Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, todos son de la saga Crepúsculo, creada por S. Meyer.
N/A: no es un sonfic, pero les recomiendo que escuchen "Safe and sound" de Taylor Swift, del sountrack de The Hunger Games o Los juegos del hambre, porque la escuche mientras lo escribia y me ayudaba cuando no sabía como ordenar mis ideas :P
Ok, escribi esto porque hace rato que lo tengo en mente y dije "por que no escribirlo en fanfiction"?
Y, por si algun lector de mi fanfic "Cuando 'imposible' no significa nada" esta aquí, solo... tenganme paciencia, la verdad no voy muy bien con ese fic :S
Calmar tu llanto.
Terminó mi descanso, por lo que boté el café que solo reparaba para aparentar y volví a mi trabajo. La enfermera me interceptó a pasos de mi consultorio y me entrego las fichas médicas de los pacientes que tendría que atender de ese momento en adelante hasta finalizar mi turno, si no se presentaban emergencias.
-Su siguiente paciente ya lo espera en el consultorio, Dr. Cullen.-Me comunicó mientras yo hojeaba su ficha médica.
Era una adolescente, de dieciséis recién cumplidos, con lo que parecía ser una pierna rota o fracturada (eso debía juzgarlo yo, pero las enfermeras adelantaron un poco porque me tardé).
Esme Platt era su nombre.
-Bien, gracias.-Contesté a la enfermera en lo que seguía mi camino. Me agradaba, porque era la única en todo el edificio que no se ponía nerviosa ante mi presencia.
Me detuve en la puerta del consultorio, escuchando voces en una clara discusión.
-¡Esto sucede cuando no obedeces ordenes claras, Esme!-Gritó un hombre.
-Lo sien...
-¡No quiero oírte, mejor quédate callada!-Le interrumpió a los gritos a la pequeña, que de por si hablaba con timidez.
Pude ver a través del vidrio opaco de la puerta las tres figuras. La adolescente en cuestión, sentada en la camilla, y sus padres junto a ella.
-¡Por que tardará tanto ese doctor!-Volvió a gritar esa voz masculina.
-Mejor cálmate, Frederic.
La mujer posó una mano en su hombro y lo apretó cariñosamente, pero él la apartó bruscamente.
Tomé aire e ingresé al cuarto, recibiendo dos miradas curiosas y una llena de furia.
-Soy el Dr. Cullen.-Me presenté tendiéndole mi mano al padre de la chica.
-Si, gracias por ser puntual.-Miró mi mano y luego a mi con repulsión.
-¡Frederic!-Le regañó su esposa en un susurró.
En ese momento, ella se movió un poco, dejándome ver el rostro de la joven a quien debía atender. En ese momento, sentí algo revolotear en mi pecho, casi como si mi corazón latiese de nuevo.
El vidrio opaco me había privado de mucho de su imagen. Ella era hermosa, perfecta.
Sus cabellos eran rojizos y caían por sus hombros formando rizos. Sus ojos verdes me recordaron a la hierba, a los pastizales y el aroma a aire fresco. Al despertar, al sentir...
Emociones humanas que no sabía que tenía explotaron al mismo tiempo dentro de mi ser cuando ella inyectó ese hermoso verde en mí, dejando una huella en mi ser para siempre. Sentí como si me sonriera con sus ojos, una sonrisa hermosa y solo para mi. Como si solo yo pudiese entender lo que ellos comunicaban.
Sus mejillas se tiñeron de rojo cuando se dio cuenta de que me estaba mirando demasiado, y yo a ella. Los padres habían pasado a segundo plano y eso mantenía aun más descontento al hombre.
Tomé su ficha médica rápidamente en un intento de distraerme y volví mi vista hacia los padres.
-Según me dijeron, el problema esta en su pierna derecha donde no se sabe si se fracturó o se quebró tras una caída.-Hablé con voz calmada, pero sentía todas mis emociones a flor de piel. Sentía los ojos de aquel ángel puestos sobre mi, mientras yo intentaba ignorarlos y no lo lograba, por lo que ella me atrapaba otra vez, y se sonrojaba aun más.-¿Como pasó esto?-Pregunté a sus padres mientras dejaba la ficha en la mesa auxiliar.
La madre suspiró mientras él padre tensaba la mandíbula.
-¡A ver, explícale Esme!-Se volteó hacia la joven mientras ella bajaba la mirada.-¡Explícale al doctor como te quebraste!
Ella suspiró.
-Yo...
-¡Sucedió porque nunca haces caso a lo que decimos!-Volvió a interrumpirle a gritos, lo cual me hizo cerrar las manos en puños. ¿Por qué debía gritarle? ¿Por qué no hablaba con ella de forma suave, con algo de amabilidad al menos?-¡Sucedió porque eres una niña desobediente y estúpida!
En ese momento yo también tensé la mandíbula, y tuve con contenerme para no atestarle un golpe por tratarla así.
-Papá...
-Frederic, no deberías...
-¡Me tienes harto, harto con tus jueguecitos! ¡Ya es tiempo de que comiences a madurar! ¡Que dejes de ser tan idiota!
-Basta.-Pidió ella con voz quebrada mientras sus ojos se humedecían con rapidez, amenazando con dar comienzo al llanto. Eso si que no pude soportarlo, el verla tan herida y tan frágil. No podía verla llorar, se sentía como un puño apretando mi corazón, que aun muerto, sentía. Y no lo supe hasta que la vi, pura y hermosa.
-Señores Platt...-Intenté captar la atención de sus padres.-Creo que podría tratar a Esme de mejor forma si llamo a uno de mis... colegas.-Mentí, debía deshacerme de ellos, pero no podía echarlos.-Y supongo que lo mejor sería que ustedes aguarden en la sala de espera mientras ambos estudiamos el caso de Esme.
No era algo tan grave como para requerir tanta supervisión, pero mi tono serio les hizo creer lo contrario, por lo que no se opusieron a la idea de retirarse. Los acompañé hasta la puerta y ambos abandonaron la habitación.
Me quedé allí mientras escuchaba los débiles sollozos de Esme y sentía mi alma encogerse mientras un nudo se formaba en mi propia garganta. Seguía sin entender porque me afectaba tanto el verla así, porque ella tenía ese efecto en mi. No era solo por la ternura que causaba o por su forma de mirarme, era algo más. Algo que yo no sabía, pero mi corazón si, porque el la... recordaba.
Caminé con lentitud hacia ella y coloqué mi silla de modo que al sentarme quedara frente a ella. Sus ojos miraban fijamente sus pies mientras lágrimas recorrían su rostro, lágrimas que quise secar y sin medirlo siquiera, posé mi mano derecha en su mejilla. No se estremeció ante el tacto frío, lo cual me hizo sonreír con ternura.
-Gracias.-Susurró, haciéndome suspirar de felicidad. Su voz sonaba mágica en susurro, y creaba un pequeño nosotros, casi como un secreto.-Gracias por llevárselos de aquí, Doctor Cullen.
Sonreí, su voz era algo hermoso de oír. Como la mejor canción tocada en piano mientras afuera llueve y un ángel te canta al oído. Un hermoso ángel de cabellos caramelo y ojos verdes como gemas preciosas.
-No hay de que.-Murmuré en respuesta, casi sintiendo como si no existiese nada en el exterior y fuésemos solo nosotros en el mundo. En nuestro mundo. -¿Siempre te grita así?-No pude evitar preguntar.
Ella solo fue capaz de asentir, mientras sus ojos se mantenían cerrados y su respiración se volvía normal, dejando atrás los sollozos. Las lágrimas seguían cayendo, pero ella ya no les daba importancia y yo tampoco. Acaricié su mejilla, sintiendo el calor de ellas y sonriendo por ello. Esme también sonrió.
-Tienes... la mano muy fría.-Me dijo con los ojos aún cerrados. Me reí, haciendo que los abriera y me mirara con curiosidad. Sin sus padres allí, ya empezaba a conocerla. Era divertida, curiosa, inteligente... y eso lo notabas con solo verla a los ojos.
-Si, lo siento.-Respondí, apartando mi mano.-Es un problema de circulación y... este frío no ayuda, tampoco el hecho de que me dejara los guantes en casa.-Mentí, el frío de diciembre era mi cuartada perfecta.
Ella rió, tenía una risa hermosa. Sentí mi corazón romperse, romperse ante tanto por amar en ella.
Ninguno quiso romper eso que se había formado entre nosotros, pero un grito proveniente de la sala de espera seguido de un sonido que identifiqué como una taza cayendo al suelo y rompiéndose nos advirtió que su padre se molestaría si tardábamos más de lo que debíamos.
-Acaba de romper una taza-Comentó Esme, mirando hacia la puerta con algo en sus ojos que no pude descifrar.-, y luego yo soy la estúpida.
Lo comentó como si no fuese nada, pero la última parte la dañó. Ella se tomaba en serio lo que su padre decía, lo cual me hizo preguntarme cuanto tiempo aquel horrible hombre le había dicho aquello.
-No eres estúpida, Esme.-Tomé su mano, sintiendo algo frágil en mi mano, pero a la vez lleno de vida.-Que tu padre te llame así en un momento de ira no significa que sea así.
-¿Y si siempre me llama así?-Preguntó con los ojos húmedos de nuevo.-¿Y si lo oigo todo el tiempo, de todo el mundo?
Bajó su mirada, entonces tomé su mentón para que me viera. Tenía sus ojitos cerrados con fuerza mientras nuevas lágrimas bajaban por su rostro.
-Esme, mírame.-Pedí con ternura, con suavidad, como todo el mundo debería tratar a un ángel. Y no lo hacían, porque los humanos no saben cuidar a los ángeles, no saben apreciar la belleza, no saben del amor. Porque no se tomaban el tiempo de conocerla a ella...
Sus ojos me miraron con miedo, miedo de resultar herida de nuevo por alguien... nuevo.
-No eres una estúpida.-Acaricié mi mejilla mientras secaba un par de lágrimas.-Yo pertenezco a este mundo y no pienso que lo seas, y siempre digo la verdad.-Sentí un irrefrenable deseo de besarla, pero me contuve. Mantuve nuestras frentes pegadas.-Estoy segura de que todos se equivocan, de que eres una gran persona.
-¿Como puedes saberlo?-Preguntó ella de repente.-No me conoces...
-No.-Volví a tomar sus manos.-Pero puedo saberlo con solo verte a los ojos. Puedo saberlo porque... las mejores personas son a las que peor trata el mundo, ¿sabes? Es injusto, pero es lo que he podido observar. Al destino le encanta maltratar a las almas nobles, y la oscuridad siempre quiere destruir la luz.
Una sonrisa comenzó a nacer en sus labios.
-Gracias, Doctor...
-Dime Carlisle.-Pedí, sintiendo la profesionalidad irse lejos mientras ya la sentía como algo más que una paciente.
-Gracias, Carlisle.
Sonreí, entonces decidí que ya era el momento de comenzar a tratar sus heridas físicas. En el tiempo en el que examinaba su pierna y la vendaba, ella me contó la razón por la cual se quebró.
Un gato no sabía como bajar desde lo alto de un árbol, eso hizo que Esme se sintiera mal por el pobre animalito. Por lo que escaló hasta lo alto y lo tomó en sus brazos. Planeaba bajar con la misma lentitud con la que subió, pero entonces una rama crujió bajo sus pies e inevitablemente se quebró, al igual que su pierna cuando ella cayó al suelo.
-Entonces todo pasó porque quisiste ayudar a un gato.-Aclaré mientras vendaba su pierna con suavidad.-No es culpa tuya que la rama se partiera.
-Si, pero mis padres desaprueban que escale arboles.-Explicó.-Aún más si llovió el día anterior pero... amo ver los atardeceres desde esa altura, y luego de la lluvia resultan aun más hermosos.
Sonreí mientras acababa mi tarea y me dedicaba a observarla mientras ella terminaba su historia.
-¿Te gustan los atardeceres?-Pregunté, solo para que siguiera hablando. Mi corazón se sentía como tal si la oía hablar.
Asintió.
-Y aun más desde esa altura, créeme que es... simplemente increíble.-Comentó con voz soñadora.-Inténtalo alguna vez.
Lo había hecho ya muchas veces en mis momentos de caza, incluso había visto amaneceres. Pero ahora que sabía que era algo que ella amaba, sería algo totalmente diferente. No los volvería a ver de la misma forma.
-De acuerdo, lo intentaré algún día.
-Igual que los paisajes otoñales, son cuadros hermosos que solo la naturaleza sabe pintar con perfección.-Suspiró.-Por más que lo intente no puedo igualarlo.
-¿Pintas?
-Si-Me sonrió.-, es algo que amo hacer.
Sonreí mientras llevaba un par de cosas a mi escritorio. Ahora sabía de algunas cosas que ella amaba, ahora la conocía un poco más.
-¿Carlisle?
¡Que bien sonaba mi nombre en sus labios! Como si solo ella tuviera que pronunciarlo, como si mi corazón se volteara a verla cuando lo hiciera.
Volví a con ella.
-¿Si?
-Dijiste que el destino ama maltratar almas nobles.
-Si, eso dije.-Respondí no viendo a donde iba con aquello.
-¿Que... fue lo que te hizo a ti?
Me congelé, no se si por la naturaleza de la pregunta o por el hecho de que ella me considerara un alma noble. Solo Edward solía decirme que lo era, y oírlo de Esme hizo que me sintiera como un adolescente enamorado... de nuevo.
-¿Es algo muy personal?-Preguntó, dado que no había respondido aun.
-No, no, solo...
Suspiré, ¿que podía responder a su pregunta? No quería mentir, pero tampoco encontraba algo real que decir, sin delatarme.
-Mi madre-Comencé.-, ella murió dándome a luz y... yo jamas pude conocerla.
-Lo siento.-Murmuró Esme, entonces, acarició mi mejilla.
Me sentí como si todo mi ser se hubiese dormido ante esa sensación, y ya no respondiese por mi mismo. Ahora ya no pensaba, solo podía sentir. Sentir el maravilloso toque de sus manos en mi pálida y fría piel de mármol. Sentir como dos cosas diferentes como el calor y el frío se quedaban juntas y ninguna sucumbía ante la otra. Como ella entraba en confianza y yo cerraba mis ojos mientras sus dedos seguían transmitiéndome esas sensaciones increíbles que me hacían sentir como si mi piel siguiera siendo la misma que fue cuando era humano. Como si aun el mármol pudiera ser suave, como si el hielo aun tuviera algo de calor.
"Como si ella me amara como yo la amo." Pensé, dándome cuenta de la realidad que aun no quería aceptar. Porque los vampiros no sienten amor, ellos no se enamoran. Pero ahora, todo indicaba lo contrario.
Abrí mis ojos y coloqué mi mano sobre la suya, aun en mi mejilla. Le sonreí y ella a mi, entonces algo en mi interior me dijo que mi amor era correspondido, pero no lo quise escuchar, porque esto era demasiado irreal. Ella tenía dieciséis, yo más de doscientos.
Esto no podía ser, no debía ser.
Y, afortunadamente (o desgraciadamente), ella quitó la mano antes de que yo tuviera que hacerlo.
El silencio se extendió entre ambos y su sonrisa desapareció, ambos nos dimos cuenta de que ya debíamos separarnos. Ella debía irse ahora que ya tenía su pierna inmovilizada y esta sanaría por si sola con el tiempo.
-Bueno... Creo que debería llamar a tus padres.-Murmuré.
Ella suspiró pero asintió. Comencé a caminar hacia la puerta.
-Espera.-Me pidió, entonces casi al segundo estuve a su lado de nuevo.-Quisiera... pedirte algo.
-¿Que cosa?-Fruncí el ceño al no saber que pensaba.
Se mordió el labio inferior.
-Es... algo tonto.
Me reí.
-Puedes pedirme lo que quieras, Esme.-Sonreí, porque supe que era verdad lo que decía. ¿Que no haría yo por ese dulce ángel?
-¿Puedo... besarte? En la mejilla, quiero decir.-Se apresuró a acotar. Me sentí extraño por un momento, ¿que garantizaría que pudiera contenerme? Aun con esa duda en mi mente, me arriesgué con un "si".
-Solo con la condición de que yo pueda hacer lo mismo.-Pedí, haciendo que se sonrojara. Aun así, ella accedió.
Se inclinó un poco y pude sentir la suave caricia de sus labios en mi mejilla, que se sentía aun mejor que su mano. Tenía mis ojos cerrados, pero casi pude verla morderse el labio cuando se separó.
Sonreí, entonces abrí mis ojos y me acerqué a ella con timidez. Quería besar sus dulces labios, que se veían y sentían tan suaves que era como si estuvieran llamándome.
Aun así, besé su mejilla, mientras mi ser se tensaba ante la sangre bajo ellas. Porque su sangre no era como el resto, era diferente. Era lo que la mantenía con vida a ella, a mi dulce ángel.
Pero a la vez era sangre, la sangre que toda nuestra especie estaba destinada a tomar.
-Bien, fue... un placer Esme.-Suspiré, mientras la tomaba en brazos y ella no se sorprendía.
Pude haber llamado a sus padres y que ellos vinieran, pero quería un pretexto para poder tenerla cerca mío aun más tiempo. No me atrevía a pedirle un abrazo y sabía que no me lo daría delante de sus padres, por lo que esto era lo único cercano a ello que podía tener.
Su corazón latía a un ritmo hipnotizante, acelerado por el hecho de tenerme cerca. Sonreí, quisiera tenerla cerca mío para siempre.
-Igual, Carlisle.-Susurró ella en mi pecho.-Nos veremos de nuevo en... ¿cuanto tiempo?
Me tensé mientras abría la puerta y recordaba que de hecho no volveríamos a vernos.
-Dentro de 3 días debo mudarme.-Le expliqué con tristeza, y me arrepentí de mi promesa a Edward de alejarnos de Ohio.
-¿No volveré a verte?-Preguntó con voz temblorosa, me dolió contestar que no.
-No creo.-Sus padres se acercaron a mi y el hombre la tomó en brazos.
-Gracias, Doctor Cullen.-Murmuró su madre con una sonrisa.
-No fue nada, señora Platt. Lamentó que no seré yo quien le quite las vendas.
-¿No lo hará usted?-Preguntó su padre mientras Esme apoyaba la cabeza en su pecho y cerraba los ojos.
-No estaré, me trasladan a New Hampshire en tres días.
-Es una pena.-Su madre frunció los labios.-Bueno, gracias de todas formas.-Estrechó mi mano, sonriendo.
-Si, gracias.
Su padre estrechó la mía, pareció disgustarle el frío pero no le di importancia.
-Adiós, Doctor Cullen.-Se despidió Esme de mi, sonriéndome tímidamente.
-Adiós, Esme.-Susurré mientras sus padres se alejaban y ella también. Sentí como mi corazón se desanimaba y ya no lo sentía latir, como cuando ella estaba conmigo.
Desde entonces, los amaneceres y atardeceres no me parecieron lo mismo. Porque el mejor amanecer fue verla sonreír luego de llorar un poco de su dolor. Y el peor atardecer fue verla alejarse de mi, mientras yo no podía seguirla.
Ella era mi sol, y ahora que sabía que no volvería a verla, no habrían más amaneceres ni atardeceres. Solo noche eterna, como hasta ahora había sido.
Lo bueno es que por un segundo, pude volver a sentir el sol, y ahora todo parecía menos oscuro.
¿Y bien? ¿Que les parecio? La verdad, hasta yo me sorprendí cuando lo leí, no pensé que pudiera escribirlo. Lo sentía como esas películas que se desatan en tu mente que no puedes poner en palabras para que los demás entiendan, y tenga lógica.
Pero no se, creo que es bastante aceptable.
¿Reviews? Cualquier cosa es bienvenida.
Y... la verdad no se si será un one-shot o un two-shot, porque tengo en mente la segunda parte, cuando Carlisle y Esme se re encuentran *-*
Ok, si logro escirbirlo lo subiré.
Besos,
Val.
