Género: Comedia/ Familiar/ Drama
Advertencia: Muerte de personajes/ M-PREG
Creador de personajes: Fujimaki Tadatoshi
Autora de la historia: Brida Lorens (Azuna-chan21)
Parejas principales: Kagami x Kuroko, Aomine x Kise, Midorima x Takao, Murasakibara x Akashi, Himuro x Izuki
Parejas secundarias: Miyaji x Hayama, Nijimura x Haizaki, Kiyoshi x Hanamiya
CAMINANDO HACIA EL FUTURO
—Capítulo 1—
Avecinados problemas
~1~
¿Justo tenía que ser él? De todos los exitosos cirujanos que había en Japón, precisamente a Midorima Shintarō —aún en residencia— le tocaba operar al paciente Takao del corazón. No sabía diagnóstico, solo se tuvo que conformar con el diagnóstico del anterior doctor, que había estado atendiendo a su compañero, y supuestamente lo iba a operar, pero un percance familiar lo dejaba a cargo ahora a él. En camino al área de emergencia, su asistente le alcanzó la tablilla con toda la información necesaria: El nombre de los doctores y ayudantes, y en qué sala de operaciones le tocaría.
Midorima frotó su sien varias veces, la presión de la situación comenzaba a perturbarlo sin entender cómo diablos Takao Kazunari había caído allí. "Si sufría del corazón ¿Cómo estuvo jugando básquet hasta el último año de preparatoria? Es un idiota", se dijo para sí, mas no había tiempo para pensar en los por menores. Se acomodó sus lentes y fue con más prisa al sótano de la clínica; era momento de realizar la cirugía.
Entró a la sala y vio a Kazunari adormilado, hace unos minutos había estado delirando. El anestesiólogo ya le había inyectado la anestesia después de realizar rápidas pruebas, Takao estaba a punto de quedarse dormido, a pesar del sofoco que le presionaba el pecho.
—Ya le pusimos los implementos necesarios. Estamos listos, Midorima-san —dijo una de las enfermeras.
El aludido se puso los guantes y se acercó a su ex compañero, quien hace algunos años fue uno de sus mejores amigos, salvo que nunca tuvo la honestidad suficiente para decírselo.
—Bisturí. —Midorima pidió.
~2~
Las conversaciones a medias no eran de su agrado, nunca lo habían sido. Kuroko dejó caer la toalla, con la cual se había secado el cabello, y salió del cuarto en busca de su pareja. Bajó apresurado las escaleras tratando de alcanzarlo —inclusive se saltó varias gradas para agilizar el tramo—. Trataría de convencerlo de llegar a un acuerdo mutuo, simplemente no pasaría por alto ese día que era especial por su gran significado; era su aniversario número 3.
Por desgracia, el trabajo de Kagami de nuevo se interponía entre los planes que había hecho Tetsuya días antes. Había pensado en darle una sorpresa, pero sus ánimos drenaron cuando el pelirrojo salió muy temprano y volvió casi al anochecer. No le contestó el teléfono en todo el día y, en ese momento, pretendía salir nuevamente por una emergencia en la línea.
—Kagami-kun, ¿y si voy a tu trabajo? —Propuso.
—No, Kuroko, estoy de turno. —Repitió el mayor con más dureza—. No puedes aparecerte con una canasta de picnic y sonreír. ¿Quieres que me despidan?
—A veces sí —murmuró.
Ciertamente, Kuroko Tetsuya estaba harto del trabajo de Kagami. ¿Bombero?; ¿Ayudar a los demás?; ¿Adrenalina?; eso era lo que menos le interesaba, su preocupación se enfocaba el riesgo que su novio pasaba a diario. Estaba exhausto de vivir pendiente de los noticieros y del celular, por si acaso lo llamaban avisando que el pelirrojo se había accidentado en el incendio, como ya había pasado anteriores veces, aunque felizmente nada grave.
Innumerables veces le insistió que se cambiara de trabajo, pero siempre recibió un no rotundo como respuesta. Su actitud no era por egoísmo, pero ya habría —más adelante— otro voluntario que se inscribiera en el cuerpo de bomberos japonés. Además, si el asunto fuera por cuestión de adrenalina, él mismo haría el sacrificio de gastar todos sus ahorros y le compraría una moto a Kagami para zanjar su necesidad de emoción.
—Ya me voy, quizás venga a las nueve. —Retomó la conversación Kagami. El pelirrojo tomó sus pertenencias y caminó a la puerta—. Quizás venga antes, depende. —Continuó.
—Está bien. Nos vemos —respondió serio. Tetsuya no saldría de estar a la defensiva.
—Kuroko, ¿de nuevo nos vamos a pelear por lo mismo?
—Que te vaya muy bien, Kagami-kun —dijo de manera sarcástica, asintiendo a la pregunta contraria indirectamente.
Tetsuya subió las escaleras sin esperar la respuesta de su novio y, segundos después, se escuchó el fuerte azote de la puerta —de la recámara principal la cual compartían—. Efectivamente, otra vez se pelearían por el mismo tema: Ese maldito trabajo.
~3~
Los vuelos de larga distancia eran agotadores, pero se remuneraban con una muy buena paga a fin de mes. Kise Ryōta lo sabía y, por eso, no vacilaba al aceptar los pesados recorridos de un extremo a otro de Japón. Eso también beneficiaba a sus horas de vuelo y pronto alcanzaría el rango suficiente para hacer sus primeros vuelos internacionales. Eso le emocionaba, aunque no lo comentara con mucha gente.
Pestañeó unas cuantas veces dentro del taxi, el sueño le ganaba. Pagó el cargo con una de sus tarjetas de crédito y bajó sin olvidar, por suerte, su pequeña maleta. Nada le relajaba más que pensar en una ducha caliente para bajar la tensión de sus hombros. Kise sonrió apenas y entró al condominio residencial. El portero lo saludó y le dio el correo que su pareja nunca recogía por flojera. Ryōta bufó y, a mala gana, los recibió.
Apenas entró al departamento, tiró la correspondencia a la mesa del comedor y pasó a prender la cafetera. No había tiempo para dormir, el corte de mes se acercaba y era momento de hacer los balances, aunque no fuera su mayor pasatiempo. Él había recibido los recibos, por lo que él mismo tendría que abrirlos y leerlos, era una regla. Aomine Daiki, por eso, nunca tomaba las cartas que veía en el buzón, bastante conveniente.
Sin embargo, no había a quién reclamarle. Cada vez que llegaba, Daiki no estaba o viceversa. Hace más de una semana y media que no se veían, haciendo la convivencia inútil. La razón para mudarse juntos había sido precisamente el poco tiempo que pasaban juntos.
Kise prendió la terma, el agua calentaría en 30 minutos. Se desvistió y tomó del ropero una de sus batas. Se la ajustó con un nudo a la cadera, le resultaba realmente cómodo andar de esa forma por, lo que consideraba, su hogar. Dejó la puerta abierta del cuarto y fue a la cocina a servirse una taza de café bien cargado. Aomine no ingería café, eso le era un alivio, porque no se acababa los filtrantes ni los sobres.
Llevó su café pasado al baño y lo colocó encima del soporte externo de la bañera, que había mandado a colocar específicamente para ese uso. También colocó los sobres, un lapicero y una libreta sobre la tapa del inodoro. Mataría dos pájaros de un tiro. Abrió el grifo y esperó a que la tina estuviera llena hasta la mitad. La cerró al ver la cantidad ideal y se quitó bata metiéndose inmediatamente después. El agua caliente fue un elixir para sus músculos sentidos.
—Ah~~, esto es vida —dijo mientras hundía su cuerpo aún más.
El agua le llegó al borde del cuello. Kise relajó los hombros y dio un gran suspiro. Había estado esperando por días estar en la comodidad de su baño, era su lugar favorito. Se estiró y tomó un sorbo del café antes de dejarlo nuevamente en su sitio. Bajó la mesa empotrada en la pared y revisó el primer recibo. Abrió el sobre y colocó la basura sobre la mesilla.
—Me pregunto por qué la luz viene tan alta si Aominecchi dice que no usa nada —dijo entre dientes—. Encima ha subido, 120 dólares del fantasma eléctrico.
Ryōta anotó en la libreta el primer pago, de esos faltaban 20 más, aunque muchos de ellos eran en lista a parte porque contaban como gastos de sus tarjetas de crédito.
Revisó por largos minutos las cuentas y, en el proceso, escuchó el sonido de la puerta. Supuso que Aomine había llegado, pero no interrumpiría su baño por salir a saludar. Terminó su café y drenó el agua al quitar el tampón. Guardó la pequeña mesa y puso las hojas de nuevo sobre la tapa del inodoro, no quería mojar nada. Corrió la cortina y abrió la regadera para enjugarse, el continuo goteo sobre su cabello también era parte de su relajación.
Ni siquiera eres para venir a saludar , murmuró disgustado al ponerse la bata. Kise había dejado su maleta en la sala, Aomine sabía que su novio ya estaba en el departamento. Ryōta no se terminó de secar el cabello y salió del cuarto a renegar, pero se detuvo en seco al darse cuenta que Daiki había llegado acompañado de su eterna mejor amiga de la infancia.
—¡Ki-chan! —Saludó enérgica—. No sabía que ya habías llegado de viaje, ¿cómo te fue en Kioto?; Allí fue tu última parada, ¿no?
—Sí —contestó hoscamente—. No quiero ser antipático, pero ¿Te vas a quedar?
Satsuki pestañeó incrédula por esa respuesta.
Kise Ryōta se consideraba así mismo un chico engreído y, hasta cierta parte, creído con gente que no consideraba importante en su vida. Vanidoso como él, ninguno. Con los años, había asentado medianamente sus prioridades en la vida y tomado algunas responsabilidades, pero aun así, seguía siendo un tipo muy inmaduro y más si se trataba del rubro emocional.
—No quise molestarte, Ki-chan, lo siento si te desperté o incomodé —dijo pausada y tranquila para no desesperarlo, se había cohibido.
Kise le restó importancia al virar los ojos y desviar su atención hacia la cocina. Los ruidos de los platos le habían avisado dónde estaba Aomine. El moreno terminó de servirse cereal en un pote y abrió la refrigeradora para sacar dos refrescos de naranja.
—¿Qué hay, Kise? —preguntó Daiki al pasar por su costado—. ¿Al fin terminaste tu ritual de baño? Ya era hora, llevabas como media hora ahí metido.
—Si estoy aquí es porque ya terminé, a veces preguntas idioteces —susurró lo último con un tono irónico—. ¿Van a demorar mucho? —preguntó ahora él.
—Oye, Satsuki ¿Qué esperas? —Daiki ignoró solemnemente la pregunta y cayó sobre el sillón al tirarse sin delicadeza—. Necesitamos resolver esto rápido.
La pelirrosa se hizo paso y apenas sonrió —esperaba una pelea por parte de ellos—. No le gustaba estar en medio de ellos cuando se comportaban de esa manera. Se acomodó al lado de Aomine y comenzó a leer los fólderes que tenía sobre el regazo, pero Ryōta al verse totalmente ignorado carraspeó parándose firme en frente de su novio.
—Estoy trabajando, Kise. —Aomine le aclaró presintiendo qué le diría.
—¿Trabajando? ¿Ahora ponerse a conversar se le llama trabajar? —Se fastidió.
—Hace una semana, Satsuki entró a la división de policía en mi área —Daiki le explicó sin enojarse, estaba esforzándose por no discutir—. Es criminóloga ¿Más tranquilo?
Aomine Daiki no era la cabeza sensata de esa casa, ni la más flexible. Al contrario, era terco y cerrado en sus ideas. Al rubio le desesperaba su forma tan cuadriculada de ver la vida, como también le incomodaba su renuente egoísmo. A pesar de vivir ya dos años juntos, a Daiki todavía le costaba compartir las cosas del departamento. También se enojaba con facilidad, estuviera o no de buen humor, era un fósforo.
Sin embargo, esa vez no le convenía explotar o gritarle, porque Kise estaba enojado y, por experiencia, sabía que era una muy mala idea seguirle la cuerda.
—Quiero conversar contigo, vamos al cuarto —Ryōta insistió repetidas veces, pero Aomine no le hizo caso excusándose en los pendientes que tenía—. ¡Daiki, solo te estoy pidiendo 5 malditos minutos! —Se desesperó—. ¿Puedes parar tus tonterías por cinco minutos?
—Tonterías tus estúpidos vuelos —contestó.
—¿Mis estúpidos vuelos? Por si no lo sabes, gracias a esos estúpidos vuelos amoblamos este asqueroso cuchitril y tenemos gastos desahogados. —Inquirió despectivamente.
—¿Qué has dicho? —Aomine tiró los papeles a la mesa de centró y se levantó del asiento—. Te recuerdo, Kise, que yo jamás te invité a vivir aquí, tú solo trajiste tus trapos.
—Me vine a vivir contigo supuestamente para afianzar la relación. —Kise le recordó el motivo principal de la mudanza—. Casi nunca nos veíamos, pero eso no ha cambiado en estos dos años por tu estúpido trabajo.
—¿Disculpa? —Ironizó antes de soltar risas incrédulas—. ¿Yo soy el problema? ¿Quién es el que se desaparece por semanas? ¿Tú o yo?
Kise no respondió a eso, pero tampoco dejó ver vacilación en su mirada. Su firmeza lo demostraba, no daría el brazo a torcer en ese momento, ya había tirado la piedra y no se retractaría con tanta facilidad.
—Yo me desaparezco, lo acepto, pero sabes algo, Aominecchi —dijo acercándose más a él—. Mi trabajo sí vale la pena y se ve al final del mes, ¿tú qué me puedes decir?
—Kise, estoy muy cansado para oír tus estupideces —respondió tajante.
—Tú no eres el único que está cansado. Vengo aquí después de una larga semana de lugar en lugar y al regresar, solo te pido cinco minutos. Cinco malditos minutos, —Repitió antes de aventar otra piedra—, pero en vez de eso, encuentro a un mediocre haciendo estupideces con su amiga de la infan-…
—¡Cállate! —Aomine gritó y le señaló el cuarto—. Lárgate a seguir oxigenándote el cerebro si lo único que vas a hacer es reventarme las pelotas.
El ex modelo suspiró pesadamente tratando de calmarse y recobrar su compostura. Admitía que solía salirse de sus casillas y menospreciar el trabajo de Aomine. Pasó una mano por su corto cerquillo tirándolo para atrás. Si no se relajaba, de nuevo terminarían disgustados y cada uno por un lado del departamento. Bufó y trató de remendar su error, pero la voz de Momoi lo exasperó.
—Dai-chan, mira he encontrado algo —dijo emocionada. Había encontrado una posible pista para hacerle seguimiento a un psicópata—. Es-…
—Cierra la maldita boca. —Kise habló dejando a Momoi sin palabras—. No puedo, Daiki, no puedo con tus estupideces —dijo derrotado—. Búscate otro empleo o terminamos.
—No lo haré, si hay alguien que debe cambiar de trabajo eres tú, —Recriminó—, y no le vuelvas a hablar a Satsuki de esa forma o te rompo la boca de un puñetazo.
—¿Crees que me da miedo que me amenaces? No te creas tanto, idiota —dijo y estiró apenas el cuello, lo miraba altivo y con un gesto prepotente.
—Lo mismo te diría yo, no te creas tanto —Utilizó sus mismas palabras—. Solo sigues siendo un estúpido niño engreído con el caprichito de pilotear aviones.
—Yo no tengo caprichos, tengo proyecciones laborales, Daiki. Una de ellas es llegar a ser un piloto reconocido y todavía me faltan años para lograrlo —dijo haciendo énfasis—. En cambio, tú vives conformándote con las migajas que te da la vida.
Aomine observó a Kise en silencio varios minutos. Ninguno bajó la mirada ante el desafío, menos Ryōta que sabía exactamente dónde hincarle cuando perdía la paciencia.
—Vámonos, Satsuki, —Había sido suficiente, Aomine cortó el contacto visual y recogió los papeles de la mesa—, trabajaremos en la oficina.
Momoi acató la orden sin protestar. Se colocó nuevamente su cartera y salió a pasos rápidos de ese departamento. La bomba estaba por explotar.
—Por cierto, Kise —dijo Aomine mientras cogía sus llaves—, siéntete en toda la libertad de continuar con tus proyecciones laborales; eres completamente libre —dijo antes de salir.
Esas palabras frías lo tomaron por sorpresa. Kise pestañeó incrédulo y trató de acercarse para solucionar lo que había causado con su enojo, pero Aomine ya le había cerrado la puerta, era demasiado tarde.
Daiki se frotó la sien, tenía ganas de regresar y arrepentirse de lo que había dicho. Había hablado por hablar al sentirse atacado, pero lo cierto era que esa relación cada día se tornaba más desgastante para ambos. Momoi se acercó a él y lo abrazó antes de tomarlo del brazo, era lo mejor salir de ese edificio.
~4~
Para Akashi Seijūrō, la ociosidad era el peor defecto que una persona tenía. Un defecto imperdonable debido a su esquematizada y rigurosa vida desde la infancia. Disciplinado para ser un hombre de éxito. Por eso, no comprendía cómo Murasakibara vivía sin preocupaciones ni aspiraciones de ningún tipo. No había ganas de superarse o llegar a ser alguien. Atsushi había desperdiciado ocho años en la vagancia e iba por el noveno.
Por su poco tiempo disponible, Akashi nunca le había hecho realmente hincapié en ese tema. Siempre colocó en un segundo plano la vida de Atsushi, porque era precisamente eso: la vida de Atsushi. Él no se inmiscuyó, pero en ese momento se encontraba de vacaciones laborales, aunque no académicas. Recién a sus 26 años, estaba terminando el MBA en la universidad de Tokio. El trabajo al lado de su padre era acaparador y, por un par de años, paró con los estudios para dedicarse enteramente a los negocios después de terminar su carrera de Economía en la misma casa de estudios.
Todo había salido de acuerdo al plan inicial, tanto en su vida laboral como la profesional, pero su vida sentimental seguía estando con quiebres. No había peleas entre ellos, pero la actitud de Murasakibara le comenzaba a exasperar ahora que veía a diario la holgazanería de su novio y que su padre lo estaba presionando para ponerle las pilas si no quería problemas.
Akashi terminó de revisar el archivo que imprimiría más tarde y cerró su ordenador. Eran casi las 14:00 horas, sus clases todavía empezaban en veinte minutos más. Se alistaría. Subió a su habitación y tomó su maletín junto con la billetera. Bajó nuevamente y guardó su laptop en la mochila, también metió dos libros.
—Aka-chin~~, los empleados todavía no han cocinado —escuchó. Seijūrō suspiró y no hizo caso—. ¡Aka-chin~~~!
Se colgó la maleta y fue a la sala donde estaba su pareja, con quien iba a cumplir dentro de poco 10 años de noviazgo. Diez años que se habían convertido en un chasquido. El pelirrojo todavía no concebía que el tiempo se haya pasado tan rápido y le era increíble pensar que llevaban esa cantidad de años junto a él.
—Atsushi —dijo al verlo desparramado en sillón—, te advertí que mi padre no amenazaba en vano. Los empleados no nos atenderán más.
—Pero tengo hambre~~~~.
—Lo mejor será que comas en algún restaurante. —Sugirió—. Ten cuidado al salir y, por favor, desconecta lo que enchufas.
—Aka-chin, espera, pero no tengo dinero —dijo extendiendo una mano—. ¿Me prestas~~? Mis ahorros ya se acabaron.
—La cuota. —Akashi le corrigió—. Atsushi, ya te lo he dicho, yo estoy de acuerdo con la posición de mi padre, ponte a trabajar si quieres obtener dinero. Esfuérzate.
—¿Pero por qué? No hay ningún apuro, Aka-chin~~. Más tarde miraré el periódico. —Atsushi volvió la atención a sus caricaturas favoritas.
—Tienes 26 años, Atsushi, reflexiona. —Akashi avanzó unos pasos poniéndose delante del mayor para que le prestara la debida atención—. No ganamos la aprobación de mi padre sin ningún propósito. Esmérate, empieza por un trabajo de medio tiempo.
Para Masaomi, padre de Seijūrō, fue un golpe bastante fuerte enterarse que su hijo había estado manteniendo una relación a escondidas con un bueno para nada —palabras literales con las que él se refería a Murasakibara—. Aun así, a pesar de todos los contras que le sacaba al novio de su hijo cada vez que lo veía, aceptó esa relación con dos condiciones. Uno, que no descuidara los estudios y el trabajo. Dos, no espectáculos en vía pública. Cuando llegaron a ese acuerdo, Akashi invitó a Atsushi a vivir con él para la privacidad.
Seijūrō había cumplido con ambas condiciones a lo largo de esos años. Trabajaba en la casa de bolsas de su padre y, en sus tiempos libres, enseñaba shōgi en una academia que montó.
En cambio, Atsushi era harina de otro costal, no hacía ningún esfuerzo por demostrarle a su suegro que no era un bueno para nada. Cuando terminó la preparatoria, se dedicó a salir y darse un par de años para pensar profundamente en qué estudiar. Al pasar el plazo, puso como excusa su accidente en carro y su pierna rota, razón por la cual no se instruyó en nada en un par de años más. En el quinto año de vagancia, se le dio por aprender a conducir. Un chispazo de improductividad, como le llamó el señor Akashi. Seijūrō, por su parte, lo apoyó.
Sin embargo, Murasakibara no solo se tardó otros 365 días más para aprender a manejar un auto, sino también los ahorros de Akashi se fueron por el drenaje por las cuentas que tuvo que pagar por todos los desastres y destrozos que había ocasionado Atsushi en sus dichosas clases de práctica, con un instructor que lo odiaba.
Finalmente, los tres últimos años se la había pasado entre ir a un curso para hacer postres y dulces —otra acción improductiva para el dueño de la mansión—, el club de los dulces —ocio de ociosos—, el billar —casa de los ludópatas— y dormir.
Akashi, simplemente, no iba a permitir un noveno año de sinónimos referidos a la ociosidad de su pareja. Los comentarios de su padre le pasaban factura directa en problemas y dolores de cabeza continuos. El pelirrojo suspiró y fue a desconectar el cable del televisor. Sin esa distracción, mantendría a Murasakibara con los ojos fijos en él.
—Atsushi, estos últimos meses los has transcurrido sin ningún propósito. Vives entre comer, ver televisión o irte al billar a jugar con Tatsuya. —Akashi enumeró, sus brazos cruzados le imponían aún más seriedad a sus palabras—. Te lo advierto por última vez, busca un empleo. Puedes o no hacerme caso. Pero si decides no hacerlo, te echaré de esta casa.
Sacó de su maletín una sección del periódico que había comprado en la mañana. Puso los anuncios de trabajo en uno de los soportes laterales del sillón.
—Es tiempo que empieces a comportarte como un joven adulto, no un adolescente —dijo para terminar con esa plática—. Nos vemos, iré a la universidad.
Akashi caminó hacia al pasillo y, minutos después, se escuchó el sonido de la puerta cerrarse. El ruido que hacía la reja que daba para la avenida no lo llegó a oír. Murasakibara se movió con pereza y miró desinteresado la primera plana. Había varios empleos como editor de manga, chofer, electricista, bombero, policía, ayudante de cocina, entre otros.
—Trabajar, trabajar, es lo único que dice~~.
Nada le llamaba la atención o, en otras palabras, todo le daba flojera de hacer. Pensar en levantarse temprano todos los días lo agobiaba. Atsushi dejó el periódico a un lado y sacó su celular para llamar a su mejor amigo de preparatoria.
—Muro-chin, ¿me acompañas al centro~~? Ya se me acabaron mis dulces —dijo al ser cogido en la línea.
—Atsushi, esta vez tardaste menos, eres un caso especial. —Tatsuya rio apenas—. En quince minutos, espérame en el billar de siempre.
Aplazaría la búsqueda de trabajo para otro día, a pesar de la advertencia dado hace unos minutos. Cogió su casaca que estaba tirada en el piso, aunque no hiciera tanto frío, y salió de la casa sin siquiera llevarse consigo los anuncios laborales.
N/F: Esta historia ya está finalizada y la Primera Edición estuvo por mucho tiempo en la gran web. Ahora la subo como una Segunda Edición bastante notoria, debo decir. Corrección de errores en tiempo y espacio, una mejor redacción, detalles más fondo y lineamientos necesarios.
No hay cambio de parejas, tampoco quité el M-PREG ni modifiqué el hilo esencial, aunque estoy trabajando en una versión alternativa de esta historia. EQUIS.
Muchas gracias por leer~
