Descargo de responsabilidad: Harry Potter y casi todos los personajes son propiedad intelectual de J.K. Rowling.
Traducción al castellano, autorizada por la autora, del original en inglés Gilded Soul
Autora: Digitallace
El alma dorada
Prólogo
La bruma se espesaba alrededor de la grácil silueta de Draco que caminaba por el bosque sombrío. Llevaba mucho tiempo avanzando guiado por la necesidad. Una fuerza invisible y poderosa lo impulsaba a internarse en la espesura que se abigarraba cada vez más. Todos los senderos se habían desdibujado ya. Había lianas sobre el suelo que se le iban enredando alrededor de las piernas, proyecciones malignas que bregaban para demorarlo, para detenerlo, para matarlo… Era lo habitual, sin embargo, Draco disolvió la amenaza con un par de rápidos movimientos de varita y siguió su marcha con precaución.
Finalmente avistó su destino. Los muros semiderruidos pero reforzados con espesa vegetación. Y una puerta de madera deteriorada. Rojo oscuro y descascarada por los años, y así y todo, imponente y sólida e interponiéndose. Se aproximó sin hacer caso a los gritos de alerta en su mente. Inspeccionó el gran candado herrumbrado y probó todos los encantamientos que conocía para hacerlo ceder, sacudió la cabeza frustrado, nada servía.
Se despertó con un sobresalto, las manos todavía estiradas tratando de abrir el férreo candado. Rebuscó sin demora en el cajón de la mesa de luz, sacó una pluma y el diario. Había estado teniendo esos sueños durante tres meses y cada noche avanzaba un poco más. Ya eran cinco las noches que había estado intentando abrir el candado. Anotó todo lo soñado al detalle antes de que el recuerdo desertara su mente. Había empezado a escribir todo luego de haber hecho algo de investigación sobre sueños, era importante hacerlo de inmediato. Ya tenía treinta entradas en el diario con descripciones de las imágenes oníricas.
Volvió a guardar el diario en el cajón y se desperezó como un felino salvaje. Se levantó y se puso unos pantalones negros de corte impecable y un suéter verde de delicada lana. Encima se calzó la toga de la escuela con la insignia de Slytherin. Cruzó el dormitorio entre el murmullo de las respiraciones acompasadas de sus compañeros de pieza.
Salió de la sala común al corredor y de allí al patio principal del castillo. Venía todos los días, antes de que las luces del nuevo amanecer proyectaran sombras largas. Era a esa hora solitaria cuando tomaba sus decisiones, desde que era chico. Sabía que en muchos aspectos todavía seguía siendo un chico, sabía también que muchas de las decisiones tomadas durante su vida habían estado signadas por la ignorancia.
Respiró hondo, pudo sentir el aire frío de la madrugada que le llenaba los pulmones. Miró alrededor, todo estaba cubierto por una gruesa capa de nieve. Se dijo que debería estar sintiendo más frío, quizá no tenía energías para sentir con intensidad en ese instante. Lo lógico hubiese sido volver al castillo, pero Draco actuaba muy poco de acuerdo a la lógica en los últimos tiempos. Avanzó por la superficie nívea que rodeaba la escuela.
Pensó en la Mansión y las vacaciones de Navidad que estaban tan próximas. Se vería obligado a abandonar la relativa seguridad del castillo. La idea de enfrentar al Señor Oscuro ––con los nuevos conceptos que consideraba ciertos tras reflexionar durante meses–– lo hacía estremecer. Un paso en falso, un desliz de la lengua y Voldemort revolvería en sus pensamientos y descubriría sus intenciones de traición… ¿y entonces qué? ¿qué le haría? ¿qué le haría a su madre? No se atrevía siquiera a pensar en eso, ese monstruo era capaz de todo.
Lo recorrió un nuevo escalofrío al pensar en su madre. Atrapada en la Mansión con esa criatura viperina. Sabía que si se negaba a volver a su casa para las vacaciones despertaría sospechas y pondría a su madre en mayor peligro. Tenía que actuar con sensatez y determinación y esperar que ocurriera lo mejor. Casi soltó una risa desesperada ante lo grave de la situación. Su padre encerrado en Azkaban, su madre prisionera en su propia casa, toda la familia investigada estrechamente por las autoridades y la misión que el Señor Oscuro le había asignado. Una misión de muerte que cargaba agobiante sobre los hombros y que le provocaba náuseas.
¿Había lugar para la esperanza?
Divisó un árbol a la distancia y sus pensamientos cambiaron de dirección. Con frecuencia pensaba en ese segundo crucial que había cambiado toda su perspectiva. Había sido tan fugaz que podría haberlo perdido durante un pestañeo. ¿Hubiera seguido siendo el mismo Slytherin arrogante que siempre había sido de haberlo pasado por alto? ¿Hubiera sido mejor que el tormento actual, el sentirse como un traidor a su linaje familiar? Era algo muy complejo como para estar seguro.
El recuerdo rondaba su cabeza constantemente. La imagen de ese chico de su misma edad apoyado contra ese mismo árbol; había sido a la hora del crepúsculo, el sol desaparecía hundiéndose en el lago, matices naranjas y rojizos encendían la cara del chico contrastando con los ojos verdes que refulgían como gemas. Los cabellos negros desordenados y agitados suavemente por la brisa y una sonrisa triste jugueteándole en los labios. Draco no recordaba por qué había salido en esa oportunidad cuando fue testigo de esa imagen, de ese momento tan personal, pero sintió de inmediato una especie de vínculo con el chico, una empatía que con nadie antes había experimentado.
Fue como una revelación y comprendió que en realidad siempre había existido una conexión con Potter, que él mismo había querido afianzar el primer día en el tren que los traía a Hogwarts. El pensamiento le provocó honda confusión puesto que no podía determinar qué era lo que lo conectaba con el Niño Dorado de Gryffindor. La idea de la que se había llegado a convencer era que estaban destinados a rivalizar y era lo que había creído hasta esa tarde un mes antes cuando había visto esa imagen honorable pero angustiada de Potter.
Draco avanzó tratando de no hacer caso de la nieve que se empeñaba en dificultarle la marcha. Lo invadía una sensación de desamparo. No tenía ningún amigo verdadero, nadie con quien hablar de las dudas que iban creciendo dentro de sí. Había sabido fingir bien y se había mostrado como siempre, y ninguno de los otros Slytherins había notado nada, nada de los cambios que se estaban produciendo en él.
El árbol estaba apenas a unos pasos, le entró una urgencia de escapar, de volver a refugiarse en la seguridad del castillo, pero venció el impulso y siguió avanzando. Y fue entonces que el suelo se quebró bajo sus pies, haciéndose pedazos con una chirriante cacofonía. Y de repente se encontró sumergido en el agua helada, los ojos muy abiertos pero así y todo poco podían distinguir, los brazos moviéndose desesperados tratando de volver a la superficie, pero sus dedos se cerraban alrededor de agua o de fragmentos de hielo que le quemaban las manos. Su corazón comenzó a claudicar, los latidos se iban espaciando, sus párpados se cerraron, la oscuridad de la muerte iba impregnándole los huesos y el cuerpo entumecido quedó flotando acunado por las corrientes de la profundidad.
Tenía otra vez el candado. Le dio varias vueltas en las manos, tenía abajo un agujero para insertar la llave, estudió la forma de la abertura y tuvo la certeza de que ya había visto en algún lugar la llave correspondiente. Pero su cerebro no alcanzaba a precisar el cuándo y el dónde.
Sintió que la brisa le apoyaba unos dedos tibios sobre la frente, pero no… no era la brisa… eran dedos reales. Trató de alcanzar su frente con la mano pero los brazos no le respondían… y luego hubo como un relámpago cegador…
––¿Malfoy?
No pudo identificar de inmediato la voz que había pronunciado su nombre, pero dos ojos verdes centellantes, que parecían más grandes detrás de los anteojos de montura redonda, entraron en foco. Pestañeó varias veces para asegurarse de que no se trataba de parte del sueño. Se sentó de golpe y sintió como si le clavaran un estilete en el cráneo. –– ¿Dónde estoy?
La cabeza de Harry se alzó separándose para darle más espacio. ––En el ala del hospital.
Draco miró alrededor y confirmó lo que le había dicho. ––¿Qué me pasó?
––Te encontré… te estabas ahogando en el lago… estabas atrapado debajo del hielo. Te saqué y te traje acá.
Primero pensó que era una broma, que Potter estaba siendo sarcástico, pero enseguida se acordó… el frío en las venas… había estado a punto de ahogarse. Draco entrecerró los ojos. ––¿Por qué?
Los ojos de Harry se abrieron grandes, incrédulos. ––¿Supongo que la próxima vez tengo que dejar que te ahogues nomás? ––había tratado de poner una máscara de indiferencia en su expresión pero no le había salido bien, se notaba que seguía seriamente preocupado.
––¿Fue algo realmente serio?
––Estabas muerto… te lo juro… vi cuando te hundías y corrí lo más rápido que pude pero cuando logré sacarte… estabas azul y no respirabas…
Era evidente que estaba diciendo la verdad, Draco lo sabía. ––Tengo una deuda de vida con vos, entonces.
––No, nada de eso. Ni toques ese tema. ––dijo Harry sacudiendo la cabeza con vehemencia.
Draco lo miró levantando una ceja. ––No entiendo… estoy muy confundido.
Harry revoleó los ojos. ––Es natural… ––pero entendió entonces a qué se refería Draco–– No todo el mundo exige una retribución por haber hecho algo amable.
Draco casi sonrió. ––Tenés que reconocer que esto está un poquito más allá de algo amable…
Harry se encogió de hombros. ––Pensalo de la forma que quieras pero sigo insistiendo que no necesito nada a cambio.
Draco cambió el tema. ––¿Qué estabas haciendo ahí fuera? ––Draco creyó haber visto por una fracción de segundo un relumbrar de pánico en los ojos verdes.
––Me alegra que ya estés mejor, nos vemos más tarde en clases. ––se despidió Harry saliendo apresuradamente.
Lo observó escapar… él… que siempre le hacía frente, que nunca reculaba ante ataques físicos o verbales… era algo increíble… llevaba tanta responsabilidad sobre sus hombros y sin embargo resistía… con entereza… ¿habría él también, como Draco, recibido una revelación? ¿Y por qué esa reacción ante una pregunta tan simple… tan inocua? Era realmente muy intrigante. ¿Que había estado haciendo Harry Potter esa madrugada en el lago? Podía ser algo tan simple como que había querido, como Draco, estar solo para pensar… pero por la forma en que había reaccionado… no parecía que fuera así. Draco se recostó de nuevo y pronto volvió a dormirse, no soñó con candados esta vez sino con un par de ojos verdes que podían hacerle perder el aliento a uno.
oOo
Días después el misterio del secreto de Harry Potter seguía sin respuesta. Lo observó en la clase de pociones, sus amigos charlaban a su lado ajenos a su evidente tristeza. ¿Cómo no se daban cuenta? Draco consideró cuáles podían ser las razones de la tristeza del Gryffindor. Ciertamente había un malvado y poderoso mago oscuro que quería matarlo, pero eso no era una novedad, a eso debía de haberse acostumbrado mucho tiempo atrás. Draco iba a tener que enfrentarse con esa misma amenaza, quizá incluso antes que Harry.
Había escuchado rumores sobre Potter y Sirius Black Si Sirius Black, el asesino, era en verdad el padrino de Potter, quizá ésa era la razón de sus actuales tribulaciones…
––Hoy se van a separar en grupos de a dos para preparar una de las pociones más complejas que existen. ––dijo el profesor Slughorn–– Divídanse de a dos y abran sus libros en la página 132, allí encontrarán los ingredientes y el procedimiento de la poción matalobos.
Draco observó la mesa de Harry, Granger y el Weasel ya se habían emparejado y se disculpaban con la mirada. Zabini se le acercó, pero Draco lo rechazó con un gesto de la mano, lo cual despertó reacciones de estupor en sus compañeros Slytherins. Los ojos de Potter estaban planeando en busca de un compañero, torció los labios cuando Draco se le aproximó.
Prácticamente tuvo que empujarlo hacia una mesa vacía. El Gryffindor parecía irradiar un calor increíble, ¿sería porque estaba fastidiado o sería algo natural? Draco le regaló una sus mediosonrisas de suficiencia. ––¿Creés que estás preparado para una poción como ésta? Es una de las más difíciles.
Harry revoleó los ojos. ––Así parece… según el profesor.
Draco sonrió. ––¿Voy yo a buscar los ingredientes o vas vos?
––Voy yo. ––replicó Harry con un encogimiento de hombros. Volvió minutos después con una bandeja con todo lo necesario. Repartieron todo en dos montones para ir acondicionándolos para la poción. Harry se puso a cortar rebanadas y a picar siguiendo las instrucciones de su texto. Draco notó, sin embargo, que el libro de Harry tenía muchas anotaciones en el margen, escritas a mano, con una letra apretada y angulosa que le resultaba muy conocida.
––¿Vos hacés como dicen las inscripciones manuscritas? ¿Cómo sabés que son correctas?
Harry pensó un instante considerando cómo responder. ––Hasta ahora me han dado excelentes resultados.
––Ah… ¡es por eso que se te han estado dando tan bien las pociones este año! ––Harry asintió y Draco soltó una risita–– Una artimaña muy Slytherin. ––Harry se puso muy pálido y Draco se rió con más ganas.
Draco estiró la mano para agarrar el texto pero Harry se le interpuso. ––Ni lo pienses…
––Pero si no te lo voy a sacar, sólo quiero leerlo para saber qué tengo que hacer con mis ingredientes, si no, la poción se va a malograr.
Harry lo pensó un instante y le pasó el libro, las manos se tocaron apenas en el intercambio y se produjo algo semejante a una potente descarga de estática. El libro cayó al suelo, los dos se empezaron a frotar la mano, habían sentido como un mordisco. Se miraron durante un largo momento, otro signo de la conexión entre ellos pensó Draco. Se empezaron a oír murmullos.
Draco miró alrededor, todos los estaban mirando. Harry se había puesto colorado y miraba como avergonzado a sus dos amigos en la mesa vecina. Granger tenía una expresión de curiosidad y una sonrisa jugueteándole en los labios. El Weasel, en cambio, tenía una expresión de odio y quizá con algo de… ¿miedo? Sí, definitivamente era miedo. ¿Miedo de que le birlara el amigo?
Pero qué interesante, pensó Draco y se agachó para levantar el texto. Harry se había apartado unos pasos de él, sintió cierta decepción pero trató de restarle importancia concentrándose en el libro.
La clase transcurrió muy lentamente, Harry no le dirigió la palabra en ningún momento y se obstinaba en mirar para otro lado. Draco no pudo ocultar su tristeza… y su fastidio. Sé que sintió algo, se lo vi en los ojos… no quiere que sus amigos piensen que confraterniza con un Slytherin. Y bien, no podía culparlo, algo parecido le pasaba a él. El pensamiento lo arrancó de su frustración y justo en ese momento Harry lo miró, ¡cuántos sentimientos reflejaron esos ojos en unos segundos! Miedo… duda… rencor… rabia… deseo…
¿Deseo? ¡Deseo!
Draco apartó los ojos de inmediato. No, no podía ser. Harry había vuelto a sus ingredientes y volvía a ignorarlo.
––Oíme… ––lo interpeló Draco–– …acá está pasando algo…
––No sé de qué estás hablando. –– replicó Harry sin mirarlo.
Draco apretó los dientes e insistió. ––Yo creo que sí lo sabés.
Harry se encogió de hombros y Draco suspiró hondamente frustrado. Harry lo miró de soslayo y luego soltó un bufido. ––Mirá, no es que nos vamos a volver amigos de un día para el otro por… por lo que sea que haya pasado. No es así como funcionan las cosas, Malfoy. No… con todo lo que nos hiciste a mí y a mis amigos todos estos años.
Draco asintió y volvió a ocuparse de revolver el caldero. ¿Realmente había llegado a creer que las cosas podían cambiar? se dijo con una risa socarrona interior. Y en realidad, eso era lo que había cruzado su mente, que Harry y él pudieran ser amigos… y no había tenido en cuenta todo un pasado que había que reparar… La poción borboteó y lo sacó de sus cavilaciones.
––¿Cuántas veces la revolviste en sentido horario?
Draco encogió los hombros. ––Doce… creo.
Harry le arrancó el cucharón y revolvió tres veces en el sentido contrario. ––¿Estás tratando de matarnos?
Draco bajó la vista a sus apuntes y no hizo caso de la recriminación. Su mente estaba en otra cosa… confusa… tenía que hacer algo para remediarlo… y sin demora.
Cuando sonó la campana, Harry juntó rápidamente sus cosas y fue a reunirse de inmediato con sus amigos. Draco pudo oír claramente al Weasel murmurando maldiciones por lo bajo contra él, hizo de cuenta no haber escuchado. Granger había tomado el brazo de Harry con fuerza y le estaba susurrando algo al oído. Los vio alejarse y finalmente él tuvo que desviarse hacia los subsuelos.
Ya en su dormitorio sacó el diario del cajón. Lo abrió en la penúltima hoja y empezó a delinear los pasos de un plan para ganarse la amistad de Harry Potter.
El alma dorada
Capítulo 1 – Hablarle… cordialmente
Volvió a dar vueltas el candado entre las manos. ¿Dónde era que había visto la llave? ¡Pero claro! ¡La Sala de los Pedidos!
Se despertó y apuntó inmediatamente todo lo que recordaba del sueño. Ya sabía dónde había visto la llave, en un anaquel en la Sala de los Pedidos. Había estado allí muchas veces ese año. Al principio iba seguido para ver cómo reparar el armario que les permitiría a los mortífagos entrar en Hogwarts, pero luego que hubo decidido que no iba a seguir las órdenes del enajenado Señor Oscuro, había seguido yendo allí para esconderse, para poder estar solo. Cada vez se le iba haciendo más difícil estar junto a sus compañeros de Casa. Hablaban todo el tiempo de cosas en las que él ya no creía. Sabía que a la larga iba a terminar diciendo algo que lo delataría, por lo tanto trataba de mantenerse apartado de ellos… pero se sentía cada vez más solo.
Necesitaba salir a tomar aire fresco. Se vistió y salió sin hacer ruido. Fue al patio, allí era donde le gustaba sentarse para pensar. Decidió que el mejor momento para ir a la Sala de los Pedidos sería después de la cena, llamaría menos la atención a esa hora. Levantó la vista hacia el lago y lo vio… Harry.
Fue de inmediato hacia él pero trató de acercarse sin hacer ruido, no lo logró, Harry se dio vuelta cuando todavía le faltaban varios metros para alcanzarlo. Lo vio ponerse rígido un instante y volverse de nuevo a mirar el lago. Siguió andando hasta llegar a su lado, junto al gran árbol. Se quedaron unos momentos en silencio mirando la superficie helada del lago.
––¿Qué estás haciendo acá, Malfoy? ––le preguntó finalmente.
Draco levantó una comisura. ––Yo podría preguntarte lo mismo.
Un silencio. ––Salí para pensar. A tu Señor no le gusta que duerma hasta tarde.
Draco hizo una mueca. ––No es mi Señor, es el Señor de mi padre.
Harry se volvió y lo miró a los ojos. ––No solía haber diferencia.
Draco se encogió de hombros. ––Hay muchas cosas en las que solía creer y en las que ya no creo.
––¿Qué estás haciendo acá, Malfoy? ––insistió.
––Creo que esa sería una pregunta muy amplia… ––Harry lo miró con desconcierto–– …no sé cuál es mi propósito en la vida.
Harry revoleó los ojos. ––Está bien, no me lo digas.
Draco suspiró. ––Yo tampoco puedo dormir, me despierto antes de que salga el sol. Salgo y me siento en el patio. Te vi acá y me acerqué para hablar.
––¿Hablar de qué?
––De lo que sería necesario para que seamos amigos.
Harry lo miró extrañado. ––¿Te golpeaste la cabeza cuando te caíste al lago?
Draco medio se rió. ––Sé que suena ridículo pero…
Harry lo interrumpió ––¿Acaso no sabés lo que haría Ron si nos viera hablando? ¿Sabés en los problemas que me metería sólo por hablar con vos de manera cortés?
––¿Y entonces por qué lo estás haciendo? ––dijo Draco con un mueca desdeñosa y dio la vuelta para irse. La mano cálida de Harry lo retuvo.
––No es preciso que te vayas.
Draco trató de encontrarle la mirada pero Harry mantenía la vista a un lado. Lo observó ponerse una máscara sobre la expresión… como el más pintado de los Slytherins. Permanecieron allí en silencio atrapados en el hielo de sus propios pensamientos.
oOo
Durante el desayuno se sentaron dándose la espalda. Intercambiaron apenas un discreto gesto de saludo al cruzarse por los pasillos. En las clases todo siguió igual, Draco sentado entre los Slytherins y Harry con sus amigos. Excepto en Pociones. Seguían trabajando juntos, la poción matalobos llevaba varias semanas de preparación. Harry se dedicaba a observar la poción y a anotar cualquier cambio que se registrara. Pero también le lanzaba alguna que otra mirada furtiva al Weasel que parecía estar controlándolos todo el tiempo.
––Potter, creo que es momento de agregarle los caparazones de escarabajo. ––dijo Draco revolviendo suavemente en sentido antihorario.
––Avisame cuando llegues al décimo giro y los echo. ––respondió Harry sosteniéndolos por encima del burbujeante líquido azul.
––…ocho, nueve, diez… ¡ahora! ––Draco retiró el cucharón suavemente y Harry dejó caer los caparazones. Draco esperó a que se hundieran y luego volvió a revolver hasta que la poción viró al fucsia. Suspiró, se sentó en el banco y se pasó la mano por los cabellos. Dio una mirada alrededor para ver si los demás estaban también en la misma etapa que ellos. Sintió que Harry soltaba una risa. Lo miró entrecerrando los ojos, Harry tenía una cara de juguetería, y se notaba que se estaba conteniendo para no explotar en carcajadas.
––¿Qué es lo que te hace tanta gracia? ––dijo Draco con fastidio.
Harry transfiguró la tapa de un tarro en un espejo y se lo pasó. Draco se miró en la superficie azogada y casi se desmaya del ataque. Tenía una veta rosada que le cruzaba los cabellos platinados, se los había teñido al pasarse la mano. Trató de usar un Scourgify pero sólo logró que el color se atenuara un poco. El encantamiento eliminó también el fijador y varios mechones intrusos le cayeron sobre la cara.
Draco gimió angustiado y Harry no aguantó más y se dobló de risa. Todos se dieron vuelta para mirarlos. ––¡Qué maricón! ––murmuró Ron y las risas se multiplicaron en todo el salón. Draco se iba a poner de pie pero la mano de Harry lo detuvo, había controlado la risa y en ese momento sólo sonreía.
––Deberías usar el pelo así más seguido, te queda mucho mejor… no digo el rosado… pero sin el gel.
––No sos el más indicado para dar consejos de peinado, Potter. ––Harry sólo le sonrió y volvió a ocuparse de la poción.
A partir del día siguiente, Draco dejó de usar fijador.
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Después de la cena, Draco subió al séptimo piso y se detuvo frente al tapiz de los trolls haciendo pasos de ballet. Caminó ida y vuelta tres veces delante de la pared hasta que se hizo visible la puerta. Entró y empezó a revisar los estantes, pasó por delante de un espejo de cuerpo entero, se observo el cabello. Le había llevado más de tres horas de restregar a lo muggle para hacer desaparecer el rosado. Satisfecho, prosiguió con la búsqueda, minutos después dio con la biblioteca que quería.
Buscó minuciosamente en todos los estantes. Estaba seguro de que había visto la llave allí. Pero por más que buscó no la pudo ubicar. Tuvo que darse por vencido y volver a los subsuelos.
Esquivó con elegancia a Pansy Parkinson que andaba buscando mimos y se metió rápidamente en su dormitorio. Se sentó en la cama, sacó el diario y anotó con detalle los lugares en los que había buscado. Luego pasó a la penúltima página y tachó el primer ítem del plan para hacerse amigo de Harry Potter.
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