Saludos a todos :3
Debes en cuando se me van a ocurrir algunas ideas raras sobre lo acontecido en InuYasha Kanketsu-Hen. He aquí una de ellas. En esta historia cuento desde mi punto de vista como es que Kohaku obtuvo su hoz, forjada por el mismísimo Totosai, obviamente no debió ser fácil para el joven humano.
Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo solo escribí la historia porque me encanta este anime.
Capitulo 1: Decisión
Había pasado medio año desde la derrota de Naraku y la destrucción de la perla de Shikon. Kohaku aun se encontraba tratando de asimilar su nueva vida en la aldea de la anciana Kaede. A pesar de estar con su hermana y amigos, no podía sacudirse el peso de los recuerdos. Él se sentía muy agradecido por lo que Kikyo había hecho, regalarle su luz para continuar viviendo, sin embargo tenía una sensación de vacío.
Su hermana Sango ahora se encontraba feliz, dándose un respiro y disfrutando de su romance con el monje Miroku y él no quería ser un hermano inoportuno. Solamente la pequeña Kirara permanecía a su lado, escuchándolo atentamente. Sabía, que si ella pudiera hablar, le daría algún consejo o unas palabras de ánimo para superar el dolor.
Estaba atardeciendo, el joven y la felina se encontraban en una colina a la salida de la aldea, estaban sentados tranquilamente, admirando el color del cielo, la luz del sol se despedía matizando las nubes. El joven miraba a la lejanía y soltó un pequeño suspiro.
–Sabes Kirara, si no hubiera sido tan débil, ni tan cobarde… las cosas habrían sido diferentes– dijo Kohaku.
La pequeña gata demonio solo maulló, reafirmando que entendía el sentir y las palabras del joven.
–Bien, ya no tiene caso lamentarse por el pasado. Es tiempo de continuar, he tomado una decisión Kirara– expreso con ánimo. – ¡Voy a convertirme en el mejor exterminador de demonios, tengo que demostrarle a mi hermana y a mi padre que puedo hacerlo!– dijo el joven poniéndose de pie y mirando al horizonte, había un renovado brillo en sus pupilas.
Kirara lo miro, parpadeo un par de veces y maulló en un gesto de aprobación. Después brinco a sus brazos y ambos comenzaron su regreso a la aldea.
…
– ¿Qué estás diciendo Kohaku?, ¿Estás seguro de esto?– pregunto angustiada Sango, al enterarse de la decisión de su hermano.
–Hermana, estoy completamente seguro. No deseo permanecer aquí sin hacer algo al respecto, no me siento bien conmigo mismo después de lo que paso con Naraku. Por favor no quiero que me detengas– contesto Kohaku al tiempo que empacaba algunas cosas básicas para comenzar un viaje.
–Pero Kohaku, no es necesario que demuestres nada, ya no tienes por qué preocuparte mas– dijo Sango.
El joven término de empacar, estaba vestido con su traje de exterminador y su katana en la cintura. En su hombro izquierdo ya cargaba una pequeña bolsa con provisiones y otros artilugios, en su mano derecha la hoz de hueso gris, estaba afilada y lista para su uso. Se acerco a su hermana y la miro directo a los ojos.
–Por favor, debo hacer esto… solo confía en mí– dijo el muchacho con seguridad en su voz. Simplemente ya había tomado una decisión.
Sango lo miro por unos segundos, su hermano Kohaku había tenido que madurar de forma brutal cuando apareció Naraku, sin embargo, al ver sus ojos pudo comprobar que eran los mismos que tenía su difunto padre. En ellos se reflejaba el valor y la fuerza que todo exterminador debe tener para hacer su trabajo. La meta que se había autoimpuesto era la de encontrar su propia paz interior y reafirmar el porqué, pertenecía al clan de los exterminadores de demonios.
–Kohaku, claro que confió en ti, te deseo suerte– expreso con sinceridad la joven, al tiempo que lo abrazaba.
Él correspondió a su cálido gesto, sabía que su hermana jamás dudaría de él.
Poco después caminaba a la salida de la aldea, Kirara estaba a su lado, la gata demonio no lo dejaría solo en esta aventura. Todos sus amigos ya estaban enterados y aunque se mostraron reacios al principio, terminaron aceptado la decisión del joven exterminador.
Cuando ya se encontraban recorriendo una colina y la aldea se perdía de vista, alguien los alcanzo.
–Oye, Kohaku– hablo InuYasha, quien apareció brincando de un árbol.
–Señor InuYasha, ¿Que hace aquí?– pregunto el joven.
–Solo vengo a darte un consejo… si deseas ser el mejor exterminador de demonios, necesitas mejorar las armas que tienes– expreso el medio demonio.
– ¿A qué se refiere, señor InuYasha?, las armas de los exterminadores están hechas con los restos de los monstruos y demonios que cazamos– comento Kohaku. –Son las mejores para eliminarlos. –
–Sí, lo sé, pero a final de cuentas son armas elaboradas por humanos. Si realmente deseas ser el mejor, tienes que buscar a Totosai y pedirle que forje un arma para ti– hablo con seguridad InuYasha.
–Se refiere al herrero que forjo su espada y la del señor Sesshomaru, ¿Verdad?– cuestiono el joven.
–Así es, ese viejo demonio vive en la montaña de fuego y solo podrás llegar a ella desde el aire– respondió el medio demonio.
– ¿Cree que el gran Totosai quiera forjar un arma para un humano?– interrogo el exterminador.
–Eso debes averiguarlo tú. Te deseo suerte y no mueras en el camino, tu hermana no lo soportaría– finalizo InuYasha al tiempo que se despedía del chico y se alejaba de regreso a la aldea.
–Gracias, señor InuYasha– murmuro Kohaku. –Vamos Kirara, tenemos un largo camino por delante– le hablo a la felina.
Kirara le contesto con un ronroneo al tiempo que se transformaba. Ambos emprendieron el vuelo en busca de la montaña de fuego.
Atrás, en los límites de la aldea, una joven miraba el cielo y las azuladas montañas. Su mirada era triste, sin embargo estaba feliz de saber que su pequeño hermano, había logrado superar todos los obstáculos, incluso la muerte.
–Él estará bien, no te preocupes– hablo el monje Miroku a sus espaldas.
–Lo sé, mi hermano ya no es el niño con el que crecí… sin embargo su corazón sigue siendo el mismo y ahora el lazo que nos une se ha hecho más fuerte. Kohaku se convertirá en un gran exterminador y mi padre estará orgulloso de él– dijo Sango, con una sonrisa.
El monje le devolvió el gesto y después le ofreció su brazo, la joven se aferro al mismo y juntos comenzaron su regreso a casa.
…
Kohaku y Kirara sobrevolaban un bosque, estaba por anochecer así que decidieron acampar en un pequeño claro. Han viajado por dos días y necesitan reposo.
–Kirara, tenemos que cazar algo para comer, ya se acabo la reserva de carne que teníamos– dijo Kohaku.
Kirara gruño suavemente al tiempo que olfateaba el aire, buscando una posible presa, de pronto salió corriendo hacia unos arbustos. El joven vio como la felina se perdía entre las sombras de los árboles y sonrió.
–Perfecto, parece que ya encontró la cena– dijo, mientras comenzaba a juntar ramas para encender una fogata.
Poco después la noche dominaba, el cielo oscuro estaba iluminado por la luna, casi llena. Exterminador y gata demonio comían tranquilamente la carne asada de algún animal y se refrescaban con el agua recolectada de un riachuelo cercano.
Los sonidos del bosque se escuchaban serena e intermitentemente, pero en un instante todo quedo en silencio. Casi de inmediato ambos dejaron de comer y alertaron sus odios. Kirara comenzó a gruñir hacia una parte del bosque y Kohaku alisto su hoz, atento a las reacciones de su compañera.
La tierra tembló ligeramente, eran los pasos de algo enorme que se acercaba, seguramente atraído por el aroma de la carne al fuego o por el joven humano. De entre los arbustos emergió un enorme monstruo de aspecto lupino, de enormes garras que dejaban marcada la tierra con sus huellas, su pelaje rojizo brillaba ligeramente a luz de la luna, sus ojos brillaban con el atisbo de hambre y sus fauces babeantes lo confirmaban.
Kirara se transformo para enfrentar a la criatura, sin embargo el exterminador ataco primero lanzando su hoz a distancia. Rápido y certero, el filo del arma daño el costado de la bestia, la cual rugió al tiempo que corría hacia el muchacho. En ese instante Kohaku brinco ágilmente al lomo de Kirara, quien emprendió el vuelo de inmediato.
El sobrenatural lupino gruñía molesto hacia el cielo dando vueltas una y otra vez, no podría alcanzarlos aunque brincara. De pronto la respiración de la bestia se vio interrumpida por el filo del arma exterminadora, su yugular dejo escapar la sangre que lo mantenía con vida, segundos después caía pesadamente al suelo.
Ambos descendieron y Kohaku desmonto, acercándose a la bestia, la pateo ligeramente comprobando que estaba muerta.
–Era un monstruo de bajo nivel, seguramente estaba famélico, por eso se atrevió a acercarse– dijo el muchacho, al tiempo que tomaba una de las patas de la criatura y le examinaba las zarpas. –El filo de las garras es muy bueno, creo que me pueden ser útiles como dagas– finalizo.
Rato después terminaban de cenar y decidieron dormir. La noche continúo tranquilamente.
Continuara...
