I don't know you anymore
Capítulo 1
Por Lu de Andrew
OoO OoOoOoOoOoOo
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Eran las cuatro de la mañana cuando unos leves golpes, despertaron a Albert Andrew, de su profundo sueño.
-¿Qué pasa, Albert?- Preguntó su esposa, un poco exhaltada.
-No lo sé, pero tu no te preocupes, en unos momentos saldré a ver qué pasa. Por favor, tu quédate tranquila, ¿sí? Recuerda tu estado, no te hacen ningún bien los sobresaltos.
Albert tomó su bata de seda y se dirigió a la puerta de la habitación. Al abrir encontró al mayordomo, Albert, inmediatamente le hizo una seña para que bajaran, no quería que su esposa se sobresaltara, fuera lo que fuera.
Antes de cerrar la puerta, dio un último vistazo a la habitación, se quería asegurar que su esposa, siguiera durmiendo. Con tres meses de embarazo, ella estaba un poco delicada. Por eso no quería que sufriera algún tipo de sobresalto.
Antes de bajar las escaleras, el mayordomo hizo una pausa significativa en su andar. Quería ponerlo al tanto de lo sucedido. Albert notó su desasosiego, detuvo su paso, y se atrevió a preguntar:
-¿Qué es tan importante para que me despiertes a estas horas de la madrugada, Philip?-
-Señor, créame que, de no considerarlo necesario no lo habría hecho, pero es importante...ahí abajo, está...está una joven-
-¿Una joven? ¿Y qué quiere? Por Dios, hombre, no me hables en abonos. Ve al grano-
-Es una joven... que dice que lo conoce. Ella...ella, pidió verlo, viene con un niño en brazos- Albert notó, la incertidumbre y...cierto temor en los ojos de su mayordomo. ¿Quién podía ser esa "joven" que llegaba a las cuatro de la mañana, decía que le conocía y con un niño en brazos? Sin ánimos de jugar a las adivinanzas, le preguntó directamente a Philip:
-¿Y esa joven, tiene nombre?- Con paso decidido, empezó a descender las escaleras, el día siguiente tenía una agenda llena, y lo único que quería era descansar.
-Sí, señor. Dijo que solo le dijera que...que...Candy, lo buscaba.
¡Candy!
Ese nombre vibró en lo más profundo de su ser. Removió cosas en su mente y lo que era peor, en su corazón. Se detuvo en medio de la escalera, y como si estuviera en una película, se sintió como se movía en cámara lenta hacia el hombre que se había quedado a su espalda.
Miles de recuerdos se agolparon en su mente. ¿Cuánto tiempo había pasado, desde que ella decidió desaparecer? Ahora comprendía la actitud de su empleado de confianza, Philip, conocía la triste historia. Y conocía su nombre, Candy.
-Creo que al menos, ahora ya podrás asociar ese nombre con un rostro. ¿No es así?
-Señor, le aseguro que no supe que hacer.
-Está bien, que me hayas llamado. ¿En donde está?
-En la biblioteca señor.
-Muy bien.
Albert se tomó unos segundos, para recomponerse, aunque se sentía nervioso y sumamente extrañado.
¿Qué se suponía que haría cuando la tuviera frente a él? Su memoria traicionera, recordó las ocasiones en que la había tenido así, frente a él, y en lo único en que podía pensar era en besar sus labios, y jugar con sus rizos sedosos. ¿Y cuantas veces no lo había hecho? Un dolor en el pecho lo obligó a apartar esos recuerdos. Recuerdos que ya no tenían lugar ni tiempo. Y mucho menos, cabida. Ahora estaba felizmente casado con una mujer que le ayudó en todo ese tiempo.
No sé dio cuenta en el momento en que había empezado a caminar, hasta que vio las puertas de cedro frente a él. Las manos le hormigueaban y tuvo que cerrarlas con fuerza para que le regresaran las fuerzas. Suspiró profundamente y abrió con lentitud. Se quedó perplejo, con lo que tenía ante él.
De espaldas, estaba ella. Parecía que no habían pasado cuatro largos años. Su pelo rizado, hasta la cintura, como siempre, invitándolo a acariciarlo. Estaba más alta, pero solo un poco.
Pero la observó detenidamente y sus ropas estaban muy desgastadas, y su pelo un poco maltratado. Contuvo el deseo de correr a abrazarla. ¿Cómo podía sentir nuevamente algo en su corazón por ella? No era justo, no era justo que él, precisamente él, estuviera traicionando todo lo que había logrado, por un estúpido recuerdo.
No.
Tenía que parar eso.
Ahora.
-¿Qué es lo que deseas?-Preguntó a sus espaldas. Entre más rápido terminara con todo mejor. Ella se volteó a mirarlo. Su mirada, verde esmeralda, no tenía el mismo brillo que cuando la conoció. La encontró cambiada, solo que, ¿hasta qué punto había cambiado?
-Los años han sido benevolentes contigo, Albert- Fingió una sonrisa, aunque solo lo había dicho para que él no notara su turbación al verlo.
-No puedo decir lo mismo de ti. Se ve que no te ha ido bien-Dijo Albert, observándola de arriba abajo.
-No vengo a pedir dinero o limosna, si es lo que piensas- Contestó Candy, levantando la barbilla en señal de dignidad.
-¿Entonces?- Antes de que ella pudiera responder, un pequeño bulto que estaba recostado sobre el sofá empezó a menearse. Ella salió disparada a cargarlo. Albert solo la observaba con curiosidad.
-Es mi hija- dijo ella viéndolo a los ojos- tiene tres años y tres meses.
Para Albert, esto no pasó desapercibido. A ella la había perdido de vista hacía cuatro años. Justo después de...
No era necesario ser un genio matemático para sacar cuentas...y ver el resultado. Con lentitud se acercó a donde ella estaba con...su hija en brazos.
Se inclinó hasta la altura de Candy, sentada en el sillón. Con su mano derecha hizo a un lado la cobija que cubría a la pequeña. Era una niña rubia, con los rizos alborotados, igual que su madre. Candy levantó la vista y Albert pudo ver, por un momento, miedo en los ojos de ella, y algo más que no supo descifrar.
-Tiene muy fuerte la temperatura-Fue un susurro, pero él lo entendió claramente.
-¿Qué?-Tomó a su pequeña en sus brazos y comprobó que lo que Candy había dicho era cierto. Supuso que dadas las circunstancias en que se encontraba Candy, por eso fue a buscarlo. No tenía dinero para pagar un médico.
-Llamaré al médico de la familia. No te preocupes estará bien atendida- Albert salió apresurado y pidió a Philip, que saliera inmediatamente por el médico familiar. Justo cuando llegó de nuevo a la habitación, Candy ya estaba de pie en la entrada.
-¿Qué haces?-Albert mantenía a la niña en sus brazos, no quiso soltarla una vez que la cargó.
-Me voy.
-¿Qué? ¿Cómo que te vas? ¿Y la niña?
-Vine a dejártela. Conmigo no puede estar, es mejor para ella que se quede contigo. Yo me voy.
-¡Es tu hija! ¿Cómo puedes dejarla así como así?
-¿Cómo qué como? Tu eres su padre, yo me hice cargo de ella durante tres años, ¿no crees que ya es justo que te hagas cargo de ella?- Albert no podía creer lo que oía. ¿Cómo se atrevía a reclamarle algo así? Con cuidado dejó a su hija en el sofá nuevamente.
-Para empezar, yo ni siquiera sabía de su existencia. Ni siquiera sabía en dónde estabas tu...Candy...por favor, dime...- Él quería preguntarle absolutamente todo, y ya estaba decidido de que no la dejaría ir hasta que le explicara todo, pero no contaba con que su esposa ya estaba escuchando.
-¿Albert? ¿Qué pasa?- Su mirada ámbar, era intermitente entre Albert y la rubia frente a él.
-Elisa, te dije que siguieras dormida, yo...yo subiré en seguida-Ella hizo caso omiso y se dirigió a Candy.
-Hola, soy Elisa.
-Ella es Candy. -Se apresuró a decir Albert. Elisa lo volteó a ver y asintió con la cabeza. Candy se dio cuenta que su esposa ya sabía de su historia con ella. La pequeña, empezó a llorar, y la pelirroja corrió hacia el sofá. Tomó a la niña en brazos y miró a Albert con preocupación.
-¡Por Dios Albert, está ardiendo en temperatura! Llamaré al doctor.
-Tranquilízate, ya le pedí a Philip, que lo llame. Ella es...
-¿La puedo llevar a una habitación?-Preguntó Elisa mirando a Candy, la rubia asintió. Albert, quiso acompañar a su esposa e hija, pero, Elisa lo detuvo.
-Yo la llevaré. Estoy segura que necesitas hablar con ella- Él asintió, pero cuando se dio la vuelta, Candy ya había salido.
Fue tras ella y la tomó por el brazo.
-Necesitamos hablar, Candy. Quiero que me expliques...-Pero ella no lo dejó continuar.
-No- dijo soltándose de su agarre-no hay nada de que hablar, y mucho menos explicar. Ya te dije lo más importante que necesitas saber. Rosemary es tu hija, puedes hacerle una prueba de paternidad por si lo dudas. Ella estará mejor aquí contigo.
-¿Pero cómo puedes dejarla, a donde irás?
-¡¿Qué todavía no lo entiendes?! Ella me estorba-Albert no podía creer lo que escuchaba-tengo metas y prioridades, y con ella nunca podría salir adelante. Y si te la estoy dejando, es porque no tengo ningún interés en reclamarla después, así que no te preocupes por nada.
-Sabes bien que no es por eso. Solo quiero que me digas, me expliques, tu no eres así-
-Tú no sabes cómo soy, no me conoces. Y si crees que sabes algo de mí, estás equivocado. Nadie me conoce. Y será mejor que me dejes ir.
Al oírla hablar, Albert de verdad creyó que nunca la había conocido. Porque esa Candy, no era la misma chica sencilla y noble que conoció. ¿Qué le habría pasado para que se convirtiera en alguien como la que tenía enfrente? O tal vez, ella tenía razón y no la conoció totalmente.
Él ya no dijo nada más. Y solo vio como ella salía de su casa y de su vida, una vez más y esta vez para siempre. Solo que esta vez, había una diferencia...tenía una hija a la qué cuidar. Una hija que fue concebida, al menos de su parte, con amor. Porque a ella...a ella...ya no la reconocía más.
CONTINUARÁ...
Holissss! Sip, yo de nuevo con nueva historia para quien no ha leído, y para las que quieran recordarla.
En esta ocasión quitaré algunas cosas y añadiré algunas más. En realidad no serán muchos cambios pero sí tendrá uno que otro.
Un gusto enorme saludarles y les mando un abrazo del tamaño de Texas.
Ya saben, déjenme un comentario para dejarme saber qué es lo que piensas.
Las quiero y...
Hasta la próxima!
