N/A: Los personajes de este fic le pertenecen a J.K. Rowling (salvo los inventados por mí) y no tengo intenciones de lucrar!!
N/A: Hola a todos!! Intento volver a escribir con un giro de la historia que se me ha ocurrido desde que leí hace tiempo el último libro. Es de esos fics en los que uno cambia un detalle y suceden muchas otras cosas dentro del interminable universo de Harry Potter. Quizá resulte un poco dificil de comprender en un principio pero con el correr de los capítulos se va a ir entendiendo mejor, e incluso habrá algunos flashbacks (nada que ver con la serie Lost jajajaja) que serán necesarios creo yo.
Siempre me fascinaron los gira-tiempos, y todas las cosas que pueden resultar de utilizarlos, o no? Otro dato: siempre me han gustado mucho las películas de la saga de Volver al Futuro...
N/A: Espero les guste este fic, y recibiré los reviews encantado!!!
Capitulo 1 = Orfanato
"Hey, fenómeno, ven aquí!"
El alto y corpulento muchacho hacía valer su superioridad física cada vez que podía, y entre sus víctimas preferidas se hallaba el flacucho joven de dieciséis años al que le acababa de gritar. Había sido un mal día para él, bastante más que lo habitual en el orfanato, y cerró sus ojos abatido y maldiciendo en voz muy baja al muchacho que nuevamente lo buscaba para aprovecharse de él.
"Hey, fenómeno! Acaso ya no escuchas?"
El muchacho, sentado en el borde de su enclenque cama levantó su vista y miró a uno de los habitantes del orfanato que más odiaba, si no el que más. El grandote se había apoyado contra el marco de la puerta de la habitación del muchacho, y lo miraba con sus oscuros ojos entrecerrados.
"Y bien? Aún estás enfadado por lo de ayer?" Le preguntó Scott.
No quería contestarle ya que se hallaba a punto de estallar en cólera, algo que nunca era bueno por dos razones: porque a veces cosas extrañas sucedían cuando su furia lo dominaba y porque luego de esos sucesos él sería invariablemente castigado por la directora del orfanato. Y además porque Scott y su séquito de abusadores se encargarían de demostrarle (con puños incluidos) lo que pensaban al respecto.
"No." Contestó lacónicamente el muchacho, esforzándose en no enfurecerse más de lo que estaba. Recordaba muy pocos días de paz y tranquilidad, tan esporádicos como raros, y los últimos días habían sido especialmente... difíciles. Y más aún el día anterior, cuando uno de los huérfanos golpeó por detrás a uno de los amigotes de Scott, quien no dudó en contarle al corpulento cabecilla lo que había ocurrido; por error lo culparon del incidente a él (y no al idiota del rotoso Peter) y fueron a buscarlo para darle una paliza. Luego de recibir una andanada de golpes provenientes de cuatro muchachos, pudo rehacerse y levantarse para salir corriendo pero fue emboscado nuevamente en el patio del segundo piso del Orfanato. En ese instante y preso del pánico y de su furia sintió que algo manaba de adentro suyo, como le había sucedido alguna que otra vez, y casualmente una enorme maceta vacía de barro salió volando en dirección a uno de los que lo estaban rodeando y se estrelló en sus espaldas.
"Me da que sí." Le contestó antipáticamente Scott.
"La directora Spencer me ha castigado por una semana, sin poder salir de mi habitación. Tienes razón, puede que sí esté enfadado." Escupió el muchacho, deseando que Scott se marchara y lo dejara en paz.
"Te lo mereces! Pudiste haber matado a Lloyd con esa... maceta!"
"Sabes muy bien que yo no fui. Me tenían frente a sus propias narices, la maceta fue arrojada desde el otro lado y..."
"Oh ya cállate maldito mentiroso! Ya sabemos que ese tipo de... cosas o... lo que sea que fueran... son ocasionadas por ti!"
El muchacho levantó su vista confundido y ofuscado. Cómo podían echarle la culpa por arrojar una enorme maceta... sin siquiera tocarla?
"Jajaja! No me mires así, engendro! No me asusta que lo hagas, ni a mí ni a mis amigos!" Le gritaba Scott con virulencia pero por algún motivo no traspasando la puerta. "Y dile a tu amigo Peter que si vuelve a hacer algo por el estilo nuevamente, pues... que le vamos a... pues lo que siempre le hacemos pero peor!"
El muchacho bajó su vista. Scott, tan corpulento como estúpido, nunca había podido expresarse muy bien pero suplía esa carencia con la autoridad de su fuerza.
"Si sabes que fue Peter quien golpeó a Benedict, por qué me han golpeado a mí?" Preguntó el muchacho sin levantar la vista del suelo, entre dientes y aguantando como podía un nuevo ataque de cólera.
"Bah, ya te lo he dicho ayer, fue un error. Y deja ya de hacerte la víctima, te he llamado porque el gusano de esa agencia juvenil o algo por el estilo acaba de llegar y está preguntando por ti!"
El muchacho suspiró de fastidio, y revolvió sus cabellos negros e indomables con sus manos. Estaba seguro que la maldita de Spencer había llamado a la oficina de asuntos juveniles de Londres por lo sucedido ayer, ya que había sido culpado por la directora de arrojar la maceta contra uno de los que lo habían acorralado para seguir golpeándolo.
"Oh, y procura disimular esa estúpida cicatriz, no quiero que crean que te la he hecho yo!" Le dijo Scott mientras emprendía su retirada. El muchacho puso sus ojos en blanco ante el absurdo comentario y se levantó de su cama, rumbo a lo que él sentía que sería un juicio imposible de ganar.
***HP***
Su larga caminata hasta la oficina de la directora había sido tal como lo esperaba, tranquila y sin nadie que siquiera lo mirara. Incluso se había cruzado con un par de amigotes de Scott, quienes lejos de molestarlo o provocarlo apenas lo miraron, conducta tan patética que rayaba la comedia, ya que sabían que un empleado de la oficina (que tenía a su cargo el cuidado y la vigilancia de los jóvenes que no tenían familias y que habitaban los orfanatos de Londres) se hallaba presente.
Luego de recorrer los mal iluminados pasillos del Orfanato con sus paredes pintadas de un deprimente gris claro, se metió en la amplia sala de estar con sillones en donde estaba la puerta que buscaba, la del despacho de la directora, y la golpeó tímidamente.
"Adelante."
Al entrar, una sensación de vacío se le generó en su estómago. La directora Spencer, el celador Malins y un hombre vestido con un traje lo miraban fijamente.
"Siéntate." Ordenó la directora; el muchacho tomó asiento en la arcaica silla de madera frente al largo escritorio del despacho, detrás del cual se hallaban sentados la directora y el hombre; el celador se hallaba parado en un costado, mirándolo receloso.
"Éste es el joven, doctor." Dijo la directora.
"Así que tu eres Harry Potter, Harry James Potter?" Preguntó el hombre sin esperar preámbulo alguno.
"Sí."
"Sí, ya han venido de mi oficina a hablar contigo en dos oportunidades, cierto?"
"Sí, eso creo."
"Bien. Y sabes por qué estoy aquí, no es verdad?" Siguió preguntando tranquilamente, aunque con un dejo de perspicacia que no pasó desapercibido en Harry; éste sólo asintió.
"La directora Spencer me ha contado que discutías con unos jóvenes y que le arrojaste una maceta a uno de ellos, lastimándolo."
Harry se fastidió; la directora parecía hacer siempre oídos sordos ante las quejas de los residentes del Orfanato contra el grupo de abusadores.
"No discutía con ellos, iban a golpearme." Contestó el muchacho.
"Y cómo lo sabes?" Preguntó el hombre, sin cambiar el tono de su voz.
"Porque me había escapado de ellos unos minutos atrás cuando me estaban golpeando, y me habían arrinconado para seguir golpeándome!" Bramó el muchacho.
"Eso no fue lo que me han contado, Potter!" Vociferó la directora con cinismo. "Me han dicho que estaban sólo discutiendo contigo cuando decidiste arrojar esa maceta."
"Esa maceta como usted dice..." Rugió Harry, pero prosiguió intentando calmarse. "Es enorme, jamás la podría haber siquiera levantado! Vayan a verla!"
"Está hecha añicos, Potter, no nos tomes por idiotas!"
El muchacho suspiró impaciente y con los nervios de punta. No vislumbraba forma alguna en la que podría salir bien parado de esta situación.
"Harry, eres conciente de que este acto pudo haber lastimado severamente a este muchacho?" Preguntó el hombre.
"Yo no..."
"Y eres conciente de que ya se te había advertido de tu conducta en repetidas oportunidades? La directora Spencer ha declarado que no es la primera vez que arrojas objetos... pesados... contra otros compañeros tuyos."
Harry notó un gesto de incredulidad en el rostro del hombre al decir la palabra pesados, como si no pudiese creer que fuera posible.
"No, yo no lo hice. Me escapé porque me estaban golpeando, me acorralaron, me..."
"Ya basta Potter, estamos cansados de tus justificaciones y de tus... actitudes extrañas!" Dijo la directora, provocando una leve sonrisa en el rocoso rostro del celador.
"Disculpe directora, puede usted dejarnos a solas?"
La pregunta del hombre tomó por sorpresa a Spencer, quien sólo pudo levantar sus finas y mal depiladas cejas. Luego de un par de segundos de duda, la directora se levantó y salió del despacho, seguida por el celador Malins.
"Bien. Ahora, Harry, quiero que sepas que no he venido aquí para castigarte ni para solicitar tu traslado a la correccional de Greenwich, pero tienes que comprender que estás en el límite y que si fuera por la directora ya estarías allí."
Harry asintió, desganado e infeliz. Su vida había sido un enorme compendio de injusticias y maltratos de lo que nadie parecía percatarse, y no dudaba un solo instante que terminaría en ese antro de perdición que acabaría con lo poco que le quedaba de cordura y juventud. Siempre había considerado un suplicio haber vivido con sus tíos de Little Whinging, pero sus años en el orfanato fueron mucho peores.
"Disculpa que no me haya presentado. Mi nombre es Mark Liasom, soy doctor en psicopedagogía infantil y presido la Oficina de asuntos juveniles del distrito de Londres." Dijo el hombre, obteniendo sólo un gesto de asentimiento en Harry.
"Dime Harry." Agregó luego de unos segundos, tomando unos papeles de su maletín. "Qué recuerdas sobre tus padres?"
Harry suspiró. "Murieron en un accidente de tránsito cuando era pequeño."
"Ahá. Y has vivido con tus... tíos... no es así? Por cuántos años?"
"Hasta casi los once años creo."
El doctor Liasom se quedó mirándolo, esperando un poco más de comunicación, pero no lo iba a lograr de un muchacho que siempre había sido parco y poco comunicativo.
"Y fue cerca de tu onceavo cumpleaños cuando..."
Harry se puso nervioso, temía que por las extrañas cosas que a veces le sucedían terminaran por echarle la culpa por todo, inclusive por la muerte de sus tíos. "Entraron a robar a la casa y terminaron asesinándolos. Yo me salvé porque no estaba allí!"
"Calma Harry, nadie quiere echarte la culpa por nada. Sólo estoy repasando tu... no muy dichosa vida... que figura aquí en los registros." Contestó el doctor, mostrándole los papeles que tenía en sus manos.
El muchacho se calló, intentando contener sus nervios. Sabía sobre objetos que salían volando como si nada o cosas que se rompían durante sus estallidos de furia, y alguna que otra vez llegó a considerar la posibilidad de ser el responsable de lo que les había ocurrido a sus tíos.
"Y según estos registros, no recuerdas el incidente porque apareciste unas horas después al otro lado de la ciudad..." Siguió el doctor, frunciendo su entrecejo ante lo que leía. "Golpeado, desorientado y sin la más mínima noción del tiempo o de lo que te rodeaba, y... con un gran hueco en tu memoria."
Harry asintió; apenas podía recordar eso, a decir verdad recordaba muy poco de los días subsiguientes a la muerte de sus tíos y de su primo, como si lo hubieran drogado o golpeado fuertemente en la cabeza.
"Y según estos mismos registros, la policía de Survey no se explica cómo hicieron los supuestos ladrones para destruir la casa de tus tíos y dejarla como la dejaron."
Harry volvió a asentir, cada vez más apesadumbrado. Había odiado a sus tíos y a su primo Dudley durante años, pero cuando se enteró de lo que les había sucedido lloró desconsoladamente; y algunos meses después cuando ya estaba en el Orfanato de Santa María, pudo conseguir que un empleado lo acompañase a ver la casa. La misma aún se hallaba semi-destruida, y su corta edad no le había permitido percatarse de tamaña destrucción salvo por la cara de extremo asombro del hombre que lo acompañaba. Odiaba sus recuerdos, sus memorias. Odiaba su vida y su pasado. Odiaba recordar.
El doctor Liasom esbozó una mueca de resignación ante la escasa comunicación que estaba obteniendo del muchacho, e intentó cambiar de estrategia.
"Harry, la directora Spencer cree que tú arrojaste esa maceta contra el muchacho, y me ha dicho que no es la primera vez que tienes actitudes violentas contra algunos de tus compañeros."
"Yo no lo hice! No puedo creer que usted también lo crea…" Gimió Harry, temblando de sólo pensar que acabaría en la correccional juvenil.
"La doctora Stalina, la recuerdas? Vino hace algunos meses… febrero creo… a hablar contigo. Recuerdas?
Harry asintió cabizbajo.
"En aquel entonces hubo otro incidente, hmm…" Agregó el doctor buscando el documento correspondiente dentro de su maletín. "Otro compañero tuyo salió despedido hacia atrás violentamente en plena discusión contigo. Se estrelló de espaldas contra una pared… tú estabas furioso con él… la directora te pidió explicaciones… tú negaste haberlo hecho…"
Mientras Liasom leía el reporte de ese incidente, Harry cerró sus ojos abatido. Recordaba perfectamente ese día meses atrás ya que fue cuando la directora Spencer determinó castigarlo suspendiendo indefinidamente sus salidas de esparcimiento, castigo que en el Orfanato suele ser el peor de todos; perder la escasa libertad que le daban y tener que permanecer dentro del deprimente edificio sin posibilidad alguna de disfrutar del aire y del sol o de las actividades programadas para ellos era sencillamente inaguantable, especialmente cuando sus compañeros regresaban alegres y satisfechos.
"Duro castigo, eh?" Dijo Liasom levantando la vista del documento para mirar a Harry; éste no ofreció ninguna respuesta al comentario, y permanecía con su vista clavada en el piso. Aquel prosiguió: "Un principio de incendio hace un par de años… estofado caliente en la cabeza de Lloyd hace menos de un año… el retrato preferido de la directora arruinado por incrustarse en la cabeza de Damian…"
"No he sido responsable de nada de eso. Ni siquiera estaba cerca del plato de comida de Lloyd!" Se quejó Harry luego de algunos segundos.
"Entonces dime cómo es que suceden estas cosas, porque nadie lo puede comprender." Agregó Liasom, a lo que el muchacho contestó agachando su cabeza.
"Quiero ayudarte, muchacho, pero no percibo que lo aprecies. Ayúdate a ti mismo y háblame, para eso he venido."
Harry negó con su cabeza. "De cualquier manera me mandarán a la correccional, estoy seguro."
"Es lo que la Directora Spencer quiere, si. Pero en la Oficina de Asuntos Juveniles buscamos ayudar a los jóvenes que deben vivir en los orfanatos, y recurrir a un traslado a una correccional juvenil sólo en última instancia." Explicó el doctor Liasom.
"No pueden enviarme a otro orfanato?"
"No. El traslado de un joven de dieciséis años de edad como tú a otro orfanato sólo empeoraría las cosas. Por qué lo preguntas?"
"Porque Spencer me detesta! Siempre me cree culpable de todo!" Contestó Harry irritado.
"Directora Spencer, Harry. Y tienes que comprender que la directora es competente en su cargo, pero no puede manejar tus… digamos… arranques de cólera, o mejor dicho todo lo que sucede cuando tú te enfadas demasiado."
"Alguien de ustedes acaso se pregunta por qué yo y algunos más de mis compañeros sufrimos de esos arranques de ira?" Preguntó Harry desquiciado.
"Dímelo tú."
"No tienen ustedes otros de esos…" Dijo el muchacho señalando la carpeta llena de documentos y papeles relacionados con él.
"Legajos." Dijo el doctor, completando la frase.
"Legajos. No tienen ustedes otros de esos legajos sobre Scott, o Lloyd, o Damian?"
"No que yo sepa." Contestó Liasom frunciendo el entrecejo.
"Oh qué bien! Pues resulta que ese grupo de idiotas sobredesarrollados se la pasan molestándome y golpeándome! Pero es más fácil para Spencer echarme la culpa e intentar deshacerse de mí, cierto?"
"Directora Spencer, Harry." Agregó Liasom tranquilamente. "El problema no es el tal Scott y sus compañeros. Matones, abusivos, aprovechadores, los hay en todos lados Harry. El problema es que los objetos parecen volar durante tus cóleras, o estrellarse en alguien. No es algo que se pueda considerar como cotidiano, y francamente nadie quiere otro muchacho lastimado o herido."
No, Harry tampoco quería eso, y nunca lo había querido, pero no podía dominar esos extraños sucesos que ocurrían cuando él se enfadaba mucho o cuando alguien lo molestaba demasiado. Y lo peor de todo era que todos sabían o intuían que él era de alguna manera el causante de esos incidentes. Cuando menos nada extraño sucedía cuando le dolía su cicatriz en la frente, la cual comenzó a dolerle hacía ya más de un año, primero muy esporádicamente y luego un poco más frecuentemente.
"No soy una mala persona, doctor." Susurró Harry, desganado.
"No creo que lo seas, muchacho. Pero explícame por qué crees que suceden todas esas cosas extrañas cuando te enfadas."
"No lo sé." Le contestó, encogiéndose de hombros. "No quiero que sucedan, ni que me aíslen por raro ni que me llamen monstruo o fenómeno."
"No, a nadie le gusta eso. Pero no comprenden por qué suceden esas cosas y te rechazan por ello, incluso algunos te tienen miedo. Si te pusieras en lugar de ellos verías que…"
"Y por qué nadie se pone en mi lugar? Si me dejaran en paz y no me golpearan, nada ocurriría!" Interrumpió Harry.
"Te prometo que hablaré con la directora al respecto, Harry. Pero no puedes esperar que lo entienda ni lo acepte."
No, el muchacho sabía que no podía esperar eso de la directora. Ella jamás aceptaría cambiar su forma de ver las cosas y prefería deshacerse del problema cuanto antes. Harry sabía que la directora intentaba conseguir un traslado a la correccional de Greenwich desde hacía años para él, y estaba a punto de lograrlo.
