"El búho blanco y el cuervo"
I
En uno de los paseos por el bosque de Mr. Gold en su ajustado traje negro, con mandil y pala en mano; un ángel le cae del cielo, desnudo y con dos enormes alas blancas. Gold le presta el saco y ofrece llevarla al hospital. La pequeña le dice que no es necesario y le declara su amor, pues ha venido desde el cielo con la sola misión de salvar su alma. Incrédulo, la lleva a casa por curiosidad.
Si tuviera que elegir las razones, por las que este hombre salió de la espesura del bosque, vestido en traje sastre, mandil, con una pala y bastón en sus manos; tendrían que ser por supuesto relacionadas a las plantas. Quizás, gusto por la jardinería.
Por su complexión más bien menuda y los rasgos delicados, con dulces ojos cafés y nariz peculiar, sería poco probable sospechar en el significado de cierto líquido viscoso que recorría su mejilla. Entonces las razones se reducirían a un gusto por la cacería. Y me atrevo a afirmar, por la expresión tan risueña en su rostro, que había saboreado su presa con singular alegría.
Para Mr. Gold no era extraño pasearse por esos parajes. Eran preciosos. Con la humedad de la noche aún en las hojas de los árboles y los primeros rayos del sol despertando a las aves. Respiró profundamente. Con la mirada puesta en el firmamento gris y el verdor de los árboles, le fue imposible evitar notar las formas redondas, blancas y perfectas, que con un crujido del ramaje le cayeron del cielo.
¡Crack! ¡Frum! ¡Pomp!
A sus años, una caída de esas no era precisamente para reír. Pero cuando una criatura tan preciosa te mira con los ojos llenos de preocupación, lo único que puedes hacer es quizás, intentar al menos sonreír.
-¿Estás bien? –
Con una voz suave y unos ojos tan claros, las pestañas largas, mejillas redondas y los labios carmín; la criatura no podría ser más que llamada, bella. Un ángel sin duda… y de hecho. Pues aún deslumbrado por otras… características, no hubiera sido sencillo pasar por alto las dos enormes alas blancas que le crecían en la espalda desnuda.
En su pobre intento de conciliar con la realidad, la caballerosidad innata en Gold se puso de frente al dolor de su espalda y al sentido común.
-¿Usted está bien?
Que ligera se sentía su sonrisa.
En un momento que podría describirse como incómodo, la criatura notó que su peso no era poco y procedió a ponerse de pie. Gold tuvo que esperar un poco más para recuperar el aliento por completo. Tomando el bastón del suelo lodoso, la pequeña niña le extendió el brazo para ayudarlo a levantar.
Pequeña, era un buen adjetivo para describirla. Un poco más baja que Gold quién no era precisamente muy alto; era sorprendente la gracia que tenía para levantar sin esfuerzo sus dos extensiones blancas. Ya de pie, el cabello castaño resbaló por sus hombros y fue aún más evidente, que el adjetivo de "niña" pues, no precisamente.
De inmediato Gold procedió a desanudar el mandil verde y quitarse el saco, para con un poco de ingenio cubrir su lozana desnudez de frente. A pesar del frío, ella era cálida.
- ¿Gracias?
-No…no hay problema. – huir le cruzó por el pensamiento, pero pensó en el ridículo, si alguien se enteraba que el Oscuro Mr. Gold corría como gacela frente a una niña pequeña, aunque tuviera alas. - …una caída de este tipo, señorita, puede dejar heridas internas graves. Si usted desea puedo dejarla en el hospital. Mi auto no esta lejos y si me permite…
- ¡Oh!¿Heridas?
El tono de alarma en la voz de la joven no fue suficiente para ocultar el quejido de Gold, al sentir las pequeñas manos pasearse sobre el apretado traje. Auscultar sería el término elegante. Inclinando la cabeza, la joven colocó la oreja sobre su pecho para sentir el latido de su viejo y acelerado corazón.
-¡Detente, Cariño! - con ambas manos y un sonrojo poco común en él, la tomó firmemente de los hombros, poniendo distancia entre los dos. En su tono podía sentirse la molestia, que precedió a un silencio quizás incómodo. La pequeña le sonrío de nuevo.
-Te amo…
-… - …
- …te ame desde el instante que Dios te creo en este mundo, y te he adorado en cada soplo de la eternidad de tu presencia, incluso antes de que la semilla de ti fuera puesta. Eres tan precioso, bello y perfecto. Si pudieras percibirlo con la gracia del amor infinito que me envía a ti, entonces, podrías darte la oportunidad de luchar por el lugar que te corresponde en el Edén... El amor infinito me ha enviado para salvar la bondad de tu alma y llevarte al Paraíso.
-…-
La inocencia tan sincera y pura en su dulce rostro. La emoción y la pasión impregnadas al sonido de sus palabras, se extendían como ondas en el cuerpo; empujando con dulce firmeza, acariciando, traspasando y replegándose en sí mismas, con la misma facilidad con la que venían. ¡Gold juró en ese instante que el piso se marchaba de su lado junto con el juicio!
Tras su apasionado discurso, el ángel se le quedó mirando fijamente, intentando comprender su silencio, y continuó.
- Si me permites mostrarte por medio de este envase bendecido por Dios, que ninguna corrupción de la carne ni el pensamiento puede borrar la ino…
-Wu…-Levantando la mano, Gold trago saliva dos veces antes de continuar su intento de recuperar el dominio de su respiración. Estremecido por los espasmos que esta energía extraña le causaba - …silencio, por favor, solo… - ni siquiera intento terminar la frase.
Gold caminó lenta y pesadamente hasta darle la espalda a la criatura alada. Avanzó hacia donde iniciaba la vereda. Un instante después el ángel extendió las alas para emprender el vuelo, pero ante la imposibilidad de elevarse por las copas de los árboles, terminó por correr detrás de él, arrastrando hojas, piedras y lodo con las puntas de las alas.
"No va a ser tan sencillo" pensó Gold, "meter tantas plumas dentro del Cadillac".
