You're just so annoying! God, just so annoying!
Acting high mighty around me like you're the king
I'll strike even harder, shoot you 'till you topple
Retribution, punishment - I'll make you feel all of it
21 de Junio de 2006.
Un pequeño rubito de siete años acababa de salir del colegio privado en el que le habían metido sus padres en Septiembre. La escuela era también un Internado masculino, el mejor de todo Japón. Cabe aclarar que la familia Hazuki era de las más poderosas en la nación, por lo que podían permitirse, con orgullo, darle una educación brillante para su hijo menor desde la infancia. El niño, Nagisa Hazuki, corría por las calles de camino a casa con una gran sonrisa en su rostro. El verano era su estación favorita, porque podía pasarlo con su familia y también con sus hermanas. Aunque el chico no sabía que ese iba a ser el verano en el que su vida cambiaría para siempre.
La familia Hazuki, como toda familia importante, tenía que preservar su negocio, y asegurarse de que se expandiría. Es por ello que hicieron trato con una familia importante en Australia, de origen también japonés.
El acuerdo se hizo dos años antes de que Nagisa naciese, cuando el primogénito de los Matsuoka vino al mundo. Los Hazuki acordaron con el patriarca que la próxima vez que tuviesen una hija sería prometida en un futuro con el bebé, y así unirían las familias para crear una mayor y poderosa.
La señora Hazuki lo intentó e intentó. Tenían otras tres hijas, pero estas ya habían sido prometidas, y no podían deshacer los tratos así como así. Después de dos largos años, por fin la mujer quedó embarazada con éxito. Pero... De un varón.
La familia Matsuoka comentó que no había problema por su parte, y acabaron prometiendo a los dos niños el día que Nagisa Hazuki nació.
Cuando el primogénito de los Matsuoka cumplió los diez años, sus padres pensaron que sería una buena idea hacer que los pequeños se conociesen, y quedaron con la familia japonesa en que cada verano a partir de ese, uno de los dos chicos se trasladaría a la casa del otro para crear lazos.
Lo cierto es que Nagisa no se tomó muy bien eso de mudarse a Australia justo el día después de llegar a casa. ¡Quería pasar tiempo con su mamá! Nadar con el abuelo en la piscina... Gastarle bromas a sus hermanas, y contarle las cosas que había hecho ese curso a su papá.
"Pero allí conocerás a alguien interesante..." Rió su hermana mayor.
"¡Muy, muy interesante!" Añadió la otra.
"Que bonito~" Suspiró la más pequeña de sus hermanas mayores.
Pero su madre las echó antes de que pudiesen comentar nada más al respecto. Nagisa no las entendía. Es decir, pocas veces lo hacía. Pero... ¿Qué tenía de bonito ir a un sitio que ni siquiera le gustaba?
Al final no había mucho que pudiese hacer, así que tuvo que coger el avión por la mañana temprano. Por lo menos su padre accedió a acompañarlo para que no estuviese taaan solo.
Cuando llegaron a la casa de los Matsuoka, Nagisa tenía que admitir que estaba incluso emocionado. ¡Al menos haría un amigo nuevo! ¿Por qué no le habían dicho eso antes? Habría accedido con más facilidad en vez de quejarse durante esas horas de vuelo. Además, la casa era parecida a la suya. Pensó que sería un sitio pobre rodeado de bichos y sin dulces que comer. Se sentía aliviado.
-Ahí vienen el señor y la señora Matsuoka. Pórtate bien. -Advirtió su padre, mientras él abrazaba su peluche de Pingüino, esperando que el chico fuese simpático.
Lo cierto es que la primera impresión no fue muy buena que digamos... Un hombre de pelo castaño, el cual Nagisa supuso que sería el señor Matsuoka, llevaba a un niño de cabellos color granate agarrado por el cuello de la camisa. El chico pataleaba, e intentaba morder a su padre con una dentadura afilada que lo era especialmente en la zona de los colmillos. Parecía un vampiro, y eso intimidó un poco al pequeño rubio.
-¡NO QUIERO! ¡NO ME DA LA GANA! ¡SUÉLTAME!
El menor de la familia Hazuki se sentía ofendido. ¿A qué venían esos berridos? ¿Acaso el chico no quería ser su amigo? ¡Con todo el esfuerzo que había hecho para ir a su fea casa! Nagisa abrazó con más fuerza a su querido Pingu, y entrecerró los ojos con molestia.
-Nagisa Hazuki, ¿verdad? -Saludó el hombre, con una gran sonrisa a pesar de estar llevando a ese pequeño monstruito en brazos. -Este es Rin. -Y dicho esto, sin ningún tipo de miramientos lanzó al niño al suelo, haciéndolo caer de culo.
-¡ESO HA DOLIDO! -El chico se puso en pie, y se sacudió la ropa, que como la de Hazuki se veía de marca. Sólo que la de el de cabellos granate estaba sucia y rota, como si hubiese rebozado en barro.
Nagisa notó la mano de su padre empujarlo levemente hacia el niño, a pesar de la mueca del rubio de claro disgusto.
-Presentate, Rin. -Declaró el señor Matsuoka, claramente cabreado, dejando esa expresión amistosa que le había dado a Hazuki hace unos segundos. El niñito resopló, rodeando sus ojos carmesí para acabar posándolos en el rubito.
-Hola Nagisa Hazuki, soy Rin Matsuoka y estoy encantado de conocerte. -Soltó de forma rápida, como si se tratase de un robot. El chico se le quedó mirando con los ojos entrecerrados, como si intentase derretirlo con la mirada.
-El gusto es mío, R- -Antes de que pudiese acabar con su respuesta, el niño que era un poco más alto que él se giró para volver con sus padres.
¡Menudo maleducado! Nagisa se cruzó de brazos aún con Iwatobi, su peluche, en las manos.
Comenzaron a andar hacia el interior de la casa, mientras el niño le sacaba la lengua al pequeño Hazuki.
-Papá... -Susurró el chico, llamando la atención del adulto. -He cambiado de opinión. ¿Podemos irnos a casa?
-Hahaha. Que gracioso, hijo. -Rió el hombre, por si los Matsuoka habían oído algo. No quería causar mala impresión.
-No era una broma... -Susurró el pequeño, apartando la mirada de los gestos groseros por parte de su "nuevo amigo".
No. Rin no quería saber nada de ese mocoso. Era un mimado pijo al que le gustaban las muñequitas y las cosas de niña. ¡Qué ascazo! No iba a pasar ni un segundo a su lado. Es más, haría lo posible por deshacerse de él cuando fuese necesario.
A su estupeeeendo padre se le ocurrió la maravilloooosa idea de dejarlos en SU cuarto. El chico se quedó mirando a Hazuki con una mueca de asco. ¿Por qué no lo llevaban a jugar con su hermana pequeña Gou a las cocinitas? ¡Él estaba muy ocupado con su Play Station!
-¿Qué hacemos? -Preguntó inocentemente, con esos ojos rosas enormes que parecían los de una muñequita. Repulsivo.
-No se TÚ. Pero YO voy a jugar a la consola. -Y dicho esto se giró, para encender su máquina con una sonrisa. ¡Ja! ¡Ahí le había dado! Toma ya. Que aprenda que Rin Matsuoka no juega con niñitos imbéciles.
-¿Puedo jugar?
-No.
-¿Puedo verte?
-No.
-... ¿Y puedo...?
-No. Simplemente siéntate y mira a la pared y juega con tu muñeca pajarraco. -El chico le miró de reojo para ver como Hazuki se ponía rojo de furia. -Que cosa más fea.
-¡IWATOBI ES UN PINGÜINO! ¡NO UN PAJARRACO! -Se defendió, poniéndose de pie tan rápido como sus cortas piernecitas le permitieron. -¡Y TU ERES FEO!
-¡Ja! Ya le gustaría a tu pajarito ser tan guapo como yo.
-¡Pues lo es más!
-¡Hahaha! -Rió de forma sarcástica Rin, para luego levantar una ceja. -Permiteme que lo dude.
-Te lo permito. No soy un tonto como tú. -Después, Hazuki soltó algo como un "jum" lo cual sonó ridículo en los oídos de Matsuoka.
Pero aún así, de alguna forma... De alguna forma le molestó el insulto del niñito pijo.
Se puso en pie él también, y agarró su peluche por la cabeza. No fue difícil arrancárselo de esas manos tan pequeñas e inútiles.
-¿Sabes que voy a hacer con tu pajarraco?
Nagisa intentó recuperar a su amigo inútilmente, mientras Rin le ponía una mano en la frente, y con la otra mantenía a Iwatobi bien alto.
-¡Devuélvemelo! -Exigió el más pequeño, mientras algunas lágrimas se le empezaban a formar en los ojos. -¿Por qué eres tan malo conmigo? ¡No te he hecho nada!
Ignorando el último comentario, Matsuoka sonrió.
-Creo que no. ¿Crees que tu amiguito Pingüino sabrá volar?
-¡Los Pingüinos no vuelan!
-Umm... Vamos a comprobarlo.
Dicho esto Rin salió corriendo fuera de su habitación. Nagisa lo miró escandalizado, y comenzó a perseguirlo por toda su mansión. El chico de cabellos granate subió y subió escaleras, hasta llegar al punto más alto de la casa. La azotea. Por supuesto, Hazuki a pesar de correr un poco menos que él, no le perdía el rastro.
-¡Dévuelvelo, Rin! -Gritaba, a punto de llorar en cualquier momento, sin recibir más respuesta que una estúpida risa por parte de Matsuoka. -¡No le hagas daño!
Al llegar a la azotea, Rin se asomó al filo, estirando su brazo con Iwatobi agarrado. Nagisa fue a correr hasta él, pero el chico le puso la mano en la cara antes de que se le acercase.
-Eh, eh, eh. Si te acercas lo tiro. -El rubio se quedó totalmente quieto, agarrándose por el final de su polito rosa.
-No le hagas daño... -Repitió, mordiéndose el labio inferior. -Es mi mejor amigo.
-¡HAHAHAHAHA! -Nagisa frunció el ceño por la escandalosa risa taladra-oídos de Rin. -¿Pero qué dices, niño? Sabes que los peluches no están vivos, ¿verdad?
-¡Iwatobi si! Mamá me dijo que cuando me sintiese solo Iwatobi estaría conmigo.
-Pues tu mamá es tonta. -Volvió a reír el chico, haciendo enfadar aún más a Hazuki. -Hace años que yo no juego con bobadas como estas. ¿Qué tienes? ¿Cinco años?
-Cállate y dámelo.
-Ah, ah, aaaah. -Rin sonrió. -Asi no se piden las cositas, Hazuki.
Nagisa entrecerró sus ojos rosados, mientras que hacia un pucherito.
-D-dámelo, por favor Rin.
-¿Perdón? No te he oído.
-POR FAVOR RIN DÁMELO. -Gritó, para que el chicos de cabellos granate lo oyese.
-Ummm... Creo que me he quedado un poco sordo. No he oído ningún "Señor" en esa oración. -Nagisa se agarró con más fuerza la zona inferior del polo.
-Por favor, señor Rin. Dame a mi amigo.
-¡Ahooora lo he oído! -Sonrió el chico. -Pero... ¿Sabes? No tengo porque hacerlo.
Y dicho esto, ante los ojos rosas horrorizados del pequeño Hazuki, Iwatobi fue lanzado al prado de los Matsuoka. Donde pastaban las cabras.
-¡IWATOBI!
Nagisa comenzó a bajar las escaleras con lágrimas en los ojos, que se le escapaban por las mejillas sin poder hacer nada por evitarlo. Detrás suya le seguía una risa estúpida que no se silenciaba por mucho que pusiese su empeño en ignorarlo.
Cuando el pequeño rubio llegó por fin al campo, una de las cabras mordía la cabeza de su mejor amigo sacando todo su relleno.
-¡SUELTA A IWATOBI! -Gritó, mientras lloraba y tiraba del cuerpecito del peluche. Rin lo miraba con una pequeña sonrisa, que poco a poco fue desapareciendo hasta una mueca molesta.
-Deja a mi cabra.
-¡SE ESTÁ COMIENDO A MI AMIGO!
-He dicho que dejes a mi cabra. -Matsuoka empujó al pequeño rubio, haciendo que todo el cuerpo del muñeco se rajara, dejándole la cabeza al animal que siguió comiéndoselo. Además, Nagisa cayó de lado al suelo por culpa de la fuerza del chico.
-¡Me has hecho daño! -El rubio se lanzó a los pies de Rin, y le mordió con fuerza haciendo al niño más alto gritar de dolor.
-¡SUELTA MALDITO NIÑATO!
Y de una forma u otra acabaron los dos en el césped peleando con patadas, mini-puñetazos y mordiscos, hasta que sus padres consiguieron separarlos.
Ese fue el primer encuentro de Nagisa Hazuki y Rin Matsuoka... Y también el principio de nuestra historia.
