Disclaimer: Los personajes aquí representados son propiedad de J.K. Rowling

Este fic participa en el minireto de octubre para La Copa de las Casas del foro Provocare Ravenclaw.

—-—-—-—-—-—-—-—-—-—-—-—-—-—-—-—-—-—-—-—-—-—-—-—-—- —

Los dedos son solo un hormigueo constante de frialdad. Ya no siente nada, solo ese continuo cosquilleo que va a menos. El frío la empieza a adormecer. No tiene fuerzas, solo quiere cerrar los ojos. Helena solo quiere agachar la cabeza y dejarse mecer por los sueños.

No lo hace. Algo la impulsa a levantarse, pero no puede. Cae de nuevo. Ve los pies de su asesino delante de ella. Intenta arañarlos pero se alejan a trompicones. Ve unas piernas correr fuera de su alcance. Un grito desgarrador rompe el silencio y Helena se permite sonreír con la idea de una venganza realizada póstumamente.

Y entonces el miedo del que lleva huyendo varios años la alcanza y en los estertores de la muerte, la ve. Su madre, dibujándose entre los árboles como una visión angelical. Ataviada de blanco se agacha frente a su hija con una mirada cargada de sufrimiento y desgarradora desdicha.

Su mano se esconde en un bolsillo y la diadema surge de él. Helena odia esa diadema. Su vida truncada por la envidia y la presión de unos indeseables. Pero son sus últimos momentos y su conciencia no le permite despedirse del mundo con rencor hacia terceros. Todo es culpa suya y su mayor temor se hace realidad. Ha matado a su madre solo por su egoísta gesto.

Huyo con su diadema, creyendo que eso la haría mejor, creyendo que eso haría que las miradas y los cuchicheos cesarían. Lo único que consiguió fue matar a su madre. Las lágrimas le empañan la vista pero la visión de su madre no se desenfoca. Sigue allí. Flotando. Mirándola con severidad, desconfianza y desconsuelo.

Rowena no mira a una hija, mira a la decepción y la traición. Helena solo quiere que deje de mirarla así pero no lo hará. Sabe que no. Teme tener que convivir con esa mirada toda su existencia. Teme merecerlo. Tendría que haber vuelto. Tendría que haber pedido perdón por su infantil comportamiento.

No hay tiempo. La muerte la alcanza. Los ojos se cierran. El corazón se frena. La vida escapa y Helena debe vivir con el peso de la angustia y la mirada de Rowena por el resto de la eternidad. Sin poder pedir perdón.