoras cuando vio a una grupo de tres caballos en su mismo rumbo.
Se pararon sorprendidos al verla. Eadwyn seguía montada en Silmë, con sus ropajes de montar y su cabello rubio ondeando al viento.
- ¿Quién es, Gandalf? –dijo un Enano que iba con un Elfo.
- Es Eadwyn, hija del Rey Théoden. Solía venir a visitarme a Fangorn, y allí enjugar sus lágrimas. Cuidad vuestro lenguaje, y estad seguros de que no seréis muy bien recibidos.
El Elfo se había quedado maravillado ante Eadwyn y la observó detenidamente gracias a su vista de Elfo. En sus ojos se podía observar un dolor de varios años, y estaban enmarcadas por las lágrimas derramadas hace escasos minutos. ¿Por qué debería haber alguien tan bello que estaba condenado a morir? Con el semblante aún serio e inmerso en sus pensamientos continuó junto a Aragorn y Gandalf, y Gimli que iba detrás de él hacia Meduseld.
Eadwyn, al ver que se acercaban pronunció unas palabras en Rohírrico, el idioma de la Marca, y con galope veloz entró en la ciudadela. Éowyn se relajó al ver que a su prima no la había pasado nada malo, incluso sonrió débilmente, pero después volvió a quedarse seria al comprobar que venían unos extraños jinetes. Eadwyn llegó a los establos y allí dejó en un sitio privilegiado a su joven Silmë y subió rápidamente las escaleras. No tuvo problema al ir rápido, ya que no llevaba uno de esos incómodos vestidos.
Llegó a su habitación y salió corriendo al balcón. Pudo observar que los jinetes eran muy peculiares: había un Enano, un Mago, un Hombre y un Elfo. Sintió de pronto una emoción que había perdido hace mucho tiempo. No había visto nunca a un Elfo, y pudo comprobar que era muy bello. Sus cabellos rubios platino caían sobre sus hombros y los ojos azules como el mar podían incomodar a cualquiera. Se sobresaltó cuando sus ojos se encontraron con los del Elfo. Eadwyn tenía la boca abierta y se apresuró a cerrarla. Él, también se había quedado impresionado al verla, pero en un abrir y cerrar de ojos se había desvanecido, al igual que había venido. Por sus ojos pasó una sombra de dolor con tan solo pensar que esto era un sueño y no era real.
- Legolas... ¿te encuentras bien? –dijo el Hombre Humano que había mirado a otro lado, donde colgaba el estandarte del caballo de Rohan.
- Sí... pero, Aragorn, me había parecido ver... no importa.
Aragorn frunció el ceño observando a su amigo el Elfo, pero volvió la mirada al frente. Estaban atravesando la ciudadela y la gente callaba y se metía para sus hogares con solo su presencia. Los jinetes miraban para los lados aún sin comprender; su presencia en algún modo les traía malos recuerdos.
- Hay más alegría en un cementerio... -dijo el Enano.
- Gimli...
Dejaron los caballos en la entrada, y subieron la larga escalinata del Castillo Dorado de Meduseld. Al momento unos guardias salieron del lugar e hicieron despojarse de todas las armas a los extraños. El Enano Gimli tuvo que dar su hacha a regañadientes y Aragorn sorprendió a los presentes con sus numerosos cuchillos y dagas escondidos por su ropa.
- Disculpe... déme la vara. –dijo un guardia al mago.
- Oh... ¿no privarás a un anciano de su apoyo? –respondió a esta pregunta el aludido mientras guiñaba el ojo a sus compañeros.
- Está bien... pasen.
Entraron con paso lento mientras los presentes se giraban a verlos. El Rey Théoden se encontraba en una situación deplorable. La cabeza estaba caída en su pecho y sus ojos empañados por una sombra en su interior. Su pelo se encontraba blanco, y tenía unas manos con unas uñas demasiado afiladas y arrugadas. - Veo que el servicio de tu palacio ha disminuido, Rey Théoden.-dijo el mago. El Rey farfulló unas palabras sin sentido mientras aparecía arrastrándose uno de los servidores. Iba vestido totalmente de negro y su cara demacrada y pálida mostraba mucha maldad... demasiada para admitirle en este bello lugar que se hallaba triste y de luto por la muerte de su heredero.
- No es bienvenido. –dijo al oído del pobre rey el vil servidor.
- ¿Por qué debería de darte la bienvenida, Gandalf, cuervo de la Tempestad?
Gandalf alzó las cejas mientras Aragorn y Legolas se miraban. De repente apareció Éowyn que se quedó perpleja al comprobar lo que sucedía. Gandalf, furioso, se quitó la capa gris que poseía y un reflejo blanco inundó la sala. Era Gandalf el Blanco, y Théoden se revolvió en su trono, como intentando escapar de él. En eso llegó Eadwyn, que se había quitado sus ropas de montar y se había puesto un vestido, pues habían venido nuevos viajeros. Era un vestido marrón oscuro, ceñido a la cintura y parte de arriba, que caía majestuosamente. Las mangas eran largas hasta el punto que casi se arrastraban, y tenía una tiara donde se la reconocía como princesa de Rohan e Hija de Théoden.
Bajó corriendo de su habitación al oír tal alboroto y horrorizada vio como el Mago que había visto apuntaba con la vara a su padre, mientras los demás viajeros luchaban con los guardias.
- Del hechizo te libero. –pronunció Gandalf solemnemente. Tuvo que volverlo a repetir porque nada sucedió, solo una risa maligna salió de la boca del rey.
Tanto Éowyn como Eadwyn intentaron llegar hasta el rey pero a Éowyn la paró el viajero Aragorn y Eadwyn tuvo el camino libre, pero no se atrevió a ir debido a la risa maligna de antes.
- Si salgo... el Rey morirá... -dijo una voz que salió de Théoden.
- ¡NO! –gritó Eadwyn.
De repente, el Rey fue liberado de su hechizo pero casi se cae del trono, pero Eadwyn corrió hacia él y lo sujetó y le volvió a sentar, quedando junto a él. La cara de Théoden cambió y se volvió a rejuvenecer. Los ojos volvieron a ver bien y Gandalf suspiró aliviado. Legolas miraba extasiado a la joven Eadwyn, que por un momento sintió alegría por su padre. Éowyn también fue al encuentro de su tío, y ambas lo levantaron con cuidado.
Théoden miraba extrañado para todos los lados, y besó la frente de su amada hija Eadwyn, que lloraba de alegría. Eadwyn se situó a la derecha del rey y Éowyn a la izquierda, y así el Rey empuñó la espada y volvió a coger energías. Luego de esto salió fuera, encolerizado por Grima o Lengua de Serpiente, su servidor traicionero y cogió la espada.
Mientras tanto, Eadwyn se encontraba atrás de la fila, junto a Legolas y Éowyn, que ahora volvían a estar serios.
- ¡Tú...! Asquerosa y vil serpiente... -gritó Théoden- ¡Verás lo que es probar la espada de Rohan!
- ¡Mi señor! He sido vuestro más fiel servidor y...-
Théoden estaba a punto de matar a Grima cuando Aragorn se interpuso entre ellos dos.
- Mi señor, ya tiene suficiente sangre en su cuenta... déjale ir. –dijo mientras Grima empujaba a algunos, cogía su caballo y abandonaba Edoras.
- ¡Salve el Rey Théoden! ¡Viva el Rey Théoden! –gritaron unos aldeanos.
- ¡Y salve Eadwyn! ¡Viva la princesa! –respondieron otros.
- Eadwyn... -llamó Théoden.
- ¿Si, padre?
- ¿Dónde está Theodred?
- Mi señor... vuestro hijo ha... ha... ha muerto. Fue atacado por un grupo de orcos en las fronteras del Reino. –toda la alegría que tenía Eadwyn se esfumó por completo al recordar la agonía de su hermano al morir y empezó a sollozar débilmente. El Rey la tranquilizó... aunque él también lloraba por dentro.
Eadwyn corrió pero antes oyó a Legolas hablarla y se paró en seco. Nunca había hablado antes con él. Su voz era muy suave y llena de ternura y compasión.
- ¿Estáis bien, mi señora? ¿Desea que le ayude en algo?
- No... lo siento mucho, además creo que no puedo estar aquí. Gracias.
Entró corriendo al Castillo y afuera comenzó un viento huracanado y los presentes tuvieron que entrar para adentro, pues nadie sabía a qué se debía ese cambio climático.
"No me debes dar las gracias, joven Eadwyn... siempre te ayudaré cuando pueda." Pensó Legolas recordando aquellas imágenes de hace escasos minutos. "No ha sido un sueño, ella es real"
Mientras tanto Eadwyn en sus aposentos se había calmado un poco y el viento del exterior también estaba parando. Ahora solo le venían a la cabeza las imágenes del Elfo ofreciéndole su ayuda. Era muy apuesto, y ligeramente más alto que ella. Además parecía muy dulce. Eadwyn pensó mucho en él y tenía muchas dudas. ¿Qué hacía un Elfo en Rohan? Después se lo preguntaría.
"Ha sido un milagro que no me haya puesto roja delante de él"
De repente unos pasos y unos leves toques en su puerta la hicieron salir de su ensoñación.
TBC
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¡Holitas! ¿Qué tal, queridos lectores? Espero que os haya gustado este primer capítulo. He decidido empezar otra nueva historia, aunque seguiré actualizando las demás cuando pueda. Necesito saber sus opiniones, y ¿Qué mejor manera que dejarme un review? Por fis... que no cuesta dinero... XD. Espero de todo corazón poder actualizar pronto, pero es que me voy de vacaciones dentro de dos días y no tengo nada más escrito... así que no se lo que pasará.
Prometo actualizar esta historia y la de Encuentra el Pasado cuando pueda, de verdad. Mientras tanto... ¡REVIEWCITOS! Je, je, je. ¡Gracias! ;)
Eress
